Socialismo o Barbarie, periódico Nº 168, 22/01/10
 

 

 

 

 

 

Un año en la Casa Blanca

El irresistible descenso de Barack Obama

Por Roberto Ramírez

Al cumplir un año en la Casa Blanca, Obama ha recibido un duro golpe electoral, que refleja su creciente debilitamiento. En la elección realizada el pasado martes 19 en el estado de Massachussets, los republicanos ganaron la banca del Senado que había ocupado durante 47 años el difunto Ted Kennedy y así le arrebataron la mayoría a los demócratas en esa cámara.

En la última elección general –realizada junto con las presidenciales del 2008 en que triunfó Obama– los diez congresistas demócratas del estado habían ganado sin oposición. Para el Senado, Ted Kennedy y el ex candidato presidencial John Kerry ganaron por 10 puntos de diferencia.

La derrota de la candidata demócrata a manos de casi desconocido candidato republicano, fue un impresionante “voto castigo” a la gestión de Obama, doblemente significativo porque Massachussets es un estado que siempre votaba tradicionalmente a los demócratas.

Para entender qué refleja este hecho, publicamos parte de uno de los capítulos de “Obama: ¿el Roosevelt que no fue?”, un artículo de Roberto Ramírez, que aparecerá en la próxima edición de la revista Socialismo o Barbarie (Nº 23).

Polarización desde la derecha: Obama en una situación política progresivamente debilitada

El mini-reformismo de Obama comienza siempre con magníficos discursos: es un superstar, un actor-orador excepcional que contrasta con su torpe y analfabeto predecesor George W. Bush. Pero, después que Obama habla, hay que preguntarse qué es lo que dijo y propuso realmente. Al pasar de las frases bonitas a las medidas concretas, su discurso se reduce a nada o casi nada: a propuestas menores que, para colmo, muchas veces ni se llevan a cabo o quedan aun más reducidas si finalmente se hacen realidad.

Las ilusiones, esperanzas y promesas han ido quedando así en el camino: la creación de empleos, la reforma del escandaloso sistema de salud, la ley para facilitar la sindicalización, la regulación del sector financiero, la pérdida de las viviendas por ejecuciones hipotecarias, la legislación sobre cambio climático, etc., etc.

La política de Obama ha sido tratar de recomponer una perdida “unidad nacional”, que ya había quedado atrás en la primera presidencia de Bush. Para eso, ha intentado armar una especie de administración bipartidista demócrata-republicana, buscando “consensos” a toda costa, y cediendo a las presiones tanto de los republicanos como de las corporaciones. Pero el resultado de eso no ha sido un “gobierno fuerte” de “unidad nacional”, sino ir perdiendo por abajo el apoyo popular.

Esto ha puesto a Obama en un curso de debilitamiento político. Cada día que pasa se va erosionando por uno u otro costado, a su derecha y a su izquierda. Y esto no es compensado por haber evitado -paradójicamente, junto con Bush- una debacle financiera. Lo que pierde a su “izquierda” -las esperanzas de reformas “progresistas”-, no lo recupera bajo la forma de apoyo desde su derecha.

Desilusión entre sus votantes, pero sin grandes movilizaciones que presionen desde abajo

Por un lado, viene perdiendo el apoyo de quienes fueron sus partidarios, que no sólo lo votaron sino que conformaron un esbozo de movimiento político que expresaba un rechazo creciente y masivo en las nuevas generaciones al neoconservadorismo republicano que había predominado con Bush y, en general, a las ideologías reaccionarias en boga desde los ‘80.

Hoy, una profunda desilusión recorre los sectores juveniles, populares, y de trabajadores y “minorías” (afroamericanos y latinos) que lo votaron. Como señalamos, las promesas electorales de Obama no eran muy avanzadas y conformaban apenas un neoliberalismo “light”. ¡Pero ni siquiera eso está cumpliendo! Obama, directamente, ha archivado algunas promesas (como la de facilitar la sindicalización). A otras, ha dejado que la derecha republicana y los lobbies corporativos las vayan reduciendo a su mínima expresión; tal es el caso, de la reforma del sistema de salud.

Para enfrentar esta situación, habría necesitado apoyarse en la movilización social y política de sus votantes. Pero Obama no quiere, de ninguna manera, revolver el avispero, ni siquiera para hacer mínimas presiones sobre los intereses corporativos. Y, por su parte, el movimiento obrero y de masas de EEUU, después de unos primeros síntomas alentadores el año pasado, no está hoy en pie de lucha.

Obama no desea de ninguna manera incentivar al movimiento de masas, aunque si cambiase esta situación y se movilizara, trataría quizás de montarse en él, para utilizarlo y sobre todo mantenerlo bajo control y cooptar a sus direcciones, como hizo Roosevelt.

Pero esto es “música del futuro”: hoy, un determinante fundamental de la situación política de EEUU es este hecho de que las masas obreras y los sectores populares están mucho más atrás que los de Europa y América Latina en materia de movilizaciones y luchas. Los incumplimientos de Obama, a quien votaron masivamente, hasta ahora no han generado grandes acciones ni movilizaciones de reclamo, sino una fría y enorme desilusión.[1]

Por supuesto, contradictoriamente, la pérdida de confianza en Obama -y en que él, desde arriba, arreglaría todo- es también una premisa necesaria para que los sectores castigados por la crisis comiencen finalmente a reclamar por cuenta propia, en forma independiente. Pero estos procesos nunca son inmediatos ni automáticos. Hacer la “digestión” de fiascos como éste, lleva tiempos difíciles de predecir.

No hay “unidad nacional” burguesa en torno a Obama y la derecha retoma la iniciativa

Sin embargo, mientras eso sucede a la “izquierda” de Obama, la derecha -mayoritariamente encuadrada por los republicanos pero con sectores más extremistas fuera de control- no ha perdido un minuto en pasar a la oposición sistemática en el Congreso y también a la movilización en las calles.

Es que la conducta de Obama no le atraído el apoyo de los sectores a su derecha. Por el contrario, hoy es la derecha quien ha pasado al ataque, tanto en las calles como por arriba. La situación la resume bien una publicación de izquierda: “La derecha está a la ofensiva; y los demócratas la dejan seguir adelante...”[2]

Dicho de otra manera: hoy el principal polo político frente a Obama no se ha instalado a su izquierda -desde las masas trabajadoras y populares que mayoritariamente lo votaron-, sino a su derecha.

La derecha, en sus distintas expresiones, ya sea del Partido Republicano o de sectores aún más cavernícolas, después de quedar apabullada en las elecciones, ha ido progresivamente pasando a la acción y ganando la calle. Comenzó con movilizaciones de grupúsculos de extrema derecha -muchos directamente fascistas-, tolerados o auspiciados desde la alturas del Partido Republicano, especialmente desde la corriente neoconservadora que gobernó con Bush (hijo).

Esto ha ido en crecimiento: el 12 de septiembre desfiló en Washington una movilización estimada, según diversas fuentes, entre 70.000 y 100.000 personas: una manifestación que -según el corresponsal de The Guardian de Londres, simpatizante de Obama- “sorprendió por su tamaño”.[3]

Pero no hubo sorpresas en el contenido político delirante de la marcha, presidida por la consigna “Stop Socialism”, y con pancartas donde Obama aparece como el Che Guevara y denuncias que desde la Casa Blanca se auspicia el “comunismo” y el “socialismo”, que reciben ahora el nombre de “obamunismo”. La marcha, casi totalmente de blancos, mostró también que el racismo se ha exacerbado con la elección de un presidente “de color”.

La marcha de Washington fue precedida por un vasto despliegue de movilizaciones locales (town hall rallies). Entre ellas se destacan las convocadas por los Tea Party Patriots, donde confluyen otras organizaciones de derecha y extrema derecha. Este nombre de “Tea Party” de por sí tiene un aire "subversivo". Es que el 16 de diciembre de 1773 tuvo lugar en Boston el denominado Motín del Té (que pasó a la historia como el “Boston Tea Party”). Este incidente fue el prólogo de la guerra de independencia.

En estos Tea Parties y otras movilizaciones de derecha, comienzan también a oírse exhortaciones poco disimuladas al asesinato de Obama. Se lo hace citando una frase de Thomas Jefferson, prócer de la Independencia: “El árbol de la libertad debe ser regado cada tanto con sangre de patriotas y tiranos. Es su abono natural.” Van, entonces, a las manifestaciones con carteles que dicen eso. No se menciona directamente al presidente, pero se sobreentiende que el “tirano” de hoy es Obama (y, además, ¡un tirano negro y “socialista”!).

Esto llegó al colmo el 11 de agosto en New Hampshire. Mientras Obama daba un discurso en el town hall (ayuntamiento, municipio), apareció una contramanifestación de derecha, con hombres que llevaban armas ostensiblemente... y carteles con la cita de Jefferson. Increíblemente, la policía local no los detuvo. Sólo cuidó que no se acercaran a Obama.[4]

Hoy gran parte de estos sectores -que son esencialmente de “clase media” blanca y de mediana edad-, están siendo golpeados por la crisis, pero además vienen en declive desde hace mucho tiempo. “Detrás de todo ese descontento -señala un observador-, hay problemas reales. La crisis no comenzó con la caída del sector financiero del 2008. Durante años, la economía de EEUU estuvo en constante transformación. La pérdida de la base manufacturera no sólo resultó en la pérdida de empleos, sino también en una dramática dislocación social de muchas comunidades antes prósperas y estables... Durante los ’90, a pesar de las ganancias de Wall Street, muchos estadounidenses de clase media fueron exprimidos... El trauma del 11 de septiembre, quitó la sensación de seguridad... A eso se añadieron las tendencias racistas, estimuladas por el gran número de inmigrantes del sur, el temor a nuevos extranjeros (desde el 11/09, los musulmanes) y la persistencia del sentimiento antinegro, y ya están los ingredientes de un caldo letal que ahora está comenzando a hervir.”[5]

La agitación racista se mezcla, en el caso de Obama, con la difusión masiva de “teorías conspirativas” -algo típico aunque no exclusivo de EEUU-; teorías que calan en los sectores políticamente y culturalmente más atrasados.

EEUU constituye un fenómeno complejo y único entre los países “desarrollados”. Su dominio mundial contrasta con el provincianismo extremo de una parte considerable de su población (especialmente la del centro y sur del país). Esto se refleja en el mapa político y electoral, donde suele haber contrastes entre la regiones “ilustradas” y cosmopolitas (las costas Este y Oeste y los estados al norte en los Grandes Lagos) y el atraso del llamado Bible Belt (Cinturón Bíblico) del centro y sur del país. El extraordinario desarrollo científico-técnico de EEUU desentona con ese fenomenal atraso cultural e ideológico de millones, con la cabeza llena de creencias “bíblicas” y otros disparates que dejan estupefactos a latinoamericanos y europeos. Así, hay mucha gente a la que se le puede hacer creer literalmente cualquier cosa, desde el púlpito o la pantalla de TV (que en EEUU a veces son lo mismo).

Por supuesto, este atraso cavernícola ha sido cuidadosamente cultivado por el establishment, especialmente desde la “Revolución Conservadora” de Reagan, que se ocupó no sólo de poner en marcha el neoliberalismo y aplastar al movimiento obrero, sino también de combatir la radicalización ideológica de los ’70. Para eso, llueven dólares sobre los ejércitos de evangelistas, charlatanes racistas de la TV (como los de la cadena Fox), jefes de sectas de derecha y, en general, esa numerosa fauna que en EEUU vive de idiotizar a los sectores cultural y políticamente más atrasados de la población, y hacerles creer desde la cercanía del segundo advenimiento de Cristo, hasta que Obama es socialista.

Uno de los tantos ejemplos de combinación de campaña racista con teorías conspirativas lo da Mark Williams, dirigente del movimiento Tea Party y de la movilización de Washington. Sostiene públicamente uno de los mitos racistas que se agitan cada vez más contra Obama: el presidente no es ciudadano norteamericano, sino de nacionalidad indonesia, y además, secretamente, de religión islámica.[6] Otra variante de las “birther theories” (teorías del nacimiento) de Obama, es que nació en África y no en Hawai. Así, un afiche difundido por la derecha dice, sobre el fondo de un mapa de África: “Hawaii is in Africa!” Obama sería la cabeza de una vasta conspiración para apoderarse de Estados Unidos, y entregarlo a los inmigrantes y a las Naciones Unidas. Sacarlo de en medio sería un deber patriótico.

El repertorio de teorías conspirativas se ha ampliado con las protestas de la derecha contra la reforma sanitaria -una “lucha” financiada obviamente por las farmacéuticas, las aseguradoras y las clínicas privadas-. En este caso se afirma que, imitando al sistema “socialista” imperante en Canadá y Europa, la reforma del sistema de salud va a establecer “death panels” (“comisiones de la muerte”). En ellas, los funcionarios del estado (por supuesto, “comunistas-obamunistas”), dispondrán quiénes serán curados y quiénes morirán. Y ha sido nada menos que Sarah Palin, ex candidata republicana a la vicepresidencia, uno de los personajes que ha lanzado a rodar esta patraña, que es creída a pie juntillas por millones de norteamericanos.

“Hasta hace poco -advierte un analista de izquierda-, las teorías conspirativas eran el medio de vida de grupos de extrema derecha, que clamaban que se estaban preparando para defender la soberanía de EEUU contra los intentos de apoderarse del país de los inmigrantes o la ONU.... Pero es la primera vez que son avaladas por los líderes del otro gran partido capitalista, como Sarah Palin o senadores republicanos como Chuck Grassley. [...] Nunca antes turbas de linchadores han sido movilizadas por uno de los dos grandes partidos burgueses contra los representantes electos del otro, asociándose además con amenazas de violencia armada contra las instituciones democrático-burguesas.”[7]

En todo esto, un elemento políticamente muy significativo es la actitud de Obama ante semejantes ataques de la derecha racista.

Recientemente el ex presidente demócrata Jimmy Carter (1977-81) salió al cruce de ellos, subrayando el descarado racismo que transpiran. En una entrevista por la NBC, Carter denunció “que una aplastante mayoría de esa gran animosidad contra el presidente Barack Obama se basa en el hecho de que es un hombre negro, un afroamericano”.[8]

Pero Obama, en vez de respaldar a Carter que había salido en su defensa, lo desautorizó públicamente, haciendo bromas de mal gusto a costa de él, en un programa de TV.[9] Por supuesto, nadie esperaba que Obama fuese un Malcolm X. ¡Pero ha resultado un completo Tío Tom!

Los ataques desde la derecha a Obama también incluyen temas de política exterior. Sin embargo aquí la situación es más contradictoria: la escasa popularidad de las guerras en Medio Oriente lleva a la paradoja de que incluso sectores conservadores (aunque minoritarios) estén a favor de irse.

Al mismo tiempo, es un tema importante de ataque desde la derecha su política en América Latina, bajo la acusación de ceder ante el peligro del “comunismo” castro-chavista, lo que encuentra cierto eco en sectores de origen cubano y cipayos de otras comunidades hispanas residentes en EEUU. La campaña, que arreció con el golpe de Honduras, es que Obama es “kerenskista”: es decir, actúa con debilidad frente al peligro rojo en Latinoamérica, igual que Kerensky en la Revolución Rusa frente a Lenin y Trotsky.[10]

¿Giro a la derecha?

Un reflejo de la desilusión con Obama y de la polarización instalada desde la derecha se manifestó en las elecciones del martes 3 de noviembre, a un año de ser electo. Aunque de alcances locales -elecciones a gobernador en New Jersey y Virginia, que dieron el triunfo a los republicanos- se transformaron en un plebiscito de la gestión de Obama.

¿Tanto este test electoral como las movilizaciones reaccionarias que mencionamos, implican que hay un giro global a la derecha de la situación política de EEUU? En verdad, la situación de conjunto aparece como más compleja y matizada. Sería equivocado sacar conclusiones unilaterales.

Los cambios de humor de las masas que apoyaron o aún apoyan a Obama, no se están desarrollando en el sentido de una vuelta al neoconservadorismo republicano o a expresiones de extrema derecha. Quienes han ganado la calle con esas banderas, son esencialmente sectores que rechazaron a Obama por derecha desde el primer momento.

Obama logra en gran medida la presidencia montándose en un giro ideológico progresivo en la mentalidad de las masas estadounidenses, especialmente en las nuevas generaciones. La elección de Obama fue un reflejo distorsionado de eso. Pero ahora, al decepcionar y lograr mantener desmovilizados a los trabajadores, la juventud y los sectores populares más avanzados que lo votaron, ha permitido que tome la iniciativa la derecha cavernícola, aunque los sectores que ésta moviliza sean minoritarios.

Los estudios de opinión vienen revelando que hoy los norteamericanos son menos conservadores en cuestiones sociales y religiosas que hace años. En abril, una encuesta reciente de un instituto de encuesta serio y, además, de derecha -Rasmussen Reports- dio un resultado sorprendente: una de cada tres personas menores de 30 años dijo que preferiría el “socialismo” al “capitalismo”, algo inconcebible años atrás.

Sin embargo, al ser la derecha la que está movilizada, la balanza se inclina hacia ese lado, y más aun en la esfera electoral. A esto ayuda también el sistema electoral de EEUU, especialmente diseñado no sólo para imponer por arriba la jaula fraudulenta del bipartidismo, sino también para excluir por abajo el voto de los trabajadores y los sectores populares.

Por supuesto, el gran interrogante es cómo y cuándo estos cambios en la conciencia, por un lado, y la catástrofe social producida por la crisis del capitalismo yanqui, por el otro, van a traducirse en el terreno de la acción; es decir, de la lucha de clases. Aquí entran a tallar dos cuestiones fundamentales, distintas pero estrechamente relacionadas: la primera es la de ir conquistando la independencia política e ideológica frente al Partido Demócrata. La segunda, los problemas de la recomposición del otrora combativo movimiento obrero y de masas de EEUU.


Notas:

1.- “La administración de Obama no tiene todavía un año, pero ya ha perdido mucho de su lustre. Ha decepcionado a muchos de sus partidarios progresistas e incluso ha llevado a algunos a sugerir que estamos en el tercer período del gobierno Bush. A principios de agosto, el redactor progresista Frank Rich, en las páginas de opinión del New York Times, se planteaba la pregunta ‘¿Obama nos está cogiendo?’. Rich citaba a uno de sus votantes en Virginia que había declarado días antes al Washington Post: ‘nada ha cambiado para el individuo común. Siento como que he sido cogido’.” (Phill Gasper, “What ever happened to ‘change we can believe in’?”, ISR Nº 68, November-December 2009).

2.- Elizabeth Schulte, “Why won’t they call it racism?, ISR Nº 68 November-December 2009.

3.- Ed Pilkington, “Barack Obama denounced by rightwing marchers in Washington”.

4.- Joan Walsh, “Who was that gun-toting anti-Obama protester?”, Salom.com, August 12, 2009.

5.- James Zogby, “Danger on the Right”, The Huffington Post, August 7, 2009.

6.- Elizabeth Schulte, ISR, cit.

7.- Gerry Foley, “The Ultra-Right Pot Boils Over”, International Viewpoint Nº 416, September 2009.

8.- The Guardian, 16/09/09.

9.- “Obama jokes about racism on Letterman show”, Daily Mail, 22/09/09.

10.- Armando Valladares, “Obama's Kerenskyism, Honduras and the Chavist Abyss”, Diario Las Américas, Miami, July 24 2009.