Socialismo o Barbarie, periódico Nº 157, 13/08/09
 

 

 

 

 

 

Cuba: Suspenden por tiempo indefinido el Congreso del partido único, que se viene aplazando desde 1997

Crisis económica y política

Por Claudio Testa

La burocracia cubana

Cierra filas y posterga debates

Los elementos críticos que señalamos en otro artículo, están en el fondo de las dos principales medidas votadas, una en la Asamblea Nacional y otra en el CC del PCC.

La primera, es la creación de un superórgano de control sobre la misma burocracia. Se trata de la “Contraloría General de la República...” para “la fiscalización de todos los organismos del Estado y el Gobierno...”. (Raúl Castro, discurso citado)

“Esta institución –añade Raúl– desempeñará un rol esencial en la elevación del orden, la disciplina económica, el control interno y el enfrentamiento resuelto a cualquier manifestación de corrupción, así como a las causas y condiciones que pueden propiciar el actuar negligente y delictivo de cualquier dirigente y funcionario... Contribuirá a la depuración de responsabilidades administrativas y penales, tanto de los comisores directos de delitos como los colaterales, que son, estos últimos, como define la propia Ley, los cuadros, dirigentes o funcionarios administrativos que por falta de exigencia, conducta negligente o inobservancia de los controles establecidos favorecen la ocurrencia de violaciones de la disciplina o no las enfrentan o informan de inmediato” (subrayados nuestros).

Es un autorretrato del régimen que, para hacer frente al caos y la corrupción de los administradores burocráticos (algo que la crisis pone al rojo vivo), se apele no al control democrático de las masas obreras y populares, sino a un superorganismo... igualmente burocrático. Además, ¿quién controlará a la Contraloría? Fidel ya no está. ¿Dios se hará cargo de eso?

Pero, políticamente, lo más importante es que la todopoderosa Contraloría aparece como un instrumento para disciplinar a la misma burocracia, en momentos en que las tensiones internas podrían desbocarse, como sucedió cinco meses atrás. Ahora cada funcionario sabe que hay una espada de Damocles sobre su cabeza.

La otra medida es la mencionada postergación del VI Congreso. Por supuesto, los anteriores congresos del partido único nunca se salieron del libreto y todo se votó por unanimidad. Pero ahora nadie podía saber si la cosa sería igual. Hay peligros en dos frentes:

Uno, que las diferencias en el seno de la misma burocracia terminen expresándose abiertamente, rompiendo la fachada de “unanimidad”.

El otro, potencialmente más grave, es que en la parodia de debate “por abajo” que implica el período precongreso, irrumpan sectores obreros y populares independientes de las fracciones burocráticas. En ese sentido, decíamos el año pasado que la reconvocatoria del VI Congreso en el 2007 había sido precedida por “el llamado a un «debate nacional» para que la población manifieste sus opiniones, especialmente sobre la economía. Los fines de esto eran obviamente encauzar a través de canales burocráticos una discusión y un descontento que ya están instalados... Pero, contradictoriamente, medidas como el «debate nacional» y la nueva convocatoria al VI Congreso pueden poner también en estado de asamblea a sectores de trabajadores, estudiantes e intelectuales...”[1]

Sin embargo, la postergación del VI Congreso no hace más que patear para adelante los problemas sin resolverlos. Mañana volverán a presentarse, corregidos y aumentados.

Mientras tanto, en medio del fraccionamiento, confusión y pérdida de legitimidad del PCC, la única garantía de evitar un retorno al capitalismo en Cuba –que sería una derrota para la causa del socialismo en todo el mundo–, es el surgimiento de una alternativa obrera y popular independiente de la burocracia.


Nota:

1. Roberto Ramírez, “Cuba frente a una encrucijada”, Socialismo o Barbarie, revista, Nº 22, noviembre 2008.

La refracción de la crisis mundial en la isla junto con los fracasos de la conducción burocrática y su incapacidad para alentar la productividad de los trabajadores, han puesto otra vez a la economía de Cuba en una difícil situación. Muchos ya la comparan con la del terrible “período especial” de los años 90, luego del derrumbe de la ex URSS. Pero si bien la situación no llega (todavía) a esos extremos, esto se combina con una “crisis de legitimidad” del régimen que puede ser mayor, tanto por el retiro de Fidel Castro como por la ineptitud de la burocracia gobernante para ganar políticamente a la joven generación. Esta doble crisis hace cada vez más apremiante el surgimiento de una alternativa obrera y popular independiente, antes que el desastre burocrático lleve a consumar una restauración del capitalismo como en la ex Unión Soviética o China.

Los máximos organismos del poder en Cuba –el Comité Central del PCC y luego la Asamblea Nacional del Poder Popular– sesionaron a fines de julio e inicios de agosto. El principal tema público fue la crisis económica. Pero el secretismo que caracteriza el funcionamiento del aparato burocrático no pudo evitar que, con la postergación indefinida del ya eterno VI Congreso del PCC, trascendiesen los síntomas de una crisis política.

En su discurso del 1º de agosto ante la Asamblea, Raúl Castro señaló que “pensábamos crecer un 6%, ya en abril, cuando nos vimos obligados a realizar el primer ajuste del plan, rebajamos nuestra expectativa al 2,5% y hemos constatado que en el primer semestre, el crecimiento del PIB ha sido de un 0,8%. A pesar de ello, calculamos que terminaremos el año en el entorno del 1,7%.

“Han decrecido significativamente nuestras exportaciones a causa de la caída de sus precios. El níquel, por ejemplo, de un precio medio de 21.100 dólares por tonelada el pasado año, se ha vendido como promedio a 11.700 en el primer semestre. En los primeros meses del año fue incluso menor y llegamos a plantearnos el cierre temporal de algunas plantas de níquel.

“El turismo enfrenta la paradoja de que a pesar de haber recibido, en lo que va de año, un 2,9% más de visitantes, los ingresos disminuyen por el deterioro de la tasa de cambio frente al dólar estadounidense del resto de las principales monedas. En pocas palabras, más turistas, pero menor ingreso.

“También ha disminuido, en mayor medida, el valor de nuestras importaciones, lo que ha propiciado un balance comercial casi equilibrado, pero el efecto acumulado de compromisos contraídos con anterioridad, así como las dificultades adicionales para acceder a fuentes de financiamiento, han complicado todavía más la situación financiera del país.”

Incapacidad de la conducción burocrática para gestionar la economía y elevar la productividad del trabajo

Pero el verdadero drama no consiste en el hecho (inevitable para un pequeño país aislado) de que la crisis mundial lo golpee. El gran problema es que esos golpes caen sobre una economía cuya gestión burocrática sigue siendo un desastre. Entonces, sus consecuencias se multiplican peligrosamente.

Un economista “gusano”, residente en EEUU, se asombra y, al mismo tiempo, se regocija de lo que llama “la gran paradoja cubana: una economía centralizada que no toma ventaja de su poder para planificar y establecer una estrategia coherente que la saque del marasmo que sufre”.[1]

Por supuesto, este economista, satisfecho del nuevo “fracaso del socialismo”, no puede (o no quiere) entender que la clave de una “economía centralizada” es quién la conduce. De eso depende el “poder para planificar y establecer una estrategia coherente”.

La experiencia del siglo XX con la URSS, China y demás países (supuestamente) “socialistas” y, ahora tardíamente con Cuba, indica que las burocracias son orgánicamente incapaces de lograr eso. Sólo la clase trabajadora, democráticamente autodeterminada podría resolver este desafío de vida o muerte de marchar hacia una sociedad superadora del capitalismo explotador.

El motivo, en el fondo, es simple: los trabajadores se sienten ajenos a planes siempre decididos desde arriba, y cuyos principales beneficiarios no son ellos. No tienen mayor interés, ni ponen mayor esfuerzo, en una producción que no controlan ni deciden, y de cuyos frutos se apropian principalmente los burócratas.

El resto del discurso de Raúl Castro que comentamos, está en gran medida dedicado a este atolladero de la economía: la productividad del trabajo. Hoy es doblemente dramático, porque el mayor déficit se viene dando en la producción de alimentos. Esto se venía cubriendo con la importación. Pero ahora la caída de los ingresos está llevando a un callejón sin salida.

El enésimo plan burocrático para resolver este problema que expone Raúl Castro en su discurso, es también una confesión tácita del fracaso de los anteriores planes. La “nueva” idea de la burocracia cubana –copiada en verdad de una “solución” que dio hace décadas la burocracia soviética– es que los habitantes de las ciudades tomen sobre sus espaldas la producción de alimentos:

“El pasado 26 de julio... mencioné la urgencia de aprovechar en la forma más intensiva posible los terrenos existentes en los alrededores de casi todos los pueblos y ciudades.

“[...] Hemos denominado a este programa agricultura suburbana. Se desarrollará en las tierras que rodean las ciudades y pueblos hasta una distancia que permita que en ellas laboren sus habitantes, con el menor gasto posible de combustible.

“[...] Olvidémonos en este programa de tractores y combustible, aunque los tuviéramos en cantidades suficientes, el concepto es ejecutarlo fundamentalmente con bueyes...” (subrayados nuestros).

Crisis política en las alturas y presiones del imperialismo yanqui

La situación de Cuba había mejorado después de los peores años del “período especial” en los 90. Sin embargo, este crecimiento, producto de las condiciones favorables de la economía mundial, de la reorientación hacia el turismo y la exportación de minerales, y decisivamente del sostén de Venezuela, benefició muy desigualmente a los cubanos. Una minoría (burocracia, sectores ligados al turismo y las empresas mixtas, y gente que recibe remesas de familiares del exterior) prosperó, pero la mayoría quedó por atrás. Este salto de la desigualdad social, trajo dos consecuencias graves: un fenomenal aumento de la corrupción y el descreimiento y desmoralización de amplios sectores populares, especialmente de la juventud.

A nivel del aparato, esto se ha ido expresando en un evidente crecimiento de las presiones restauracionistas del capitalismo... y de las consiguientes disputas en la burocracia al respecto.

Como todas las peleas burocráticas, se procesan en secreto hasta que estallan ruidosamente. El último síntoma de serios problemas se produjo en marzo último. Del día a la noche, fueron descabezadas no sólo la cúpula política del gobierno, sino también la conducción económica. En 50 años nunca había sucedido algo así. Comentando este hecho, advertíamos “los dilemas e intereses contrapuestos que se cruzan en las distintas ramas del aparato burocrático” y que “las presiones restauracionistas vuelven a ser más fuertes que nunca”. Señalábamos que esto es así, porque intervienen “dos nuevos factores: la crisis mundial y el posible cambio de la política de EEUU hacia Cuba”.[2]

Hoy, ambos factores de presión se han potenciado. Y la pérfida “apertura” de Obama a negociaciones podría ser más peligrosa que las estúpidas exigencias de “rendición incondicional” de Bush.

En relación a esas negociaciones y en respuesta a las exhortaciones de Hillary Clinton de producir “cambios fundamentales en el régimen cubano”, Raúl Castro enfatizó en su discurso que “a mí no me eligieron Presidente para restaurar el capitalismo en Cuba ni para entregar la Revolución”. Pero luego tuvo cuidado de aclarar que “estamos listos para hablar de todo, repito, de todo, pero de aquí, de Cuba, y de allá, de Estados Unidos; no a negociar nuestro sistema político y social”.

El énfasis de estas respuestas parece no sólo dirigida a la Casa Blanca, sino también a sectores de la misma burocracia que alienten una salida en ese sentido, y que sueñen ser los Gorbachov o los Yeltsin cubanos. Hay indicios de que la “purga” de marzo descabezó a algunos candidatos a ese rol.

Sin embargo, aunque más independiente de EEUU, no es menos restauracionista la otra alternativa: el “modelo chino”, alabado por Raúl Castro y un buen sector de la burocracia, sobre todo por los “hombres de negocio en uniforme” del Ejército cubano. Esta alternativa tiene la gran diferencia de que deja intacto el régimen político de la burocracia. A nivel de la economía, ésta se convierte, en una primera fase, en socia del capital extranjero vía el capitalismo de estado. En China, esto derivó luego en la formación de una burguesía nacional, principalmente a partir de sectores de la misma burocracia.

Pero ha ido surgiendo un pequeño obstáculo para recorrer hasta el final esa ruta: Cuba no es China. En el peculiar curso restauracionista de la burocracia de Pekín, fue decisiva una amplia asociación con el capital imperialista a fin de producir para el mercado mundial, algo que Cuba no parece en condiciones de alcanzar... y menos en tiempos de crisis.

La resultante de todo esto es un rumbo incierto. Se va respondiendo con medidas empíricas a los desafíos, sin que aparezca una estrategia clara y un curso preciso. El VI Congreso iba a definir esto, pero ahora queda en suspenso.


Notas:

1. Carmelo Mesa-Lago, “La paradoja económica cubana”, El País, 12/07/09.

2. Ver “Recambio de cúpula y trasfondo de crisis política” y “Las coordenadas nacionales e internacionales de la crisis”, en Socialismo o Barbarie, periódico, 05/03/09.