Socialismo o Barbarie, periódico Nº 175, 29/04/10
 

 

 

 

 

 

Crisis de la economía mundial

Grecia en bancarrota

Por José Luis Rojo

“Grecia atraviesa una de las fases más difíciles de su historia. Las decisiones que hay que tomar ahora tendrán mucho peso, incluso para las próximas generaciones” (Giorgios Papandreu, presidente de Grecia, La Nación, 27 de abril del 2010).

Cuando cerramos esta edición se está viviendo un nuevo evento de la crisis económica mundial alrededor de la crisis griega. El disparador de los últimos acontecimientos ha sido que la empresa calificadora de riesgo Standard and Poor’s acaba de degradar los bonos de la deuda de ese país a “bonos basura”. Por decirlo llanamente: se los considera papeles incobrables…

Una crisis que no termina

No es para menos: los índices de endeudamiento y déficit fiscal de Grecia son realmente críticos: un barril sin fondo dónde no parece haber dinero que alcance para cubrir el quebranto[1]. La deuda soberana es de un 115% del PBI (268.000 millones de dólares), el déficit fiscal alcanzó en 2009 el 13.6% del PBI y este año los vencimientos se acumulan por algo en torno a la friolera de 50.000 millones de dólares. ¡Grecia está en bancarrota y no hay vuelta que darle al asunto!

El salto en la crisis griega hizo que el martes 27/04 cayeran todos los mercados a nivel mundial (dinámica que continuó los días subsiguientes). Es un hecho que, formalmente, la Unión Europea y el FMI han acordado un “rescate” por 60.200 millones de dólares (los vencimientos de deuda de este año). Pero cuando el gobierno “socialista” de Giorgios Papandreu –que venía diciendo que “no iba a recurrir al rescate”…-finalmente pidió que la asistencia se “efectivice” -luego de intentar “salvar” la situación vía un brutal ajuste económico ortodoxo que seguirá de todos modos llevándose adelante y de manera redoblada-, las autoridades europeas le están dando largas al asunto[2].

La responsabilidad de esta “diletancia” la tiene el gobierno de Angela Merkel, muy presionada por las elecciones “estaduales” que se realizarán en pocos días más y por una parte de su coalición de gobierno que se niega rotundamente a aceptar el rescate a Grecia. Volveremos sobre esto.

En definitiva, la asistencia se posterga amenazando a Grecia con entrar lisa y llanamente en default: la fecha tope es el próximo 19 de mayo donde vencen algo en torno a 8900 millones de euros en obligaciones externas. Bancarrota que de concretarse marcaría un salto dramático en la crisis económica europea y mundial, poniendo el euro al borde del estallido.

En todo caso, la moraleja es que la situación en Grecia (que parece estar contagiándose -en tiempo real- a Portugal, Irlanda y España, amenazando con desequilibrar toda la UE) viene a recordarnos que la crisis económica mundial no ha terminado y que está llamada a sufrir nuevos y dramáticos desarrollos.

El euro puesto en cuestión

Si se tratara de los problemas de Grecia “aisladamente” –una economía mediana que no llega a más de 300.000 millones de dólares de PBI anual- la cuestión no pasaría –obvio que dicho exageradamente- de una “anécdota”. Pero el problema es que la crisis del país helénico habla –y muy fuertemente- de los problemas europeos y mundiales.

El origen de la cuestión es que con el ingreso de Grecia al euro a comienzos de los años 2000, este país se quedó sin moneda propia. En un principio las cosas parecieron andar sobre ruedas: al estar en euros el país recibió jugoso financiamiento internacional, lo que generó un efecto de riqueza ficticia[3]. Cuando la crisis mundial hizo su eclosión, y para tratar de que no se corte el chorro de este financiamiento, el gobierno griego decidió “retocar” las estadísticas, dando cuenta de un déficit del Estado mucho menor que el real…

Llegado un punto, lo que pareció ser una extraordinaria “ventaja” –el estar parado sobre una moneda fuerte- se convirtió en lo contrario: frente a la crisis mundial, a la retracción de todos los mercados, y a la pérdida de competitividad económica por la devaluación de otras monedas, Grecia no puede devaluar su moneda ni tomar medidas de política económica soberanas que le permitan maniobrar.

Como dice Paúl Krugman respecto de España (pero enteramente aplicable a Grecia): “El gobierno español no puede hacer gran cosa para mejorar la situación. El problema económico central de la nación es que los costos y los precios se han desfasado respecto del resto de Europa. Si España aun tuviera su antigua moneda, la peseta, podría remediar rápidamente la situación mediante una devaluación, digamos, reduciendo el valor de la peseta un 20% respecto de otras monedas europeas. Pero España ya no tiene su propia moneda, lo que significa que solo puede recuperar competitividad por medio de un lento y desgastante proceso de deflación[4]. Lo mismo pasa con Grecia: no puede devaluar su moneda para recuperar su competitividad y combatir la recesión lo que al generar mayores ingresos fiscales permitiría paliar los déficits.

Por esto mismo, el camino elegido y recomendado ha sido el opuesto: un ajuste brutal –incluso con reducción explícita del salario real- para “recuperar” la competitividad y el excedente de recaudación por una vía deflacionaria que –por las mismas razones de su mecánica contractiva- solo puede seguir alimentando una re-caída recesiva que incluso tira para abajo las expectativas de lo que explícitamente se busca: ¡aumentar la recaudación y los ingresos del Estado!

Moneda y potencialidad económica: ajuste, deflación y devaluación

Es obvio: está claro que una devaluación –que significaría inevitablemente salir del euro poniendo en pié una nueva moneda nacional- inmediatamente iría de la mano del default en el pago de la deuda externa porque esta se haría más impagable aun en euros configurando un golpe tremendo a los bancos de Alemania y Francia que son los primeros acreedores del país.

Sin embargo, mediante la declaración del default se restringiría –al menos en lo inmediato- la carga del endeudamiento (eso al dejar de pagar lisa y llanamente o generar quitas en la deuda soberana), al tiempo que con la implementación de una moneda más débil se podría recuperar competitividad, producción y empleo[5].

Lo que venimos señalando se conecta con un problema más de fondo cual es la aberración de que una economía “atrasada” como la griega esté “racionalizada” (o “medida”) por una moneda tan fuerte como el euro. Es que si el dinero no es más que el representante general de la riqueza (y de la “potencia” productiva de una determinada economía), si esta economía es menos productiva, el valor de su moneda debería ser mucho menor y viceversa: una economía altamente productiva se debe reflejar en una cotización de la moneda mucho más alta.

Esto último es lo que ocurría antes del euro con el marco alemán respecto de –vg.- Alemania. Precisamente: de alguna manera el euro, aproximativamente si se quiere, refleja la potencia económica del país germano (más allá que hoy el euro este en pleno derrape por la crisis griega).

Pero debería estar claro que una moneda tan fuerte no puede –a mediano y largo plazo- funcionar respecto de Grecia: una economía relativamente atrasada e improductiva no puede ser medida con una moneda que refleja un grado de productividad del trabajo y un desarrollo de las fuerzas productivas varias veces mayor so pena que su producción resulte invendible.

La conclusión de este problema es obvia: esa moneda es insostenible para Grecia a menos que lleve a cabo –como lo está haciendo- un ajuste económico deflacionario brutal que reduzca drásticamente el valor de la fuerza de trabajo y el resto de los costos en general no por la vía de un real aumento de la productividad económica sino por una mecánica depreciación de todos sus valores, en primer lugar el salario obrero.

Crisis política en la Unión Europea

En las condiciones anteriores, la eventualidad de una salida de Grecia del euro sería un pésimo ejemplo que podría ser continuado por el resto de las economías PIGS del sur europeo (las siglas en inglés de Portugal, Irlanda, Grecia y España que quiere decir “cerdos”), muy debilitadas por la crisis mundial.

De ocurrir esto, el euro habría muerto a menos de dos décadas de su nacimiento. Una situación dramática que pondría en riesgo la economía europea en su conjunto: ni más ni menos que uno de los vectores de la llamada “triada” del centro capitalista mundial compartida con EEUU y Japón; paradójicamente se trata de las economías más golpeadas por la crisis. El impacto de la caída podría afectar incluso los países más fuertes de la UE como Alemania y Francia, produciendo una onda de choque en los equilibrios económicos y entre Estados en el orden internacional. De ahí la urgencia del FMI en exigirle a la UE que concrete el rescate, así como las permanentes declaraciones de Papandreu de que “de ninguna manera su gobierno tomará el paso de salir del euro”... al tiempo que cacarea por asistencia.

La crisis griega y las dificultades de los principales países de la UE en ponerse de acuerdo en las modalidades del rescate a Grecia están denotando una evidente crisis política en el seno de la Unión. No por nada Dominique Strauss Kahn, director gerente del FMI, acaba de salir a exigir más “coordinación” entre los miembros de la Unión señalando que la carencia de esta en condiciones normales no es un gran “problema” pero deviene imprescindible en las condiciones de la crisis económica más grave desde los años ’30: La ausencia de una política económica coordinada es soportable en periodo de calma pero no en periodo de crisis’, subrayó en una entrevista publicada hoy por el diario francés La Tribune[6].

El problema es que es mucho más fácil declamar la necesidad de la coordinación entre Estados que concretarla en el marco del capitalismo. Lo que ocurre es que incluso a nivel de la UE, si es un hecho que los intercambios económicos y la historia común trascienden las fronteras, al mismo tiempo el sistema capitalista se caracteriza por una formación política de Estados nacionales con intereses propios que no se puede hacer como si no existiera. Y cuando hablamos de Estados nacionales hablamos de formaciones económico-políticas que maniobran en defensa de sus intereses particulares y específicos por lo que nunca se logra alcanzar del todo el estadio de una coordinación enteramente satisfactoria.

De ahí deviene el comportamiento de Alemania, el cual no está igualmente exento de elementos de “irracionalidad”. Es que el gobierno de Ángela Merckel evidentemente tiene la preocupación de que si Grecia es rescatada sin apretarle el cinturón hasta los huesos los otros países PIGS puedan seguir el mismo camino y los fondos germanos terminen financiando el rescate de estos países.

Pero al mismo tiempo, siendo la nación evidentemente más beneficiada con la implementación del euro, el llevar las cosas hasta el borde del estallido del mismo, parece configurar una orientación con rasgos “aislacionistas” –tipo el gobierno estadounidense de Hoover a comienzos de los años ’30- que al afirmarse por una vía deflacionaria (que multiplica, “cíclicamente”, la vía depresiva en vez de tender a atenuarla con medidas de política “anti-cíclicas” y / o “keynesianas”) podría terminar impactando como un boomerang sobre la situación hegemónica de la propia Alemania en el seno de la UE logrando así el resultado opuesto al que se declara buscar: reafirmar esta hegemonía económica (y política) en el concierto de las 16 naciones de la Unión.

¿Qué perspectivas para la economía mundial?

Pero elevemos un poco la mirada a la marcha más de conjunto de la economía mundial. Al respecto, y de entre la montaña de papeles que se producen diariamente acerca de la misma, es de interés dar cuenta del reciente informe de las perspectivas económicas internacionales del FMI[7]. El mismo tiene una contradicción que lo atraviesa de cabo a rabo: luce demasiado voluntarista.

Es decir: se parte de anunciar una recuperación desigual de la economía internacional señalando que el PBI mundial crecería en 2010 y 2011 algo en torno al 4% anual. Sin embargo, a renglón seguido –digamos que con “honestidad”- se señala que: “Las perspectivas que rodean la actividad siguen siendo inusitadamente inciertas, y los riesgos a la baja vinculados con las fragilidades fiscales han pasado a primer plano. La principal inquietud es que el margen de maniobra de la política económica en muchas economías avanzadas ya se encuentra en gran medida agotado o sea mucho más limitado. Además, los riesgos relacionados con la deuda soberana de las economías avanzadas podrían socavar los avances en la estabilidad financiera y ampliar la crisis. El rápido aumento de la deuda pública y el deterioro de los balances fiscales podrían retransmitirse a los sistemas bancarios o entre países”[8].

En otras palabras: el mismísimo FMI reconoce -con todas las letras- que la “recuperación” económica que comenzó en marzo-abril del 2009 y que –a los tumbos, crisis griega mediante- continúa hasta hoy, contiene un dramático problema: la economía mundial fue salvada de una segunda gran depresión mediante una intervención sin precedente de los Estados pero sin embargo, en el mismísimo momento en que esa intervención es cada vez menos viable –crisis fiscales y de deuda soberana mediante-, el FMI insiste que la recuperación es “inusitadamente incierta” y que frente a la eventualidad de nuevos eventos de recaída de la economía mundial, el “margen de maniobra de los gobiernos ha quedado acotado”.

Es que como lo hemos señalado en un trabajo anterior, una de las principales consecuencias no queridas de los rescates ha sido el salto cualitativo que se ha venido manifestando en el deterioro fiscal de los Estados (de las bancarrotas privadas se pasó a la eventualidad de la bancarrota pública) y el peligro de que uno o más de ellos entren en cesación de pagos.

De ahí entonces la señal de alerta “universal” –con impacto en primerísimo lugar en los EEUU que es la primera nación insolvente del mundo- que configura la situación Griega: de no producirse una recuperación económica sostenible y duradera y de tener que ir por la vía de un “ajuste económico “excesivo” para afrontar las obligaciones creadas por la asistencia estatal, lo único que se terminaría haciendo es multiplicar las tendencias recesivas creando las condiciones para una eventual re-caída en la crisis que ahora sí podría configurar un dramático escenario de depresión mundial.

La crisis griega como espejo

Y son estas mismas condiciones económicas de conjunto las que parecen preanunciar un escenario que incluso si no es –al menos en lo inmediato- de re-caída lisa y llana en la crisis, al menos parece ser inevitable que se configure en los países del centro capitalista[9] como de estancamiento duradero. Circunstancia que –entre otras consecuencias críticas- dificulta la creación de las condiciones económicas –crecimiento económico- de manera tal de generar los recursos para devolver lo adeudado: “Para evaluar las eventuales consecuencias de los rescates, la clave es hasta qué punto podrá avanzar la recuperación económica y en qué medida la misma se sostendrá en materia de producción, inversión, empleo y consumo. Asimismo, qué combinación tendrá esta creación de nueva riqueza con un ajuste económico para reducir el déficit, el endeudamiento estatal y aumentar la cuota de plusvalía a costa del deterioro de los salarios, condiciones de trabajo y gastos generales de reproducción del capital. No se trata de un problema menor. Lo que está en juego son fenómenos económicos-sociales de magnitud, como la histórica tasa de desempleo actual en los EEUU”[10]. Y se agrega: “En todo caso, esta tendencia al estancamiento duradero [de la economía mundial] es otro factor que eventualmente contribuirá al relanzamiento de la crisis, en la medida en que la debilidad del crecimiento hará que todas las relaciones (desempleo masivo, déficit fiscal, endeudamiento) se hagan más críticas con el paso del tiempo”[11].

En definitiva: lo anterior es lo que explica el estallido de los eslabones débiles como Grecia: con el paso del tiempo, la ausencia de una recuperación económica suficiente, pone al rojo vivo todas las relaciones críticas. En todo caso, la preocupación es que el país helénico no sea más que un espejo en el que se deba mirar de conjunto la economía mundial…


[1] Tan grave es la situación que, en comparación, la Argentina del 2001 luce numéricamente como una situación mucho más “atenuada” con un déficit fiscal de solo el 3% y una deuda pública del 53% del PBI.

[2] Al respecto, los organismos de la UE convocaron una reunión de emergencia para el 10 de mayo que sería la que aprobaría la asistencia.

[3] En medio de esa “burbuja” recordar que Grecia organizó los juegos olímpicos del 2004.

[4] La Nación, 16-02-10.

[5] La situación tiene obvios paralelos con la Argentina del 2001 cuando la salida de la convertibilidad 1 a 1 del peso con el dólar.

[6] La Nación digital, 28-04-10.

[7] Se trata del documento “Perspectivas de la economía mundial y reporte sobre la estabilidad financiera global”.

[8] “Idem “Perspectivas”.

[9] Está clarísimo que la dinámica de la crisis ha tenido como “dos velocidades”: a diferencia de lo acostumbrado, el impacto pleno de la crisis ha ocurrido en los países del centro capitalista y no así en las economías “emergentes” o “periféricas”. Desde China e India, pasando por Latinoamérica e incluso la mayor parte de África, la crisis se manifestó –hasta ahora- de una manera mucho más atenuada. Esto ocurrió en gran medida debido a que si en el pico de la crisis el precio de las commodities –petróleo, metales y alimentos- llego a parecer “derrumbarse”, rápidamente los mismos se recuperaron arrastrados por la vitalidad económica básicamente de China –cuyo paquete de asistencia estatal fue de los más inmensos en el orden mundial-. Esta claro sin embargo que esta mecánica de “doble velocidad” sería finalmente “arrasada” de producirse finalmente una nueva recaída de la economía mundial de conjunto: ¡en ese escenario no habría “desacople” que valga porque finalmente, y más que nunca antes, la economía mundial es una totalidad!

[10] “El estado de la crisis económica mundial. Cuando se prepara una nueva recaída”. José Luís Rojo, revista Socialismo o Barbarie n°23-24.

[11] Ídem José Luís Rojo.