Socialismo o Barbarie
 

 

 

 

 

 

Venezuela

Estatizaciones en medio de una seria crisis

Por Claudio Testa
Para Socialismo o Barbarie, 26/05/09

Los nauseabundos medios de (in)comunicación “argentinos”, encabezados por La Nación, Clarín, TN & Cía., se dedicaron en los últimos días a sembrar el terror entre la estúpida clase media-PRO. La espantosa ofensiva socialista de Chávez va a nacionalizar el resto de las fábricas del grupo Techint en Venezuela, después de estatizar en las últimas semanas una buena cantidad de empresas de otros sectores. Pero las cosas no se detendrán allí. Según fabula La Nación, si los Kirchner ganan las elecciones, la ola “socialista” arrasará también Argentina. Hay una conspiración de los K. con Chávez para comenzar aquí las “confiscaciones” (¡textual!): la prueba es la estatización de la papelera Massuh.[1]

Lamentablemente, la pintura que hacen La Nación y otros falsi-medios sobre los arrolladores avances socialistas en Venezuela (y los que harían los K. en Argentina), tiene poco que ver con la realidad.

Efectivamente, el gobierno venezolano, golpeado por las consecuencias nacionales de la crisis mundial y la situación de la luchas obreras, se ha visto obligado a estatizar un cierto número de empresas, la mayoría de capital extranjero. Pero esto no se debe a que Chávez esté en una ofensiva, impulsando un curso realmente anticapitalista y socialista, sino a la seria crisis que enfrenta su modelo nacionalista burgués. En la esfera de la economía, éste se configura como un clásico capitalismo de estado, como los que abundaron el siglo pasado en los países del “tercer mundo”, en especial en los que viven de la renta petrolera.

Combinaciones peculiares de la crisis venezolana

La crisis mundial no ha hecho una excepción con Venezuela. Pero allí castiga en forma distinta que en otros países latinoamericanos. A ellos los golpea a través de la configuración neoliberal que habían adoptado para su economía. En cambio, en Venezuela, son las estructuras del capitalismo de estado las que están demostrando también su fracaso. Esto tiene varios aspectos.

En primer lugar, el “nacionalismo del siglo XXI” –como mejor correspondería denominar a la experiencia comandada por Chávez– no modificó el carácter monoproductor de hidrocarburos que tiene Venezuela en la economía mundial. No ha cambiado en lo esencial el esquema que viene desde hace casi un siglo: producir petróleo y otras materias primas (aluminio, hierro, etc.) para exportar y comprar el resto (incluso gran parte de los alimentos) en el mercado mundial.

Venezuela sube y baja con los precios petroleros, con consecuencias terribles: los ingresos del país y del estado dependen de ellos. En julio de 2008, el barril de “ligth” en Nueva York se cotizaba a casi 150 dólares. Hoy está a 60 y antes llegó a caer hasta casi la mitad de esa cifra.

Pero, en segundo lugar, este grave problema no lo enfrenta un gobierno ni un estado realmente socialistas. Por ejemplo, nadie puede explicar seriamente adónde fueron a parar los fenomenales ingresos que tuvieron el estado y PDVSA (la empresa estatal) cuando el petróleo estaba a 150 dólares. Y además, increíblemente, PDVSA y otras empresas nacionalizadas están hoy con graves problemas de pagos.

En esa situación Chávez puso en marcha un “plan anticrisis”, basado en endeudar al estado y sobre todo descargar la crisis sobre las espaldas de los trabajadores, con medidas reaccionarias como aumentar el IVA, posponer la firma de contratos colectivos de trabajo, congelar de hecho los salarios mientras la inflación es galopante, etc.

Esto nos lleva al centro del problema: el “socialismo del siglo XXI” de Chávez ha engordado ante todo a un sector de empresarios; es decir, a los llamados “boliburgueses” o “empresarios bolivarianos”. Como demuestra un estudio del economista venezolano Manuel Sutherland –fervoroso chavista– la distribución del ingreso en los últimos años ha ido desfavoreciendo cada vez más a los trabajadores.[2]

Chávez rechaza todo control democrático de los trabajadores y sectores populares sobre las empresas estatizadas y el aparato del estado. Esto permite una corrupción fenomenal y el consiguiente enriquecimiento fabuloso de sectores empresarios.

En verdad, esto no es nuevo, ni creado por Chávez. Desde hace un siglo, casi todas las grandes fortunas de Venezuela se han amasado vía la apropiación de la renta petrolera administrada por el estado, apodado como la “gran teta”. Lo grave es que el “socialismo del siglo XXI” no ha cambiado este mecanismo, sino sólo los empresarios que se prenden a ella.

Pero la ausencia de control democrático de los trabajadores tiene otras consecuencias no menos graves: el funcionamiento de la empresas estatizadas es un desastre. Un ejemplo, es cómo otro fervoroso chavista pinta la catástrofe en el sector de la electricidad, alertando que “la industria eléctrica colapsará”: “Creímos que [con la nacionalización] se resolvería el estado de deterioro del servicio que se venía arrastrando desde hace 15 años. A dos años de creado por decreto la Corporación Eléctrica Socialista, la situación en el sector está peor, los cambios que ha habido es para crear más burocracia, vicepresidentes, directores y gerentes. [...] colocándolos por encima de los que ya existían y cada quien viene con altísimos salarios, con viáticos y por supuesto, buscando oficinas lujosas, carros de lujo, etc., pero los problemas fundamentales no han sido resueltos.”[3]

Por último, con la crisis se combina otro factor fundamental aunque no “económico”: el movimiento obrero viene dando batallas importantes, muchas veces encabezadas por sectores independientes que la burocracia chavista y el gobierno no logran aún controlar ni someter.

Las nuevas estatizaciones

Las nuevas estatizaciones son producto, por un lado, de necesidades defensivas ante la crisis económica y financiera. Por ejemplo, muchas de las empresas nacionalizadas, especialmente las del sector petrolero, que eran proveedoras de servicios y/o insumos a PDVSA, le estaban reclamando deudas impagas, en momentos en que la empresa estatal está en serias dificultades de caja.[4]

Pero también, por otro lado, las nacionalizaciones son respuestas a las presiones y luchas del movimiento obrero, que Chávez no logra controlar totalmente. En este último sentido, son triunfos –aunque parciales y muy distorsionados– del movimiento obrero, que además en varias de esas empresas venía reclamando su estatización.

Sin embargo, este carácter de triunfos directos o indirectos se presenta desde el vamos muy distorsionado, por dos motivos fundamentales:

a) Las empresas estatizadas no funcionan bajo control de los trabajadores. La consecuencia es que derivan en desastres productivos y en campo de saqueo de la “boliburguesía”.

b) Se vienen pagando indemnizaciones fabulosas, muy por encima del valor de las empresas. Los casos de Sidor (propiedad de Techint) y del Banco de Venezuela (del Santander de España) han sido particularmente escandalosos.[5]

Junto a las estatizaciones, mano dura contra el movimiento obrero, en especial contra los sectores independientes de activistas

Para sectores de izquierda pro-Chávez, habría dos hechos contradictorios: por un lado, el avance de la estatizaciones (presentadas como pasos hacia el “socialismo del Siglo XXI”); por el otro, la mano dura con el movimiento obrero y especialmente con el activismo independiente. La represión de huelgas y movilizaciones está a la orden del día. Y los asesinatos de dirigentes sindicales, al estilo colombiano, quedan invariablemente impunes.

En verdad, nacionalizaciones y mano dura no son medidas contradictorias, sino complementarias. Precisamente porque Chávez “huye hacia delante”, profundizando las medidas capitalistas de estado, se le hace cada vez más imperioso poner al movimiento obrero bajo el chaleco de fuerza del control estatal. Éste ha sido un “clásico” de todos los gobiernos nacionalistas burgueses que le han precedido, desde Perón a Nasser.

En el caso de Venezuela, esto se está dando de varias maneras: estatizando los sindicatos mediante una burocracia corrupta y sometida al aparato del estado y del PSUV, como también intentando la liquidación lisa y llana de los sindicatos, especialmente en el sector estatal. Así, funcionarios como el diputado Ulises Daal comienzan a plantear que “en el sector de «propiedad social» los sindicatos están demás”.[6]

Un plan en ese sentido es el de la creación de “consejos obreros”, que nada tienen que ver con “soviets” de la Revolución Rusa. En vez de sindicatos, se establecerían estos “consejos”, meros apéndices del PSUV, el partido único de Chávez, que es de hecho un organismo del estado. En ese sentido, la revista británica The Economist comenta admirada cómo el “socialismo” de Chávez está en camino de terminar con las molestas organizaciones sindicales.[7]

Sin embargo, la cosa no es tan sencilla. Chávez está aún lejos de lograr eso, ni de un control burocrático al estilo del que impuso Perón en sus primeras presidencias. Así, recientemente, el gobierno debió decretar la suspensión de las elecciones en el estratégico gremio petrolero, porque las candidaturas chavistas corrían el peligro de ser derrotadas por una lista independiente y clasista, la Plancha 1, encabezada por José Bodas.

Todo nos remite al problema central: la necesidad de desarrollar una fuerte alternativa obrera y socialista independiente frente al desastre del “nacionalismo del siglo XXI”.

Esta es una necesidad no sólo venezolana sino internacional. Es que, además, Chávez, al presentar a su régimen como “socialista”, amenaza con repetir a menor escala el desastre que fueron en el siglo XX los falsos “socialismos” stalinistas y nacionalistas burgueses. Aún estamos pagando el desprestigio y la confusión que estas falsificaciones produjeron en la conciencia de millones y millones de trabajadores. Las derrotas que ellos organizaron, las terminamos pagando todos.


Notas:

1.- Carlos Pagni, “Las quejas contra Chávez esconden el miedo a los planes de Kirchner”, La Nación, 25/05/09.

2.- Manuel Sutherland, “Plan «anticrisis mundial» de Chávez”, en www.socialismo-o-barbarie, edición del 17/05/09

3.- “Nuevamente estalla la crisis en el sector eléctrico”, Marea Socialista Nº 18, 29/04/09.

4.- “Assets grab”, The Economist, 12/05/09.

5. Sobre Sidor, ver F. Krakowiak, “Sin sorpresa y con la plata en Alemania”, Página 12, 26/05/09 y, sobre el Santander, ver Y. Valery, “Venezuela: el Estado es el «gran banco»”, BBC Mundo, 22/05/09.

6.- Declaraciones al diario El Mundo, Caracas, 18/05/09.

7.- “Trade unions in Venezuela - Socialism vs. labour”, The Economist, 07/05/09.

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