Socialismo o Barbarie, periódico Nº 155, 16/07/09
 

 

 

 

 

 

Luz roja en el frente fiscal

La muerte de uno de los “gemelos”

Por Marcelo Yunes

Es un lugar común que el “modelo” kirchnerista se sostuvo sobre los “superávits gemelos”: el comercial y el fiscal. Tal vez como símbolo de la decadencia irremediable de los Kirchner, asistimos a la muerte de uno de esos “hermanos”: el superávit fiscal.

Ya ni siquiera alcanza con los fondos de ANSéS (ex AFJPs). El fisco argentino tendrá en 2009, después del pago de intereses de la deuda, un déficit estimado de 6.000 millones de pesos. En 2008, el superávit había sido de 14.600 millones (Economía y Regiones, citado por I. Bermúdez, iECO, 12-7). No sirve de nada argüir que aún queda superávit primario (es decir, previo al pago de intereses de la deuda), porque como esos intereses se pagan, lo que importa es el saldo final real. Por otra parte, ese superávit primario es de apenas el 1,6% del PBI, y del 1,2% si se computan las provincias, cuando supo ser superior al 4 ó 5% del PBI.

Además, este cálculo, que considera todos los chanchitos rotos por el Estado (préstamos del Banco Nación, del Central, de ANSéS...), no incluye el seguro descenso de la recaudación por culpa de la gripe A, ni el casi seguro descenso de ingresos por retenciones, que el propio gobierno se apresta a bajar.

Como los pagos de la deuda no refinanciables (más del 3% del PBI) son sagrados, al gobierno no le queda mucha alternativa: deberá reducir gastos. Y esto incluye tres rubros muy sensibles: obra pública, subsidios al transporte y la energía y salarios estatales.

Como era de esperar, buena parte de la obra pública anunciada con tanta bambolla antes de las elecciones va a quedar en la nada. Y en cuanto a los subsidios, el asunto es que bajarlos implica tarifazo salvaje, al estilo del que defendió el nuevo secretario de Transporte: un dólar (3,80 pesos) el boleto... Para no hablar de lo que pasará con la energía eléctrica y el gas: los usuarios le rezan a todos los santos cuando reciben la boleta.

Ahora bien, ¿qué pasa con el otro “hermanito”, el superávit comercial? No vende salud, precisamente. Es cierto que se mantiene, pero a costa de un brutal descenso (en parte real y en parte artificial, bajo la punta de pistola de Guillermo Moreno) de las importaciones: más de un 40%. Así, se disimula la baja de un 20% de las exportaciones. Por otra parte, este esquema, además de que difícilmente se sostenga, es típico de países en recesión permanente. Y lo más grave de todo es que, en lo que va del año, ese superávit de divisas originadas en el comercio exterior sólo sirvió para financiar una fuga de capitales brutal de 10.000 millones de dólares entre enero y mayo (A. Oña, Clarín, 11-7). Algo que mete tremenda presión sobre el tipo de cambio e, indirectamente, sobre el índice inflacionario.

Por supuesto, esta situación se complica más por la baja de la tasa de inversión de nuestros capitalistas. Dejemos que los plumíferos de los medios atribuyan la retracción de la inversión a los malos modales de los Kirchner. Más cerca de la realidad está el muy liberal Luciano Laspina, economista jefe del Banco Ciudad, quien recordó que entre 2004 y 2007, una universidad privada midió la rentabilidad de las empresas que cotizaban en Bolsa. Las cifras eran tan siderales que las firmas en cuestión le pidieron a la propia universidad que no las publicaran. ¿Cuál es la situación hoy? Para Laspina, “se acabó la época en que se invertía en la Argentina por su extraordinario nivel de rentabilidad”.

Así de “emprendedor” es nuestro capitalismo (y así de agradecidos con su personal político son nuestros capitalistas).