Socialismo o Barbarie, periódico Nº 163, 05/11/09
 

 

 

 

 

 

La reforma política de los esposos K

Un ataque reaccionario

Una serie de señales ha venido emitiendo el gobierno en las últimas semanas. Estas muestran la forma en que está “asimilando” su derrota electoral del 28 de junio. Básicamente, lo que está haciendo es intentar quitarle banderas –y dividir también– a la oposición al tiempo que, de paso cañazo, toma medidas que aseguren su supervivencia económica-política-sindical-electoral demostrando que puede mantener el control de la situación[1].

Un giro “pejotista”

Si la ley de medios fue como un intento de mantener el maquillaje “progresista” (y de paso horadar el control político de la TV por parte de la oposición), la tendencia de fondo que se observa, en todos los terrenos, es un “volver a las fuentes”[2]. Se trata de una abierta “pejotización” de los esposos K tanto en el terreno político-electoral, el sindical, y/o en el de la gestión de la pobreza.

Partidos de izquierda contra la Reforma Política K

“Una reforma a la medida de
Kirchner-2011, del viejo bipartidismo
y para proscribir a la izquierda”

Comunicado de prensa
Buenos Aires, 3 de noviembre

Dirigentes de partidos de izquierda reunidos en el Hotel Bauen señalaron: “Tras el doble discurso de la ‘transparencia” el gobierno, -que viene de hacer todo tipo de trampas electorales: adelantamiento de fechas, candidaturas testimoniales, listas espejo y colectoras, entre otras.-, pretende imponer una reforma política para apuntalar al PJ, facilitar las aspiraciones presidenciales de Kirchner y reflotar el viejo bipartidismo que estalló con la rebelión popular de 2001. Con esta reforma se van a profundizar las lacras de la política capitalista, corrupta, entreguista y clientelar. Es una reforma reaccionaria más antidemocrática aún que la ley electoral de la última dictadura militar.”

“Es un proyecto claramente proscriptivo en general y maccartista en particular contra la izquierda. La exigencia de llevar un 3% a votar en las internas es para que sólo puedan tener candidatos los partidos que se basan en el clientelismo y los punteros. Tras el argumento de ‘hay muchos partidos’, intentan impedir en especial la participación electoral de las fuerzas de izquierda, que cuentan con un caudal electoral superior al millón de votos y representan cotidianamente la defensa de los derechos de miles y miles de trabajadores, jóvenes y sectores populares en sindicatos, comisiones internas, federaciones y centros estudiantiles, fábricas recuperadas y movimientos de desocupados.“

“La reforma pretende además regimentar la vida interna de los partidos, avasallando derechos. Por ejemplo habilita a que, no ya sus afiliados, adherentes o simpatizantes sino hasta genocidas o patrones, puedan tener decisión sobre quiénes son candidatos de un partido de izquierda.

“Convocamos a todos los partidos, personalidades y organizaciones políticas que defienden las libertades democráticas a la más amplia unidad de acción para enfrentar esta reforma reaccionaria y a movilizar para que este atropello no pase.”

Firmantes: Izquierda Socialista, Movimiento al Socialismo, Movimiento Socialista de los Trabajadores, Partido de los Trabajadores Socialistas

Una importantísima expresión de este giro es la archireaccionaria “reforma política” que acaba de anunciar Cristina. No se trata sólo de ella: Tomada acaba de decir que “la Argentina tiene un modelo sindical que funciona ‘optimamente’ desde hace 60 años y no hay razón para cambiarlo”…  Esta negativa a otorgarle la personería gremial a la CTA (no la hace a ésta menos burocrática y siniestra) y sobre todo al nuevo sindicato de los trabajadores del Subte. Pero no deja de ser un hecho que lo que está diciendo Tomada es que la CGT sería mejor garantía de “eficacia” para mantener bajo su control un movimiento obrero “domesticado” a los designios de los capitalistas. De paso, se trata de una central abiertamente peronista… que pone sus huevos en la canasta del PJ!

Como contexto, digamos que esta iniciativa gubernamental se da en una coyuntura que sigue marcada por rasgos reaccionarios, divisiones en las alturas, pero también por la irrupción de una serie de luchas en sectores de vanguardia del movimiento obrero que cobran alcance nacional y tienen una importancia estratégica para el proceso de recomposición de la clase, léase los casos de Kraft, el subte, la oposición docente, y el Sutna San fernando, etc.

Sí es evidente que este último es el proceso central para las perspectivas de la lucha por un nuevo movimiento obrero en la Argentina es obvio que de ahí también que la reforma K tenga –como por elevación– un costado de gran importancia en lo que hace a su intento de “invisibilizar” y “deslegitimar” –por la vía electoral a la izquierda partidaria cuyo peso en la vanguardia obrera y estudiantil es de gran importancia.

Traje a medida de los sucios aparatos patronales

La reforma establece una serie de criterios reaccionarios para impedir y/o dificultar en grado extremo la participación de los partidos minoritarios. Entre ellos, claro está, los de la izquierda más o menos independiente, la que tienen un peso social-político muy importante a la hora de los movimientos de lucha más allá de su carácter minoritario en el terreno electoral.

Pero veamos más de cerca los ejes centrales de la reforma. Lo más significativo tiene que ver con la regimentación de qué organización es “partido” y quienes tendrán derecho a participar en las elecciones y quienes no. Hay varios aspectos significativos pero la clave básica está en dos puntos centrales:

Uno: para ser partido político reconocido legalmente en el orden nacional se establece la obligatoriedad de una suma de afiliaciones del orden de las 30.000. Esto con el piso mínimo de ser partido “legal” en cinco distritos donde en cada uno de ellos la cantidad de afiliados debe ser del cuatro por mil del padrón. Una cifra nada despreciable. Más teniendo en cuenta las crecientes trabas y astronómicos costos económicos que está poniendo la justicia patronal por cada afiliación…[3]

Dos: junto con lo anterior está el requisito –este ya abiertamente excluyente– de poner un piso del 3% de los votantes en el orden nacional a la hora de la interna abierta, simultánea y obligatoria para definir los candidatos. Aquel partido o frente de partidos que no llegara a esa cifra de participación en la interna… ¡no podrían participar en las elecciones!

Veamos entonces de qué estamos hablando cuando hablamos de este “módico” 3% (cómo lo caracterizó Eduardo Duhalde, “sorprendente” paladín de la reforma K). El padrón  electoral del país ronda los 24 millones. Digamos que por el “ausentismo” (y más si se trata de una “mera” interna, pero que es obligatoria…) votan unos 18 millones de electores. Esto quiere decir que para llegar al 3% de los votantes… ¡hay que movilizar el día de la interna la friolera de 600.000 votantes!

Un piso obviamente delirante. Se trata de una medida abiertamente reaccionaria que no es otra cosa que un traje a medida de los grandes aparatos burgueses repodridos hasta los huesos y clientelares. Aparatos que, como todo el mundo sabe, literalmente llevan a la gente a votar “de las narices” vía una serie de dádivas, prebendas, ponerles remises y viandas a disposición, ganarse la simpatía con algún puntero de la intendencia o cualquier otro “favor”. Una movilización que, a más de todo lo anterior, cuesta mucha plata: millones y millones de dólares se gastan para “mover” a la gente el día de las elecciones. ¿Si todo lo demás pudiera estar “garantizado”, de dónde podría sacar la izquierda esa suma de dinero? ¡Un escándalo antidemocrático inusitado al servicio del PJ, la UCR, millonarios como De Nárvaez, Macri –si se cuadran–y no muchos más!

Cuando el bipartidismo ataca de nuevo

La reforma política del gobierno combina elementos de conjunto hacia el “endurecimiento” del régimen político con necesidades electorales perentorias del oficialismo. Toda la lógica de los pasos políticos que estamos señalando se resume a lo siguiente: dar una vuelta de rosca en la normalización del régimen político de la democracia de los ricos vía el retorno sin disimulos a las fuentes: al tradicional bipartidismo. De ahí que –como ya hemos señalado– archienemigos de los K como Duhalde éste festejando a todo trapo la medida y que los radicales estén haciendo esfuerzos para disimular su enorme entusiasmo con lo sustancial de la misma.

Un poco la lógica K es la siguiente: pasó el tembladeral del 2001, pero el sistema de partidos es un rompecabezas que sigue sin ofrecer garantías de normalidad. Porque desde el punto de vista de la normalidad burguesa, está probado mundialmente que es mucho más “estable” un sistema básicamente de dos partidos patronales fuertes que se alternan entre ellos los roles de oficialismo y oposición y que no dejan que se escape nada por fuera de ellos…

Además, para las necesidades electorales tanto del kirchnerismo como de la propia UCR, es mucho mejor “meter a todo el mundo adentro”: que el peronismo disidente vuelva al PJ; que Cobos termine de retornar a la UCR. Encones, se realizan las internas, todo el mundo que quiere participa y “quien gana conduce y el que pierde acompaña”… Esto es harto evidente la conveniencia de los K (y los radicales) de un sistema de este tipo para las presidenciales del 2011.

Pero mucho más sustancial es el tema de fondo del bipartidismo: un orden “bipartito” es mucho más conservador que el “caos” actual. Muestra la voluntad política de acabar –del todo– con el peligroso “festival democratista” que se expresó con el “Que se vayan todos” del 2001. Y también con la extrema fragilidad de los “armados” políticos burgueses donde solo pesan las “figuras” pero no existen verdaderos aparatos de encuadramiento de masas como son los partidos tradicionales[4].

Esto no quiere decir que no vaya a haber una “negociación” de la reforma. Esto es inevitable porque está plagada de contradicciones. Por ejemplo, los radicales no quieren quedar abiertamente “pegados” a los K y ser sometidos a la denuncia de que están montando un  Pacto de Olivos II (como el de Menem y Alfonsín en la década del ’90). Grupos políticos de derecha como el macrismo o la Coalición Cívica de la Carrió, que son fuerzas más o menos emergentes, algún lugar se les va a querer dar. Mismo hay obvias contradicciones con las formaciones de la centroizquierda como el Partido Socialista de Binner o la centroizquierda de Solanas, Sabattella o Lozano.

Excluir a la izquierda

El segundo elemento clave de la reforma tiene que ver con una estrategia política de exclusión lisa y llana de la izquierda. La maniobra es evidente: deslegitimar al núcleo “irreductible” de la misma. Es decir, a los sectores que se muestran mínimamente independientes del gobierno y el régimen. Se trata de las organizaciones que no pudieron ser cooptadas vía dádivas del Estado, cargos en los ministerios, adaptación a los aparatos sindicales burocráticos, mecanismos de administración de la pobreza de los desocupados, etcétera.

Para colmo del gobierno y las patronales, en gran medida este sector es la referencia para el proceso más dinámico de la actual realidad que es la penetración de sectores de izquierda en sectores importantísimos del movimiento obrero.

Este proceso, como ya señalamos, constituye un abierto desafío al monopolio de la representación de los trabajadores por parte de la burocracia sindical. Casos como el de la alimentación, el neumático, el del subte (por nombrar sólo a algunos de los más importantes) son emblemáticos y podrían estar prefigurando un salto en calidad con pocos antecedentes históricos de ir a la disputa de gremios enteros por parte del activismo y la izquierda.

Pero el hecho que en la izquierda haya una evidente desigualdad entre su representatividad social-sindical –por así decirlo– y la electoral, pretende ser usado para deslegitimarla y excluirla. Un poco la apuesta pasa por evitar que la cosa pase de “castaño oscuro”: no vaya a ser cosa que la izquierda termine pegando un salto también en el terreno político-electoral…

De paso, el bipartidismo se alzaría con un botín de votos que no deja de ser despreciable (en los últimos años la izquierda “roja” ha rondado por el medio millón de votos sino más).

Evidentemente no se trata de algo “menor”: no haría falta excluir… lo que no existe. De ahí que el intento reforma –a este respecto– no deje de constituir uno abiertamente reaccionario, un verdadero escándalo.

Aunque parezca “lejano”, aquí se puede traer a colación –salvando las obvias distancias históricas y políticas– el ejemplo de Alemania a finales del siglo XIX dónde se pretendió excluir la fuerza ascendente de la izquierda socialdemócrata sólo para que esta se transformara en una fuerza de masas… y “paradójicamente” pudiera ser liquidada finalmente por la vía de los mecanismos de adaptación al Estado una izquierda finalmente “legalizada”.

Precisamente, volviendo a nuestro análisis, en última instancia esta medida reaccionaria y macartista es un claro índice de que la izquierda “roja” no es tan “insignificante”: expresa la preocupación que hay entre los de arriba por el rol de la misma a la hora de los movimientos de lucha.

Se trata de un secreto a voces: las patronales de grandes establecimientos están “histéricas” exigiéndole al gobierno K que “haga algo” a este respecto. Es decir, que les “resuelva” de una buena vez el problema de que no pueden manejarse a su antojo dentro de las plantas con los trabajadores como si fueran esclavos. Ese es el verdadero contenido de la heroica lucha de Kraft, conflicto que ahora podría ponerse nuevamente al “rojo vivo” con el triunfo del sector más de izquierda de la vieja interna. Pero también están los ya señalados casos de Fate (lo otra gran planta en la zona norte del gran Buenos Aires con una dirección independiente), del Subterráneo de Buenos Aires, etcétera.

La maniobra es, entonces, invisibilizar electoralmente a la izquierda y por esa vía ilegitimarla volcando eso contra las luchas cuando éstas están “conducidas por grupúsculos que no representan a nadie”…

Pero incluso electoralmente este argumento tiene problemas. Por un lado, en muchos casos la izquierda saca bastante más que el 0, en las elecciones. Por ejemplo, en el caso de la provincia de Buenos Aires en la última elección, el Frente de Izquierda fue quinta fuerza con un 1.5% de los votos!

Siempre la burguesía ha pretendido pintar a los trabajadores como una suerte de “huérfanos” que “no saben lo que hacen”. Es la mirada interesada de una sucia clase dominante que defiende sus privilegios para desmoralizar a los obreros.

Pero las cosas no son tan simples: los trabajadores no son idiotas que se dejan arrastrar por “grupúsculos”. Lo que hay es un profundísimo proceso de emergencia de una nueva generación obrera que odia a la burocracia por ser capataces de su explotación. Un profundo proceso antiburocrático donde los compañeros saben que los luchadores independientes y de la izquierda son mayormente honestos, se manejan por asamblea y son los mejores para luchar: los que “no te van a entregar”.

El intento de excluir a la izquierda es una apuesta política profunda, que no se debe tomar a la “chacota”. Esto sin menoscabo que la izquierda “roja” es una fuerza político-social real del país que no se la podrá liquidar por medio de una simple maniobra político-administrativa.

Por la más amplia unidad de acción

En las condiciones anteriores, de lo que se trata es de derrotar esta reforma reaccionaria. Esto se debe hacer con la perspectiva de que lo que hay que discutir es el reordenamiento político-económico de arriba abajo del país. Esto quedó pendiente en el 2001, y aunque las circunstancias políticas hoy son otras.

Pero en lo que hace al rechazo de la reforma K lo que se impone es la más amplia unidad de acción contra la misma. Ahora mismo se están expresando en contra de ellas figuras de la centroizquierda como Solanas, Sabattella, Lozano, etc. Se trata de una fuerza electoral más o menos ascendente –aunque sea un proyecto sin destino histórico– eventualmente aliado de los K, pero que están en contra de criterios demasiados restrictivos que también los dejan afuera a ellos.

Así las cosas, se les debe plantear pasar de las palabras a los hechos: poner en marcha –de manera unitaria– una amplia campaña nacional contra la reforma reaccionaria aprovechando incluso todas las contradicciones que puedan surgir por las alturas. Esto al tiempo que el eje de la izquierda sigue siendo el apoyo a las luchas obreras como la que se puede reabrir en Kraft, entre otras.

En fin: llamamos a todas las fuerzas que se consideran democráticas a dar una pelea unitaria por barrer esta ofensiva reaccionaria y defender el derecho elemental –incluso en el distorsionado terreno de las manipuladas elecciones burgueses– a que cualquier trabajador, estudiante o vecino pueda votar a quien más quiera.


[1] Este último es uno de los cuestionamientos más sistemáticos que se le vienen haciendo desde la oposición y la patronal a propósito de la situación en Kraft, el Subte o con el corte de diversos movimientos de desocupados de la Avenida 9 de Julio esta última semana. Está claro que estos sectores, al mismo tiempo que habilitan los medios para mostrar el “descontrol” del gobierno, le exigen a este, perentoriamente, una respuesta más dura y contundente a la “conflictividad social”.

[2] No hay que olvidar aquí el retorno al FMI que se viene cocinando a fuego lento.

[3] Cada vez más, la exigencia es certificar adhesiones (paso previo administrativo a poder afiliar) o mismo afiliaciones con un escribano… Hay sólo que imaginarse lo que cuesta tener un escribano al pie “del cañón” de una mesa de afiliación… para certificar cada una de las mismas!

[4] Esto más allá que los grandes aparatos electorales y partidarios de la burguesía, mundialmente, cada vez son menos partidos en el sentido de una adhesión más o menos espontánea a una serie de principios ideológicos.