Socialismo o Barbarie, periódico Nº 139, 06/11/08
 

 

 

 

 

 

Un producto de la nueva situación mundial generada por la crisis

El triunfo de Obama

Por Claudio Testa

Finalmente, como era de esperar, Obama ganó las presidenciales y en la Casa Blanca se alojará el primer presidente negro de la historia. Un cambio que, para hacerlo posible, requirió de una doble catástrofe del imperialismo yanqui: primero, militar y gepolítica (el desastre de las guerras de Bush en Medio Oriente); y luego, lo más determinante, la debacle económico-financiera con epicentro en Wall Street.

Caracterizar los alcances de este cambio es importante, en especial para los luchadores sociales y políticos tanto de EEUU como del resto del mundo.

Ya antes de las elecciones, estaba instalado de hecho un debate. Sectores y personalidades de la “izquierda” y el “progresismo”, como Noam Chomsky, apoyaron más o menos críticamente a Obama (con el eterno argumento del mal menor). Pero otros asumieron posiciones independientes. Este debate va a continuar bajo nuevas formas después que asuma.

Por un lado, como advierte el artículo del historiador estadounidense Mike Davies que publicamos aquí, algunos van a sostener la política de “presionar a Obama para que vaya hacia la izquierda”. Pero, contra ese error garrafal, no sirve oponerse diciendo solamente “son lo mismo”, como hacen otros sectores de izquierda independientes en EEUU y otros países, porque no es exactamente así.

El “cambio” de Obama, en medio de una “crisis de dirección” del imperialismo yanqui y el capitalismo mundial

Barack Obama ganó las elecciones internas (“primarias”) del Partido Demócrata y luego las presidenciales con el lema “Change” (cambio). Esto fue a tal punto efectivo, que su rival, McCain, trató infructuosamente de “venderse” en el mercado electoral también como un “cambio”, como un producto distinto de la mera continuidad de Bush. Pero esa mentira era de tales dimensiones, que la mayoría del electorado no se la tragó.

Sin embargo, el famoso “cambio” de Obama, más allá del color de su piel, no está aún claro. Un analista estadounidense habla, por ejemplo, del “misterio” Obama, en el sentido de que no se sabe muy bien qué va a hacer en la presidencia.

Por supuesto, en todas las elecciones burguesas, hay siempre una apreciable distancia entre las promesas que hacen los candidatos en la campaña electoral y el programa real que aplican en el poder.

Sin embargo, ahora este hecho habitual se sobredimensiona por circunstancias excepcionales: la fenomenal crisis económico-financiera (y también geopolítica) de EEUU. Esto ha generado lo que podríamos caracterizar como una crisis de dirección del imperialismo yanqui. Y, por lo tanto, también una crisis de dirección del capitalismo en su conjunto, ya que EEUU, a pesar de su decadencia relativa, sigue siendo el centro del capitalismo mundial.

¿Obama, el Roosevelt del siglo XXI?

La crisis económica ha significado la apertura de una nueva situación mundial. El triunfo electoral de Obama es inseparable de este hecho que, además, ha desencadenado una crisis social en EEUU que potenció la crisis política e ideológica del régimen neoconservador que venía creciendo desde hace tiempo.

La “forma de organización” neoliberal del capitalismo, que comenzó a imponerse mundialmente en los 80 con Reagan en EEUU, está hoy severamente cuestionada por esta crisis. Gobernantes y políticos dicen que así no se puede seguir, pero al mismo tiempo, no se ponen de acuerdo en qué cambiar.

Por ejemplo, el 15 de este mes, se va a reunir en Washington la cumbre de G-20, para "discutir sobre los mercados financieros y la economía global". Y ya se alerta que, a lo sumo, lo que se va a decidir es “hacer grupos de trabajo sobre la crisis, para su consideración en cumbres subsiguientes"... o sea, que seguramente no se va a resolver nada en concreto, salvo... seguir discutiendo.

En medio de este desconcierto, Obama comienza a ser publicitado como el Roosevelt del siglo XXI (ver “Verdades y mitos - ¿Que fue el New Deal?”). Sin embargo, ni Obama ni la situación de la lucha de clases en EEUU aparecen iguales a Roosevelt ni a los años 30.

Los cortos alcances del “New Deal” de Obama

Dentro de la vaguedad de sus planes (públicos), Obama ha hecho sin embargo precisiones. En un largo discurso (no al “pueblo” sino a los grandes capitalistas de Nueva York encabezados por su alcalde, el billonario Bloomberg), publicado íntegramente en el Financial Times, Obama explicó ya en marzo de este año su programa económico: Su eje no son “reformas”, “compromisos keynesianos”, ni concesiones a la clase trabajadora y sectores populares. Para “proteger los negocios (norte)americanos”, Obama propone establecer controles más estrictos a las actividades financieras (tema en el que ya coincide la “opinión pública” de la burguesía mundial). Lo que reivindica del “New Deal” son las medidas de regulación adoptadas por Roosevelt, que propone rediseñar adaptándolas a la “globalización”. ¡Ese es el 90% de su plan económico!

Ante los millones de hogares que están en peligro de perder su vivienda por la estafa de las hipotecas, Obama se limita a la propuesta de crear un ente estatal que refinancie las hipotecas fallidas... con lo beneficioso que eso representa para los acreedores que, con el derrumbe de los precios de la vivienda, no ganan nada si las ejecutan. ¡Y esa es la única medida “populista” que propone allí el “nuevo Roosevelt”!

Ha sido también elocuente el vuelco del establishment a Obama. En este caso, además, de votar en las urnas, los ricos han votado con el bolsillo. Según un estudio de David Brooks, conocido periodista neoyorkino, Obama ganó 2 a 1 en donaciones de banqueros, 5 a 1 en contribuciones de ejecutivos de corporaciones de alta tecnología, 4 a 1 de grandes abogados, etc. Esto le permitió a Obama abrumar a McCain en los gastos en una campaña que, en total –según The Economist (4/11/08)– costó 2.200 millones de dólares.

En el mismo sentido, por Obama ha “votado” la gran burguesía mundial, desde China hasta Europa. Entre esas adhesiones, quizás la más representativa es la de The Economist, la centenaria revista británica, que es un santuario del liberalismo desde los tiempos de Marx.

Todo esto no significa, insistimos, que Obama no vaya a producir “cambios”, tanto a nivel de la configuración del capitalismo estadounidense como en la esfera política. Es que el neoliberalismo puro y duro inaugurado por Reagan en los 80, y luego la política económica y exterior de Bush, han desembocado en una catástrofe que exige modificaciones. Sin embargo, de por sí, esos cambios no implican que la clase trabajadora vaya a ser beneficiada.

La situación política y de la lucha de clases

Pero es la situación política y de la lucha de clases la que marca las diferencias más importantes en relación a la década de 1930. Hoy en EEUU la clase obrera aún no está combatiendo como en la época de Roosevelt. Tampoco existen todavía grandes movimientos populares como los de los años 60 y 70.

Sin embargo, eso no significa que no se vengan desarrollando cambios. La situación no es la del 2001, cuando Bush cabalgaba aparentemente invencible, montado en la “guerra contra el terrorismo”, con el 90% de apoyo popular. O cuando Bush ganaba elecciones movilizando a los cavernícolas de la derecha cristiana contra los gays, el aborto y la teoría de la evolución de Darwin.

Los sucesivos desastres del gobierno neoconservador (desde las guerras en Medio Oriente hasta el Apocalipsis financiero) han ido acompañados de cambios ideológicos y también de la incorporación de una nueva generación a la política (aunque por la tramposa y distorsionada vía electoral).

Esto se ha traducido en el insólito crecimiento de la participación electoral y sobre todo en el apoyo juvenil a Obama –según The Economist (30/10/08), casi 2 a 1 en relación a McCain entre la gente de 18 a 29 años–. Obama logró organizar y movilizar a esos sectores, decisivos para su victoria. Ellos fueron el principal sector popular movilizado en la campaña y no los pitecantropus de la derecha religiosa, que hicieron el ridículo con la candidatura de Sara Palin.

Han quedado también desmentidas las predicciones de muchos analistas, en primer lugar de Noam Chomsky, que afirmaban hasta último momento que el triunfo de un negro era imposible “porque el racismo está muy arraigado en EEUU”. Pero la crisis económica finalmente pesó más en la balanza. Como dijo el director de un instituto de encuestas: “Hoy el color más importante es el verde”... o sea los dólares.

Ha habido un giro ideológico combinado con reclamos y expectativas de las masas cada vez más castigadas por la crisis, que, en primera instancia, por la debilidad de la izquierda estadounidense y de las luchas obreras y populares, se ha canalizado por los tramposos canales electorales.

Pero estos problemas de las masas y sus expectativas, Obama no los va a solucionar. Aunque sus planes no estén del todo claros, el centro de sus preocupaciones no es ése.

Por eso, en su discurso del martes por la noche, Obama dijo: “El camino por delante será largo. La subida será empinada. Puede que no lleguemos en un año ni en un mandato...”

Es una advertencia poco tranquilizadora para los millones de estadounidenses que están perdiendo su trabajo, su vivienda o los dos juntos. ¿Deberán esperar otros cuatro años y votar de nuevo a Obama para volver a tener casa y empleo?

Esto sí puede abrir una situación completamente nueva en EEUU, un gran cambio de verdad: las masas que votaron a Obama esperando soluciones, podrían pasar a exigírselas en otro terreno y por otros medios: los de las movilizaciones y luchas.