Socialismo o Barbarie, periódico Nº 159, 10/09/09
 

 

 

 

 

 

Kraft–Terrabusi: enseñanzas al calor de la lucha

El debate sobre la estrategia para ganar

“No se nos escapa que el ‘legalismo’ es un elemento de enorme importancia en la conciencia de los trabajadores. No se nos escapa que es imprescindible utilizar como puntos de apoyo secundario las herramientas legales so pena de irremediable propagandismo. Pero esto se debe hacer sin caer en el cretinismo legal que caracteriza a varias de las corrientes de izquierda”[1].

La dureza del conflicto en Kraft ha abierto una polémica alrededor de cuál debe ser la política para ganar el conflicto. Veamos entonces cuál ha venido siendo la política de las principales corrientes con peso en la misma y la que creemos que es la más adecuada para quebrar la provocación patronal.

La confianza en la conciliación y el sindicato

En el marco de esta durísima experiencia de lucha, es clave analizar la orientación que vienen teniendo las corrientes de izquierda con peso efectivo dentro de la planta. En ese sentido, está claro que la principal responsabilidad recae en los compañeros del PCR que son los que la vienen dirigiendo desde hace años[2].

Podemos decir que, hasta el momento, a grosso modo, el conflicto ha pasado como por dos “momentos” (y ahora se ha abierto un tercero). El primero estuvo marcado por la primera etapa de la conciliación. Siempre la conciliación es un arma de doble filo: no como han dicho compañeros de la Interna de que se trataría de “una ley hecha a favor del obrero”. Esto de ninguna manera es así. Como toda ley está hecha a favor de las patronales: suspende la lucha “atrasando” el tiempo de concreción de los despidos. En el medio, se intenta enfriar a la base y se le “hace el coco” a los despedidos para que se desmoralicen, arreglen y se vayan[3].

Está claro que para nada desconocemos, infantilmente, que hay circunstancias en las que no queda otra que agarrar la conciliación o, incluso, pedirla. El marco más general de esto es que en la actual etapa ha sido muy difícil que los conflictos obreros se “salteen” hacer la experiencia con la misma.

Pero lo anterior no niega, por el contrario, que siempre hay que educar a los compañeros en el sentido de que la conciliación es una medida que en última instancia va contra la lucha obrera, tal cual se puede ver en estos momentos donde el gobierno K ha habilitado el desalojo represivo de la planta. Repetimos: “Una de las clásicas trampas pro–patronales del Ministerio de Trabajo es nunca obligar a los empresarios a reincorporar en forma definitiva a los despedidos: la conciliación sólo ‘suspende’ los despidos, nunca reincorpora”[4].

La cuestión es que la declaración de la conciliación se vivió equivocadamente por el conjunto de los compañeros de Kraft (y la Interna no alertó en un sentido distinto) como un “triunfo”. Esto sólo para darse cuenta rápidamente que, como era obvio, la patronal no la iba a acatar. Se jugó a que los despedidos no ingresaran a la planta, y, cuando éstos lo hicieron, los apartó en un quincho, tratando de desmoralizarlos y aislarlos del conjunto de manera tal que fueran al “arreglo”.

Sin embargo, pasados unos días, la situación se hizo insostenible: la conciliación se reveló como una mera formalidad que servía a la empresa.  Comenzaron entonces medidas de lucha de parte de la base para que la “conciliación se cumpla de manera efectiva” con los despedidos adentro y trabajando.

La política de la Interna en esta primera fase tuvo otro problema: la confianza en los cuerpos orgánicos del sindicato. Se fue a un plenario de delegados donde Daer hizo votar abrumadoramente en contra de parar el gremio con el argumento de que “había salido la conciliación” y que entonces no hacía falta parar. Ordenó que los compañeros de Kraft “acataran” y fueran a trabajar. La interna decidió en un comienzo acatar entonces lo resuelto por el gremio… hasta que los hechos demostraron que por esa vía iba al “matadero” y comenzó a abrirse el segundo momento del conflicto.

El desastre del viernes 4

Pasada la tregua de los primeros días, “para ver si la empresa dejaba trabajar a los despedidos”, se volvió al paro desde el martes con mucha fuerza.

La patronal anunció el viernes 4 a las 10 de la mañana –de buenas a primeras– un “asueto” general y mandó al turno a su casa. Es decir, realizó un lock out. Un primer hecho que no llegamos a entender es que no parece haber habido ningún reflejo por parte del PCR (ni del PTS, la otra corriente con cierto peso en la planta) en el sentido de llamar a los compañeros a no abandonar la planta, de quedarse en ella. La mayoría de los compañeros se fue a la casa.

Sin embargo, inmediatamente después, comenzó otra pelea, que fue muy dura, y se procesó dentro y fuera de la planta. Alertado por las circunstancias, comenzó una disputa donde corrientes como el nuevo MAS (entre otras) planteamos que era un error completo abandonar la planta, que estaba el riesgo de no poder volver a entrar y que siempre una pelea desde afuera es más difícil que desde adentro. Que había que volver a ingresar y generar un acampe en la puerta para sostener a los que estaban adentro. La Interna giró sobre sus pasos y se metió dentro de la planta con parte del activismo, aunque sin preocuparse por masificar esta orientación (algo típico de los giros a derecha e “izquierda” del PCR).

Sin embargo, la “sorpresa” vino del papel del PTS repitiendo circunstancias similares ya conocidas de esta corriente (la más cercana, de sólo meses atrás, es la de Pilkintong). La cosa es que sus militantes y abogados[5] comenzaron una campaña de meter miedo alrededor de que había que “abandonar la planta” porque sino, los que permanecieran adentro, iban a salir “en bolsas negras”…[6] cuya consecuencia más concreta terminó siendo producir la división persistente del activismo.

Un grave error que no puede tener otra consecuencia lógica que socavar la posibilidad de ocupación de la planta; ir en contra –en los hechos– de esta posibilidad asustando al activismo, al tiempo que se ponían todas las “fichas” en que el lunes se “entraría a la planta sin problemas” y que, entonces, quedarse dentro de la planta, era “exponerse” sin sentido… [7].

Es decir, se trató de un desastre cuyo único sentido –incluso por los argumentos usados– fue sacar completamente de foco la eventualidad de la ocupación, la preparación de la misma y colocarlo en la negociación y el Ministerio de Trabajo.

En síntesis, la jornada del viernes 4 tuvo dos problemas. Por un lado, la CI no parece haber dado ninguna pelea cuando se anuncia el “asueto” para que los compañeros permanezcan en sus puestos de trabajo (puede ser que no hubiera condiciones para ello, pero en todo caso había que dar primero la pelea para eso).

Por el otro lado, el PTS trabajó todo el día para que en vez que los compañeros que habían decidido permanecer lo hicieran y rodearlos de solidaridad… sacar a todo el mundo de la planta (y mandarlos a la casa hasta el lunes posterior). De esta acción sólo se puede desprender una “lógica”: una confianza en la legalidad, creer que por arte de magia el lunes las puertas de la empresa estarían abiertas como si nada hubiera pasado…

Dar la pelea por la ocupación masiva y efectiva de la planta

Finalmente, el lunes 7 las puertas sí se abrieron dada una evaluación equivocada de la empresa de que ya había logrado “quebrar” la lucha y mandó a desalojar con la policía a los despedidos que se encontraban en el comedor. La respuesta ejemplar y heroica de la base de la fábrica echó literalmente a la policía de la planta, no así de las instalaciones.

Sin embargo, esto no “lava” el criterio erróneo del viernes 4, criterio equivocado que se pone más a la luz ahora cuando ante la inminencia del desalojo judicial de la planta, está colocado, blanco sobre negro, el trabajar en la perspectiva de la ocupación efectiva y masiva de la misma, lo que coloca el tercer momento de la lucha.

Se dirá que quizás no hay condiciones para ello. Eso es otra cosa. Hay que plantear la amarga verdad a los compañeros: que desde afuera se estará mucho peor para ganar esta lucha; que la patronal va a intentar hacer entrar todos los días a los que no están despedidos jugándose a rajatabla a normalizar. Y que la mejor garantía para ganar es hacer una ocupación efectiva y masiva rodeada por la más amplia solidaridad obrera y popular afuera. Sólo si la base no ve esta posibilidad, habrá que optar por otra alternativa.


[1] “Ocupación, estatización y control obrero”. José Luís Rojo. Sob periódico n°151

[2] No dejamos de reiterar nuestras diferencias con una comisión interna que a lo largo de muchos años no enfrentó consecuentemente a la empresa y que es parte de una corriente como el PCR que desde hace más de un año viene subordinada a la Mesa de Enlace de la Sociedad Rural. 

[3] “Más de un conflicto fue derrotado por el pérfido mecanismo de la conciliación. Dependerá de las circunstancias concretas y de la relación de fuerzas si los trabajadores la acatan o no. Pero siempre deben saber que es un mecanismo para ayudar –en última instancia– a los patrones y no a los obreros. En todo conflicto es imprescindible negociar y hay que aprender ese arte. Pero siempre haciendo valer los intereses del conjunto de los trabajadores y teniendo en claro que el punto de apoyo fundamental de la lucha no son las reuniones y las negociaciones sino las medidas de fuerza y la asamblea obrera”. Rodolfo Torres, Sob periódico 151.

[4] Rodolfo Torres, ídem. En el caso de Kraft nuestros “amigos” del PTS han querido inventar que la conciliación en Kraft “es distinta” que la de FATE del año pasado… la pura verdad es que no hay manera de distinguir una de la otra.

[5] En el PTS pasa algo curioso con su orientación en los conflictos: son los abogados los que “bajan la línea” de la lucha subordinando lo político a lo legal y no al revés como debería ser en toda corriente revolucionaria.

[6] Téngase en cuenta que en ningún momento hubo orden de desalojo: ¡el PTS orientó a salir de puro cretinismo legal!

[7] El mismo comportamiento tuvo el PTS en Pilkintong. En aquella oportunidad, en nuestro balance de dicha lucha, decíamos que: “El PTS alentó permanentemente expectativas desmedidas en la negociación, llevando en los hechos a debilitar el foco que debía concentrarse en la ocupación” (Periódico SOB 151), algo similar a lo ocurrido en Kraft el viernes pasado.