Socialismo o Barbarie, periódico Nº 177, 27/05/10
 

 

 

 

 

 

Las jornadas del Bicentenario

Mucha fiesta y poco contenido

Acaban de concluir las jornadas de festejos del Bicentenario. Hay dos hechos que saltan a la luz alrededor del mismo. Por un lado la participación popular en los eventos fue multitudinaria, pero por el otro, si dejamos de lado las luces y las mega puestas en escena, es difícil descifrar el contenido que tuvieron las jornadas mismas.

La multitudinaria participación

Respecto de la participación, hay que intentar dar una explicación del fenómeno: no de las “pompas” e internas que se vivieron en las alturas, sino del sentido de la participación de masas en los festejos. Creemos que a este respecto hay dos elementos centrales a rescatar. Por un lado, popularmente parece haber pesado el hecho de la oportunidad del calendario –los doscientos años cumplidos por la Argentina– una fecha histórica que uno y su familia no podía perderse. Es decir, pegó en cierta forma la idea –sin ningún contenido real– que se estaba participando de una fecha histórica, de un hecho trascendente y que entonces no se podía estar ausente.

En segundo lugar, el contenido del festejo desde el punto de vista popular, pareció ser el festejo del aniversario de la “patria” sin mayores connotaciones ideológicas.

No parece que haya calado entre los participantes el tono “progresista” de las fanfarrias de los K, que fueron más bien un hecho distintivo de los actos por arriba organizados por Cristina, pero no así respecto del tono general de los festejos en las calles.

Tampoco se podría decir que la participación masiva haya reflejado algún tipo de adhesión al gobierno K. Otra cosa es que el gobierno de Cristina, al haber presidido las actividades y el evidente éxito, de alguna u otra manera intente capitalizar políticamente los festejos.

Pero este se equivocaría si creyera que lo que se puso en juego en la calle es un balance de su gestión o un apoyo multitudinario a la misma. Más bien las cosas parecieron ir por carriles bien separados: nadie dejó de volcarse a las calles debido a que los actos oficiales evidentemente fueron organizados por el gobierno K, pero de ninguna manera esto es asimilable a un apoyo político a los mismos.

También es verdad que la oposición prácticamente pasó desapercibida. Si con la inauguración del Colon o el Tedeum de Bergoglio tuvo su “momento” por así decirlo, en todo caso esas actividades tampoco tuvieron un sentido del todo categórico antigubernamental –aunque lo eran de contenido– y muchos menos podían opacar la marea humana que se volcó a las actividades organizadas por el oficialismo.

En tercer lugar, hay otro factor de peso: la cantidad de eventos artísticos públicos completamente gratuitos, fueron un gran atractivo para los sectores populares y de las clases medias, privados por lo general de ellos. Es decir, no todos los días se puede asistir –incluso con el transporte gratis como fue el caso del 25 de mayo– a semejantes espectáculos al aire libre: desde recitales de Fito Páez hasta el impactante desfile histórico final organizado por el grupo teatral “Fuerza Bruta”.

En definitiva, nada más que efímero parece surgir de la tan masiva participación, más allá del impacto por la masividad del mismo y que por la propia circunstancia de ser los K los que estuvieron presidiendo la jornada. En todo caso suma un elemento más al relativo fortalecimiento que han venido exhibiendo en los últimos meses.

Un festejo “patrio” pero no antiimperialista

La realidad es que el verdadero contenido del festejo quedó realmente oculto. Es decir, no se puede afirmar que el mismo haya sido un festejo realmente antiimperialista y latinoamericano como de alguna manera quiso ensayar el kirchnerismo, aunque cuidándose a limitar esto sólo en las pompas superestructurales.

Es que el contenido digamos “antiespañol” y “patrio” de la independencia, nunca fue extensivo –y en los propios días originarios del evento histórico– al conjunto de la dominación imperialista. Sí en su orígenes, la independencia solamente desató el vínculo formal con España para darle la suma del poder a las clases dominantes criollas, tampoco luego, en la evolución de la nación, la burguesía que siempre gobernó el país, nunca produjo una ruptura real, revolucionaria, con el imperialismo y mucho menos con la estructura capitalista semicolonial y dependiente del país.

A decir verdad, respecto de los festejos del Bicentenario, las cosas fueron realmente más lejos: el gobierno K se cuidó como de “mearse en la cama” de que el mismo apareciera excesivamente politizado.

Es que no está demás recordar que finalmente los Kirchner encabezan un gobierno redondamente burgués representativo de la Argentina capitalista –a pesar de todas las internas– que ha garantizado a lo largo de todos estos años, súper ganancias a los empresarios de la ciudad y del campo. Sí la ligazón de esta clase capitalista es orgánica con el imperialismo mundial, mal podría ser el festejo del “Bicentenario de la patria” consecuente en su contenido real “antiimperialista”.

El balance de la burguesía

En todo caso, lo que brilló por su ausencia es el balance del país burgués que la Argentina es. Es decir, como decía León Trotsky cuando se habla de un país hay que especificar realmente de que se está hablando. Porque no se puede hablar del mismo sin decir quién está al frente de él, que clase es la responsable de su curso histórico. Y está claro que cuando hablamos de la Argentina en ese sentido, solo podemos hablar del balance de la burguesía al frente del mismo. En todo caso hasta podríamos decir que todo lo bueno del mismo ha venido solamente de las luchas y conquistas históricas obreras y populares, y todo lo malo –que es su condición estructural de país capitalista semicolonial y dependiente– tiene que ver con el balance burgués.

En este sentido vale el contraste con los festejos del centenario de 1910. Por un lado es verdad que se festejó la Argentina agro-exportadora oligárquica de aquél entonces que a la vez daba clases de persecución anti-obrera. Pero también se festejaba la ensoñación de que un país agro-exportador pudiera ser potencia mundial. Evidentemente esta era una utopía reaccionaria que las décadas subsiguientes vinieron a poner en su lugar.

Sin embargo, en todo caso, lo que los K no han dicho en este Bicentenario es que a la Argentina capitalista actual no le queda ni eso. Hace décadas ya que perdió la “carrera” por querer sumarse a las “grandes naciones” capitalista del globo. Un proyecto reaccionario utópico como acabamos de decir –hay que recordar que también Juan Domingo Perón hablaba de “Argentina potencia”– pero que en la actualidad, de tan poco realista, siquiera puede ser enunciado, a no ser por parte de los cuatro mosqueteros de la Mesa de Enlace campestre que suelen trasmitir la ensoñación agro exportadora en el siglo XXI de la mano incluso de algunos sectores de la “izquierda” vernácula.

La perspectiva solo pueden ser la Unidad Socialista de Latinoamérica

En realidad, lo que estamos viendo hoy en la Argentina es todo lo que el “progresismo” capitalista y burgués puede dar: es decir, casi nada. En Latinoamérica ocurre algo similar: si bien gobiernos como el de Chávez y Lula son muy distintos (con rasgos de autonomía respecto del imperialismo el primero, neoliberal como el que más el segundo), no se están viviendo en la región verdaderos cambios estructurales en un sentido anticapitalista. Más bien, los rasgos de todos estos gobiernos han sido muy parecidos, gozando todos ellos las ventajas de los precios internacionales de las materias primas, tratando de compartir parte de las rentas alimentarias, gasíferas o petroleras con las multinacionales para hacer algunas concesiones y, sobre todo, garantizando súper ganancias a los capitalistas.

Ni la verdadera independencia nacional, ni la solución de los flagelos de la miseria, el desempleo y los salarios súper-explotados, ni la flexibilización laboral, ni dejar de pagar realmente la deuda externa, ni castigar de una vez y para siempre a los genocidas: ninguna de las grandes tareas pendientes democráticas, nacionales, antiimperialistas, obreras y socialista pueden venir de la mano de estos gobiernos. Sencillamente porque para eso hay que acabar con la clase social y el Estado que está sosteniendo a los mismos: la clase capitalista. Por esto mismo también, la tan mentada unidad latinoamericana, la más de las veces, no pasa del apretón de manos entres los gobernantes “progres” y no mucho más.

Mal que le pese al kirchnerismo y toda la cohorte de sectores políticos “nacionales y populares” cooptados por el mismo, la verdadera emancipación nacional y la unidad latinoamericana auténtica solo podrán venir de la mano de los explotados y oprimidos encabezados por la clase obrera continental en la perspectiva de la Unidad Socialista de Latinoamérica. No ha sido casual: el kirchnerismo se “olvidó” en los festejos de la independencia de Haití y sus próceres: la única verdadera revolución social ocurrida a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX y que precedió toda la lucha independentista ocurrida una década después pero que tuvo objetivos mucho más modestos: encumbrar a la clase dominante criolla solo descontenta con los funcionarios virreinales, no emancipar a los explotados y oprimidos.