Socialismo o Barbarie, periódico Nº 145, 19/02/09
 

 

 

 

 

 

Brasil golpeado por la crisis

Apunta un cambio de la situación nacional

Por Márcio Barbio y Antonio Carlos Soler
De Práxis, corriente marxista revolucionaria, febrero 2009

San Pablo.- Brasil, el pilar de la estabilidad social y política de Sudamérica, comienza a moverse bajo el impacto de la crisis mundial. En diciembre pasado, ocurrió aquí un verdadero tsunami económico, que hizo que 650.000 trabajadores quedasen sin empleo, según datos oficiales. La crisis, hasta ahora sólo “tangencial”, se instaló con toda fuerza. El tan mentado “blindaje económico” del que hablaba Lula, se vino abajo.

Destrucción en masa del empleo y ataque a los salarios

La crisis económica se está profundizando globalmente, con despidos en masa en todo el mundo. Aquí el mito construido por Lula del “blindaje” ya es parte del pasado. Ahora la nueva ideología del gobierno y la burguesía es el intento de convencer a los trabajadores de que la crisis es “pasajera” y que si los patrones y trabajadores llegan a “acuerdos”, en los próximos meses todos estará resuelto.

Es esa nueva fábula –difundida por el gobierno, la CUT y otras centrales sindicales– la que preside los distintos “acuerdos” de despidos, reducción de salarios y derechos laborales en todo Brasil, para imponer a los trabajadores mayores tasas de explotación.

Frente a la peor crisis desde los años ’30, el presidente Lula, a pesar de su fraseología populista, desarrolla una política que no ha cambiado un milímetro el perfil procapitalista de su gobierno.

Ha gastado miles de millones de las reservas internacionales y de los bancos del Estado en préstamos directos a los bancos privados y las empresas automotrices, les ha reducido el impuesto a los productos industrializados (IPI) y el Banco Central compra dólares para frenar la tendencia constante a la desvalorización del real. Todas medidas destinas a garantizar la rentabilidad del gran capital instalado en Brasil.

El cuadro de crisis económica no es pasajero

Datos del IBGE (Instituto Brasilero de Geografía y Estadística) informan que en diciembre la desaceleración del producto industrial fue de 12,4% en relación a noviembre. Sumado a la caída de noviembre (5,2%), ¡tenemos una retracción de casi el 18% en ese sector, en sólo dos meses!

Otros datos indican la tendencia a una fuerte reducción del consumo, de la producción y las inversiones.

La fuga de capitales es otro grave problema: millones escapan diariamente, en especial del capital invertido en el crédito a la venta de automóviles.

Con el despido de 1.300 trabajadores de la gigantesca empresa minera Vale do Rio Doce, se abrió la Caja de Pandora: cientos de miles de empleos fueron liquidados en todos los sectores de la economía.

Según el BNDES (Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social), las inversiones públicas y privadas caerán 1,305 billones de reales. La industria es el sector que enfrentará la mayor educción de inversiones. Dentro de ella, la que más sufrirá la crisis será la industria de bienes de consumos básicos, principalmente de commodities para exportación.

Existen muchos otros indicadores de que estamos antes una crisis aguda, pero también crónica. Tenemos, por ejemplo, el indicador de actividad industrial, que en el cuarto trimestre de 2008 tuvo el peor resultado de la serie histórica de la CNI (Confederación Nacional de la Industria) iniciada en 1999. El indicador de producción quedó en 40,8 puntos (en una escala de 1 a 100, donde números por bajo de 50 indican reducción). En el tercer trimestre, el índice estaba en 57,8 puntos, y en el cuatro trimestre de 2007, en 59 puntos. El desempeño de las grandes empresas fue todavía peor: 38,8 puntos. Las medianas, tuvieron 42 puntos y las pequeñas, 42,3.

Atentos a una nueva situación nacional que podría abrirse

La coyuntura política está cambiando rápidamente: primero fue el fracaso del discurso del “blindage” y “desenganche” de la economía de Brasil respecto a la economía mundial en crisis.

Ahora, como ya dijimos, la verborragia de Lula y los dirigentes de la CUT, Força Sindical, CGT, CGTB y demás aparatos burocráticos, de que “la crisis será pasajera”.

Con eso tratan de impedir que los trabajadores comiencen a luchar por sus empleos. Y, cuando no lo consiguen, llevan las luchas al callejón sin salida de los acuerdos de reducción de salarios, precarización y pérdida de otros derechos.

El gran problema es que el modelo que se forjó para el crecimiento económico de los dos últimos años está agotado: es insostenible por la crisis mundial.

Este modelo se basaba en el crédito fácil para la compra de bienes de consumo, principalmente automóviles. Ahora, esos préstamos son cada vez más caros y las exigencias de los bancos y financieras son mucho mayores.

Junto a eso, la ola despidos y el aumento de los precios ha llevado a un fuerte crecimiento de los deudores morosos que no pueden pagar sus préstamos.

Ha terminado la farra de los préstamos fáciles, que junto con el mecanismo de las tasas altas hizo que los bancos ganaran como nunca. El Bradesco, uno de los principales bancos del país, reveló una caída del 5% de sus ganancias en al 2008 en comparación con el 2007. Y, en el tercer trimestre esa caída fue del 27% respecto al del año anterior, lo que indica la tendencia.

Datos como esos se estima que van a repetirse en los demás bancos.  Con eso cae por tierra otro mito repetido durante todo el año pasado: que el sistema financiero brasileño se encontraba “sólido”.

Lula quiere que los trabajadores paguen las cuentas

Cuando todo “andaba bien”, las empresas tenían ganancias faraónicas. Ahora que la crisis pega fuerte, Lula corre a darles “ayuda”.

Así fue con el Grupo Votorantin, del multimillonario Antônio Hermírio de Moraes, líder del mercado nacional del papel y celulosa, y también del cemento. Aprovechando el paraíso del crédito, abrió su propio banco, y ahora el estatal Banco do Brasil corrió a tirarle el salvavidas, comprando parte de sus acciones. Por otro lado, centenares de miles de trabajadores han quedado en la calle y millones más tiene que apretarse el cinturón para pagar sus deudas.

En esta coyuntura, se fortalece la Santísima Trinidad de Lula, patronal y sindicatos burocráticos. Esa alianza está haciendo de todo para impedir que la clase trabajadora salga a luchar por sus derechos y con sus propios métodos de lucha, lo que ya está aconteciendo en muchas empresas, principalmente en el sector fabril, de gran importancia en Brasil.

Hace pocos días, en el ABC paulista, cuna de las grandes huelgas obreras de fines de los ‘70 y de la década de los ‘80, que generaron a la CUT y al PT, importantes fábricas metalúrgicas estaban en huelga. Entre ellas Max Precision, Special Quality, Mahle, y TWR autopeças.

Algunas son fábricas con tradición de lucha y han sido protagonistas de conflictos importantes en tiempos anteriores, aunque hoy muchas estén bajo el control de la burocracia lulista, que desvía esas luchas hacia “acuerdos” donde terminan perdiendo los trabajadores.

Esta nueva situación pone también de relieve la necesidad de un giro completo en la vanguardia obrera. Concretamente, Conlutas, que agrupa a gran parte de la vanguardia sindical y política, ha sido incapaz de dar una respuesta a la altura de la nueva situación, y ni siquiera ha sabido organizar la lucha en los gremios que dirige.