Socialismo o Barbarie, periódico Nº 166, 17/12/09
 

 

 

 

 

 

La necesidad de “rebalancear” la economía mundial

Sobre Estados Unidos y China

Por José Luis Rojo

“Los desbalances de la economía mundial son una de las causas esenciales de la crisis. Para salir de ella, una remodelación completa de la economía mundial es necesaria. Sin embargo, la transición desde la caótica configuración actual hacia esta nueva configuración ‘balanceada’ debe imponerse a dos tipos de obstáculos.  El primero es social y resulta de la resistencia de los intereses dominantes cuyo proyecto es volver a hacer negocios como usualmente, cuestión que les calza perfectamente. El segundo está a nivel económico: la relativa rigidez de la división internacional del trabajo establecida por la globalización deja la transición, que puede no ser inmediata, incierta. En estas condiciones, las tensiones entre el deseo de mantener el orden existente y la profunda necesidad de una reorganización en los planos económico, social y ambiental abren un largo período de inestabilidad e incerteza”[1].

La visita de Barack Obama a China semanas atrás, y los magros resultados de la misma, han reabierto la discusión acerca de las actuales relaciones entre los EEUU y China en el contexto de la situación internacional creada por la crisis económica[2].

Podemos comenzar abordando esta cuestión recordando que hace ochenta años, León Trotsky escribía un célebre folleto titulado: “Sobre Europa y EEUU”. En él señalaba la creciente contradicción de la emergencia de un nuevo centro imperialista (Norteamérica) en las condiciones donde los límites históricos alcanzados en el desarrollo del capitalismo hacían que no fuera posible el ascenso de un nuevo centro sin la caída del viejo. Ésta era la idea básica de su trabajo. Es un hecho evidente que la II Guerra Mundial vino a confirmar este aserto, resolviéndose por su intermedio (a costa de una dramática destrucción de fuerzas productivas y seres humanos) el problema de la hegemonía mundial por varias décadas. La misma hegemonía mundial que hoy está volviéndose a poner nuevamente, de manera mediatizada pero muy real, sobre la mesa[3].

Una contradicción creciente

Está claro que a comienzos del siglo XXI la situación no es la misma que a principios del siglo pasado. Si por un lado están creciendo –aunque de manera “acolchonada”– determinadas contradicciones al interior de las relaciones entre las potencias imperialistas, la crisis de ninguna manera ha llegado a profundizarse de tal manera que rompa el equilibrio internacional. Hay una “convivencia” de elementos tanto “competitivos” como “cooperativos” pero que no adelantan, para nada, en las actuales condiciones, una conflagración internacional.

Sin embargo, en materia de relaciones entre Estados, existe una contradicción central creciente cada vez más visible, aunque hay que terminar de mensurar sus verdaderos alcances: la relación entre China y los EEUU[4].

Apresurémonos a aclarar que China no deja de ser un gigante –en gran medida– “con pies de barro”, cuyas bases estructurales no la asemejan –al menos no todavía– a un país imperialista. Por el contrario, en gran medida sigue siendo una gigantesca nación dependiente de la inversión extranjera en los puntos más dinámicos de su aparato productivo. Al mismo tiempo, la capacidad de consumo interno y el nivel de vida general de su población trabajadora (urbana y rural) siguen siendo bajísimos para los estándares internacionales. Los elementos de esclavitud laboral continúan caracterizándola como una “plataforma exportadora” negándose hasta el momento el PCCH a tomar medidas de fondo para acabar con esta conformación estructural.

Ocurre que ese giro obviamente significaría la necesidad de hacerles concesiones económico-sociales a las masas, lo que obviamente para nada está en la cabeza de los burócratas capitalistas chinos.

Sin embargo, existe un problema real que “cuestiona” en cierta forma el esquema anterior. No se trata sólo de las dimensiones del gigante asiático, con dos o tres billones de dólares en sus manos –en dinero constante y sonante, o bajo la forma de títulos del Estado norteamericano– China se ha convertido en el principal acreedor de los EEUU: “Beijín no olvida, ni un instante, que es el mayor acreedor de EEUU, con más de un billón de bonos del tesoro norteamericano y que 70% de sus reservas, que más que duplican aquella cifra, están en moneda norteamericana”[5].

Sobre la base que su moneda, el yuan, continúa manteniéndose en un valor menor frente al dólar (y, por tanto, al resto de la canasta de monedas internacionales), su potencia exportadora sigue siendo “inexpugnable”. Esto incluso a pesar de que su efectiva conformación “dependiente” la hace, verbigracia, dependiente de importar todo –o casi todo– en lo que tiene que ver con inversiones de capital.

Mercado mundial y fronteras nacionales

¿Pero a qué viene todo esto? Viene a cuento del debate que se ha venido abriendo paso al calor de la crisis respecto de la perentoria necesidad de que el mercado mundial se “rebalancee”. En este sentido señala el Nobel de economía Paul Krugman: “Esperemos que cuando las cámaras no estén filmando, Obama y sus anfitriones se embarquen en alguna franca conversación sobre política monetaria. Porque el problema de los desequilibrios comerciales internacionales está a punto de empeorar significativamente y se avecina un enfrentamiento potencialmente feo si China no cambia su actitud”[6].

Es decir, la crisis ha hecho estallar por los aires una configuración de la economía mundial donde los EEUU operaban como comprador en última instancia y China como vendedora.

Necesariamente EEUU debe encaminarse ahora hacia un enorme ajuste económico: más que importar necesita exportar. Más que seguir endeudándose para consumir, necesita ahorrar (esta última tendencia ya se está dando). Y, entonces, el interrogante es: ¿quién será el destinatario de las crecientes exportaciones norteamericanas? ¿Qué harán otras economías “empujadas por las exportaciones” como Alemania, Japón o la propia China? ¿Quién será el que consuma todo lo que se produce a nivel mundial?

Es precisamente en esta “fractura” donde se instalan las eventualmente cada vez más críticas relaciones entre China y los EEUU.

Claro, aquí la evidente paradoja es que los mismos grupos económicos estadounidenses operan en China y entonces no debería haber problemas… El creciente entrelazamiento de ramas productivas en el orden mundial “globalizado” es un dato que no se puede subestimar.

Sin embargo, lo que debe resaltarse es que la configuración de la economía mundial es una donde el mercado mundial se afirma (y no puede no dejar de afirmarse) “superando” pero también no pudiendo hacerlo del todo respecto de las fronteras y estados nacionales.

Es decir, como capitalistas, las fronteras “no importan” (entre comillas, claro está, porque sí “especulan” con los diversos niveles de salario, empleo y condiciones de trabajo, con las distintas composiciones orgánicas del capital, con los diversos marcos regulatorios de los estados y las cotizaciones de las monedas).

Pero aquí existe una dramática contradicción que re-emerge nuevamente a cada nuevo momento del desarrollo capitalista: como Estados capitalistas, y respecto de sus cuentas nacionales, las fronteras sí cuentan y mucho. Y en la medida que el capitalismo-imperialista es una configuración que superpone economía y política, el hecho es que si la economía mundial no se “rebalancea”, eso coloca la posibilidad de que, o no “funcione”, o dé lugar a salidas-tendencias más bien “competitivas” –e, incluso, de profundizarse la crisis, hostiles– más que “cooperativas” (como parece ser la tónica actual).

De ahí que desde los EEUU (en una situación de evidente debilidad) se le esté exigiendo a China que aumente su consumo interno por la vía de revaluar el yuan, desarmando en parte su modelo en tanto que plataforma exportadora, posibilitando así el rebalanceo del resto de la economía mundial y, particularmente, la de los EEUU: “El tema al que Washington más prioridad le ha dado es el que demanda una presión decidida para que China se haga cargo de la crisis mundial, aumentando sus importaciones y liquidando el preferencial ahorro de sus ciudadanos (40% contra el 3% de los norteamericanos). Es un mercado de 1.300 millones de consumidores que el capitalismo real quiere dentro del plato para recuperar los ritmos anteriores de crecimiento”[7].

Los dramáticos desequilibrios en la economía mundial

Pero entrañaría una dramática contradicción que por ahora no hay para nada visos de que se vaya a solucionar[8]: China debería hacer una suerte de “cambio copernicano” en su propio modelo capitalista salvaje. Como lo señala el economista marxista francés Michel Husson: “El modo de crecimiento chino no es sustentable. En el nivel económico, la estructura de la demanda es aberrante. Con un excesivo peso de las exportaciones (41.3% del PBI en 2007) e inversión (42.7%) y una participación decreciente del consumo público y privado en los mercados, está entonces expuesta a los peligros de sobre-acumulación y, simétricamente, de sub-consumo. Los superávits comerciales han cumplido un rol de motor en los años recientes, pero están amenazados por el bajo crecimiento de la apertura de nuevos mercados y, en el largo plazo, por la creciente dependencia de la energía. Desde ahora mismo, China necesita ‘reenfocarse’ en el mercado interno bajo la presión de tensiones sociales relacionadas con trabajo, salud y jubilaciones. Sin embargo, parecido a los EEUU, esta reconversión en el modelo de desarrollo plantea el desafío de la desigualdad social que implica [el capitalismo neoliberal]”[9].

Pero por esa vía, además, China sería obligada a pagar parte de la cuenta de la crisis norteamericana. De ahí que lo que le exige a EEUU es que apliquen la receta clásica de los países tercermundistas: que lleven adelante un crudo ajuste fiscal de manera de garantizar la solvencia del dólar y el pago puntual de los intereses de la deuda a la misma China.

Increíblemente, hay analistas “marxistas” que parecen subestimar esta problemática. Estos expresan, básicamente, una mirada que subestima la dimensión histórica de la crisis: se les pierde totalmente de vista el hecho que la configuración actual del capitalismo neoliberal está en crisis. Y que si bien es un hecho cierto que los capitalistas están insistiendo en mantenerla, no por eso deja de ser fuente de dramáticos desequilibrios que en todo caso sólo serán postergados pero volverán a emerger.

Esta mirada “subestimadora” se puede observar, por ejemplo, en el caso del compañero Claudio Katz en todos los trabajos que ha destinado al análisis de la crisis desde el año 2008: “La eclosión del 2008-9 se enmarca en la misma etapa de otros estallidos del período neoliberal, como la burbuja japonesa (1993), la caída del Sudeste Asiático (1997), el desplome de Rusia (1989), el desmoronamiento de las Punto.Com (2000) o el descalabro de Argentina (2001). Este tipo de temblores se suceden con gran frecuencia y ocasionan terribles padecimientos sociales. Pero al mismo tiempo, se inscriben en un período signado por la recuperación de la tasa de ganancia y la reapertura de campos de inversión. Las crisis en curso forman parte de una etapa neoliberal, que incluyó significativas transformaciones en el funcionamiento del capitalismo. Estos cambios suponen otra localización geográfica del capital, incrementos en la tasa de plusvalía, mayor internacionalización financiera y una reorganización productiva en torno a las nuevas tecnologías de la información. Implican también un salto cualitativo en el alcance de la mundialización, un incremento de la presencia de empresas transnacionales y la vigencia de nuevos esquemas de financiamiento. Estas transformaciones han generado desequilibrios que irrumpen a través de crisis de sobre-producción y sobre-acumulación. La remodelación del capitalismo ha creado desbalances entre el ahorro y la inversión y brechas entre el ritmo de acumulación y el consumo. Estos desajustes salen a la superficie durante las eclosiones financieras, expresando contradicciones específicas del período neoliberal”[10].

Como se ve, el compañero Katz parece no observar más que “desajustes” en el funcionamiento del capitalismo neoliberal cuando lo que hay es una crisis con elementos que la colocan como “histórica” y donde los crecientes desequilibrios que viene acumulado la actual fase del capitalismo mundializado están llamados a tener, eventualmente, dramáticas consecuencias.

Las perspectivas

En síntesis: la problemática sobre las relaciones entre EEUU y China no deja de ser una que más allá de todos los impresionismos a la moda, y también de cualquier sobreconsideración de la propia China en el concierto del mercado y los estados a nivel mundial, está llamada a tener una creciente importancia: “En ambos países, otro factor negado debe ser agregado, cual es la relativa irreversibilidad de la división internacional del trabajo. EEUU simplemente no produce más parte de los bienes que importa y tampoco puede el aparato productivo chino ser fácilmente reconvertido hacia la satisfacción de la demanda interna debido a la rigidez de sus estructuras productivas e incluso dado la demasiada desigual distribución de los ingresos”[11]. El propio Krugman, “Obamista” convicto y confeso, es un buen parámetro para medir la eventual “dramaticidad” de los desarrollos: “Mes tras mes los titulares yuxtaponen el creciente déficit comercial de Estados Unidos y el creciente superávit comercial de China con el sufrimiento de los trabajadores estadounidenses desempleados. Si yo fuera el gobierno chino, estaría realmente preocupado por esta perspectiva”[12].

En fin: las contradicciones que están operando detrás de la actual crisis no han llegado a romper el equilibrio del capitalismo mundial por el hecho que la crisis se “mediatizó” –rescates estatales mediante- al borde del abismo de la depresión.

Sin embargo, en la medida que la misma sigue abierta y que podría tener nuevos picos de recaída del producto, los desequilibrios mundiales podrían dispararse y, dentro de ellos, las contradicciones entre EEUU y China, encarnizarse.

En todo caso, la clave última de los desarrollos mundiales tendrá que ver con la evolución de la lucha de clases, hoy todavía “acolchonada” –entre otros factores- por el propio “amesetamiento” transitorio de la crisis. Amesetamiento que quizás se revela todavía más “transitorio” que lo que se preveía ante las señales de alerta del default en Dubai, y los temores a lo propio en Grecia, Irlanda, España o mismo Inglaterra…


[1] Michel Husson, “China-USA: The incertain aftermath de la crisis”. IV Online magazine, agosto 2009.

[2] Este artículo es un extracto de uno mayor que está siendo preparado sobre la situación económica mundial para la revista Sob n°23.

[3] Uno de las dificultades del economista marxista argentino Claudio Katz acerca del abordaje de la crisis –volveremos sobre él más abajo- tiene que ver con este factor: la casi completa subestimación de los tremendos problemas que enfrenta EEUU, su tendencia a la declinación histórica, y la evidente tendencia al declive de su hegemonía en casi todos los terrenos, independientemente de que todavía no aparezca un reemplazante a la vista.

[4] Por ejemplo, un elemento conflictivo se está expresando a la salida de esta edición en la disputa entre EEUU y China alrededor de la reducción de la emisión de gases que producen efecto invernadero en la llamada “Cumbre climática” y que no pasa de una farsa.

[5] Marcelo Cantelmi, Clarín, 21-11-09.

[6] La Nación, 17-11-09.

[7] Marcelo Cantelmi, Clarín, 26-09-09.

[8] Hay que dejar sentado que de la primera fase de la crisis no ha surgido ninguna transformación estructural en la conformación del capitalismo actual digna de tal nombre.

[9] Michel Husson, “China-USA: The incertain aftermath de la crisis”. IV Online magazine, agosto 2009.

[10] Claudio Katz, “Crisis global II: las tendencias de la etapa”, 23-11-09.

[11] Husson, “China-USA: The incertain aftermath de la crisis”. IV Online magazine, agosto 2009.

[12] Krugman, La Nación, 17-11-09.