Socialismo o Barbarie, periódico Nº 178, 11/06/10
 

 

 

 

 

 

Brasil: estalla el Congreso de unificación CONLUTAS-Intersindical

Las razones de fondo de un fracaso

Por José Luis Rojo

Los pasados 3, 4, 5 y 6 de junio en Santos, Brasil, se realizaron sendos congresos de la vanguardia de los trabajadores del señalado país. Los mismos juntaron lo que podríamos llamar el ala izquierda del movimiento sindical de dicho país que se mantiene más o menos independiente del gobierno de Lula y la CUT (Central Única de Trabajadores, oficialista del gobierno del PT).

El hecho es que los respectivos congresos (de “disolución” del CONLUTAS, el primero) y, sobre todo, el que se realizó el 5 y 6 de junio (CONLUTAS e Intersindical) tenían por objetivo concretar la unificación de ambas entidades en un solo agrupamiento sindical.

Sin embargo, lo que había sido anunciado como un seguro “triunfo de la clase trabajadora brasilera” terminó dando lugar a una grave derrota. El hecho es que el Congreso terminó estallando el domingo 6 a las 20 horas luego que ambas entidades no pudieran ponerse de acuerdo acerca del nombre que debería tener la nueva organización[1]. A continuación, realizamos una reflexión acerca de las causas de fondo de este fracaso[2].

Somero repaso de las tres discusiones del Congreso

Las principales discusiones del Congreso fueron tres: el carácter de la central a constituir, la política frente a las elecciones presidenciales que se vienen en los próximos meses y el nombre de la nueva entidad.

Respecto del carácter de la central, si bien hubo debate, se terminó votando la posición que creemos más correcta: de una central no meramente “sindical” en el sentido de agrupar bajo el mismo techo también a los movimientos populares y el estudiantado si bien con una proporcionalidad menor a los sindicatos de trabajadores.

Respecto el tema electoral, al PSTU le costó ser convincente a la hora de explicar por qué una candidatura del PSOL a izquierda de la de Heloísa Helena de 2006 como es la de Plinio Arruda Sampayo con Zé María –candidato presidencial del PSTU– como candidato a vicepresidente, no sería progresivo.

Sin embargo, el Congreso termina estallando por la tercera discusión: el nombre de la nueva entidad. A priori esta cuestión es una realmente muy superficial, y, en un sentido, realmente lo es. En realidad, lo que la misma escondió es una pretensión hegemónica y una falta de cintura política por parte de la dirección del PSTU.

Por un lado, hay derecho a pretender ser hegemónico, pero esto se afirma cuando la relación de fuerzas realmente da para ello: tener el 50% ó 55% de un Congreso, con el resto en contra, no es una situación muy hegemónica que digamos. Esta misma circunstancia demostró una falta de capacidad política por parte de esta corriente –que tenía la delegación más grande– para evitar una ruptura por razones no muy explicables.

En fin, el fracaso del Congreso unificador remite a cuestiones más de fondo que son a las que queremos dedicar este artículo.

La composición del Congreso de “unificación”

Lo primero en saltar a la vista del Congreso es el inmenso predio donde se realizó el mismo y la participación de un “mundo” de casi 5.000 personas entre delegados y observadores. Es decir: un evento de la vanguardia a escala del país-continente que es Brasil[3].

Sin embargo, éste obviamente sólo podía ser el impacto más superficial del evento. Porque lo que realmente llamaba la atención desde el comienzo tenía que ver con la composición del Congreso mismo, tanto generacional como “estructuralmente”.

Generacionalmente el impacto es el alto promedio de edad de los participantes. ¿Cuál es la razón de esta realidad? Simple: el hecho que en el Brasil no se ha vivido un verdadero ascenso de la lucha de clases desde finales de los 80. La última gran huelga de impacto nacional fue la de los petroleros, derrotada por FHC en el año 1994. Brasil no ha vivido un proceso de rebelión popular del estilo de Venezuela, Bolivia o la Argentina. De ahí que no sea casual que se observe tan poca renovación generacional.

Lo anterior se suma a otro problema: la composición “estructural” del Congreso no dejó de ser “unilateral”: básicamente de docentes y estatales y de las diversas categorías de trabajadores de “cuello blanco”; muchísima menos participación de la industria y de nuevas generaciones obreras.

Otro elemento que llama la atención es el nivel relativamente “politizado” y más o menos “abstracto” del debate. ¿Cuál es la explicación de este fenómeno? El hecho que muchísimos compañeros a la vez que dirigentes sindicales son militantes de alguna corriente de la izquierda brasilera.

Lógicamente, la politización es, a priori, un rasgo muy positivo. Pero en el contexto del proceso de recomposición en Brasil tiende a expresar –contradictoriamente– un rasgo que le otorga un carácter más o menos “artificial” al conjunto: a simple vista, lo que se observa, es poca o nula participación de base trabajadora real en el Congreso.

Nos explicamos: en todas partes una instancia de este tipo –es decir, de vanguardia– tiene pocos compañeros de “base”, por así decirlo. Pero esto no quiere decir que una parte tan importante de los asistentes sean militantes sindicales o políticos de toda la vida: es decir, integrantes de la “vieja” vanguardia.

En el caso argentino –que está claro que tiene sus agudos límites, contradicciones y especificidades marcadas por un rasgo opuesto al brasilero: la baja politización–, esa vanguardia no es la vieja de décadas atrás sino nuevas generaciones que están entrando a la lucha en los últimos años.

Lamentablemente, no es el caso de Brasil hoy. ¡Y no deja de ser un grave problema que el PSOL y el PSTU se niegan redondamente –junto a otros graves dramáticos problemas que señalaremos a continuación– a mirar de frente!

En síntesis: lo que está ocurriendo en el movimiento sindical en Brasil tiene más la forma de un “desplazamiento” a la izquierda desde posiciones anteriormente adquiridas, que un proceso de recomposición desde abajo hacia arriba que esté expresando un revolucionamiento en la estructura sindical tradicional del país.

Esta realidad se viene extendiendo a lo largo de toda una serie de dramáticas presiones frente a las cuales, el PSOL y el PSTU, vienen haciendo de necesidad virtud adaptadas –en grados diversos– a la mecánica sindicalista y conservadora de la lucha reivindicativa del país[4].

La adaptación a la estructura sindical del país

Lo que venimos señalando no deja de tener un fundamento material: a diferencia de la fundación de la CUT, la lucha por la recomposición sindical en Brasil se está dando cuando continúa el retroceso y no con un ascenso de la lucha de clases como en los años 80. Pero con “contemplar” esto –como hacen el PSOL y el PSTU– no alcanza: lo que no se mide, ni se da cuenta, es de las consecuencias de esta circunstancia. Menos que menos se tiene una política que no sea la adaptación oportunista a la realidad existente: como ya hemos señalado, tanto las corrientes del PSOL como el PSTU (a pesar de su discurso “radical”) han hecho toda una escuela de “adaptación” a la estructura sindical existente.

Lo anterior tiene que ver con problemas más profundos que no parecen haber sido nunca realmente abordados por el PSTU y el resto de la izquierda brasilera. Se trata de la problemática acerca de la estructura sindical de Brasil.

Una estructura heredada de la época de Getulio Vargas (mediados del siglo pasado) que el gobierno de Lula ha venido a consolidar con la aplicación de las contra-reformas sindical y laboral (ver “Rasgos del movimiento sindical en Brasil” en esta misma edición).

De qué se trata esta estructura: de una en la cual no existen estructuras sindicales de base[5]. En Brasil no hay nada que se pueda parecer a comisiones internas y cuerpos de delegados en los lugares de trabajo.

A lo anterior se le debe agregar el hecho de la cooptación de las organizaciones sindicales por parte del Estado. Las columnas vertebrales de esta realidad son el monopolio de la representación por parte de un solo sindicato por rama de actividad (la prohibición de la libertad sindical); el descuento de la cuota sindical compulsiva; la intervención del Ministerio de Trabajo y la justicia patronal en las relaciones laborales. En síntesis: un modelo de sindicalismo de Estado.

Bien, el hecho es que corrientes como el PSTU (y ni hablar de las tendencias a la derecha del mismo del PSOL) no han hecho otra cosa que adaptarse a esta realidad: ¡de ahí que sea lo más común oír hablar de compañeros que son dirigentes sindicales hace… 15, 20 ó 25 años[6]!

Todos estos elementos hacen a una actividad sindical “superestructuralizada”: completamente apartada de la base obrera. Claro que este hecho se agrava, precisamente, porque no existen organismos de base. Los sindicatos se ganan o pierden por la vía de la realización de elecciones directamente a la ejecutiva del gremio pero no existe disputa por organismos de base. Por eso hay un dicho muy representativo en el movimiento sindical de Brasil que dice que el sindicato termina en las puertas de la fábrica… no se mete adentro!

Estos dramáticos problemas figuran –aquí o allá– en las tesis de algunas de las corrientes participantes al Congreso –y muy superficialmente en el texto de CONLUTAS– pero esta superficialidad proviene de que el problema nunca fue realmente abordado con medidas revolucionarias que se coloquen en la vía de una práctica sindical realmente de lucha de clases y no de administración de los aparatos sindicales.

Ni organización de medidas de lucha nacionales, ni vuelco sistemático a los conflictos existentes

Todos los problemas que venimos señalando hacen estructuralmente al fracaso del Congreso. Su expresión más concreta es que la instancia del Congreso mismo no dejó de ser una expresión demasiado de frente único de corrientes donde no “sobraba” nada[7].

Al ser una instancia tan de frente único todo depende de lo que hagan o dejen de hacer sus diversas tendencias. Este problema remite a uno más de fondo: la representación del Congreso mismo. El PSTU no dejo de señalar en su página web que él mismo representaría “más de 3 millones de trabajadores”. Aquí hay otra distorsión tremenda que es la que explica la falta de presión en el sentido de la unidad: problemas profundos en el criterio de elección de los delegados para la realización del Congreso. Porque si tres millones de compañeros hubieran participado realmente en la elección de los delegados de un Congreso de unificación, otro hubiera sido el cantar de las cosas: difícilmente se hubiera producido una división por el nombre de la nueva entidad.

Pero la cosa no funciona así hasta por el hecho cierto de que en el país no hay ascenso[8]. Nos explicamos: el Congreso no funcionó sobre delegados electos por la base sino por “cuotas”. Según los reglamentos para el mismo, a un sindicato presente que tuviera más de 10.000 trabajadores en su base le correspondían 12 delegados (el criterio de elección era un delegado cada mil, a grosso modo). Uno diría: “bueno, se juntan los compañeros en asambleas en los lugares de trabajo y los votan”… Pero el hecho cierto es que esto no es posible: el reglamento estipulaba que debe realizarse una asamblea para elegir los delegados que reúna “cinco veces más participantes que los delegados a votar”… Así las cosas, para elegir los doce delegados alcanzaban con una reunión de solamente 60 compañeros. Es decir: ¡con 60 compañeros alcanza para atribuirse la representación de 10.000!

Esto no puede significar más que una distorsión completa y total. Quizás no hay otra forma de hacerlo por la falta de ascenso en el país. Pero no abordar este dramático problema críticamente y afirmar muy sueltos de cuerpo que el Congreso estaría “representando 3 millones de compañeros y compañeras” es un escándalo total de lesa autoproclamación que sólo le agrega más “artificialidad” a las cosas y que permite explicar otras como la ya señalada imposibilidad –por razones políticas pero también “estructurales”– de votar verdaderas medidas de lucha de conjunto[9].

Esta es una de las explicaciones del por qué CONLUTAS es, en realidad, un “SIN-LUTAS” (más allá de los problemas también en la política del PSTU de no volcarla a las luchas realmente existentes): se habla del CONLUTAS –o de la Intersindical– como “instancia de masas” cuando éstas ni de lejos lo son.

Porque a decir verdad, el hecho cierto es que CONLUTAS realmente, incluso si quisiera, no puede organizar una lucha de alcance nacional.

Esto ocurre por una simple razón: es una estructura que tiene un muy importante alcance de vanguardia pero no llega a la masa de los trabajadores. En estas condiciones, no puede votar medidas de lucha de alcance nacional porque no las puede llevar a cabo.

Pero sin embargo, además de lo anterior, hay un problema más grave aún, que sí depende de CONLUTAS y del PSTU (y no de falsas definiciones auto-proclamatorias que en definitiva desarman): la adaptación a una actividad meramente rutinaria y sindicalista.

Es decir, la actividad preferencial son las “campañas salariales” (una suerte de paritarias pautadas todos los años para las mismas fechas) y las elecciones sindicales: la negociación rutinaria de aumentos salariales y la organización de “chapas” (listas sindicales) para las elecciones gremiales cada tantos años, son la actividad privilegiada.

De ahí que sea sorprendente que cuando luchas de importancia –no tan habituales en el Brasil de hoy– como las que periódicamente se dan por parte de los trabajadores no docentes de la USP (SINDUSPI[10]) CONLUTAS y la Intersindical no parecen volcar sus fuerzas para que las mismas triunfen!

En definitiva: se trata de un conjunto de graves distorsiones y deformaciones de las cuales ninguna de las corrientes políticas que militan en la vanguardia en Brasil parece requerir de ellas interrogantes y respuesta estratégica alguna[11]

Hace falta un nuevo movimiento obrero

En síntesis: todo lo que venimos señalando no quiere decir que desconozcamos el carácter progresivo de CONLUTAS y la derrota real que ha significado –para el proceso de recomposición de los trabajadores en Brasil– el fracaso del Congreso de unificación. Desde Praxis –integrante de la corriente SoB– nos colocamos en el terreno de la experiencia de CONLUTAS.

Pero al mismo tiempo, no se pueden dejar de señalar los gravísimos límites que esta experiencia viene arrastrando, sobre todo por responsabilidad de las prácticas sindicalistas y economicistas del PSTU. Como ya hemos señalado, esta corriente –y menos que menos las tendencias sindicales del PSOL aún más oportunistas– nunca hna encarado de frente una política contra la adaptación a los aparatos sindicales: se han reducido realmente a administrarlos casi tal cual son, sólo que con una orientación más “izquierdista”. De ahí la aberración de ni siquiera volcar todo ese mismo “aparato” a las luchas existentes: lo suyo no parece ser más que una práctica marcada por el rutinarismo sindical a pesar de los encendidos discursos sobre la “toma del poder”…

Lo que hace falta es otra cosa: defender la experiencia de CONLUTAS –y los eventuales pasos de unificación de las corrientes que están por fuera de la CUT– pero en la perspectiva de un nuevo movimiento obrero en Brasil: de revolucionamiento de los sindicatos existentes sobre la base de una política clasista, no corporativa y revolucionaria al servicio, en primer lugar, del triunfo de las luchas obreras.


[1] El PSTU proponía que la misma se llamase “CONLUTAS-Intersindical” y la Intersindical insistió en que el nombre fuera completamente nuevo. Está claro que detrás del nombre había una disputa por la hegemonía de la nueva entidad.

[2] Para los pormenores más “políticos” del Congreso remitimos a nuestros compañeros de Praxis.

[3] Atención,  no perder de vista –para no “marearse” con los puros números– que estamos hablando de un país-continente de casi 200 millones de habitantes, de los cuales 60 millones son asalariados, una verdadera potencia obrera continental!

[4] No hemos visto una crítica de esta índole en grupos menores que como la Erqui (ligada al PTS argentino) pretende colocarse a la izquierda del PSTU.

[5] La única instancia que hay que se puede aproximar a ello son las llamadas CIPAS, organismos que velan por la “seguridad” dentro de las plantas, pero que en muchísimos casos o están “desactivados” o cooptados por la burocracia o la patronal.

[6] A este respecto la burguesía y la burocracia brasileras tienen una orientación distinta a la argentina: más la vía de la cooptación que la del choque frontal, apostando a la cooptación de los “díscolos” por el camino de la terrible presión de los mecanismos de adaptación al Estado: en Brasil, un dirigente sindical puede llegar a tener un coche a disposición y gastos cubiertos por el sindicato. Lo mismo que es común en la izquierda la nefasta práctica de rentar compañeros por el sindicato para hacer actividad… para el partido.

[7] Lo anteriormente señalado, amén del fácil rechazo que genera el PSTU por sus prácticas aparatistas y su total falta de cintura política que los arrojó a un fracaso eventualmente evitable.

[8] Atención, además, que de haber ascenso no está claro si el mismo pasará necesariamente por estas instancias: en el movimiento estudiantil está el repetido caso de las luchas de la USPI donde cuando se han producido procesos de lucha estudiantiles éstos han desbordado a la federación monopolizada por al PSOL y el PSTU…

[9] A este respecto sobre el estallido del Congreso señalemos que si no hay real participación ni presión por la base y, además, la instancia es extremadamente de frente único, cualquier desacuerdo por arriba sólo puede llevar a la ruptura: los acuerdos se hacen y deshacen en menos de lo que “canta un gallo” más allá de las lágrimas de cocodrilo del PSTU –a priori correcto– de que “la Intersindical no respetó la democracia obrera”. Esto es precisamente lo que ocurrió en el Congreso de unificación: se había acordado que se respetaría la “votación de los congresales” en los puntos que no había acuerdo. Pero cuando las papas quemaron, y no hubo acuerdo en el nombre, el Congreso estalló sin pena ni gloria. Lo cual es hasta “inevitable” en ausencia de una real participación de la base que meta presión en un sentido u otro.

[10] Los compañeros de la Erqui –grupo ligado al PTS de Argentina– tienen algún peso en este gremio, aunque eso no quiere decir que su política hacia el estudiantado de la principal universidad del país respecto de las luchas de los no docentes no deje siempre de ser muy errática. Ver al respecto las críticas de nuestros compañeros de Praxis.

[11] Incluyendo aquí a las corrientes que van desde el PSOL (incluyendo la CST ligada a IS de la Argentina con una representación sindical no despreciable en el Congreso), pasando por el PSTU y grupos menores como Socialismo Revolucionario de la corriente inglesa The Militant, o muy menores como la Erqui.