Socialismo o Barbarie, periódico Nº 166, 17/12/09
 

 

 

 

 

 

Cumbre Climática de Copenhague

Movilizaciones importantes y un gran debate

Por Claudio Testa

La Cumbre Climática ha suscitado importantes movilizaciones en Copenhague, con activistas provenientes de distintos países. Asimismo, en muchas ciudades, principalmente europeas pero también de otros continentes, se han desarrollado marchas y otras actividades. En Copenhague, además, están funcionado dos foros “alternativos” a la Cumbre.

Es la primera vez que sucede algo así con motivo de una reunión sobre el cambio climático. Ni la reunión de Kyoto en 1997 ni la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro (1992) produjeron eso. Es un síntoma de que el problema se está agravando y, con él, la preocupación de amplios sectores populares.

Por ese motivo se han comparado las movilizaciones desarrolladas en Copenhague con las de Seattle, diez años atrás, cuando las grandes manifestaciones “antiglobalización” pusieron en crisis la reunión de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en esa ciudad de EEUU.

Sin embargo, algunos que hacen este paralelo –entre ellos la escritora canadiense Naomi Klein– sostienen que lo de Copenhague ha sido mucho mejor que Seattle porque, en vez de hacer tanta bulla y oposición sistemática, los activistas “proponen soluciones” y “alternativas concretas”.[1] A su vez, la dirigente de una ONG que ha impulsado marchas y distintas actividades en Copenhague, habla con más claridad aún: “A diferencia de la gran manifestación contra la OMC en Seattle en 1999, no hemos ido a la calle para oponernos a la lógica de una institución, sino para incitarla a que actúe. Le decimos: ‘el cambio climático mata; actúen ya!’...” Y define esto como una “actividad de lobby” sobre las buenas gentes que se reúnen en la Cumbre Climática.[2]

Hay un debate, entonces, en relación a qué política general debe orientar las actividades en defensa del medio ambiente. Si nuestro objetivo es convencer a los gobiernos para que actúen, o luchar para imponer medidas que salvaguarden la naturaleza y, al mismo tiempo, no lo hagan a costa de la clase trabajadora.

Esto lleva a una diferenciación entre los que creen que se pueden lograr soluciones de fondo en los marcos del capitalismo y sus gobiernos (si los convencemos, como opina la “lobbista” antes citada) y los que pensamos que o acabamos con el capitalismo, o el capitalismo va a acabar con el género humano.

Lo más “realista” no es convertirnos en consejeros de los gobiernos patronales para que “se porten bien” en materia de medio ambiente. La anarquía propia de la producción capitalista, su objetivo exclusivo de obtener ganancias y no de satisfacer necesidades humanas, y, además, la división del planeta en multitud de estados que defienden los intereses particulares de sus burguesías, son obstáculos fundamentales para lograr soluciones de fondo. La lucha por tal o cual medida en defensa del medio ambiente, debe ubicarse en esa realidad, si quiere avanzar... realmente. Lo demás es pura utopía... aunque parezca “realista”.

Dicho de otra forma: como en toda lucha, hay que tener claro quiénes son nuestros amigos y quienes son nuestros enemigos. Y entre los segundos hay que contar, en primer lugar, a los capitalistas y sus gobiernos.

Para sembrar confusión a este respecto, hay una notoria campaña mundial que dice que “cuidar de la naturaleza es responsabilidad de todos”, o “todos somos responsables”, etc., etc. ¡O sea, el ama de casa que no se preocupa de reciclar bien una pila usada es tan responsable como la Chevron que envenena el aire y el agua en todo el planeta!

La verdad es que los factores decisivos de destrucción del medio ambiente están directamente ligados a la búsqueda capitalista de ganancias a costa de lo que sea. Así, es más rentable “solucionar” el problema del transporte por medio del automóvil individual que mediante buenos transportes públicos, aunque así contaminemos mucho más. Otro factor enorme del aumento del CO2, la tala arrasadora de bosques para dedicar la tierra al “agribusiness”, tiene idénticos motivos: las superganancias que logran los capitalistas en ese rubro.

Y para ilustrar el juego hipócrita de los gobiernos burgueses a ese respecto, basta el ejemplo de Lula. En Copenhague, su gobierno quiere aparecer como el verde campeón del medio ambiente. Pero en Brasil está privatizando buena parte de la Amazonia: 67,4 millones de hectáreas de tierras fiscales están siendo entregadas no a campesinos sino a grandes empresas. Es una superficie equivalente a la suma de las provincias argentinas de Buenos Aires, La Pampa, Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos, donde se talarán los árboles y se dedicarán a soja y ganado.[3]

La lucha consecuente por la defensa del medio ambiente debe colocarse, entonces, en una perspectiva anticapitalista, pero también, socialista. Es que la catástrofe ecológica generada por la producción capitalista está llevando a ciertos sectores a sostener una especie de “anticapitalismo romántico” (una expresión de Lenin, que viene al caso). O sea, buscar la salida por la vía de un retroceso de las fuerzas productivas, “crecimiento cero”, liquidación de la gran industria, etc., y, al mismo tiempo, la idealización de formas precapitalistas de la producción, o de pequeña producción campesina o artesanal. En alguna medida, esto está de moda, especialmente en América Latina, pero es un camino sin salida.

Por supuesto, la salida no es apostar a que las cosas se arreglen en los marcos del capitalismo y sus gobiernos. Por allí vamos al desastre. Pero tampoco es salida un “anticapitalismo” que signifique un retroceso productivo. Sólo el socialismo, al eliminar el factor ganancias, podría reorganizar la producción logrando el equilibrio entre las necesidades humanas y la conservación de la naturaleza.


Notas:

1.- Naomi Klein, “La movilización de Copenhague”, La Nación, 11/12/09.

2.- Entrevista a Sylvie Ollitrault, “L'influence des ONG passe davantage par le lobbying”, Le Monde, 12/12/09.

3.- Eleonora Gossman, “Lula traspasa a manos privadas gran parte del Amazonas”, Clarín, 26/06/09.