Socialismo o Barbarie, periódico Nº 158, 27/08/09
 

 

 

 

 

 

No hay “keynesianismo” ni cambios en el “modo de regulación” neoliberal

El rol del movimiento obrero y de masas

Por Claudio Testa

Efectivamente, Johsua desemboca en un punto importante, pero no lo explica: ¿por qué los capitalistas se aferran ferozmente al mismo modelo neoliberal que acaba de fracasar? Casi en los mismos términos, Michel Husson se formula un interrogante similar.

Por los hechos que señalamos antes, Husson concluye correctamente que “la hipótesis de una recuperación significativa es poco probable, en razón misma de los ajustes frente a la crisis”, por las respectivas situaciones de EEUU, China y los principales países de la Unión Europea.[1]

“No hay que dejarse impresionar –prosigue Husson– por el sentimiento general de alivio de «¡finalmente la cosa no era tan grave!». Por el contrario, estamos ante varios años de crecimiento deprimido y de medidas de austeridad destinadas a «pasar la esponja» a los planes de relanzamiento. [...] Esto, después de todo, es comprensible: los intereses sociales dominantes no tienen más que un solo objetivo: reestablecer el funcionamiento del capitalismo anterior al estallido de la crisis. Esto es lógico pero al mismo tiempo, absurdo. Lógico, porque no existe alternativa: de la última gran recesión (la de 1974/75) el capitalismo pudo salir gracias al gran giro neoliberal de comienzos de los ’80. Pero, en el fondo, no hay más que dos maneras posibles de funcionar para el capitalismo: «a la Keynes», como en los «treinta años gloriosos» [1945/75], o «a la liberal».”

Coincidimos en que la crisis no ha motivado ningún cambio serio, que implique cambiar el “modelo” o “modo de regulación” o “manera posible de funcionar para el capitalismo”. Toda la charlatanería “neokeynesiana” que estalló junto con la crisis, ya se la llevó el viento. Lo que resta como orientación general (aunque haya obligadas excepciones) es un neoliberalismo más feroz que nunca. Pero no hay nada “absurdo” en este hecho.

Esas “dos maneras posibles de funcionar” del capitalismo –“a la Keynes”, como en la posguerra o «a la liberal»– no son equivalentes (como cree gran parte del “progresismo” tanto en Francia como en el resto del mundo). Los modos de funcionamiento del capitalismo no se cambian como las camisas: dependen estrechamente de la relaciones entre las clases, de las relaciones de fuerza, tanto a nivel mundial como nacional.

La manera más “lógica” y menos “absurda” de funcionamiento del capitalismo, su forma “pura” es el liberalismo salvaje, sin ninguna “traba” que limite la inextinguible hambre y sed de ganancias, la voracidad caníbal de los capitalistas.

Los “treinta gloriosos” y el reformista “compromiso keynesiano” fueron una anormalidad –aberrante para la gran burguesía mundial–, determinada por una situación internacional cruzada por el temor de los capitalistas a la clase obrera y a la revolución socialista. Fue la demostración más cabal de que las reformas son el subproducto de las luchas revolucionarias.

La imposición del neoliberalismo desde los inicios de los `80 exigió infligir una profunda derrota a la clase trabajadora mundial.

Ahora la crisis más grave desde la Gran Depresión, está cambiando el escenario. En uno y otro país, estallan luchas. La clase obrera y trabajadora ha comenzado a reaccionar, desde China a Sudáfrica, y desde Francia a Argentina.

Pero este proceso, aunque ascendente, está aún en sus comienzos. Por distintos factores, no sólo existen grandes desigualdades nacionales –la más grave es la de EEUU, epicentro de la crisis, donde aún la respuesta es muy débil–. Hay también una dispersión al interior de los distintos países –en la que juegan un papel principal las burocracias sindicales–, que se combina con el problema de las alternativas políticas a los gobiernos y partidos del sistema.

Esto ha dado al capitalismo un margen para ratificar el neoliberalismo y descartar globalmente giros “reformistas”, al estilo de la posguerra. Esto, por supuesto, no invalida que en algunos países no se desarrollen experiencias en ese sentido, como los casos de Venezuela, Bolivia o Ecuador. Pero las limitaciones de esos “reformismo del siglo XXI” (comparadas por ejemplo, con la de un Perón), ratifican también lo que decimos.

En últimas, la clave del desenlace de este curso crítico de la economía mundial –que no va a terminar el mes que viene, como pintan en los medios los charlatanes a sueldo– dependerá de este factor extraeconómico: el ritmo y las formas con que la clase obrera y trabajadora vaya entrando en escena.


Nota:

1.- Michel Husson, “La crise commence”, Regards, septiembre 2009.