Socialismo o Barbarie, periódico Nº 168, 22/01/10
 

 

 

 

 

 

Declaración de la Corriente Socialismo o Barbarie Internacional ante la catástrofe
humanitaria en Haití

La responsabilidad no es sólo de la naturaleza,
es también del capitalismo colonial

El pasado 12 de enero un sismo de 7.3 grados en la escala de Ritchter desató una verdadera catástrofe humanitaria en la República de Haití. De acuerdo a los primeros cálculos brindados por la Cruz Roja, la cantidad de personas fallecidas por el terremoto oscilaría entre las 45 mil y 50 mil, mientras que el gobierno haitiano estima que la cifra podría alcanzar las 100 mil víctimas fatales. Independientemente de cuál de estas estimaciones resulte más certera, es incuestionable que esta catástrofe es de dimensiones gigantescas, una de las más grandes que se haya vivido en la historia sobre el territorio de Latinoamérica.

Desde la Corriente Socialismo o Barbarie Internacional, consideramos que la actual catástrofe humanitaria en Haití no debe enfocarse como una simple consecuencia de un “desastre natural”; por el contrario, interpretamos que la misma tiene largas raíces históricas y es de carácter político.

Es que este terremoto, y sus desastrosas repercusiones, tan sólo ha venido a acentuar aún más la situación de barbarie económico-social a que ha estado sometido el pueblo haitiano tras siglos de expoliación imperialista; el desastre natural se ha superpuesto sobre un verdadero desastre social, que toma forma en un raquítico estado capitalista colonial donde se han realizado más de 160 golpes de estado; donde el 80% de su población vive en la pobreza; donde el 30% del PIB es producido por el envío de remesas y el 60% del presupuesto nacional proviene de donaciones internacionales….

Una catástrofe humanitaria con largas raíces históricas…

En sus doscientos años de vida “independiente”, Haití ha sido víctima de un  feroz saqueo por parte de las potencias imperialistas –en particular los Estados Unidos y Francia– las cuales han utilizado a sus organismos internacionales –FMI, BM, ONU– y a sus fuerzas militares para garantizar la más efectiva expoliación de este país caribeño.

El largo martirio del pueblo haitiano con las potencias imperialistas se inició pocos años después de su independencia de Francia en 1804. La misma fue conquistada mediante una verdadera revolución política y social (el más importante proceso de la independencia latinoamericana) que emancipó a la población negra y fue un ejemplo para toda la América hispánica.

Sin embargo, como era de esperar, esto provocó la furia del imperialismo galo (y no solamente de él, también de España y demás potencias imperiales), el cual no tardó mucho en idear una forma más “sutil” de continuar con la explotación de su ex-colonia caribeña: le impuso –de manera ilegal– el pago de una compensación económica por las propiedades perdidas con la independencia.

De esta forma, la joven nación haitiana tuvo que cancelar desde 1825 hasta 1947 la astronómica cifra de 21 mil millones de dólares para compensar los “perjuicios” económicos provocados a los capitalistas franceses, cantidad que supera en más de 19 mil millones de dólares la actual deuda externa haitiana.

Pero la rapiña imperialista no provino solamente de Francia, sino que también contaría (y cuenta) con la participación de los Estados Unidos, que conforme aumentó su poderío político-militar, se fue haciendo del control de la antigua zona de influencia europea en Latinoamérica y el Caribe. Una buena muestra de esto son las tres invasiones militares (1915, 1994 y 2004) y los 19 años de ocupación militar (1915-1934) estadounidense en Haití.

Además de las intervenciones militares directas, el imperialismo estadounidense aplicó en Haití formas de dominación más indirectas por medio del establecimiento de gobiernos de su confianza.

Así, los Estados Unidos apoyaron a la dictadura militar-dinástica de los Duvalier (1957-1986), la cual jugó un papel destacable como contención de la Revolución Cubana en el Caribe y que en su momento no presentó el menor reparo en masacrar al movimiento obrero y popular haitiano por medio de su policía secreta (los llamados “Tonton Macoutes”), además de saquear las arcas estatales y endeudar al país con los organismos internacionales (un 40% de la deuda externa actual haitiana se originó durante la dictadura de los Duvalier).

Un caso reciente: la ocupación de la MINUSTAH

Pero las intervenciones militares imperialistas en Haití no hacen parte de un pasado lejano, puesto que en el 2004 los Estados Unidos y Francia encabezaron una nueva intervención militar bajo la máscara de la ONU, con la supuesta finalidad de “estabilizar” políticamente al país.

Fruto de esta invasión se instaló la “Misión de Estabilización” –escandalosamente liderada por el gobierno de Lula, en su política de postular al Brasil como potencia regional–, que en realidad es un nombre elegante para denominar a una ocupación militar que persiste hasta la fecha.

Tras seis años de ocupación militar de la MINUSTAH, las condiciones de vida del pueblo haitiano no solamente no han mejorado en absoluto, sino que ahora mismo ocurre la inmensa catástrofe que se está viviendo, lo que deja en claro que las fuerzas de la ONU tan sólo han actuado en función de garantizar los intereses del imperialismo en ese país.

Para explicar de mejor manera esto que acabamos de indicar, basta con repasar algunos índices socioeconómicos de Haití durante la ocupación de la MINUSTAH, que sin lugar a dudas tenderán a empeorarse hasta el infinito tras el terremoto:

• Un 80% de la población vive en la pobreza, lo cual hace de Haití el país más pobre del hemisferio.

•  Aunque el salario mínimo oficial es de 1,80$ diarios, se estima que más de la mitad de las y los trabajadores tan sólo recibe 44 céntimos de dólar al día.

•  75% de la población no tiene acceso al agua potable.

•  49% de las y los niños haitianos no asiste a la escuela.

•  Debido a la miseria extrema, gran parte de la población haitiana se alimenta con “galletas” de barro seco amarillo, el cual mezclan con sal y grasa vegetal, con tal de sobrevivir ante la imposibilidad de comprar mejores alimentos.

•  Mientras todo esto sucede, el mantenimiento de las fuerzas de ocupación de la MINUSTAH –poco más de 9 mil personas– durante seis años ha significado una inversión de 700 millones de dólares para el gobierno brasileño y unos 3.200 millones de dólares para la ONU.

Por la solidaridad obrera con el pueblo de Haití
Fuera las tropas imperialistas de Obama y la OEA

Resulta claro que la histórica expoliación de Haití a manos del imperialismo –en colaboración con los capitalistas haitianos– es la verdadera causa de la catástrofe humanitaria en este país. Por esto, es absurdo pensar que van a ser los países imperialistas y la ONU quienes resuelvan la actual crisis humanitaria.

Más allá de sus lamentos y discursos de corte “humanitario”, para el imperialismo lo fundamental es garantizar que, en el marco de la actual crisis social en Haití, el país permanezca lo suficientemente estable como para garantizar la continuidad de sus intereses económicos.

En este sentido, la ayuda “humanitaria” que ha prometido Obama (5.500 soldados y una verdadera flota naval al mando de la cual estaría el mismísimo George W. Bush…) y compañía para nada pone en cuestión el modelo de país que durante décadas ha sumido en la miseria a millones de haitianos y que ahora condena a los trabajadores y el pueblo haitiano a sufrir impunemente una catástrofe sin precedentes.

Por todo esto, desde la Corriente Socialismo o Barbarie Internacional rechazamos la intervención de los EEUU y demás potencias imperialistas.

Hacemos un llamado a que sea el pueblo trabajador de Haití el cual mediante sus organizaciones sindicales y de lucha tome en sus manos la organización de las tareas contra la barbarie producida por el terremoto.

Desde ya que no nos oponemos a toda ayuda humanitaria que vaya llegando –provenga de donde provenga– y que es absolutamente necesaria. Pero ésta no debe estar en manos de gobiernos como el de Obama (u organizaciones imperialistas como la ONU).

Debe estar en manos de las propias organizaciones de los explotados y oprimidos del país, más aún cuando los propios medios de comunicación están dando cuenta –en estos mismos momentos– acerca del “vacío de poder” que reina en la isla y de la inutilidad del gobierno de René Preval (agente del imperialismo), que no pudo prever la catástrofe.

Al mismo tiempo, hacemos un llamado a las organizaciones obreras de todo el continente, a los partidos de izquierda, a los sectores que se consideran democráticos, a poner en marcha la más amplia asistencia que pueda ser posible para extenderle un brazo de solidaridad humanista, obrera y socialista al pueblo haitiano.