Socialismo o Barbarie, periódico Nº 145, 19/02/09
 

 

 

 

 

 

Un mes de gobierno Obama signado por dificultades

Los limites del “gatopardismo imperial”

Por Luis Paredes

Al salir esta edición el nuevo gobierno está cumpliendo un mes exacto de gestión. Para festejarlo no ha tenido mejor idea que declarar –con bombos y platillos– que el paquete de estímulo fiscal votado recientemente en el Congreso norteamericano sería “el comienzo del final de la crisis”. Se trata de declaraciones poco afortunadas cuando es un hecho evidente para todo mundo que no solo la crisis sigue viva, sino que continúa profundizándose, como lo atestiguaron las Bolsas del mundo el día 17 al desplomarse rotundamente.

Presiones contrapuestas

Antes de asumir Obama venía haciendo declaraciones políticamente más realistas e inteligentes en la línea de que “la crisis, antes de mejorar, empeorará”. Sin embargo, ya está sintiendo en carne propia la inmensa presión de un movimiento de masas que si bien mantiene altas expectativas en su gestión y todavía mayormente no ha salido a la calle, sigue viendo como el mundo se derrumba bajo sus pies cotidianamente. ¿Hasta cuándo aguantará mirando embelezado por la TV las promesas presidenciales?

También lo ha presionado el hecho que la votación del plan fiscal no ha dejado conforme prácticamente a nadie. Ha presentado el paquete como un “triunfo político”. Pero la verdad es que fracasó rotundamente en lograr el tan mentado “consenso bipartidario” con los legisladores republicanos: ni uno de ellos votó el plan en la Cámara de Representantes y sólo tres lo hicieron en el Senado mostrando abiertamente las dificultades que se presentan para su ambición de encarnar una suerte de gobierno de unidad nacional ante la crisis más grave de los EEUU desde los años ’30.

Para colmo, los costos de esta errada estrategia política le han sido marcados desde la “izquierda” de su propio espectro político: economistas como el reciente novel Paul Krugman han señalado que un paquete fiscal que “ya de por sí era demasiado pequeño” ha terminado siendo totalmente “arruinado” por la negociación con los republicanos. Según su opinión, tienen demasiado peso las reducciones impositivas y no el suficiente la inyección directa de dinero para la producción[1].

Como si esto fuera poco, peor aún le fue a Obama con la presentación de su nuevo paquete financiero hecha la semana pasada por el jefe del Tesoro Tim Geithner. Este anunció la generalidad de un plan público-privado de financiamiento de hasta 2 billones de dólares para rescatar las carteras tóxicas de los bancos en un intento casi desesperado por evitar la quiebra en masa de los mismos. Pero la vaguedad del plan terminó derrumbando las expectativas que se habían generado. La clásica revista liberal inglesa The Economist lo definió como “tímido, incompleto y completamente carente de detalles”: “Frente a cualquier estándar histórico, la crisis bancaria norteamericana es grande. La escala de préstamos en problemas y las pérdidas estimadas –las cuales son habitualmente valuadas en 2 billones de dólares– sugieren que muchos de los más grandes bancos del país son insolventes. Sus balances están inundados por cientos de miles millones de dólares de acciones tóxicas; por el ilíquido, complejo y difícil de valuar ‘detritus’ de la deuda hipotecaria; así como por el número creciente de préstamos a no particulares que están deviniendo incobrables gracias al derrumbe de la economía. Peor aún, los balances de los bancos son sólo uno de los componentes de la caída crediticia”[2]. Además, en el momento que cerramos esta edición el gobierno está en plena negociación con las automotrices General Motors y Chrysler, las que se están balanceando ante el riesgo absolutamente cierto de la bancarrota.

Improbable arbitraje

¿Cuál es él patrón común de estas dificultades a tan pocas semanas del inicio de una de las gestiones más cargadas de exigencias para el principal imperialismo ante la eventualidad cierta de una nueva Gran Depresión? Lo común es, digamos, el imposible intento de conformar a “tirios y troyanos”. Es que el gobierno de Obama es la encarnación de un gobierno redondamente burgués e imperialista pero bajo una expresión “progresista” ante el escenario del derrumbe del consenso neoliberal imperante en el mundo y los propios EEUU desde finales de los años ’70. Con qué reemplazarlo, nadie lo sabe.

¿Será capaz Obama de realizar un arbitraje en relación a quién pagara los dramáticos costos de la crisis entre la propia clase dominante estadounidense, los demás estados imperialistas, países “emergentes” tipo China, India, Brasil y México, y respecto del movimiento de masas mundial? Nos permitimos dudarlo. Porque no esta nada claro que tenga la suficiente fortaleza como para mediar eficazmente ante el tremendo trastrocamiento de las condiciones de la estabilidad mundial y las presiones contrapuestas de clases, Estados y fracciones de clase.

En todo caso son estas dramáticas circunstancias las que ya están poniendo a prueba la eficacia de esta suerte de proyecto de “gatopardismo imperial” (como bien lo definió el intelectual argentino Atilio Borón), proyecto que hasta ahora no parece atinar a ir muchos más lejos que una suerte de “neoliberalismo light” de pacotilla y un “cambio” demasiado moderado como para domar el potro de la casi inevitable Gran Depresión del siglo XXI.


[1] El paquete es por 789.000 millones de dólares, pero prácticamente un tercio está dedicado a reducciones impositivas cuando economistas como él mismo Krugman opinaban que lo que hacía falta era un gasto fiscal directo por casi dos billones de dólares!

[2] The Economist, 12-02-09.