Socialismo o Barbarie, periódico Nº 156, 30/07/09
 

 

 

 

 

 

Crisis de la CGT

La danza de los millones

Por Ana Vázquez

Después de verborrágicas estocadas verbales entre los integrantes del consejo directivo de la CGT, no hay portazos. ¿Qué esconden las palabras displicentes, los enojos, las acusaciones y los chistes de reconciliación en boca de estos burócratas? Cada uno cuida y defiende su cuota de poder, ganada con la sangre, sudor y lágrimas de muchos trabajadores.

Moyano se destaca como figura en el aparato sindical a partir de la creación del MTA (Movimiento de Trabajadores Argentinos), que encabezó durante el gobierno de Menem, del cual se ubicó como opositor.

En sus tires y aflojes con los “gordos”, (no tan educadamente como en el último entrevero), con rupturas y algo más que piñas y empujones, se afianzó luego en la secretaría general de la central sindical reunificada en el 2004.

Fue desde ese momento y es, hasta ahora, el niño mimado de los K. El poder burocrático de la CGT fue hegemonizado en sus manos y en sus bolsillos, controlando los jugosos 900 millones de pesos de las obras sociales.

El primer conflicto importante fue el portazo de Luis Barrionuevo el 8 de julio del año pasado cuando estalló la crisis entre el gobierno y “el campo”.

El desarrollo de esa crisis y la dura derrota electoral de los K cambiaron el panorama. Dejaron de ser hegemónicos en el espectro político patronal y dentro del peronismo. Así como los sojeros y la UIA le fueron a pasar la factura a Cristina, el resto del consejo directivo de la CGT le pasó la factura a Moyano, pidiendo su parte en el ingreso de los fondos.

¿Por qué dejarle que siga administrando las cajas de las obras sociales? ¿Por qué dejarle todas las riendas de la conducción cuando ellos también tienen su porción de influencia y poder entre el empresariado y en las internas peronistas?

Algunos secretarios generales sacaron el pie más afuera como el titular de UATRE, Jerónimo Venegas, que apoyó públicamente a Narváez en las últimas elecciones.

Otro, como Antonio Caló en la UOM, no puede dejar pasar que controla un gremio que nuclea a obreros de una industria afectada gravemente por la crisis económica mundial.

La derrota electoral rompió en fragmentos desparejos el mosaico de granito de la burocracia. Barrionuevo salió con el mediomundo a pescar a río revuelto.

La intervención K en la crisis abierta hizo “reflexionar” a Moyano. Este aflojó la mano. ¿O no? Tal vez no lo suficiente como para conformar a sus buitres congéneres. Y en este período de crisis y ambivalencias K, las presiones y vaivenes también se van a manifestar en la cúpula de la CGT. Y es probable que sigan los sacudones, los gritos y probables portazos.

¿Y los obreros, dónde están?

Es un sarcasmo que no se lo cree nadie cuando alguno de estos personajes nombra a los trabajadores o dice actuar en su nombre. “Los trabajadores quieren la unidad de la CGT”, “que la CGT representa a todos los trabajadores”, “que las obras sociales son de los trabajadores”, “el movimiento obrero participa del CES (Consejo Económico y Social)”, “esperemos que (la negociación) sea favorable a la gente que necesita ganar un sueldo más digno”.

Con cualquiera de estas mentiras retóricas no pueden ocultar su carácter cada vez más patronal.

Algunos de ellos han trabajado alguna vez o sido elegidos por sus compañeros como delegados o comisión interna de una fábrica o lugar de trabajo. Pero su surgimiento está cada vez más alejado del proceso real de lucha de los trabajadores. Son producto de las internas sindicales y políticas peronistas y de los gobiernos de turno. De las relaciones entre los sindicatos y las cámaras patronales.

Esto es cada vez más así porque además de usufructuar el dinero de los fondos sindicales, con él han hecho negocios que los han transformado en capitalistas, dueños de empresas y de bancos.

Son ajenos y hostiles al movimiento obrero, pero cuando los trabajadores resuelven pelear, aparecen para desmoralizar, hacer correr mentiras, sembrar confianza en el gobierno o directamente para apalearlos, como en el Casino o Pilkington.

A veces se disfrazan de corderos. Pueden llamar a alguna medida de lucha o alguna esporádica asamblea o plenario de delegados. Pero siempre que la puedan controlar, que decidan ellos cuándo empieza, termina y qué se resuelve. Un claro ejemplo fue la importante movilización de la UOM el pasado 23 de julio.

Organizaron el paro y la marcha de ese día solamente para hacer una demostración de fuerza que les permita sentarse a negociar con alguna “presión” para rasguñar algo sin comprometerse demasiado. Será la presión de los trabajadores movilizados la que impedirá que continúe la movilización y no arreglen por chauchas.

Organizarse en forma independiente

Organizarse por abajo, desbordando los “sagrados mandamientos burocráticos” es indispensable para que los trabajadores podamos avanzar en nuestra lucha y en nuestra conciencia. Sean “gordos”, “moyanistas”, “independientes” o de la comparsa opositora de la CGT, la “escurridiza” CTA, sólo “entienden” las exigencias de los trabajadores cuando se los pasa por arriba. Ahí puede ser que den algún paso a favor nuestro, como otorgar una asamblea general, convocar a un paro o llamar a elecciones en algún lugar de trabajo. Pero ese paso van a tratar de desandarlo y arrebatárnoslo en cuanto bajemos la guardia.

Nunca pueden llevar a los sindicatos que controlan a romper con la patronal y el gobierno porque ellos mismos son parte de ese entramado de dominación en contra de los intereses y las necesidades del movimiento obrero.

Esa es la experiencia viva de los SUTEBAs combativos, del cuerpo de delegado del Subte, de FATE y muchas más.

Esta pelea y reconciliación en las alturas de las que los trabajadores fuimos espectadores, también lo demuestra.