Socialismo o Barbarie, periódico Nº 151, 15/05/09
 

 

 

 

 

 

¿Hacia una nueva coyuntura para las luchas?

¡Vivan los triunfos obreros en Massuh y Pilkington!

En medio de la campaña electoral ha sucedido un hecho singular: se ha logrado el triunfo simultáneo de dos importantes luchas obreras. Se trata de los casos de la papelera Massuh y la fábrica de parabrisas Pilkington. Estas luchas han enfrentado tareas distintas. En el caso de Massuh, se evitó el liso y llano cierre de la planta, salvando los puestos de trabajo de 500 familias. En el caso de Pilkington, se trató del logro de haber parado 33 despidos así como avanzar varios pasos en los planteos de recuperación salarial.

Obreros de Massuh ingresando a la planta

Sin embargo, a pesar de la diferencia de magnitud de ambas peleas, una y otra tienen una serie de elementos comunes que hablan tanto del contexto político, como de los métodos de lucha usados por los trabajadores.

Obreros de Pilkington festejando su triunfo bajo la lluvia

Enfrascados en sus rencillas

Los elementos de contexto son de importancia a la hora de comprender estos triunfos. Es que desde hace más de un largo año, a nivel de las luchas obreras independientes de la burocracia sindical, prácticamente no se venían viviendo otra cosa que no sean duras derrotas. El caso del Casino es demasiado elocuente como para haberlo olvidado…

En todo caso, la excepción a la regla en esta dinámica de derrotas “catastróficas” en la coyuntura anterior venía siendo –sin olvidar los progresos en la formación del nuevo sindicato en el subterráneo de Buenos Aires– la enorme experiencia de FATE. A pesar de los duros despidos del año pasado, la Marrón no solo logró mantenerse en pie, sino que se ha visto fortalecida recientemente con la elección de cuatro nuevos delegados antiburocráticos.

Sin embargo, es un hecho que el contexto político que marcó la anterior coyuntura de las luchas parece haber variado sustancialmente.

Por un lado, la división burguesa alrededor del conflicto del campo (que continúa hasta el día de hoy), en cierto modo “fragmentó” la Santa Alianza contra las luchas obreras que se venía expresando en la coyuntura anterior. Que se entienda bien: no es que las diversas fracciones burguesas no sean –desde el punto de vista de clase– todas igualmente antiobreras y que las más de las veces, a pesar de los matices que las puedan dividir (coyunturalmente o no), dejen de mostrarse unidas frente a los trabajadores. Sin embargo, los conflictos que las enfrentan hoy por hoy, de una u otra manera, es como que las tienen “distraídas” respecto de aplicarse el ciento por ciento consecuentemente a quebrar las luchas.

Un gobierno que no quiere olas

Hay un segundo elemento más evidente: se trata del debilitamiento del gobierno y la situación de crisis con que está enfrentando el proceso electoral. Aquí hay una contradicción que tiene que ver específicamente con la base electoral K. Es que el gobierno ha perdido prácticamente el voto de las clases medias, así como también parte de la base barrial (esto en manos del PJ disidente). En todo caso, a lo que puede seguir apelando es al voto obrero. Es decir, al recuerdo de la recuperación del empleo que se vivió (por diferentes circunstancias) bajo el gobierno de Néstor Kirchner. Si se pretende apelar a seguir monopolizando el voto obrero… no sería demasiado beneficioso aparecer atacando las luchas obreras en las semanas que restan de campaña electoral…

Así las cosas, en los últimos meses el gobierno ha pretendido aparecer “preocupado” por evitar que se produzcan despidos masivos y/o cierres de empresas. Por lo menos no hasta el próximo 28 de junio. Luego será otro cantar: todas las fracciones burguesas coinciden que después de las elecciones se tendrá que aplicar un más o menos clásico ajuste sobre los trabajadores.

A los elementos anteriores hay que agregarles los específicos que tienen que ver con las patronales y las burocracias sindicales respectivas: aquí también hay puntos en contacto. Porque si algo puede caracterizar su comportamiento en ambos casos ha sido su erratismo y/o falta de estrategia coherente a la hora de enfrentar estos conflictos.

Si hablamos de las patronales, más allá de las situaciones económicas distintas, en todo caso no quedó demasiado claro a qué se jugaba Massuh con la discontinuidad de la producción en su planta del Gran Buenos Aires; o mismo a qué se jugó la patronal de Pilkington decretando un lock out que finaliza con la reincorporación de todos los compañeros… En este último caso, en todo caso esto preanuncia futuros capítulos de conflicto para los que habrá que ir preparándose desde ahora mismo.

Lo anterior por no hablar de las burocracias del papel y el vidrio: lo común es que ambas forman parte de la fracción barrionuevista de la burocracia cegetista. Ambas burocracias expresan elementos de marginalidad casi sin pudor ni reflejo alguno para estar abiertamente de la vereda de enfrente de los obreros en lucha[1].

La importancia estratégica de la ocupación

Junto con los elementos de contexto transformados respecto de la coyuntura de las luchas anterior, hay uno decisivo que hace a los métodos y perspectiva de pelea. Es que en el marco de la crisis mundial, y ante la tendencia a producir despidos en masa, también en la Argentina parece estar comenzándose a expresar una tendencia a la ocupación de fábrica que se observa en algunos países del norte del mundo.

Este ha sido el caso de Pilkington, donde la planta estuvo ocupada prácticamente por una semana. Si bien luego la ocupación se perdió[2], la moral mayormente entre los jóvenes compañeros obreros continuó siendo altísima, lo que combinado con el específico erratismo en la orientación de la patronal para el conflicto (además de los elementos de contexto ya señalados), terminó dando lugar a un triunfo en toda la línea.

Pero junto con la ocupación otro elemento de enorme importancia ha sido puesto sobre la mesa por la dinámica de la crisis: el problema de la estatización de aquellas empresas que van a la quiebra. La desigualdad en el caso de Massuh respecto de Pilkington es que si bien en la primera nunca se llegó realmente a la ocupación de la planta (se trató más bien de un cerco obrero), al estar en juego no decenas sino cientos de despidos se terminó imponiendo la estatización parcial de la planta.

Esto es parte de una tendencia internacional. En nuestra edición anterior ya habíamos señalado que parecía estar esbozándose una tendencia a un salto de calidad en la resistencia obrera ante la pretensión capitalista de descargar la crisis sobre los trabajadores. Si bien todavía fragmentariamente, no aún como una ola mundial, el hecho es que se están sucediendo una serie de experiencias de ocupaciones de fábrica de enorme importancia como anticipación de una tendencia que podría generalizarse.

Una estatización parcial

Trabajadores de Massuh exigen la estatización bajo control obrero

Es en el marco de esta nueva coyuntura de las luchas que acaba de ser conquistada la estatización de la papelera Massuh. Guillermo Moreno tomó posesión de la planta el pasado martes 12. En un acto frente a todo el “personal” (en el que participó también el intendente kirchnerista de Quilmes “Barba” Gutiérrez), Moreno insistió que a partir de ahora los trabajadores debían confiar en su gestión y limitarse a trabajar. Volveremos más adelante sobre esto.

Sin embargo, por más parcial que efectivamente sea la estatización de Massuh es ante todo un enorme triunfo de una lucha obrera de más de cuatro meses, una medida que no hubiera ocurrido –más allá de cualesquiera otras circunstancias que rodean la misma– sin esta durísima lucha de sus trabajadores[3].

Sin embargo, y con el mismo énfasis, hay que subrayar que el carácter parcial de la estatización tiene que ver con los muchos subterfugios que la misma implica. Por ejemplo, el hecho que lo que se está estatizando es la gestión (vía la figura del fideicomiso) no así la propiedad que quedará en manos de Massuh. De ahí que hablemos –reiteramos una vez más de estatización parcial. El Estado le alquilará la planta al propio Massuh que con el producto del mismo hará frente a sus obligaciones eventualmente recuperando la planta en un par de años…

Precisamente por lo anterior, desde el punto de vista de los intereses de la clase obrera, la lucha no se debe quedar en el punto alcanzado hasta aquí: sin la estatización plena el proceso podría ser revertido en cualquier giro de la situación. Partiendo del logro alcanzado, se trata de continuar la lucha por la expropiación definitiva poniendo sobre la mesa desde ahora mismo el planteo de lograr un efectivo control obrero de la producción.

La necesidad del control obrero

“Acá el único que decide quien se queda y quien se va soy yo… Desde mañana, como decía el sabio general: de casa al trabajo y del trabajo a casa” (Guillermo Moreno, secretario de comercio interior, La Nación, 12-05-09, en el acto de reapertura de Papelera Massuh).

Precisamente, al volver a reabrir la planta se termina colocando una cuestión que es clásica: se establece un “doble poder” dentro de la empresa. La propiedad privada y el control patronal quedan cuestionados desde el mismísimo momento que son los responsables  de llevar a la crisis a la empresa, mostrando su incompetencia para hacerla funcionar. Esto sumado a que los trabajadores han reconocido el poder de su lucha colectiva y que, en los hechos, los que conocen la gestión de la empresa, son sus técnicos y trabajadores y no los funcionarios recién llegados como Moreno.

Sin embargo, la tendencia de la estatización como estatización burguesa apunta al mismo tiempo a mediatizar e inhibir este poder potencial de los trabajadores. Es el dicho de Moreno que acabamos de citar (y repetido hasta el cansancio por el peronismo): “de casa al trabajo y del trabajo a casa”. Dicho de otra manera: “ahora la lucha se acabó, nosotros –los funcionarios nos ocuparemos de todo, ustedes dedíquense a trabajar y no se metan en política… ni ‘coqueteen’ con la izquierda”. Es decir, la base obrera es llamada expresamente a no actuar de manera independiente, a no politizarse, a no elevarse a los problemas generales, a no meterse en los problemas de dirección de la empresa.

Pero precisamente es esto lo que ha quedado planteado con la estatización de Massuh: ¿cómo podría ser llevada adelante la gestión de la planta sin que los trabajadores –que son los que pusieron sobre la mesa la salvación de la mima– tengan arte ni parte?

Este no es un capricho “izquierdista”: el hecho es que una empresa incluso completamente estatizada sigue siendo una fábrica capitalista. Una que se basa en la explotación –aún sea esta eventualmente “atenuada”– de los trabajadores.  ¿Cómo se cree que se va a pagar la deuda de Massuh? Bueno, precisamente con el trabajo no pagado de sus trabajadores. Seguramente van a venir con el cuento chino de que ahora “todos tenemos que poner el hombro”, que “les garantizamos los puestos de trabajo” pero ahora “hay que trabajar”, o que “no es el momento de hacer reclamos porque no hay más plata”. Por esto mismo, hay que poner en pie la experiencia del control y/o administración obrera de la empresa[4] para resolver colectivamente qué producir, cómo producirlo y, sobre todo, como hacer para que las “ganancias” vuelvan a su fuente de origen: los trabajadores.

Una nueva generación obrera emerge

En definitiva, algo contradictorio está ocurriendo en la actual coyuntura electoral; coyuntura que podría quedar en cierta forma marcada también por estos triunfos de la vanguardia obrera. Mientras que el rechazo electoral al gobierno tiende a encarnarse en “opciones” que se colocan a la derecha del mismo, socialmente la tendencia tiende a ir para el otro lado y podría “explotar” en la eventualidad de una crisis política pos-electoral.

Trabajadores de Pilkington cortando la Panamericana

Las oposiciones patronales de Macri a Carrio defienden a pie juntillas un duro ajuste contra los trabajadores después del 28. Mientras largan lágrimas de cocodrilo por los “productores del campo” jamás se les va a escuchar soltar una sola palabra por los reclamos de los trabajadores: si alguien vio a algunos de estos sucios políticos patronales –oficialismo incluido solidarizándose con las luchas de Massuh y Pilkington, por favor nos lo haga saber.

Sin embargo, contradictoriamente, no habría que perder de vista que el gobierno K, de alguna “muda” manera, también está siendo cuestionado –al menos socialmente– desde el flanco “izquierdo”. En este sentido, llamó muchísimo la atención como en oportunidad de la marcha de los obreros de Pilkington a cortar la Panamericana se expresó una contundente solidaridad de los vecinos con su lucha.

En todo caso, un hecho es cierto: en medio de estas duras luchas obreras está emergiendo una nueva generación obrera. Una nueva generación de jóvenes obreros que más allá de su evidente inexperiencia política tiene una enorme combatividad. Una nueva generación junto con la cual la izquierda que se considera verdaderamente revolucionaria deberá ir haciendo la experiencia en la perspectiva cierta de ser parte del posible embrión de una nueva dirección en porciones no marginales de la clase obrera argentina en el caso que la crisis se profundice y se produzca un verdadero ascenso de la lucha de clases.


[1] En el caso de Pilkintong, la burocracia del vidrio llegó a desembarcar con casi cien matones partiéndole la cabeza no a un “izquierdista” llegado a la puerta de la fábrica para apoyar la lucha… sino a un trabajador de base de la planta. En el caso de Massuh, la burocracia de Blas Alari quedó a la derecha de la estatización parcial de la planta habiéndose jugado todo el tiempo a proteger los intereses del mismo Massuh o, en su defecto, a buscar una nueva patronal.

[2] En parte por los errores de alguna de las corrientes que influenciamos en esta pelea. Nos referimos al PTS, el que junto con nuestro partido fue una de las dos corrientes de la izquierda con más peso. El PTS alentó permanentemente expectativas desmedidas en la negociación llevando en los hechos a debilitar el foco que debía concentrarse en la ocupación…  

[3] Un triunfo que ocurrió a pesar del permanente “centrismo” –por decir lo menos– de los delegados que permanentemente fueron y vinieron entre la presión de la base y la influencia de la “superestructura”: el sindicato, la intendencia, la patronal y el gobierno. 

[4] Es importantísimo diferenciar el sentido del control obrero y / o de la administración obrera lisa y llana de la llamada “cogestión” donde lo que se pretende es hacer co-responsables a los trabajadores en su auto-explotación a modo de “compartir los esfuerzos” para “sacar adelante la empresa”…