Socialismo o Barbarie, periódico Nº 139, 06/11/08
 

 

 

 

 

 

Las elecciones yanquis y la debacle económica mundial

¿A qué viene Barack Obama?

“Si hay alguien ahí que todavía dude que Estados Unidos es un lugar donde todo es posible; que todavía se pregunte si el sueño de nuestros fundadores está vi.vo en nuestros tiempos; que todavía cuestione el poder de nuestra democracia, esta noche tiene una respuesta” (Discurso de Barack Obama luego de su triunfo electoral)

Barack Obama ganó las elecciones en EEUU. ¿Qué significado tiene este hecho? Lo primero que hay que decir es que se está frente a una paradoja política: tanto explotadores como explotados están festejando. Los más importantes sectores de la clase dominante yanqui, porque lograron imponer un recambio en la desgastada y desprestigiada conducción del país. Pero al mismo tiempo, esto coincide con el estado de ánimo de millones y millones de votantes (sobre todo jóvenes, mujeres trabajadoras y afroamericanos) y que hartos de 8 años de fallida administración conservadora de George W. Bush, ven en el primer presidente negro de la historia de EEUU, la encarnación del retorno de las esperanzas y las posibilidades del “sueño americano”[1].

Hacia un choque frontal entre las esperanzas y la penuria económica

A lo anterior se le debe agregar otro elemento: la generalidad de los presidentes de los demás países imperialistas, del resto del mundo y entre el “progresismo” latinoamericano de los Chávez, los Correa, los Kirchner[2], etc., también está festejando el triunfo de Obama. Confían en la perspectiva de que este represente un baño de “confianza” para enfrentar el cataclismo económico internacional, el más dramático desde los años ’30 del siglo pasado. Aspiran a que se pare la crisis y se logre relegitimar algún tipo de capitalismo a escala mundial.

Pero es ahí, precisamente, donde está la gran paradoja: ¿cómo hacer para responder a expectativas e intereses tan contradictorios? EEUU y la economía mundial como un todo, se encuentran sumidos en la más grave crisis en décadas. Como si esto fuera poco, su hegemonía mundial está seriamente mellada, empantanamiento en Irak y Afganistán mediante. Además, Obama no es un “mago”; sólo se trata de una ascendente figura del “establishment” de la clase dominante yanqui que buscará administrar (seguramente con una “simpatía” y “carisma” particular) una durísima medicina mas parecida al aceite de ricino que a un extracto de frutas naturales...

“¿Cuál es él desafío central que tiene Obama frente a sí? ¿Cuál es la síntesis del problema que enfrenta su presidencia? Tal vez podría resumirse así: los sueños y las esperanzas de los norteamericanos, luego del huracán económico de estos meses, están en fuerte aceleración, mientras que las posibilidades de cumplirlas están en brusca desaceleración. Esta es la tensión tremenda que vivirá el próximo presidente de EEUU. Un presidente que ocupará el cargo en un dramático contexto histórico que tiene la capacidad de deglutir a cualquiera. Porque a la demanda de esperanza en el corto plazo, solo podrá oponérsele una oferta de penuria”[3].

Es decir, Obama viene a intentar legitimar una determinada receta para hacer frente al cataclismo económico y al agudo deterioro de la autoridad de los yanquis en todo el orbe. Receta que, a priori, se limitará sólo a intentar imponer “regulaciones” al tipo de capitalismo neoliberal existente, pero no a acabar con él. Y mucho menos, claro está, a terminar con el capitalismo como tal.

Pero que lo pueda hacer, dependerá inevitablemente del grado de profundidad que alcance la crisis. Es que como acabamos de citar, será dificilísimo –o, más bien, imposible–  satisfacer al inmenso grado de ilusiones generadas en torno a su figura (entre los estadounidenses y mundialmente) en el contexto de la dramática penuria económica a la que está siendo arrojada no sólo los EEUU, sino el mundo como un todo.

Se está produciendo un cambio brutal en todo el mundo, al cual la conciencia posiblemente llegue tarde. Este retraso de la conciencia frente a los cambios se da cuando estos aceleran bruscamente sin dar una posibilidad de adecuación. Por ahora, la conciencia continúa yendo en dirección de la esperanza, mientras los hechos se mueven en dirección contraria. Estamos en una muy brutal desaceleración planetaria, que entre otras cosas ha sacado a los mercados financieros por el parabrisas”[4].

Es decir, en el contexto material del cataclismo económico en curso, lo más probable es que pasadas las semanas y los meses, una aguda ráfaga de desilusión que vaya abriendo paso, dando lugar a un inevitable salto en las luchas sociales en los mismísimos Estados Unidos. Es que de ninguna manera se puede descartar que observemos (como hace décadas no se ve) un ascenso de la poderosa pero aún “dormida” clase trabajadora yanqui, esto luego de los primeros meses de “luna de miel” con el nuevo presidente.

El factor simbólico del primer presidente negro

“Mi madre, antes de morir, me decía que no era posible; pero yo siempre supe que este día iba a llegar porque camino sobre los hombros del reverendo [Martín Luther] King, de Jesse Jackson. Esto es sobrecogedor”[5].

Partimos de respetar y considerar justo el sentimiento de millones de afroamericanos en Estados Unidos y en el mundo, de verse reivindicados en el hecho que pueda haber un presidente de color al frente de la primera potencia mundial. Pero ese solo hecho –digamos “simbólico”– no significa un solo paso real en la lucha por acabar con la discriminación y la explotación.

Precisamente al servicio de contener y evitar la eventualidad de un enorme salto en las luchas sociales en los EEUU, que se da la elección del primer presidente negro en la historia de los EEUU.

Porque a decir verdad, este factor ha sido explotado y promovido concientemente por la clase dominante yanqui a sabiendas de que podía ser un factor de enorme legitimación no solo a nivel del interior del país, sino internacionalmente. Es como si los EEUU dejaran de ser el país central en la explotación y opresión capitalista mundial y, por tanto, el primer imperialismo a nivel internacional sólo por la mágica razón de que un “afroamerican” llegue a la presidencia del mismo.

Todo el mundo sabe que este país carga con el pesado lastre de varios siglos de esclavitud y que, cuando la misma quedó “abolida”, el segregacionismo (es decir, la actitud racista y excluyente de la gente de color) siguió campeando a todo lo largo y ancho del siglo XX. Pero Obama se cuidó de hablar de este tema durante su campaña “políticamente correcta”. Y de ninguna manera, mágicamente, porque haya un presidente de color, se van a acabar con los odios, la explotación y el racismo ancestral que imperan en el estado yanqui desde su mismísima fundación. Y no solo a nivel del Estado, incluso lamentablemente entre amplias porciones de las masas norteamericanas. Sin embargo, esto no quita que, como símbolo, efectivamente, no dejará de ser un poderoso factor de mediación con el cual la clase trabajadora deberá ir haciendo su experiencia.

Porque en definitiva, Obama está llamado a rescatar al capitalismo estadounidense y mundial de su aguda crisis actual. Podría verse obligado a hacer, aquí y allá, determinado tipo de concesiones; esto va a depender de la presión de las luchas sociales. Pero hay que tener clara una cosa: Obama no viene para dar satisfacción a las esperanzas de progreso y emancipación de las grandes masas explotadas y oprimidas, ¡llega para salvar al capitalismo de una dramática crisis, eventualmente la más grave desde 1929!

Obama y Roosevelt

Profundicemos en lo que venimos señalando para responder al interrogante acerca de que hará de aquí en más Obama. Este es un tema de enorme relevancia, no sólo norteamericana sino mundial. En el juego de las comparaciones[6], muchos se preguntan si Obama se parecerá a Franklin Delano Roosvelt (presidente yanqui durante la Gran Depresión de los años ’30). Como es sabido, y para rescatar al capitalismo y los Estados Unidos de esa dramática crisis, Roosevelt puso en marcha amplios planes de relanzamiento de la economía desde el Estado mediante obras publicas. Esto planes, de alguna manera, acondicionaron la infraestructura del país para cuando la acumulación capitalista fue relanzada: “Necesitamos un ‘New Deal’ en un mundo nuevo. Espero sinceramente que, bajo la conducción del nuevo presidente, los Estados Unidos unirán sus fuerzas a Europa para pilotear esa nueva era”[7].

Sin embargo, son menos los que recuerdan que, en realidad, no fueron las medidas tomadas por Roosevelt las que resolvieron la crisis, sino la emergencia de la segunda gran carnicería ínterimperialista (1939-1945) la que finalmente sacó a la economía capitalista de su crisis...

Pero siguiendo con la comparación de Obama con Roosevelt, la verdad es que no parece ser el caso. Es que, a pesar de la crisis del ‘30, EEUU seguía su curso ascendente como principal potencia económica mundial, posición que fue ratificada en la Segunda Guerra Mundial. Hoy EEUU se halla en una posición estructuralmente mucho más débil[8]: “El gigante del Norte tiene dos grandes déficit: fiscal y de balanza comercial. El segundo llega a 840.000 millones de dólares. El déficit fiscal de 2008 alcanza los 454 mil millones, él más alto en doscientos años de historia de EEUU sin contar con los 700.000 destinados al rescate de los bancos. El monto total de la deuda externa pasó de 800.000 millones de dólares en 2003 a 12.250 billones en 2007, acercándose al monto del PBI, lo que resulta la más grande explosión de endeudamiento de la historia mundial. La FED [banco central yanqui], mientras tanto, crea anualmente de uno a dos billones de dólares de liquidez [lisa y llanamente impresión de papel moneda] que no alcanzan para satisfacer las necesidades de su economía”[9]. En estas condiciones, el proclamado “neokeynesianismo” de la nueva administración, lo más probable es que se parezca a un intento de “neoliberalismo regulado”.

Es decir, lo que sí es seguro es que intentará diferenciarse en las formas del gobierno de Bush. Y que introducirá, eventualmente, ciertas reformas en el funcionamiento económico actual. Pero a priori, su programa sólo parece orientarse hacia la instrumentación de mecanismos de regulación estatal (por ejemplo, en los mercados financieros) tratando de mantener las duras condiciones de explotación de la clase obrera impuestas mundialmente en los últimos treinta años. Todo esto en la perspectiva de abrir la mano lo menos posible en lo que hace a la actual configuración del capitalismo mundial, ordenamiento que ha venido beneficiando a los EEUU. Sólo basta ver como Obama se esta rodeando del staff de funcionarios neoliberales de la anterior administración de Bill Clinton!

Claro que el curso que finalmente asuma el gobierno no podrá depender de la sola voluntad de la nueva administración. Por el contrario, y como venimos señalando, dependerá del grado de profundidad de la crisis y de los nuevos y dramáticos eventos que crucen la misma; de las relaciones de los EEUU con el resto de los países imperialistas; y, sobre todo, de la evolución de la lucha de clases en los propios Estados Unidos.

En definitiva, más temprano que tarde Obama deberá jugar sus “fichas” y ver como impactan. Por ahora los “mercados” lo recibieron en baja. Pero sobre todo deberá evaluar el grado de respuesta de las masas cuando sus esperanzas y expectativas se vean, inevitablemente, defraudadas.

El capitalismo no ha muerto pero se puede acabar con él

La crisis económica mundial no acabará con el capitalismo. Puede terminar con una forma del mismo, pero no con el sistema como tal. Precisamente, Barack Obama, viene para rescatar al sistema de su crisis; y, junto con ello, a restaurar el lugar hegemónico de los EEUU en el mundo. Más allá de sus palabras y color, su medicina será muy amarga: no podrá satisfacer las expectativas y esperanzas populares que se han visto en estos días en las mismísimas calles de Chicago, Nueva York, San Francisco o Los Ángeles. Menos que menos, dar respuesta a las necesidades que se expresan entre los sectores obreros y populares del resto del mundo.

Mientras tanto, en EEUU, Europa, Japón, Latinoamérica y la Argentina la crisis ya le está adelantando los “deberes” a los “estadistas” del mundo: una ola de despidos esta barriendo el globo, particularmente en el sector financiero, automotriz y en la construcción. Las bolsas siguen cayendo y se anuncia el posible cierre de gigantes inmensos como la General Motors. Porque sacar competidores de la cancha y destruir puestos de trabajo rebajando los salarios de los que permanecen en ellos, siempre han sido uno de los mecanismos por excelencia del sistema capitalista para salir de sus crisis haciendo que los trabajadores paguemos la cuenta de la misma. ¡Esto es así aquí y en la China!

En definitiva: Obama no es lo que parece; viene a rescatar a sus hermanos de clase, los capitalistas. Por el contrario, la clase obrera mundial, sea del color que sea, debe “rescatarse a sí misma” saliendo a durísimas luchas para enfrentar la ola de despidos que se abre paso mundialmente. Esto levantando un programa de reivindicaciones que ataque la ganancia y la propiedad de los capitalistas. Este es el camino para que el sistema no acabe con nosotros, sino para que nosotros empecemos a acabar con él.


[1] Por “sueño americano” se entiende aquella idea legitimadora del capitalismo yanqui por la cual, supuestamente, independientemente del origen de clase y racial de cada uno, todo ciudadano tendría abierta la puerta para ascender en la escala social.

[2] Cristina K califico el triunfo de Obama como una “epopeya” , poniendo énfasis en el simbolismo racial del comicio...

[3] Enrique Valiente Noailles, La Nación, 6-11-08. Se trata de un autor conservador, pero sus observaciones son agudas.

[4] Enrique Valiente Noailles, idem.

[5] Obama, La Nación, 6-11-08.

[6] Como para darle legitimidad para enfrentar la crisis, a Obama se lo busca comparar con Abraham Lincoln, J. F. Kennedy, Martín Luther King, y otras figuras históricas estadounidenses además de F. D. Roosvelt.

[7] José Manuel Durao Barroso, presidente de la Comisión Europea, La Nación, 6-11-08.

[8] El Wall Street Journal en su edición de hoy (6 de noviembre) señala precisamente que la brutal alza en curso en el déficit del estado limitará las opciones de las que pueda disponer Obama.

[9] Mario Rapoport, Pagina 12, 6-11-08.