Socialismo o Barbarie, periódico Nº 179, 24/06/10
 

 

 

 

 

 

La Ley de Medios, los empresarios y los trabajadores de prensa

¡Libertad sindical ya!

Por Marcelo Yunes

Desde que comenzara el proceso de discusión por la Ley de Medios audiovisuales impulsada por el gobierno, se viene dando un interesante corrimiento de los problemas que dispara la cuestión de los medios en la Argentina. El primer punto planteado por la ley, cuando todavía era proyecto, fue la propiedad de los medios; el segundo, de manera más lateral pero muy importante, la función social y política de los medios. Sin embargo, hay un tercer punto en debate que, aunque está cada vez más sobre la mesa en el seno del gremio, está ausente de la contienda gobierno vs. Clarín y del texto mismo de la ley: nada menos que quienes hacen cotidianamente los medios, los trabajadores de prensa.

Es sabido que el contexto de la ley es el enfrentamiento entre los Kirchner y los grandes grupos mediáticos, en primer lugar Clarín. Es cierto que tanto el texto como la discusión de la ley reflejan cierta elaboración previa sobre el tema que no es del gobierno sino de sectores vinculados a los “medios alternativos”. A la vista de la verdaderamente insoportable campaña de los grandes pulpos mediáticos (y sus “periodistas estrellas”) contra cualquier aspecto de la ley que afecte sus intereses, algunos razonan “mejor esta ley que la ley de la dictadura, y mejor regulación kirchnerista que monopolio de Clarín”, y piden “Ley de Medios ya”.

Está fuera de discusión la necesidad de eliminar el marco legal de la dictadura. Pero los trabajadores de prensa deben plantearse la cuestión no en los términos planteados por la antinomia Kirchner-Clarín (que los defensores de ambos bandos propalan como la única manera de concebir el problema), sino desde otro punto de vista. Uno que contemple los intereses tanto de quienes efectivamente llevan adelante la comunicación como del conjunto de lo que se suele llamar la “audiencia”.

Veamos esto más de cerca. Si el debate sobre medios se va a limitar a, o centrar, en reventar al Grupo Clarín (por el que nadie derramará una lágrima), hay demasiados problemas que quedan afuera. Que son justamente los que afectan hoy a quienes trabajan en los medios. Por ejemplo: el diario Crítica está amenazado de cierre porque una patronal irresponsable se niega a sostener un proyecto que da pérdida. Algo muy similar pasó en su momento con el diario Perfil, del grupo Fontevecchia. Pues bien, ¿qué previsiones hace la ley sobre esta situación? Ninguna. Si bien la ley versa sobre medios audiovisuales y no gráficos, no hay protección alguna contra quienes hagan lo mismo con radios o canales. Es decir, contra patronales inescrupulosas, una especie muy abundante en la fauna de medios argentinos,  aunque son las más estridentes defensoras de la “libertad”.

Otro ejemplo: los periodistas de LT 28 Rosario (Grupo Manzano-Vila-De Narváez) que fueron despedidos por manifestar su apoyo a la Ley de Medios, contra la postura de su propia patronal. El conflicto se ganó gracias a una lucha ejemplar que además involucró al medio gráfico del grupo, el diario La Capital, lo que es otra muestra de que, en la época de los multimedios, la separación entre medios audiovisuales y gráficos no puede mantenerse de manera absoluta, como ocurre incluso con la nueva ley. Pero, otra vez, la Ley de Medios no contempla ninguna protección para la libertad de conciencia y opinión.

Pasemos a temas todavía más cotidianos. Todo el gremio sufre condiciones laborales paupérrimas: salarios miserables (infinidad de noteros, cronistas y movileros trabajan por 1.800 pesos las 7 horas), incumplimiento masivo del convenio y de todos los beneficios, precarización total (debe ser uno de los gremios con mayor porcentaje de pasantes, factureros y otras yerbas) y, en muchos lugares, carencia absoluta de organización laboral y sindical. Por supuesto, una parte muy importante de la responsabilidad de este estado de cosas recae sobre la UTPBA, gremio dedicado a la “comunicación alternativa” que ignora de manera olímpica los problemas de los trabajadores de prensa de los grandes medios.1 La cuestión es que allí donde asoma el menor intento de organización gremial, aparecen las represalias y despidos, en violación de las más elementales leyes de protección de la actividad sindical en general.

¡Éstos y no otros son los problemas que afrontan día a día los trabajadores que hacen los medios! ¿Qué dice la nueva Ley de Medios de esto? Nada. ¿Por qué? Porque la ley está pensada no desde los trabajadores de prensa, sus derechos y los de la audiencia, sino desde el punto de vista de los empresarios de medios. Por supuesto, no el de los actuales grandes empresarios gorilas (que por eso mismo están que trinan), sino de los “multimedios amigos”, los grupos “pequeños y medianos”, las “entidades de la sociedad civil”, los medios del Estado (lo que en Argentina significa del gobierno de turno), los “medios independientes” y un largo etcétera.

Que para los “progresistas” esto represente un gigantesco paso adelante es entendible. Pero los trabajadores no tienen por qué comprometerse con una ley que le saca el negocio a algunos empresarios de derecha en beneficio de otros empresarios “progres”. Porque cuando vamos a la situación de los trabajadores de prensa en cada caso, las “grandes diferencias” entre patrones gorilas y kirchneristas se reducen mucho: ambos recurren alegremente a los contratos, las pasantías, los salarios de miseria y los obstáculos a la organización gremial. En todo caso, los “progres” tienen que guardar más las formas... o ser más hipócritas que sus congéneres de derecha.

De lo que se trata hoy, entonces, es de aprovechar el nuevo ambiente que hay en el gremio (en parte debido a los debates que generó la propia Ley de Medios) para avanzar en lo que necesitamos YA. Que más que la Ley de Medios es hacer valer el derecho de organización y agremiación para los trabajadores de prensa.(2) No es este gobierno ni ningún otro el que va a proteger de manera efectiva el pluralismo dentro de los medios. Tampoco lo hará ninguna ley, aunque algunas puedan ofrecer más puntos de apoyo que otras. Lo único que puede hacer valer tanto la libertad de expresión como los derechos de quienes hacen los medios (y los de la audiencia a no ser intoxicada con mentiras y operaciones de prensa) es que los trabajadores recuperen su capacidad de poner límites a las arbitrariedades laborales y periodísticas de los empresarios de medios. ¿Ley de Medios ya? Más bien, ¡libertad sindical ya!


Notas:

1. La última gran entregada de la UTPBA fue el conflicto en el diario Clarín, en el 2000, que comenzó justamente por sacarse de encima a los delegados pro patronales de la UTPBA. Desde esa derrota (más de 100 despidos, incluida toda la nueva comisión interna antiburocrática), el mayor pulpo mediático hace lo que quiere con sus trabajadores en el medio que es la nave insignia del grupo y que marca tendencia en todo el gremio. Recién ahora está empezando a asomar una sorda resistencia, a caballo del desgaste que sufre una patronal asediada por situaciones escandalosas como la de los hijos adoptivos de la dueña del diario.

2. Otro ejemplo de que el enfoque kirchnerista sobre los medios no tiene nada que ver con los trabajadores es la citada cuestión de Ernestina Herrera de Noble. Especulando con lo que pasaría si se confirmara que se apropió hijos de desaparecidos, el entonces embajador y hoy canciller Héctor Timerman propuso en el programa “6,7,8” que los periodistas de Clarín... ¡renuncien en masa! Opción “ética” que acaso debieran seguir los cabezas periodísticas visibles del Grupo Clarín (aunque a ésos ya nada los conmueve), pero de ninguna manera los más de 1.000 trabajadores de prensa del diario. Lo único que se lograría es que fueran reemplazados por otros de pluma dócil. La posibilidad de evitar o denunciar las operaciones de prensa y el accionar patronal siniestro de Magnetto y Cía. empieza porque los periodistas, los trabajadores de prensa reales de Clarín, recuperen su voz y su capacidad de decisión. Pero eso significa plantear un camino de reconstruir la organización gremial dentro del diario, cosa que a Timerman (él mismo hijo de un famoso empresario periodístico de derecha, fundador del diario La Opinión) ni se le cruza por la cabeza.