Socialismo o Barbarie, periódico Nº 172, 18/03/10
 

 

 

 

 

 

Por una gran jornada de lucha el 24/3, independiente del gobierno K y la oposición patronal, por el salario y en apoyo a las experiencias del Subte, Kraft y Fate

Bajo las banderas de la independencia de clase

En los últimos días la crisis política aminoró su ritmo, aunque sin resolverse. Un conjunto de factores se combinaron para esta resultante. Uno es el vértigo que comenzó a sufrir la oposición ante la eventualidad de una salida anticipada del gobierno K. Fundamentalmente, lo que está detrás de este impasse es que ninguno de los dos bandos patronales parece gozar de las suficientes condiciones para inclinar la cancha a su favor. Si por un lado, desde la crisis con el “campo”, el gobierno de Cristina K quedó irremediablemente en minoría, la oposición todavía es un rompecabezas. La fragmentación cunde en sus filas sin que ninguno de sus candidatos presidenciales haya logrado ponerse por encima de los demás, aunque la UCR es la que lleva la delantera en este terreno. En fin, esta recurrente crisis política esconde una disputa acerca de cómo generar y repartirse entre los de arriba el trabajo no pagado de la clase obrera argentina. Es la no resolución de este conflicto la que ha venido generando una creciente crisis política que por momentos se agrava y en otros se mediatiza.

Este circo parlamentario ha llevado últimamente a que por abajo se estén expresando manifestaciones de rechazo no sólo a Cristina sino a la oposición. Aunque no se vive todavía un salto en los conflictos, como producto del doble cerrojo que la CGT-CTA están poniendo a los reclamos obreros, ese repudio es un factor progresivo que podría ayudar a crear mejores condiciones para plantear la necesidad de una salida independiente a la crisis nacional desde la clase trabajadora.

El impasse de los de arriba

Ninguno de los problemas planteados por la crisis política de los últimos meses está resuelto: el uso de las reservas, la amenaza de la oposición de modificar la coparticipación del impuesto al cheque, el rechazo al pliego de Marcó del Pont al frente del BCRA… Simplemente, ocurre que ante la dinámica que fue tomando la crisis política en las últimas semanas, la UCR (el partido que se ve como recambio en 2011) le facilitó cierto “aire” (tiempo) al gobierno, y éste supo aprovecharlo para dar vuelta algunos votos en el Senado. El senador del PJ por La Pampa, Carlos Verna, independiente de los K, finalmente acordó con el kirchnerismo no votar a favor del rechazo al DNU de la deuda externa en esa Cámara y, a cambio, impulsaría una ley de su autoría que recoge punto por punto las necesidades del oficialismo en esta materia. Al mismo tiempo, la senadora Latorre (que en el pasado respondía a Reutemann) denunció que en el Senado se respiraban “aires destituyentes” y se posicionó en contra de bajarle el pulgar a Marcó del Pont. Estas circunstancias aflojaron la soga al cuello del oficialismo, pero las acechanzas continúan y la crisis política ya podríamos decir que se ha vuelto crónica.

Esto refleja una realidad más de fondo: cierta indefinición política que se vive entre los de arriba porque ninguno de los dos contendientes (gobierno y oposición) parece tener suficientes fuerzas para inclinar la cancha a su favor. El oficialismo ya desde 2008 (conflicto con el “campo”) quedó en minoría y perdió la hegemonía de que supo gozar. Lo más granado de la patronal del campo (y, crecientemente, de la industria, aunque en su interior subsistan contradicciones) pasó a la oposición, lo mismo que las clases medias pudientes del interior del país y las grandes urbes. Incluso entre los trabajadores el desprestigio del gobierno se fue haciendo creciente, y hoy por hoy se multiplica al calor de la escalada de los precios.

Pero la oposición no las tiene todas consigo. No le es conveniente adelantar –al menos no tanto– la salida del gobierno. Aún no saldó sus cuentas acerca de las candidaturas del 2011, y menos todavía pudo armar un recambio gubernamental de emergencia del que Julio Cobos huye como la peste.

Además, si su fragmentación es básicamente política, no dejan de expresarse también matices respecto de la sustancia de los asuntos. Es decir, respecto del tipo de ajuste y modelo económico de recambio de los K: “La oposición se unificó por el vandalismo procesal del gobierno. Pero cuando se discute la sustancia del problema, es decir, si las reservas deben destinarse a gastos corrientes, aquel muro puede resquebrajarse. La coordinación opositora parece no poder pasar el umbral de los procedimientos. Esta debilidad explica en qué consiste el favor de Carlos Verna, al ofrecer una ley en sustitución de un DNU: ahora las veinte familias que enfrentan al gobierno deberán coincidir en una cuestión de contenido” (La Nación, 11-3).

El doble cerrojo de la CGT y la CTA

Entre los trabajadores, la novedad es que la crisis política comenzó a “bajar”. Comienza a impactar el “chiquero parlamentario” de las alturas desprestigiando también a la oposición. Lo que no deja de ser un elemento progresivo en la medida que crearía mejores condiciones para plantear una salida independiente ante el eventual agravamiento de la crisis.

En ese marco, por ahora está funcionando el doble cerrojo CGT-CTA al desencadenamiento de importantes luchas. Si bien hubo una serie de luchas de trabajadores del Estado, Educación y Salud en algunas provincias del interior (Santiago del Estero, Santa Fe, Neuquén, etcétera), así como una serie de conflictos obreros más o menos aislados, de conjunto todavía no hay grandes desbordes.

En este sentido, es imprescindible denunciar el rol de Moyano y Yasky. Si el primero está tratando de arreglárselas para que en la discusión de los convenios no se expresen cifras que vayan más allá de lo aceptable por las patronales (un “dibujo” que invariablemente queda por detrás de la inflación), el segundo no le va a la zaga: es una verdadera vergüenza que la CTERA y el SUTEBA hayan firmado una paz social por un año cuando siquiera se sabe si la misma Cristina llegará al 2011. ¡La burocracia sindical se dedica a atarle las manos a la clase obrera para que no pueda intervenir en la crisis nacional con sus propias reivindicaciones –el salario en primer lugar– mientras que por arriba se están matando a la hora de cómo repartirse el trabajo generado por los trabajadores!

Pero a pesar de estas limitaciones en la superficie de la lucha entre las clases, la procesión de la reorganización obrera va por dentro: un verdadero asedio a la burocracia sindical está madurando en algunos gremios estratégicos. En el Subterráneo de Buenos Aires, en respuesta a la provocación de la UTA de hace dos semanas, el cuerpo de delegados acaba de realizar una importante movilización al Ministerio de Trabajo. En el sindicato capital de la Alimentación, la experiencia de Kraft parece estar impactando sobre otras fábricas del sector. En el Neumático, Pedro Wasiejko está haciendo lo imposible para debilitar a la Marrón. Sin embargo, el cuestionamiento a la Violeta se sigue desarrollando en el conjunto del gremio.[1]

Se trata de una circunstancia sin antecedentes en muchísimos años, crece el cuestionamiento al monopolio de la burocracia sindical de la representación obrera. La UTA, Alimentación y el Neumático son los casos más emblemáticos en estos momentos, aunque la situación se repite más molecularmente en un sinnúmero de lugares de trabajo.

La clase obrera debe dar una salida a la crisis nacional

El problema de la reorganización obrera se combina con otro más estratégico. En las condiciones de una aguda división en las alturas, se plantea el problema de ofrecer una salida desde los trabajadores. Claro que atada a la burocracia y los partidos del sistema (en primer lugar, el PJ), a la clase obrera no se le hace fácil poner sus reivindicaciones y salida política sobre la palestra nacional.

Tampoco colabora la vergonzosa ubicación de ciertas corrientes (los “sojeros” del PCR, MST y otros grupos menores) que desde 2008 vienen dividiendo a la izquierda independiente de los K. Esta desastrosa ubicación sólo lleva agua al molino de la fracción más reaccionaria de la patronal.[2]

Es en estas condiciones que se realizará el próximo acto del 24 de marzo. Contra la provocación K y la oposición patronal del ajuste ortodoxo, se trata de poner en pie una gran columna obrera independiente de ambos bandos patronales. De ahí el llamado de nuestro partido al PO y al PTS y también a las nuevas experiencias independientes como las de Fate, Kraft y el Subte para una intervención común el 24.


[1] La CTA se viene dando una política para dividir las expresiones independientes de la recomposición obrera detrás de un discurso posibilista y anti-partidos que cala en algunos de los activistas de estas experiencias. Problema que se ve agravado cuando desde ciertos sectores de la izquierda se la presenta como “cualitativamente distinta” a la CGT  –no sería una burocracia sino solamente una central “reformista”– y eventual “vía regia” para aumentar su influencia sindical…

[2] Electoralmente, este papel lo cumple la centroizquierda sojera de Solanas, Lozano y De Gennaro, fracción campestre de este espacio político, así como en Sabbatella se tiene la expresión pro-K de la centroizquierda.