Socialismo o Barbarie, periódico Nº 161, 08/10/09
 

 

 

 

 

 

La heroica lucha de Kraft patea el tablero de la política nacional

¡Todos adentro!

Cuando cerrábamos esta edición no estaba aún definido el desenlace del conflicto de los trabajadores de Kraft (ex Terrabusi). Está claro que del signo que tenga el balance de esta extraordinaria lucha depende, en buena medida, el escenario político próximo. Por eso, en estos momentos, de lo que se trata, es de ir hasta el final: hay condiciones para lograr la reincorporación de todos y cada uno de los compañeros despedidos y “suspendidos”.

Suprimir los “brotes izquierdistas” en el movimiento obrero

En primer lugar, respecto del contexto de la lucha, se verifica una evaluación en la que veníamos insistiendo desde estas páginas: una acumulación de tensiones que no excluye elementos reaccionarios, pero tampoco de polarización social y política. Es decir, cuando hicimos el balance de las elecciones del pasado 28 de junio insistíamos que los de arriba comenzarían a ensayar una proceso de “normalización conservadora” del país pero cuyo resultado no estaba cantado.

Precisamente, uno de los elementos centrales que seguía dejando “abierta” la coyuntura era que seguían dadas las condiciones para que asomara la respuesta obrera sobre todo en el caso de despidos masivos en el núcleo central de la clase trabajadora.

Y bastó una sola gran pelea de la clase obrera industrial (la de Kraft-Terrabusi, que ha sido noticia mundial) para que cambiaran las reglas de juego de un escenario ocupado excluyentemente por las peleas de los de arriba (campo-gobierno o medios-gobierno).

Como el resultado de la lucha, insistimos, no está todavía decidido, quizás es prematuro afirmar que los Kirchner (y la patronal norteamericana) actuaron como aprendices de brujo que no saben controlar las fuerzas que desatan: la patronal por despedir impunemente (comisión interna y delegados incluidos); el gobierno K por “dejar correr” para congraciarse con los capitalistas...

Sin embargo, a esta altura parece evidente que el tiro les ha salido por la culata. Porque hay condiciones para que los trabajadores de Kraft ganen esta pelea. Y de ocurrir esto, se habrá instalado en la coyuntura política nacional un nuevo actor que hasta hace un tiempo venía relativamente ausente [1]: los trabajadores ocupados, en particular los de la industria, y muy en particular la vanguardia y el activismo independiente. Que, como voceros preocupados de la burguesía se encargan de alertar, no son otra cosa que el emergente de profundos cambios en el movimiento obrero argentino. Cambios que incluyen una renovación generacional, la aparición de nuevas tradiciones de lucha, el deterioro y desprestigio tremendos de la burocracia sindical, y la estratégica presencia de la izquierda “roja” en el seno de grandes establecimientos.

Un caso testigo

En este marco, hay que decir que tanto el conjunto de la patronal como el gobierno –cada uno con sus métodos– apostaron a derrotar a los trabajadores y a su dirección independiente desde el inicio del conflicto. Así lo muestra la prepotencia salvaje de la empresa, con la complicidad directa o encubierta del Ministerio de Trabajo, desde el anuncio de los despidos en masa hasta la represión del viernes 25 de septiembre.

En esta cruzada contra los obreros y contra las direcciones combativas, la unanimidad burguesa parecía monolítica. Moyano, Daer y el conjunto de la burocracia sindical dieron vía libre a la represión al denunciar que todo se trataba de “la intransigencia de los zurdos”. Los grandes medios ponían sus inestimables esfuerzos al servicio de demonizar a los trabajadores con la excusa de los cortes. La oposición burguesa también pedía mano dura. Y cuando intervino la embajada yanqui, la cosa no dio para más. Así, el gobierno nacional, por boca del ministro del Interior Aníbal Fernández, emplazó a Scioli a “tomar medidas”. Casi inmediatamente llegó la represión.

Es muy instructivo repasar cómo funcionó la “cadena de mandos” de las sacrosantas “instituciones” burguesas a la hora de intentar reventar a los obreros en lucha. Kraft se quejó a la embajada yanqui, la embajada levantó el teléfono para reclamar al gobierno nacional, éste exigió al gobierno de la Provincia que actúe, el Ejecutivo bonaerense hizo las gestiones ante la Justicia, y finalmente el “brazo armado de la ley” entró a palazos, gases y balas de goma a sacar a los compañeros de la planta [2]. Algo que demuestra, por si hacía falta, que desde el minuto uno el conflicto era político, involucraba al gobierno y excedía totalmente los marcos de una mera confrontación “corporativa” entre obreros y patrones [3].

Sin embargo, más importante que lo anterior, es la actuación conjunta de empresarios-gobierno-burocracia sindical cuando de lo que se trata es de intentar suprimir un estratégico proceso que viene de años atrás y que no logran derrotar. Se trata de la emergencia de direcciones independientes en sectores de importancia de la clase trabajadora, direcciones que están cuestionando el monopolio de la representación de los trabajadores por parte de la burocracia sindical y que podría estar sentando las semillas de un nuevo movimiento obrero. De ahí que el caso de Kraft actué también como testigo para experiencias importantísimas como la de la Seccional San Fernando del Neumático, entre otras.

Represión y crisis política

La represión causó un repudio generalizado transformando la lucha de Kraft en el más importante hecho político de la coyuntura nacional. La reacción de la vanguardia obrera, el activismo estudiantil y las fuerzas de izquierda fue instantánea en solidaridad con los compañeros y ganó las calles. La marcha del lunes 28 a Plaza de Mayo fue muy importante y condensó el repudio social a la represión y la solidaridad con los obreros. Además, la base de Terrabusi dio otra lección de lucha al no permitir la normalización de la producción ese lunes. En pocas horas, el escenario había mutado.

El problema de fondo para el gobierno y la patronal fue, sencillamente, que no hay margen político como para reprimir a obreros salvajemente a la vista y paciencia de toda la población (ese día los canales de noticias transmitieron casi en cadena todo el tiempo desde la entrada a la fábrica). Y cada balazo de goma, cada palazo, cada cartucho de gas, era una herida por la que el gobierno sangraba políticamente. Salvando las evidentes diferencias de contexto y magnitud, por un momento, el fantasma de Kosteki y Santillán sobrevoló la escena política [4].

Las imágenes de la represión y de la respuesta en repudio recorrieron el país y generaron una cierta crisis política en el gobierno que, por primera vez en años, se veía “corrido por la izquierda”, política y socialmente. Ya no eran los oligarcones del campo en sus 4x4, ni los pulpos mediáticos, ni una oposición de derecha con ánimos destituyentes: era la protesta social de un destacamento importante de la clase obrera industrial del país.

De la crisis a la negociación

El intento de hacer de Terrabusi un “caso testigo” de derrota obrera manu militari parece haber fracasado, al menos por el momento. De modo que, asustado y obligado por la sangría política de la represión, el gobierno en 24 horas pasó de ordenar palos y gases a abrir un canal de negociación vía el Ministerio de Trabajo. Una semana después y ante la persistencia de los elementos de crisis y la inclaudicable lucha de los trabajadores de Kraft y de las organizaciones que los venimos acompañando, el gobierno decidió jugar otra carta y mandó a la burocracia a reubicarse. Esta, obediente, se reubicó: Moyano y Daer pasaron de despotricar contra “la izquierda irresponsable”, a recibir a la comisión interna, a repudiar la represión y a pedir la reincorporación de los despedidos. Por supuesto, como todo es para cuidar la imagen, se cuidaron bien de anunciar la menor medida concreta...

Pero no hay que alimentar falsas expectativas en la negociación (o en la vía legal). Lo primero que hay que tener en claro es que la lucha impuso la negociación, y que a pesar de las palabras, las poses del gobierno y el cambio de política, toda la actuación del gobierno de Kirchner fue con K de Kraft. El objetivo de la “tregua” a la que se llamó el día 28 fue para resolver el conflicto de una manera a la vez políticamente digerible para el gobierno y razonable para la empresa.

Si dejamos de lado la “disconformidad” de Trabajo por las reiteradas violaciones de la ley por parte de Kraft (como mucho, recibiría multas), para el gobierno, los que deberían hacer “concesiones” y mostrar “flexibilidad en los reclamos”, son los obreros. Sin embargo, ha venido siendo la propia intransigencia y soberbia de la Kraft la que, hasta ahora, no le ha facilitado políticamente las cosas a Tomada y los Kirchner: la empresa, sencillamente, no quiere ceder en nada sustancial y no concibe otra solución que no sea la satisfacción del 100 por ciento de sus objetivos.

Para ello cuenta con el respaldo del conjunto de la patronal, empezando por la UIA, de casi toda la oposición y, en particular, de los medios gusanos. Al respecto, fue revelador leer la prensa el domingo 4. El domingo es el día que los diarios reservan para sus editoriales más fuertes y “sesudos” (es un decir). Pues bien, el clamor unánime de todos (los de derecha, los de “centro” y hasta los “progres”) era una furiosa campaña macartista contra las posiciones de la izquierda roja en el movimiento obrero, contra la vanguardia y el activismo, y contra la burocracia sindical y el gobierno por ser “incapaces de frenarlos”.

En todo caso, desde el punto de vista de los trabajadores, la negociación sólo puede tener un resultado: la incondicional reincorporación de todos los compañeros, en primer lugar, de aquellos que más se han jugado en la lucha: los que enfrentaron abiertamente a la patronal garantizando la permanencia y “ocupación” de la planta [5].

Todos adentro es el grito de guerra para un triunfo que puede ser histórico

La lucha de los trabajadores de Kraft todavía no ha terminado. Mientras continúa la negociación, hay que poner en marcha nuevas medidas de lucha, no sólo afuera, sino también adentro de la planta. Está cantado: la empresa y el Ministerio van a pretender dejar afuera compañeros con la excusa que sea: ¡todos adentro debe ser el grito de guerra para ganar la lucha!

Este grito de guerra es, en primer lugar, por la incondicional reincorporación de todos los despedidos y suspendidos y sus familias. Pero de la mano de esto, está en juego también el futuro de cada uno de los que aún no han sido despedidos: la empresa ya mostró lo que vendrá con la nuevas “normas para la sana convivencia” (ver aparte). Con esto buscan implementar –a corto o mediano plazo– centenares de nuevos despidos y condiciones de trabajo más duras. Estos verdaderos esclavistas quieren lograr que menos trabajadores produzcan cada vez más por salarios siempre miserables. La patronal, que tanto ha cacareado que tenía a la policía en la planta para “cuidar al personal”, trata a cada compañero como “sospechoso”: poco falta para que los encargados verifiquen si cuando los trabajadores van al baño en realidad hacen pis...

Por esto, no hay que dejarlos avanzar. Somos conscientes de las dificultades que hay hoy para realizar medidas de lucha dentro de la planta. El cortar los accesos a los portones e impedir el traslado de los productos seguramente le acarreará grandes problemas a la empresa. Pero hay que estar dispuestos a volver a salir al paro adentro si es que la empresa pretende dejar compañeros afuera.

Es muy importante redoblar el esfuerzo en este momento crucial: concurrir con todo a todas las marchas, a los cortes, al Encuentro Nacional de Mujeres en Tucumán, etc. Creemos que es muy positivo que se gane a la opinión pública a favor de los trabajadores, y que se continúen realizando acciones de apoyo de distintos sectores de la comunidad, como por ejemplo los estudiantes. Pero lo más importante de todo –en estos momentos– es demostrarle a la empresa que hay disposición de volver a paralizar la planta en el caso que quiera hacer la jugarreta de dejar compañeros afuera. Con el impacto político que ha logrado la lucha de Kratf hay condiciones para lograr un enorme triunfo que marque una bisagra histórica en la reorganización independiente de la vanguardia obrera.


Notas:

1- Decimos “relativamente” porque, entre otras, el año pasado estuvo la enorme lucha del Neumático, la que sin embargo no logró tener el impacto político de la de Kraft, entre otras cosas por responsabilidad de Pedro Wasiejko.

2- Esta secuencia no es una metáfora ni una hipótesis conspirativa. Por el contrario; como suele suceder, las crisis son reveladoras de mecanismos habitualmente ocultos, y un dato del conflicto desde el momento de la represión es la manera increíblemente desembozada en que operan todos los actores. Nadie se molesta en negar las reuniones, las presiones y los lobbies; todo el mundo las acepta como parte “natural” de la política burguesa. Y lo son; sólo que normalmente tratan de que no se note tanto…

3- Lamentablemente, como señalamos en otras oportunidades, no fue ésta la ubicación de las corrientes con peso en la fábrica: el PCR y el PTS. Increíblemente las dos tardaron largas semanas en identificar la responsabilidad en los acontecimientos del gobierno K.

4- No se trata de una analogía apresurada, siempre que no se la fuerce más allá de lo debido. Una de las marcas de la gestión Kirchner había sido no reprimir al estilo Duhalde. Y no justamente por afinidad emocional ni demagogias por el estilo, sino como clara conciencia de los límites políticos que había impuesto el Argentinazo en ese terreno (ver nota 5). Hubo, por supuesto, represión violenta de varios conflictos bajo los dos Kirchner (recordar Las Heras o Casino, por ejemplo). Pero en este caso, el conflicto venia ocupando –crecientemente– el centro de la arena política nacional. Y la decisión de reprimir fue para el gobierno de Cristina un mensaje a la patronal de que se disponía a hacer los deberes. Sobre esa decisión se vio luego obligado a retroceder a la línea “negociadora” habitual...

5- A nuestro modo de ver está claro que de ninguna manera la represión hubiera tenido la repercusión que tuvo si no hubiera sido porque un grupo de compañeros garantizaron la permanencia dentro de la planta aun cuando ésta no logró ser, en ningún momento, una ocupación hecha y derecha; como nuestros lectores saben ésta ha venido siendo una polémica que tenemos con los compañeros del PTS.