Kraft–Terrabusi:
enseñanzas al calor de la lucha
El
debate sobre la estrategia para ganar
“No
se nos escapa que el ‘legalismo’ es un elemento de
enorme importancia en la conciencia de los trabajadores. No
se nos escapa que es imprescindible utilizar como puntos de
apoyo secundario las herramientas legales so pena de
irremediable propagandismo.
Pero esto se debe hacer sin caer en el
cretinismo legal que caracteriza a varias de las corrientes
de izquierda”.
La
dureza del conflicto en Kraft ha abierto una polémica
alrededor de cuál debe ser la política para ganar el
conflicto. Veamos entonces cuál ha venido siendo la política
de las principales corrientes con peso en la misma y la que
creemos que es la más adecuada para quebrar la provocación
patronal.
La
confianza en la conciliación y el sindicato
En
el marco de esta durísima experiencia de lucha, es clave
analizar la orientación que vienen teniendo las corrientes
de izquierda con peso efectivo dentro de la planta. En ese
sentido, está claro que la principal responsabilidad recae
en los compañeros del PCR que son los que la vienen
dirigiendo desde hace años.
Podemos
decir que, hasta el momento, a grosso modo, el conflicto ha
pasado como por dos “momentos” (y ahora se ha abierto un
tercero). El primero estuvo marcado por la primera etapa de
la conciliación. Siempre la conciliación es un arma de
doble filo: no como han dicho compañeros de la Interna de
que se trataría de “una ley hecha a favor del obrero”.
Esto de ninguna manera es así. Como toda ley está hecha a
favor de las patronales: suspende
la lucha “atrasando” el tiempo de concreción de los
despidos. En el medio, se intenta enfriar a la base y se le
“hace el coco” a los despedidos para que se
desmoralicen, arreglen y se vayan.
Está
claro que para nada desconocemos, infantilmente, que hay
circunstancias en las que no queda otra que agarrar la
conciliación o, incluso, pedirla. El marco más general de
esto es que en la actual etapa ha sido muy difícil que los
conflictos obreros se “salteen” hacer la experiencia con
la misma.
Pero
lo anterior no niega, por el contrario, que siempre hay que
educar a los compañeros en el sentido de que la conciliación
es una medida que en última instancia va contra
la lucha obrera, tal cual se puede ver en estos momentos
donde el gobierno K ha
habilitado el desalojo represivo de la planta. Repetimos:
“Una de las clásicas trampas pro–patronales del
Ministerio de Trabajo es nunca obligar a los empresarios a
reincorporar en forma definitiva a los despedidos: la
conciliación sólo ‘suspende’ los despidos, nunca
reincorpora”.
La
cuestión es que la declaración de la conciliación se vivió
equivocadamente por el conjunto de los compañeros de Kraft
(y la Interna no alertó en un sentido distinto) como un “triunfo”.
Esto sólo para darse cuenta rápidamente que, como era
obvio, la patronal no la iba a acatar. Se jugó a que los despedidos no
ingresaran a la planta, y, cuando éstos lo hicieron, los
apartó en un quincho, tratando de desmoralizarlos y
aislarlos del conjunto de manera tal que fueran al
“arreglo”.
Sin
embargo, pasados unos días, la situación se hizo
insostenible: la conciliación se reveló como una mera formalidad
que servía a la empresa.
Comenzaron entonces medidas de lucha de parte de la
base para que la “conciliación se cumpla de manera
efectiva” con los despedidos adentro y trabajando.
La
política de la Interna en esta primera fase tuvo otro
problema: la
confianza en los cuerpos orgánicos del sindicato. Se
fue a un plenario de delegados donde Daer hizo votar
abrumadoramente en contra de parar el gremio con el
argumento de que “había salido la conciliación” y que
entonces no hacía falta parar. Ordenó que los compañeros
de Kraft “acataran” y fueran a trabajar. La interna
decidió en un comienzo acatar entonces lo resuelto por el
gremio… hasta que los hechos demostraron que por esa vía
iba al “matadero”
y comenzó a abrirse el segundo momento del conflicto.
El
desastre del viernes 4
Pasada
la tregua de los primeros días, “para ver si la empresa
dejaba trabajar a los despedidos”, se volvió al paro
desde el martes con mucha fuerza.
La
patronal anunció el viernes 4 a las 10 de la mañana –de
buenas a primeras– un “asueto” general y mandó al
turno a su casa. Es decir, realizó un lock out. Un primer
hecho que no llegamos a entender es que no parece haber
habido ningún reflejo por parte del PCR (ni del PTS, la
otra corriente con cierto peso en la planta) en el sentido
de llamar a los compañeros
a no abandonar la planta, de quedarse en ella. La mayoría
de los compañeros se fue a la casa.
Sin
embargo, inmediatamente después, comenzó otra pelea, que
fue muy dura, y se procesó dentro y fuera de la planta.
Alertado por las circunstancias, comenzó una disputa donde
corrientes como el nuevo MAS (entre otras) planteamos que era
un error completo abandonar la planta, que estaba el
riesgo de no poder volver a entrar y que siempre una pelea desde afuera es más difícil que desde adentro. Que
había que volver a
ingresar y generar un acampe en la puerta para sostener a
los que estaban adentro. La Interna giró sobre sus
pasos y se metió dentro de la planta con parte del
activismo, aunque sin preocuparse por masificar esta
orientación (algo típico de los giros a derecha e
“izquierda” del PCR).
Sin
embargo, la “sorpresa” vino del
papel del PTS repitiendo circunstancias similares ya
conocidas de esta corriente (la más cercana, de sólo meses
atrás, es la de Pilkintong). La cosa es que sus militantes
y abogados
comenzaron una campaña de meter
miedo alrededor de que había que “abandonar la
planta” porque sino, los que permanecieran adentro, iban a
salir “en bolsas negras”…
cuya consecuencia más concreta terminó siendo producir la división persistente del activismo.
Un
grave error que no puede tener otra consecuencia lógica que
socavar la posibilidad de ocupación de la planta; ir en
contra –en los hechos– de esta posibilidad asustando
al activismo, al tiempo que se ponían todas las
“fichas” en que el lunes se “entraría a la planta sin
problemas” y que, entonces, quedarse dentro de la planta,
era “exponerse” sin sentido… .
Es
decir, se trató de un desastre cuyo único sentido
–incluso por los argumentos usados– fue sacar
completamente de foco la eventualidad de la ocupación,
la preparación de la misma y colocarlo en la negociación y
el Ministerio de Trabajo.
En
síntesis, la jornada del viernes 4 tuvo dos problemas. Por
un lado, la CI no parece haber dado ninguna pelea cuando se
anuncia el “asueto” para que los compañeros permanezcan
en sus puestos de trabajo (puede ser que no hubiera
condiciones para ello, pero en todo caso había que dar
primero la pelea para
eso).
Por
el otro lado, el PTS trabajó todo el día para que en vez
que los compañeros que habían decidido permanecer lo
hicieran y rodearlos de solidaridad… sacar a todo el mundo
de la planta (y mandarlos a la casa hasta el lunes
posterior). De esta acción sólo se puede desprender una
“lógica”: una confianza en la legalidad, creer que por arte de magia el lunes las
puertas de la empresa estarían abiertas como si nada
hubiera pasado…
Dar
la pelea por la ocupación masiva y efectiva de la planta
Finalmente,
el lunes 7 las puertas sí se abrieron dada una evaluación
equivocada de la empresa de que ya había logrado
“quebrar” la lucha y mandó a desalojar con la policía
a los despedidos que se encontraban en el comedor. La respuesta ejemplar y heroica de la base de la fábrica
echó literalmente a la policía de la planta, no así de
las instalaciones.
Sin
embargo, esto no “lava” el criterio erróneo del viernes
4, criterio equivocado que se pone más a la luz ahora
cuando ante la inminencia del desalojo judicial de la
planta, está colocado, blanco sobre negro, el trabajar en
la perspectiva de la ocupación efectiva y masiva de la
misma, lo que coloca el tercer momento de la lucha.
Se
dirá que quizás no hay condiciones para ello. Eso es otra
cosa. Hay que plantear la amarga verdad a los compañeros:
que desde afuera se estará mucho peor para ganar esta
lucha; que la patronal va a intentar hacer entrar todos los
días a los que no están despedidos jugándose a rajatabla
a normalizar. Y que la mejor garantía para ganar es hacer
una ocupación efectiva y masiva rodeada por la más amplia
solidaridad obrera y popular afuera. Sólo si la base no ve
esta posibilidad, habrá que optar por otra alternativa.
“Ocupación,
estatización y control obrero”. José
Luís Rojo. Sob periódico n°151
No dejamos de reiterar nuestras diferencias con una
comisión interna que a lo largo de muchos años no
enfrentó consecuentemente a la empresa y que es parte
de una corriente como el PCR
que desde hace más de un año viene subordinada a la
Mesa de Enlace de la Sociedad Rural.
“Más de un conflicto fue derrotado por el pérfido
mecanismo de la conciliación. Dependerá de las
circunstancias concretas y de la relación de fuerzas si
los trabajadores la acatan o no. Pero siempre deben saber que es un mecanismo para ayudar –en última
instancia– a los patrones y no a los obreros. En
todo conflicto es imprescindible negociar y hay que
aprender ese arte. Pero siempre haciendo valer los intereses del conjunto de los
trabajadores y teniendo en claro que el
punto de apoyo fundamental de la lucha no son las
reuniones y las negociaciones sino las medidas de fuerza
y la asamblea obrera”. Rodolfo Torres, Sob periódico
151.
Rodolfo Torres, ídem. En el caso de Kraft nuestros
“amigos” del PTS han querido inventar que la
conciliación en Kraft “es distinta” que la de FATE
del año pasado… la
pura verdad es que no hay manera de distinguir una de la
otra.
En el PTS pasa algo curioso con su orientación en los
conflictos: son los abogados los que “bajan la línea” de la lucha subordinando
lo político a lo legal y no al revés como debería ser
en toda corriente revolucionaria.
Téngase en cuenta que en ningún momento hubo orden de
desalojo: ¡el PTS orientó a salir de puro cretinismo legal!
El mismo comportamiento tuvo el PTS en Pilkintong. En
aquella oportunidad, en nuestro balance de dicha lucha,
decíamos que: “El PTS alentó permanentemente expectativas
desmedidas en la negociación, llevando en los
hechos a debilitar
el foco que debía concentrarse en la ocupación” (Periódico
SOB 151),
algo similar a lo ocurrido en Kraft el viernes pasado.
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