Socialismo o Barbarie, periódico Nº 152, 04/06/09
 

 

 

 

 

 

A 35 años de la masacre de Pacheco

Por Jorge Terracota

"Es una historia sobre hombres y mujeres valientes que vivieron hace mucho tiempo, pero cuyos nombres no han sido olvidados. Los hombres de esta historia acariciaron el ideal humano de libertad y vivieron noble y honradamente. Lo he escrito para que lo lean –mis hijos y los hijos de otros– saquen de él la fortaleza para nuestro turbulento futuro y puedan luchar contra la opresión y la injusticia, de modo que el sueño de Espartaco llegue a ser posible en nuestro tiempo.” (Howard Fast)

A 35 años del asesinato de nuestros compañeros en manos de la “Triple A”, (Alianza Anticomunista Argentina) pomposo seudónimo de la jauría asesina que bajo el amparo del último gobierno del General Perón (1974) depredó a miles de militantes obreros y populares, creo oportuno encabezar este recordatorio con esta cita del heroico periodista Rodolfo Walsh, para sintetizar el objetivo de esta memoria:

"Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas." Pues, entonces, se trata de recuperar la herramienta de la historia para que las nuevas generaciones de trabajadores se incorporen a la lucha nutridos de las enseñanzas de las experiencias pasadas.

El mes de mayo de 1974 marcó un giro en la política argentina. El día primero de este mes desde los balcones de la Casa Rosada el viejo general rompió el tortuoso idilio con una generación de jóvenes luchadores que se habían jugado la vida, en la convicción de que el peronismo podía convertirse en el instrumento para alcanzar el socialismo; a partir de ese día la historia sería distinta y puesto en la disyuntiva. Perón no titubeó y sus palabras fueron contundentes: "...Decía que a través de estos veintiún años, las organizaciones sindicales se han mantenido inconmovibles, y hoy resulta que algunos imberbes pretenden tener más mérito que los que durante veinte años lucharon...” porque su instinto de clase no le permitía titubear, tomó partido por la siniestra burocracia sindical que le garantizaría a los capitalistas su hegemonía en el poder hasta nuestros días, la gloriosa J.P. fue desechada, ya no había tiempo para romanticismo… había llegado la hora de la espada.

La Triple A, que ya contaba con un nutrido prontuario, entendió rápidamente el mensaje, que a partir del mismo 1º de mayo se tradujo en una campaña desembozada de aniquilación de militantes y sus organizaciones que incluyó entre otros, a nuestro compañero el obrero metalúrgico Inocencio “Indio” Fernández asesinado el 7 de mayo, el cura Mujica ligado a Montoneros 4 días después y el 29 de mayo, en el quinto aniversario del Cordobazo, el asalto de nuestro local del Partido Socialista de los Trabajadores(*) y el posterior asesinato de nuestros queridos compañeros, Mario Zidda, Antonio Moses y Oscar Dalmacio Meza.

Así relató el periódico Avanzada Socialista, del PST, el ataque contra el local de Pacheco:

“Sonó primero un silbato, similar a los que usa la policía. Luego un disparo y tras un diminuto intervalo, una ensordecedora ráfaga de ametralladora. De inmediato, violentando la puerta y saltando desde los techos y la terraza, 15 matones asesinos, provistos de armas largas, entraron a golpes e insultos. Los 6 compañeros que se hallaban reunidos fueron arrojados al suelo y pateados, mientras los otros entraban a las salas y quemaban y destruían todo a su paso. Luego, con la cabeza llena de sangre por los golpes, los 6 compañeros fueron obligados a entrar a los autos. A pocas cuadras del lugar, las tres compañeras fueron bajadas del auto y obligadas a retirarse. Los coches prosiguieron viaje con rumbo desconocido, llevando a los compañeros en sus baúles. El 30 a la mañana, los cadáveres de Meza, Zidda y Moses, aparecieron en Pilar, acribillados a balazos. Tres compañeros pudieron escaparse por los fondos” (Avanzada Socialista 4/6/74).

Esta carnicería desató el repudio de los trabajadores y la izquierda que se manifestó en el masivo acto que se celebro enfrente del local central del PST en la calle 24 de Noviembre de la Capital Federal. Ese mismo día del entierro de los camaradas, Ortega Peña (*) electrizó al país diciendo “que estos asesinatos tienen un responsable, con nombre y apellido, y ese es el General Perón”. Fue la primera vez que un diputado nacional, elegido por el Frente Justicialista que llevó a Perón como Presidente, lo hacía responsable por la creciente ola de violencia de la derecha contra activistas sindicales, militantes de la izquierda peronista y de las organizaciones marxistas.

Más adelante el mismo Ortega Peña amplió: “lo que parece distinguirse es que la política del terror blanco no está dirigida a quienes funcionan en la superestructura, sino a aquellos cuadros que van desarrollándose en el seno de la clase trabajadora, sean delegados o compañeros militantes de base de significación. Esto es lo que parece como más peligroso para la Política de Pacto Social y entonces han decidido escarmentar a nivel de estos compañeros”. 
Ni el gobierno ni el Partido Justicialista condenaron la masacre. Lejos de ello, Perón cínicamente declaró ante miembros de la Federación Juvenil Comunista que le solicitó una entrevista: “Sé que ustedes han llegado en un momento en que acaba de producirse un hecho muy desagradable, que tres muchachos han sido asesinados por otro grupo. Son grupos antagónicos, que pelean entre ellos en vez de discutir y acordar, pero eso pasa en todas partes del mundo...” (El Cronista Comercial, 5 de junio de 1974, citado de Avanzada Socialista).

A partir de este hecho quedó develado públicamente el carácter reaccionario y antiobrero de Perón y su movimiento, y el verdadero objetivo de su retorno al poder: aplastar el alza revolucionaria iniciada justo cinco años atrás con el heroico Cordobazo. Para nosotros, los militantes socialistas, el durísimo golpe selló un compromiso de hierro con la causa de los trabajadores, que desde el nuevo MAS exhibimos como estandarte en todas y cada una de las batallas que libran los explotados y oprimidos.

Este respetuoso homenaje a los compañeros caídos no va a caer en los lugares comunes de que “la mejor manera de recordarlos” o “ que si ellos estarían vivos”, ni vamos ceder a la morbosa tentación de recordar sus cuerpos masacrados, en todo caso eso sería funcional al macabro objetivo de sus asesinos de paralizarnos por el miedo. Recordamos a los compañeros en su bella juventud de ángeles rebeldes, que llevaron sus ideales hasta las últimas consecuencias, convencidos de que el ejercicio de libertad que implica la militancia revolucionaria es la posibilidad de desarrollar las potencialidades humanas en este páramo de soledad que es el sistema capitalista.

Sus rostros sonrientes derivan en la corriente en su afán de marina inmensidad, son eternos navegantes en el río de nuestra historia y los evocamos, transparentes, invencibles... Con el puño en alto.


(*)Partido Socialista de los Trabajadores, antecesor del M.A.S en la década del 70, declarado ilegal por la dictadura, siguió actuando en la clandestinidad hasta su caída.

(*)Rodolfo Ortega Peña, intelectual de izquierda, defensor de presos políticos y diputado nacional por el Peronismo de Base (quien será asesinado poco tiempo después por la Triple A)