Bolivia: el MAS, la COB, el campesinado y la clase obrera
Entre la contención y la
radicalización
Por José Luis Rojo y Martín
Camacho
Desde La Paz, Bolivia
Uno de los
aspectos suicidas del gobierno de Morales es su política de
“contención” del movimiento de masas. Porque puede
ocurrir que éste finalmente termine sacando la conclusión
de que “siempre caen de nuestro lado y no del de ellos”
y al ver que el gobierno siempre ofrece “la otra
mejilla”… termine desmoralizándose.
El tercer aspecto suicida del gobierno de Morales es su política
de “contención”
del movimiento de masas. Porque puede ocurrir que éste
finalmente termine sacando la conclusión de que “siempre
caen de nuestro lado y no del de ellos” y al ver que el
gobierno siempre ofrece “la otra mejilla”… termine desmoralizándose.
No es casual que producto del repudio nacional a la masacre
pandina se viera obligado el gobierno a avanzar en el
encarcelamiento de Leopoldo Fernández. Pero la política
sistemática del gobierno no ha sido ésta: ha sido siempre dejar
pasar impunemente hechos y vejámenes brutales al tiempo
que contener lo más posible la movilización originaria, campesina, popular
y obrera.
Para colmo de colmos, al gobierno no le tembló la mano
cuando se trató de reprimir a los mineros en lucha por la
Ley de Pensiones, cobrándose
dos vidas en Caihuasi, Oruro.
Las masas populares meten presión por la
izquierda
Sin embargo, en las semanas de la sedición golpista y,
sobre todo, a partir de la masacre de Pando, se empezaron a esbozar cuestionamientos por la izquierda al gobierno.
Que se entienda bien: es claramente visible cómo en la
mayoría campesina, originaria y popular (pero no
tanto entre los trabajadores asalariados) hay confianza
y apoyo al gobierno de Morales.
Además, claro está, funciona el mecanismo de la
polarización: el país está dividido entre el propio
gobierno y la fascista y racista oligarquía del Oriente,
con lo cual, es muy difícil en estas circunstancias, y
contra la corriente, afirmarse (como, por otra parte, es
absolutamente imprescindible) con
un curso independiente del gobierno reformista.
Pero a pesar de los señalado, en los días pico de la
crisis, con sólo prender la radio, se puede tener un
ejemplo contundente de lo a
la izquierda del gobierno que se mostró todo
un sector amplísimo de las masas.
Y no sólo en sus expresiones y exigencias verbales.
También –como ya hemos señalado– en lo que hace a unos
primeros pasos en el sentido de la autodefensa en
determinados movimientos sociales; de armamento en algunos
casos (sobre todo, de campesinos en el Oriente); de las
intenciones que se esbozaron (y siguen hasta ahora) de
movilizarse hacia Santa Cruz para aplastar a los sediciosos. Esto podría volver a repetirse en
oportunidad de un nuevo fracaso y/o escalada de los
enfrentamientos.
A esto hay que apostar, buscando la creación de
organismos
independientes de lucha y la independencia de las
organizaciones de masas respecto del gobierno masista, al
tiempo que la organización de su autodefensa y armamento.
La COB no acierta el rumbo
Esto, en primer lugar, sería necesario al interior de la
misma COB; aunque, lamentablemente, su Ejecutiva acaba de
dar un paso en sentido exactamente contrario
firmando una “alianza” con el gobierno de Morales
que sólo puede servir para quitarle independencia.
Precisamente, respecto del rol de la clase obrera en todo
el proceso en curso desde el 2003, no deja de ser compleja la situación. La clase obrera minera fue el vértice de
los explotados y oprimidos del país a lo largo de medio
siglo.
Pero, lamentablemente, con la crisis del estaño y la ley
privatista 21.060 (que cerró los principales centros
mineros), se le propinó una derrota física y política de
la cual –hasta ahora– sólo muy parcialmente se ha
podido recuperar; en este sentido, es de importancia estratégica el centro principal de acumulación de la clase obrera
minera que representa
hoy Huanuni.
Pero también es verdad, y así lo hemos defendido desde
nuestra corriente, que radicaciones populares inmensas como
El Alto (o lo propio podría ser Plan 3000 en Santa Cruz)
son ámbitos de acumulación y emergencia de una nueva clase obrera, de nuevos
sectores de trabajadores asalariados y/o precarizados que
podrían jugar un papel de cierto “relevo” de los
mineros. En este sentido, es sabido el peso creciente de
sindicatos como los Fabriles (lamentablemente en manos del
MAS) de El Alto.
Sin embargo aquí hay otro problema a superar, que no es
“estructural” o “material” sino mas bien político
e ideológico: las nuevas generaciones de trabajadores
parecen venir con prácticamente nula
experiencia anterior. Y, además, ante el retroceso de
la clase obrera minera, lo que apareció como identidad de
interpelación de las mayorías explotadas y oprimidas es una
justa, pero unilateral, identidad “originaria”.
En estas condiciones, la clase trabajadora no está
pudiendo todavía cumplir un rol central en el proceso,
excepción hecha por contingentes como los propios mineros
de Huanuni o los sindicatos docentes urbanos de La Paz
(también de gran peso y tradición de lucha).
A lo que venimos señalando se le agrega el evidente debilitamiento
de la COB como tal. Un debilitamiento que las sucesivas
direcciones, entre la adaptación al gobierno masista y desvíos
“ultra izquierdistas” y con frases altisonantes que no
logran tender un puente hacia las poblaciones originaria y
campesina, no atinan
a resolver.
Desde ya que el desafío no es nada fácil. En contra de
esto también pesa el hecho del estrecho
“reivindicacionismo” de la tradición lechinista
(aunque se rodeara siempre de frases “ultra
revolucionarias”) que aun sigue pesando entre los cuadros
dirigentes de la COB.
Parte de esto es la ceguera
extrema a la hora de dar un paso hacia la independencia
política de los trabajadores poniendo en pie un IPT. Por lo
menos, se podría aprender de los cocaleros del Chapare, que
montaron un instrumento político, el que derivó en el
actual MAS…
El desprecio del MAS hacia la clase obrera
A todo lo anterior se le suma la política de desprecio
hacia la clase obrera de parte del gobierno masista. Esto
tiene dos componentes: un taparrabos ideológico que tiende,
lisa y llanamente, a “borrar” la existencia misma de la
clase obrera como tal, detrás de un discurso más o menos
“indigenista”, encarnado esto en las elaboraciones de
intelectuales de importancia del país como es el propio
vice, Álvaro García Linera.
Pero, además, de ninguna manera se puede perder de vista
que Morales y Linera defienden un “modelo” de capitalismo de Estado “andino-amazónico” para el país.
Es decir, su estrategia se queda en los límites del sistema
desafiando sólo determinados aspectos del
“neoliberalismo” de los ’90; desafío –como está
dicho– en muchos terrenos más verbal que real; pero
nunca, nunca cuestionando a la propiedad
privada como tal!
Y más allá del hecho que –como sector social– nunca
se debe olvidar de que el campesinado es defensor
de la propiedad privada…, está el hecho que el no
cuestionamiento al capitalismo significa que en la cabeza de
Morales y Linera finalmente “alguien tiene que trabajar y
generar las rentas” que pretendidamente se buscan
“redistribuir”.
De ahí que la política hacia la clase obrera no haya
dejado de ser extremadamente conservadora,
por decir poco. El propio gobierno parece no tener vergüenza
en reconocer esto como “la agenda pendiente del gobierno
del MAS”. Como señalara meses atrás la agencia noticiosa
Bolpress: “La protesta fabril en Cochabamba adquiere gran
trascendencia política en este momento de transición. El
obrero y el asalariado de clase media se han distanciado del
gobierno de Morales porque sus condiciones de vida no han
mejorado, a diferencia de otros sectores sociales campesinos
e indígenas que han sido beneficiados con bonos y programas
de asistencia estatal. En una reciente reunión nacional,
los maestros rurales, una de las bases sociales más
importantes del MAS explosionaron al constatar que Morales
no ha cumplido ninguna de sus promesas y niega categóricamente
cualquier posibilidad de reajustar los sueldos en función a
la inflación [cualquier similitud con otros países de la
región es pura “coincidencia”, J.L.R. y M.C.]. En la
transición política en Bolivia, es un problema sin
resolver, ‘una deuda pendiente del gobierno’, como
reconoce el vicepresidente García Linera en referencia al núcleo
asalariado con salario fijo”.
Hay que poner en pie una Asamblea Popular
El gobierno de Morales y Linera es un gobierno reformista
de frente popular donde las organizaciones de masas
gestionan el Estado burgués. Pero, además, con la
particularidad de que no es una dirección reformista de la
clase obrera la que está al frente del Estado, sino una
campesina originaria y representante de sectores medios
intelectualizados.
En estas condiciones, la clase obrera, debe –sí o sí–
construir su propio camino para poder aspirar a cumplir un
rol independiente
en la crisis nacional que desborde y supere los límites
reformistas (y cada vez más suicidas) de la experiencia del
MAS.
En este camino, y cómo ámbito para afirmar su hegemonía
dentro de una alianza obrera, originaria, campesina y
popular deberá dar pasos en la puesta en pie de una
“institucionalidad” alternativa a la del Estado burgués:
una Asamblea Popular
Nacional, Obrera, Originaria y Campesina como la que se
empezó a esbozar en El Alto en las jornadas de mayo-junio
del 2005.
Econoticias de Bolivia denunciaba, semanas atrás,
declaraciones de García Linera ante uno de los tantos
hechos de ataque racial: “cómo ya es de rigor en
estos casos, el gobierno indígena se limitó a lamentar
los sucesos: ‘nos avergüenza como país, a la región
y a los bolivianos. Ante eso, junto con la sanción moral que está expresando la propia ciudadanía, se debe
hacer una investigación”… Las palabras sobran.
Juan Lechín Oquendo fue el dirigente histórico de los
mineros y la COB a lo largo de la segunda mitad del
siglo XX. Una figura burocrática
que tuvo un tremendo y muy negativo peso entre las
filas de la clase obrera del país y que no podía no
dejar su impronta, incluso, hasta el día de hoy.
En este sentido ver la nota ya citada “Referéndum
constitucional, propiedad privada y reparto de la
tierra”.
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