Socialismo o Barbarie, periódico Nº 142, 18/12/08
 

 

 

 

 

 

Presentamos a continuación el cierre del debate de dos días de la Conferencia del Nuevo mas sobre la crisis internacional del capitalismo a cargo de Roberto Sáenz.

Un cambio de época que abre inmensos
desafíos para el marxismo revolucionario

Conferencia y acto
del nuevo
mas

Con la presencia permanente de más de cien compañeros entre delegados plenos, militantes e invitados, se realizó el 12, 13 y 14 de diciembre la Conferencia Internacional del Nuevo mas.

La oportunidad de la misma giró en torno a poner en “sintonía” a nuestro partido con los desarrollos que la crisis de la economía mundial está produciendo a lo largo y ancho del globo. También concebimos a la Conferencia como un paso previo a la realización –en el mes de marzo próximo– de una nueva reunión de nuestra corriente internacional, ahora ampliada con nuevos integrantes e invitados. Con la presencia de compañeros de Brasil (Praxis) y Bolivia (SOB Bolivia) la Conferencia estuvo cruzada por un rico debate político que fue recogido en el informe de cierre que estamos presentando en esta misma edición.

Básicamente, se subrayaron dos o tres tendencias de la nueva situación mundial que se ha abierto, tendencias que cada minuto, hora y día que pasa parecen ir adquiriendo una confirmación mayor.

Ellas son: las crecientes tendencias a la depresión de la economía en EE.UU. y, por tanto, en el mundo como un todo; el hecho cierto de que se ha abierto una nueva situación política mundial, la que está implicando un profundo trastrocamiento de las relaciones entre clases y Estados; la realidad de que tanto la lucha de los obreros de “Republic” en Chicago como la rebelión popular en curso en Grecia marcan que la respuesta de los trabajadores y las masas a la crisis está ya comenzando.

Esta misma realidad fundamenta el planteo que emitió la Conferencia en el sentido de que hace falta que las corrientes de la izquierda revolucionaria tomemos una iniciativa frente a la crisis. Es necesaria la convocatoria a una Conferencia Internacional de las corrientes revolucionarias para discutir y eventualmente votar un programa y una serie de medidas prácticas frente a la crisis.

Cuando más profunda se vaya haciendo la crisis, y cuanto más importantes vayan siendo las respuestas de las masas trabajadoras, este planteo seguramente adquirirá más fuerza y “perentoriedad”.

Al mismo tiempo, y como no podía ser de otra manera, la Conferencia del Nuevo mas asumió una votación en el sentido de subrayar las posibilidades que se están abriendo para la construcción de nuestra propia corriente internacional y que el partido se ponga a disposición para aportar a la construcción de SoB Internacional.

Por otra parte, hay otro aspecto de la Conferencia que queremos destacar: la misma expresa muy claramente la emergencia de una nueva generación partidaria estudiantil y obrera, nueva generación que está marcando un fortalecimiento del Nuevo mas. Desde ya que queda un largo camino por delante. Pero no es menor el hecho que la composición social de nuestra organización haya ido ganando, más y más, en organicidad y juventud. Si bien es cierto que está por delante el desafío de lograr una mayor densidad y tamaño partidario, el hecho es que habiendo partido de más atrás que otras corrientes cuando nuestra fundación en el año 1999, el partido y la corriente SOB se han ido fortaleciendo, afirmando su identidad teórica, programática y política como corriente. Y podrá, en el próximo período, seguir fortaleciéndose tanto nacional como internacionalmente.

Esta Conferencia ha sido realmente apasionante: hubo un debate político, un debate real acerca de las perspectivas históricas que abre la crisis económica internacional.

Un cambio dramático en las condiciones generales de la lucha

La problemática de la relación entre factores objetivos y subjetivos en lo que tiene que ver con la crisis mundial abierta, es lo que nos ha “perseguido” en el debate a lo largo de esta conferencia. Partiendo de lo más general, de las determinaciones más generales hasta las más específicas acerca del programa y la orientación.

Lo primero es partir de una consideración más general: la relación entre las condiciones materiales de existencia (trastrocadas por la crisis) y la lucha entre las clases. Alrededor de esto ha habido debate. Marx decía en el Manifiesto Comunista: “La historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases”. Se trataba de una “sentencia”, a primera vista muy simple, pero que ha dado lugar a muchísimas controversias entre los marxistas.

Avanzando en el asunto, y poniéndonos en guardia contra lecturas mecanicistas de la realidad, Marx agregaba: “La historia no se hace sola; la historia no es un sujeto aparente por encima de las clases”. La historia la hacen las clases sociales de carne y hueso.

Sin embargo, Marx también agregaba algo esencial que de ninguna manera puede ser perdido de vista: las clases sociales no hacen la historia en condiciones elegidas por ellas, bajo su “libre arbitrio”. Porque el quehacer histórico de las clases sociales está vinculado a una determinación de suma importancia que es el que pone el terreno objetivo, material, de la lucha: las generaciones presentes luchan en condiciones que no eligen, condiciones que han sido legadas por las generaciones anteriores. Al mismo tiempo, estas nuevas generaciones, andando el tiempo, le legan a las posteriores, condiciones transformadas por ellas mismas.

Aquí hay, entonces, otra determinación: son las clases sociales las que hacen la historia. Pero sólo pueden hacer la historia “en condiciones determinadas”.

Esto es importante porque introduce la dimensión de las fuerzas productivas. Por ejemplo, los límites y alcances históricos de un Espartaco eran muy distintos de los límites y alcances históricos de la clase obrera de hoy. Los límites y alcances históricos de Espartaco, que además no pudo ganar, eran los límites y alcances de un período donde no estaba puesta la posibilidad material de emancipar a la humanidad de la explotación del hombre por el hombre.

Los límites y alcances históricos de la época que estamos viviendo son otros. Son ciertas condiciones heredadas del desarrollo de las fuerzas productivas que ha implicado el capitalismo que sí podrían poner a la orden del día la emancipación de la humanidad. Eso que Trotsky decía que, considerado históricamente, era un objetivo muy “mezquino”, limitado, elemental: que no haya miseria ni explotación.

A eso la burguesía históricamente ha respondido: “imposible”, la sociedad es “la guerra de todos contra todos”, “siempre nos vamos a sacar los ojos”. O como decía Thomas Hobbes, unos de los primeros filósofos políticos contemporáneos: “El hombre es el lobo del hombre”.

Pero eso no era más que un horizonte histórico determinado por el ascenso de la burguesía, el ascenso burgués al poder, no una condición de la existencia humana. No es que el hombre deba ser siempre, por “naturaleza”, el lobo del hombre. En condiciones históricas distintas, el desarrollo de las fuerzas productivas, lo que habilita, es a relaciones cooperativas en el seno de la humanidad en la medida que –obviamente– acabemos con el capitalismo, las relaciones de explotación y opresión y se abra paso la perspectiva del socialismo.

¿Todo esto por qué lo digo? ¿A cuenta de qué viene? Lo que estamos viviendo es histórico porque las condiciones determinadas en las cuales actúa la lucha de clases mundialmente hoy están cambiando drásticamente.

Por eso la discusión debe arrancar, necesariamente, por lo objetivo. Todavía no hay grandes luchas de clases. Lo que sí hay es que las condiciones determinadas en las cuales las clases van a pelear, el escenario de la lucha de clases internacional, está viviendo una ruptura terrible, una ruptura de equilibrios mundiales histórica, se trata de otras condiciones históricas.

Entonces, insisto: la discusión, necesariamente, debe arrancar por el análisis exhaustivo de las condiciones de la lucha, no todavía por la lucha misma. En esto, coincido con lo que decía un compañero: luchas, inevitablemente, van a haber, y ya las están habiendo (los obreros de “Republic, Windows and Doors”, Grecia, etc. etc.) porque en las condiciones determinadas en las cuales se produce la lucha, hay un cambio histórico, drástico, épocal.

Como decía otro compañero, hay que arrancar de esta totalidad. Pero esta totalidad no es una indeterminada, sino que posee eslabones, tiene jerarquías internas, posee determinaciones específicas que le vienen del cuadro total transformado por la crisis. No se trata de una totalidad caótica. La totalidad del marxismo tiene determinaciones internas, determinaciones que en este caso –insisto– deben arrancar por el trastrocamiento completo de las condiciones objetivas de existencia de las masas.

Lo que estamos discutiendo hoy es, entonces, que el capitalismo mundial está sumido en una crisis histórica, epocal, descomunal. Que las condiciones materiales de su existencia son relaciones materiales que presionan a las masas trabajadoras, que la “aplastan”, que ponen al movimiento obrero mundial contra la pared. De ahí que en el debate del Gallo Rojo diéramos esa definición de que la crisis significaba un martillazo cotidiano sobre las condiciones de vida y conciencia de las masas a nivel mundial.

Por ejemplo: si a un gato le queman la cola (y un gato, obviamente, nunca podría ser “socialista”), o lo queman con un cigarrillo en la panza, ¿qué haría? Es obvio: rasguñaría, se defendería, “lucharía”. ¡Y eso que el gato no va a ser socialista nunca!

Es decir, no hace falta una conciencia socialista para que la clase obrera mundial termine reaccionando, incluso violentamente, ante la agresión brutal que está sufriendo.

Porque el capitalismo –y más aún en medio de esta crisis descomunal– es una agresión permanente a la clase obrera; en eso coincido 100% en el espíritu de la intervención de Alcides (ver en esta misma edición). No hay ningún peligro objetivista en este momento de la discusión. Mas bien, el peligro hoy es perder las dimensiones históricas-objetivas de la crisis en curso.

Hay una dramática ruptura de los equilibrios mundiales: entre las clases, en el seno de la clase dominante y entre los Estados, algo tremendo que recién está comenzando a desplegarse y que augura una serie de años por delante de casi inevitable durísima lucha de clases incrementada.

Algunos compañeros han cuestionado la comparación que estamos haciendo de la actual crisis económica con la de los años ’30. Claro que cada crisis tiene sus especificidades; el mundo económico y político no es el de los años ’30. Pero no es a ese lugar a donde apunta la analogía; analogía que creemos, sin embargo, de enorme utilidad.

Precisemos que no estamos frente a una simple crisis del neoliberalismo: lo que estamos viviendo es una dramática crisis de la economía capitalista como tal; es decir, una que tiene que ver con las leyes más intimas del sistema.

La comparación con los años ‘30 tiene que ver con la magnitud del acontecimiento histórico que estamos viviendo, que está desarrollándose frente a nuestros ojos. Como señalara un compañero citando a Alan Greenspan (el ex presidente de la Reserva Federal yanqui): esto pasa cada cien años. La referencia a los años ‘30 no es por una cuestión dogmática: ¡tiene que ver con que una crisis así ocurre cada cien años!

Por eso arrancamos por ahí y hay que profundizar todavía mucho más en el análisis y el estudio del lado objetivo de la cosa. Porque la relación entre Estados, la dinámica de la crisis capitalista, cómo están funcionando hoy sus leyes y tendencias a la crisis, si habrá keynesianismo o no, la crisis de hegemonía, son todos aspectos que tienen que ver con la “mecánica” de la crisis en curso en los que hay que profundizar siguiendo al milímetro la evolución de la crisis misma.

Porque este es el gran factor revolucionario hoy: se está viviendo un dramático cambio en las condiciones en las cuales las clases hacen la historia, por eso la discusión debe comenzar por ahí.

La eventualidad de una transformación de la conciencia en un sentido general anticapitalista

A partir de que las condiciones históricas de la lucha se están transformando hay que ver cómo evoluciona la lucha de clases en ese contexto transformado. Está claro que no hay ni puede haber ningún automatismo a la salida de la crisis. Esto en ningún sentido: ni porque la crisis pueda significar automáticamente una salida socialista revolucionaria (las mediaciones de todo tipo y color están, precisamente, para evitar esto); ni, menos que menos, que la crisis pudiera significar automáticamente una derrota: será la lucha de clases la que dé su veredicto.

Contra las miradas economicistas de tipo burguesas, a la salida de una gran depresión, a la salida de las grandes crisis capitalistas, no hay ni puede haber automatismo que valga: no se impone el ciclo de la economía capitalista automáticamente como parecen creer también cierto tipo de corrientes e intelectuales de la izquierda.

Las crisis son, digamos, connaturales al capitalismo, pero no en el sentido burgués de que “sí, el capitalismo tiene crisis, pero después sale como si no hubiera pasado nada”... Por el contrario, las crisis son oportunidades estratégicas para que la salida de las mismas sea la revolución social; esto, en la medida que el capitalismo es un sistema íntimamente contradictorio, íntimamente sometido a contradicciones mortales que en sentido histórico-tendencial no hacen sino reproducirse más y más a escala ampliada.

Es de esta misma manera que está funcionando la actual crisis. Porque el trastrocamiento de las relaciones entre las clases es descomunal. Si la crisis se profundiza, y se confirma un pronóstico tipo el ‘30, si caen la General Motors, la Chrysler y la Ford, si siguen cayendo nuevos bancos (se habla de que sólo en EEUU deberían caer al menos unos 1.000 bancos chicos y medianos), la crisis va a pegar un salto descomunal y no está claro que la clase obrera vaya a dejarse esquilmar así porque sí, no vaya a hacer nada.

Entonces, esta discusión tiene su lógica: debe necesariamente arrancar con lo más objetivo que es la crisis descomunal, la ruptura universal de los equilibrios del capitalismo que estamos viviendo y que puede dar lugar a una lucha de clases mundial de magnitudes históricas en la medida que la crisis se siga profundizando.

Esto que estamos señalando está ligado a un segundo problema que cruzó nuestro debate: el estado de conciencia y organización con el cual la clase obrera mundial llega a esta crisis. Algunos compañeros han señalado algo así como que la conciencia media de las masas mundiales “no estaría a la altura de las circunstancias”...

Pero esta es una apreciación que peca de falta de comprensión dialéctica de los procesos. Porque, apreciada de manera no mecánica, es clásica la definición de Marx de que es la existencia la que determina la conciencia: y si la existencia es el actual trastrocamiento en todas las condiciones de la vida de la clase obrera yanqui o china o europea o mundial, de ahí se van a seguir, más o menos inevitablemente, elementos de conciencia transformados.

Una experiencia transformada, unas condiciones transformadas de existencia, una experiencia no vinculada ya (por ejemplo) a un sueño americano “realizado”, puede dar lugar a la forja de otros elementos en la conciencia entre las masas trabajadoras.

Porque no hay que olvidar que la experiencia de las masas se forjó en los últimos treinta años donde el capitalismo parecía haber cerrado un círculo perfecto. Porque la clase obrera había abierto una brecha en el capitalismo mundial con la Revolución Rusa a comienzos del siglo XX; la clase dominante temió realmente por su dominación, y los bolcheviques le dieron una fuerza terrible a la clase obrera, el poder, algo histórico.

El neoliberalismo capitalista coincidió con un hecho histórico real: el fracaso de esos primeros intentos anticapitalistas. Había un elemento de verdad en la conciencia de la clase obrera mundial: el fracaso de esos “experimentos” iniciales, aunque combinado con un elemento de falsedad, que se trataba de la condena al fracaso de todo intento socialista, de la lucha de clases misma, de la clase obrera como tal, el fin de la historia.

Pero si supuestamente “fracasó” históricamente el socialismo y ahora está, realmente, fracasando el capitalismo, entonces sólo quedaría el “suicidio” mundial, no habría salida alguna posible. Pero claro, esto no es verdad, y el hecho es que el que está fracasando brutalmente, en tiempo real, aquí y ahora, es el mismísimo capitalismo que estaba llamado a ser el supuesto último horizonte de desarrollo de la humanidad...

La crisis capitalista actúa, entonces, como un elemento de propaganda de masas eventualmente anticapitalista: Wall Street, con sus derrumbes, es como que hace su strip-tease frente a las masas del mundo todos los días.

Estas condiciones transformadas, esta crisis descomunal de la economía capitalista va a tener un impacto tremendo en la representación por parte de las masas de la realidad. Es decir, condiciones reales transformadas van a dar también lugar a transformaciones en la conciencia, veremos en qué grado, pero esto es prácticamente inevitable.

Claro que la conciencia no es algo puramente pasivo, como una hoja en blanco, no es un foto; saco una foto y ya está, es la conciencia. Porque entre el sujeto y el objeto, entre la realidad y mi representación de la realidad (que al mismo tiempo es una parte de la propia realidad), se establece una relación de tipo activa, no puramente pasiva, de simple copia de la realidad.

Es decir, la realidad impacta sobre la conciencia bajo la forma en que la misma se representa la realidad que la rodea. Pero se trata de una representación que no comienza siempre de cero sino que se inscribe en las representaciones anteriores. Y que, al mismo tiempo, esa forma de la conciencia se vuelca sobre la realidad bajo la forma de la actividad del sujeto, realidad que es transformada de una y otra manera.

Por ejemplo, en las décadas de la segunda posguerra, la conciencia acerca del famoso sueño americano (el “American Dream”) se forjó en condiciones determinadas; no podría haber sido sólo falsa conciencia. Como decía un compañero, el sueño americano implicaba el coche, la casa, determinadas conquistas en materia de salud, educación, etc., etc.

Pero si esto ya venia degradándose desde los ’80 en EEUU, ahora es terrible, es como que se acabó el auto, se acabó la casa, se acabó el trabajo, se acabó la jubilación, se acabó la cobertura de salud. Pero entonces, en estas condiciones, la representación de la realidad debe necesariamente cambiar; porque el sueño americano se acabó abruptamente. En realidad, hace décadas que se venia acabando, pero el mecanismo del crédito parecía recrearlo a cada momento.

Aquí, en la Argentina, también se realizaba un fenómeno históricamente simétrico: el “sueño peronista”. Todos los compañeros obreros tenían su coche; la clase obrera tenía sus conquistas; entonces forjaba la conciencia peronista; no era socialismo, pero se apoyaba en hechos materiales.

Esa conciencia, esa representación, no es pura conciencia falsa como se podría creer superficialmente. No es que las más amplias masas obreras y populares viven en la ignorancia total: esa es una apreciación poco materialista de la misma conciencia. Claro que tampoco se trata de una pura conciencia verdadera. La realidad es que en la conciencia hay –lo decía Antonio Gramsci correctamente– una combinación de representaciones falsas y verdaderas.

Las falsas ya la sabemos: los medios de comunicación, el atraso que sigue habiendo, o lo que sea. Pero en condiciones transformadas emergen también elementos de conciencia verdadera. Un lindo ejemplo es la frase de uno de los obreros de “Republic Windows and Doors”: “Republic se lo dejamos al patrón; pero los que hacemos las puertas y las ventanas somos nosotros”. Pero eso es conciencia verdadera.

Entonces, condiciones transformadas generan apreciaciones y experiencias de lucha transformadas. Hasta qué punto, no se puede saber. Vamos a ver a partir de que comience la resistencia hasta qué punto la misma va a alcanzar y como hacemos en ese contexto para ahí sí, influir las corrientes sobre ese proceso –eventualmente revolucionario– de conciencia y organización.

Porque, efectivamente, a partir de ahí empieza la necesaria e imprescindible interacción entre los revolucionarios, la vanguardia, la clase obrera, las masas; hay una serie de clásicos y correctos eslabones, la interrelación entre la acción de las corrientes revolucionarias y la experiencia de lucha de la clase obrera y su vanguardia, y es ahí donde de manera creciente se comienzan a colocar los problemas de dirección ahora sí cada vez más como determinantes del curso ulterior de la lucha.

EEUU, Europa, China y Japón. El traslado de los acontecimientos al centro del globo y las perspectivas del trotskismo

Después está el problema de Europa, EEUU y China. Lenin decía que la democracia burguesa era el régimen de la normalidad burguesa adosado a determinado grado de desarrollo económico. En América Latina, el fenómeno de las últimas décadas es algo más contradictorio.

Pero sobre todo en Europa y EEUU es el régimen de la estabilidad capitalista, de cierto desarrollo de las fuerzas productivas. En las condiciones de las últimas décadas, parece como si se hubiera vivido una especie de período mundial “bobo”. Esto a diferencia de los años ’70, por ejemplo del PST en la Argentina, donde hubo muertes, asesinatos, desaparecidos. Aunque todos saben que no nos reivindicamos morenistas, sí reivindicamos esa tradición, esa lucha de los compañeros del PST. Pero la generación, a partir de la mía, que empezamos la vida política a comienzos de los años ’80, los compañeros más jóvenes ni hablar, vivimos en democracia burguesa prácticamente todo el tiempo.

Pero ahora se abre un interrogante de enorme importancia: la democracia burguesa ¿va a sobrevivir? No podemos saberlo; dependerá del grado de desarrollo de la crisis que está en la base de la nueva situación mundial que estamos transitando.

Pero no hay que darlo por descartado. Porque la democracia burguesa es un régimen de estabilidad capitalista y como régimen podría estallar por los aires dando lugar a desarrollos a derecha e izquierda. Incluso podría emerger una forma de democracia burguesa “bonapartizada”. Algo así ya viene ocurriendo. Por ejemplo, en los propios EEUU, con la Patriot Act de Bush, Guantánamo, el recorte de los derechos democráticos, etc. etc.

Pero igualmente lo que ya está clarísimo es que las cosas se van a poner más duras. Ojo, que hablo del mundo, no de Argentina, aunque en la Argentina hay elementos de bonapartismo en lo que hace a la relación del gobierno K con la vanguardia independiente; un gobierno de mierda que tiene elementos de debilitamiento, pero también está más duro con la vanguardia.

Hay que prepararse en ese sentido con un espíritu bien militante, de partido revolucionario: hay que prepararse para enfrentamientos muy duros. Porque la situación mundial prepara situaciones endurecidas de la lucha de clases, situaciones de casi inevitable adelgazamiento de la democracia burguesa.

Pero aquí hay otro elemento de enorme importancia: el traslado, como hace décadas y décadas no se veía, de los principales acontecimientos mundiales al centro del sistema mundial, a los EEUU, a Europa, a China.

La cosa “loca” es que de ser el factor de la estabilidad mundial, el policía del mundo, EEUU ahora se está transformando en el principal factor de transmisión de inestabilidad incrementada a todo el mundo. Trotsky decía en los años ’20: “EEUU aspira a ser la primera nación del mundo; pero por eso mismo, se le meterán inevitablemente en su interior, todas las contradicciones del mundo”. Pero ahora es el mismísimo EEUU el que traslada su inestabilidad al resto del mundo; era el policía del mundo, la nación hegemónica, la primera economía, el 25% del PBI, la nación hegemónica mundial, y se está transformando con esta crisis en el país que le transmite al mundo desastres y caos todos los días!

Hay que subrayar que luego de la II Guerra Mundial y reventado o reabsorbido el ascenso obrero que se desprendió de ella en Francia, en Italia, en Grecia, en el mismo Japón, con la estabilización capitalista y el reparto de las áreas de influencia de EEUU con la ex URSS, el centro de los acontecimientos revolucionarios mundiales se trasladó a la periferia. Muchos de los procesos de descolonización que se sucedieron luego, muchos de los procesos de revoluciones anticapitalistas (pero sin socialismo) que ocurrieron, aun de enorme magnitud como la Revolución China de 1949, no contaron con la centralidad de la clase obrera y por esto, a nuestro modo de ver, fueron procesos anticapitalistas pero no obreros y socialistas.

Esta centralidad no podía ser dada por sentada en las condiciones de países donde la clase obrera o era muy débil o había sido sacada anteriormente de la escena (derrota de la 2° Revolución China en las postrimerías de la década del ’20).

El ascenso de los años ’70 en gran medida tendió a revertir esto: el Mayo Francés, el ascenso obrero en Italia, la revolución en Portugal, el ascenso en el Cono Sur Latinoamericano (región históricamente con gran peso de la clase obrera). Pero este ascenso de las luchas no culmina con nuevas revoluciones sociales.

Pero ahora está ocurriendo un acontecimiento de consecuencias potencialmente descomunales: están en riesgo los equilibrios políticos y sociales en países absolutamente centrales del sistema capitalista mundial, países con un enorme peso de la clase asalariada, de la clase obrera.

Es que no hay que olvidarse ni por un instante que estamos hablando de EEUU, de Europa o China, países que concentran lo más granado de la clase obrera mundial, así esos contingentes estratégicos de la clase obrera internacional no vengan de importantes luchas desde décadas y décadas (salvo en el caso europeo en general y francés en particular). Ese traslado en la centralidad de los acontecimientos y luchas al epicentro del sistema mundial, es otro de los elementos estratégicos que está colocando esta nueva situación mundial que se comienza a abrir.

Lo anterior se vincula a otro elemento de enorme importancia estratégica: el de la evolución histórica del marxismo revolucionario, del trotskismo. El trotskismo, la tradición organizada del marxismo revolucionario, viene siendo una corriente marginal desde la década del ’30. Esto viene siendo así, sobre todo, por testarudas condiciones objetivas: lo “reventó” el estalinismo, lo “reventó” la emergencia de la contrarrevolución estalinista. La década del ‘30 fue la noche negra del siglo XX.

Y la marginalidad continúa porque a la salida de la II Guerra Mundial los acontecimientos centrales se trasladaron a una periferia con poco o nulo peso de la clase obrera; y el trotskismo es la corriente socialista revolucionaria de la clase obrera.

Pero ahora puede estar comenzando a pasar una cosa histórica, objetiva todavía, que se vaya a dar o no, no lo sabemos todavía; pero que tiene una potencialidad histórica: es el ya señalado traslado al centro del mundo, a la clase obrera más concentrada del mundo, de los principales acontecimientos y, eventualmente, de las principales luchas.

Hay que tener una mirada dialéctica. Porque al mismo tiempo también las corrientes del socialismo revolucionario, del trotskismo, actuamos en circunstancias históricas determinadas. Y si estas circunstancias se modifican, también se pueden llegar a modificar las condiciones y alcances de nuestra actuación.

Imagínense la década del ’30, cuando se fundó la IV Internacional. Trotsky decía, de manera absolutamente correcta y consciente de su misión histórica, que ese había sido su mayor aporte al marxismo revolucionario. No la toma del poder con Lenin, porque éste podría haberla hecho sin él. Pero recoger la bandera del marxismo revolucionario en medio de la contrarrevolución estalinista no la podría haber hecho nadie sino Trotsky.

Este es su mérito histórico imperecedero (hecho que reivindicamos sin cortapisa alguna): se trata del hecho que posibilitó que el trotskismo sea la síntesis del marxismo revolucionario de nuestros días, la única tendencia organizada del marxismo revolucionario. Afirmamos esto aunque en nuestra concepción el marxismo revolucionario no se reduzca sólo a Trotsky, sino que involucre en primera instancia al mismísimo Lenin y varios otros dirigentes históricos como Rosa Luxemburgo, Christian Rakovsky, etc. etc.

Pero señalar esto último es secundario en estos momentos, porque el hecho es que la única corriente organizada del marxismo revolucionario es, hoy por hoy, el trotskismo, y esta no es una afirmación dogmática, sino un hecho, y como decía Lenin, los hechos son testarudos.

Pero esto nos lleva a colocar otro interrogante en el contexto de la actual crisis histórica que se está abriendo: ¿va a ser siempre marginal el trotskismo? Para nada, no, o no sé, no está escrito en ninguna parte, mas bien creo todo lo contrario. Porque depende esa posibilidad de la evolución de la lucha de clases mundial: no hay ni puede haber nada fatal, determinista en esto. En condiciones transformadas de la realidad, también hay posibilidades transformadas para que el marxismo revolucionario salga de la marginalidad a la que hemos sido condenados a lo largo de décadas y décadas.

Precisamente por esa falta de condiciones más objetivas para el socialismo revolucionario en la posguerra Moreno decía algo que me parece atinado: se refería a él, a Mandel, a Lambert, a Cliff, como la “generación perdida del marxismo revolucionario”. Tenía toda la razón, estaba indicando los límites objetivos de su acción.

Esto más allá de que si Mandel era un oportunista pero honesto intelectualmente, de si Moreno no era un oportunista pero tuvo muchísimos errores y dejó una síntesis errónea que hizo estallar a su corriente en mil pedazos. Lambert se transformó en un monstruo burocrático.

Pero en términos generales: ¿eran malos compañeros? No, no somos una secta que escupe fuego por la boca. Tratamos de entender de conjunto la tradición nuestra, la tradición global del trotskismo. Trotsky era genial, pero las condiciones objetivas en que le tocó actuar implicaron que fuera “vencido” por el estalinismo.

Por nuestra parte, no sabemos si somos una generación que va a hacer la revolución, dirigir una revolución, ser parte de la revolución, junto con la vanguardia obrera; no lo sabemos, no se puede saber.

Pero tenemos que tener una perspectiva histórica en nuestra construcción, no una perspectiva inmediatista. Igualmente creo que las cosas están cambiando en un sentido progresivo como para poder enfrentar estos limites históricos del marxismo revolucionario, no en un año o dos pero sí en lo que tiene que ver con los procesos históricos que están en marcha y que pueden estar abriendo condiciones para el relanzamiento de la lucha por la revolución socialista en el siglo XXI.

No hay que ser mecánicos, ni naturalizar nuestras actuales condiciones de existencia. Por circunstancias objetivas el marxismo revolucionario como corriente global viene siendo de vanguardia y marginal respecto de las grandes masas desde la década del ’30. Pero lo importante es que las condiciones para acabar con esta realidad podrían estar comenzando a ponerse en su lugar.

Hay que partirle el espinazo a las relaciones de explotación del capitalismo neoliberal

El método es que estamos en un momento de la discusión donde se trata de no ponerse locos o ansiosos para que ya vengan las grandes luchas; o conque tengamos listo ya un gran programa... Sin embargo, sí debemos delinear elementos de programa desde ahora mismo; y cuál debe ser el centro general del mismo.

El primer andarivel es el problema del trabajo: es el primer problema político de la clase obrera mundial. La política arranca de ahí: hay una ofensiva capitalista con nombre y apellido que es la destrucción mundial del empleo y el primer eslabón del programa es el de apuntar a enfrentar la escalada mundial de destrucción del empleo obrero que es destrucción de capital y, sobre todo, destrucción de puestos de trabajo.

Ahí entra todo el método del Programa de Transición, el clásico, porque el que sigue trabajando, sigue como esclavo en las mismas condiciones neoliberales capitalistas de existencia laboral, y la fragmentación y las jornadas laborales monstruosas, cinco días a jornadas de doce horas, turnos rotativos, ausencia de fines de semana, contratados, eventuales, de agencia. Hay que arrancar por partirle el espinazo al grado de explotación histórico del capitalismo neoliberal.

Aquí hay, además, una especificidad de la crisis actual: se trata, paradójicamente, de una crisis que emerge sobre la base no de un período de grandes conquistas obreras como fue el caso de la crisis de los años ’70, sino en condiciones de inmenso incremento histórico en la tasa de explotación de la clase obrera, histórica, del siglo XIX, tal cual.

Porque en los años ’70 era otra cosa: pleno empleo, ausentismo de masas los días lunes, efectividad en el puesto de trabajo, etc. Ahora no hay esa elección para la clase obrera. Ejemplo nacional: Pirelli, doce horas por día, te gusta, está bien; no te gusta, te vas. Esas condiciones de explotación son históricas, son un subproducto de la lucha de clases, de las derrotas de los ‘70 y ‘80. El capitalismo va a intentar que sobreviva eso, por eso Michelle Bachelet dice: “El libre comercio no tiene la culpa, pero puede ser parte de la solución”...

Esto es muy profundo: sigue siendo el programa neoliberal, en todo caso con rostro “humanoide”. Pero nuestro programa apunta a quebrar esa mierda. Y a las nuevas generaciones más que a las viejas, porque no tienen familia, se chupan la cerveza del universo para contrapesar la explotación. Hay que quebrar las condiciones históricas adquiridas del capitalismo en la explotación de nuestra clase.

El programa se debe formular a partir de eso: responder a la masacre mundial de empleo con la lógica de quebrar el grado de explotación de la clase obrera de los últimos 30 ó 40 años. ¿Hasta dónde? Hasta poner las fábricas en funcionamiento por parte de la clase obrera, una experiencia argentina y venezolana del ciclo de las rebeliones populares que ahora podría extenderse, crease o no, al centro del mundo y a plantas un poco más grandes que lo que marcó la experiencia en nuestra región. Claro que, en sí misma, la ocupación de las fábricas no resuelve el problema. Es un paso importantísimo pero en una perspectiva, en una dirección mucho mayor, no sindicalista: los organismos y el poder de la clase obrera.

Porque la ocupación es importantísima, un eslabón imprescindible, pero no resuelve el problema estratégico. Muchos ensalzan las fábricas recuperadas pero desde una perspectiva economicista, desde una perspectiva que las transforma en una suerte de “islas de la felicidad”, pero desligadas de las vicisitudes del resto de la clase, de los contingentes más grandes de la clase obrera y del potencial revolucionario de agruparse con otras experiencias valiosísimas (como son, en el caso nacional, el SUTNA San Fernando o el cuerpo de delegados del Subte) para impactar sobre el resto de la clase obrera en la perspectiva del poder: hay que tomar el poder. Arrancando de la destrucción mundial del empleo el programa debe apuntar hacia el poder.

Hace falta una Conferencia Internacional del marxismo revolucionario

Para ir finalizando, digamos que la crisis en curso ya está abriendo enormes desafíos constructivos. Nos da la impresión, vamos a discutirlo con el resto de los compañeros de nuestra corriente internacional, que hay que levantar a la ofensiva, un planteo de embrete en el sentido de que debería convocarse a una suerte de Conferencia Internacional de las corrientes socialistas revolucionarias para discutir la crisis y las posibles respuestas e iniciativas frente a la misma. Es decir, un evento de frente único.

En todo caso, en la misma Conferencia se produciría seguramente una delimitación con las corrientes más oportunistas, trotsko chavistas, en varios aspectos, por ejemplo, en el tema del programa, de cuál debería ser el punto de referencia para la acción: si cada uno de los gestos de Chávez o las relaciones entre Estados, o como opinamos nosotros desde la corriente Socialismo o Barbarie internacional de arrancar de las necesidades y las luchas de la clase obrera mundial.

Claro que esto no puede diluir otro plano esencialísimo: ya estamos sintiendo que en diversos países, determinados grupos y/o agrupamientos de compañeros tocan –por así decirlo– a la puerta de las corrientes con trabajo internacional. Es que está claro que en semejante crisis mundial, permanecer completamente aislado es un problema tremendo. La propia crisis puede empujar en el sentido del fortalecimiento de nuestra corriente y debemos lanzarnos con todo a esta posibilidad de fortalecer los núcleos existentes de la corriente, al tiempo que poder crear nuevos en otros países y regiones, por ejemplo arrancando por extender el trabajo con la nueva edición de nuestra revista.

Por último y junto con las tareas de la intervención en las luchas que ya están comenzando, está el problema también incrementado de la necesidad de extender la escala de la propaganda socialista, de actividades de propaganda anticapitalista, incluso en el terreno de la cultura. Esto tiene que ver con lo que ya venimos señalando del cambio ideológico que se está operando en el ámbito internacional, del fenómeno de deslegitimación del propio capitalismo o, al menos, de su forma neoliberal.

En estas condiciones, las posibilidades y alcances de la propaganda anticapitalista se han fortalecido muchísimo. El problema de la lucha de ideas, lucha por la cabeza de la clase. Porque hasta hace sólo unos meses atrás hablar de anticapitalismo, hablar de socialismo, no dejaba de ser “delirante”. Pero ahora es tal la caída del muro del capitalismo que podemos estar viviendo un cambio drástico en este sentido.

Incluso hay interrogantes en el terreno cultural: ¿va a haber desarrollos en el terreno de la cultura? ¿Van a haber manifestaciones culturales progresivas? Si se profundiza la crisis capitalista creo sí. Porque el desarrollo de la cultura, el desarrollo de las vanguardias está ligado al desarrollo de las expresiones vitales de la humanidad.

La crisis capitalista puede abrir un flanco por ese lado: más intervención en la lucha de clases, más tareas de propaganda y formación socialistas, más posibilidades de desarrollos contraculturales, desarrollos todos estos apasionantes y en los que hay que involucrarse. Y sobre todo, un mayor impulso e involucramiento de nuestro partido en la construcción de nuestra corriente internacional.