Entre la secesión, la revolución y el pactismo suicida
Bolivia al borde la partición
nacional
Por José Luis Rojo y
Martín Camacho
Desde La Paz, jueves
18/09/08
“Los fascistas no
pasarán, porque el pueblo los va a aplastar”.
Los tiempos se han acelerado nuevamente en Bolivia. Luego
de dos años de relativa “mediatización” de la lucha
entre las clases (2006-2007) en los últimos meses las
convulsiones sociales y políticas que cruzan el país han
vuelto a ponerse al rojo
vivo.
La señal de largada de los acontecimientos más dramáticos
desde el octubre del 2003 y mayo-junio del 2005 (aunque,
ahora, de signo
contrario) fue el indiscutible triunfo
electoral de Morales y Linera en el referéndum
revocatorio del 10 de agosto pasado.
El tiro por la culata
Es que, en el mismo, las cosas no ocurrieron como los cívicos y la oposición parlamentaria habían
soñado. Viendo a
la defensiva al gobierno del MAS y luego de 5 elecciones al
hilo donde salieron victoriosos (referéndum autonómicos de
Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija; y elección de nueva
prefecta en Chuquisaca), sobre todo la bancada parlamentaria
del opositor Podemos, imaginó
que estaba más o menos al alcance de la mano la revocatoria
del mandato de Morales y la convocatoria a nuevas elecciones
generales…
Pero el tiro les salió por la culata. Encima, terminó dividiendo las aguas entre las
mismas filas de la oposición reaccionaria, entre los “políticos”
con asiento en el Congreso Nacional (mayormente de Podemos,
partido del ex presidente de línea banzerista Tuto Quiroga)
y los dirigentes cívicos al frente de las prefecturas, que no
estaban tan convencidos de la “jugada” del revocatorio.
Independientemente de lo anterior, la cosa es que si bien
era un secreto a voces que el gobierno iba a ganar el referéndum
(un craso error de cálculo de Podemos al convocar
finalmente al referéndum luego del triunfo autonómico en
Santa Cruz del 4 de mayo), ninguno de los bandos de la
oposición se esperaba semejante
ratificación de Morales.
Con un 67% en el orden nacional, una elección nada
despreciable en los departamentos de la Media Luna y la
revocación de los prefectos opositores en los departamentos
de La Paz y Cochabamba, el gobierno se alzó con un
incuestionable triunfo
político mostrando que amplísimos sectores de las
masas campesinas, originarias y populares-urbanas lo
siguen considerando su gobierno: “la mezcla de
identificación étnica y políticas sociales compone el
‘cariño por Evo’” señala, no sin falta de verdad, el
analista masista Pablo Stefanoni.
Al mismo tiempo, si bien los prefectos de Santa Cruz, Beni,
Pando y Tarija (en Chuquisaca no hubo referéndum porque la
prefecta, opositora, acababa de ser electa) también fueron ratificados, pero quedaron claramente expuestos como una
minoría en el orden nacional.
Luego de unos días de dubitaciones, el gobierno termina
convocando a un nuevo referéndum, ahora para ratificar el
proyecto de Constitución. Esta fue la gota que rebalsó el
vaso empujando a los cívicos a la acción directa,
sabedores que en el terreno electoral nacional son, hoy por
hoy, una clara minoría.
Un ensayo general de
secesión
Casi inmediatamente después del anuncio de convocatoria de
referéndum constitucional, la CONALDE (una suerte de estado
mayor de la reaccionaria oligarquía del Oriente), a la
cabeza de su sector más duro, expresado por los prefectos,
convocó a “un plan de lucha” regional.
Su exigencia explícita: el reclamo por la devolución de
un determinado porcentaje del IDH (se trata del impuesto a
los hidrocarburos); sin embargo, el verdadero trasfondo no
es otro que la cerrada negativa a someterse a un referéndum
constitucional que, consideran sin faltarles la verdad,
no pueden ganar.
“El tema de fondo es el proyecto de Constitución del
MAS. No puede ponerse en consideración el panfleto, o el
producto de algo ilegal”, reconocía el presidente de la
Asamblea Preautonómica de Santa Cruz, Carlos Klinsky.
El susodicho “plan de lucha” significó, en los hechos,
un auténtico ensayo
general secesionista y golpista que se caracterizó (a
lo largo de veinte días ininterrumpidos) por bloqueos de
rutas nacionales, ocupación de edificios públicos
pertenecientes al Estado nacional, ataques racistas a la
población originaria y campesina; e, incluso, por la abierta
denegación a que el Presidente de la Nación pudiera
siquiera pisar el territorio de los cinco departamentos
involucrados en el proceso secesionista (en puridad, esta
gravísima realidad, ya viene desde antes).
Pero el punto más alto de la escalada lo constituyó la masacre
fascista llevada a cabo en El Porvenir, departamento de
Pando, el pasado 11 de septiembre, donde hay 16 campesinos y
estudiantes normalistas muertos reportados hasta el momento,
50 o más “desaparecidos”
y decenas y decenas de heridos.
Se trató de una verdadera cacería humana. Cacería organizada (no hay ninguna duda de ello)
desde el mismísimo Estado prefectural y municipal a la
cabeza de uno de los cuatro principales dirigentes cívicos,
el prefecto pandino Leopoldo Fernández (hoy preso).
“El prefecto Leopoldo Fernández es el autor intelectual
de la masacre campesina. Los responsables materiales son ex
dirigentes campesinos, empleados de la Prefectura,
activistas cívicos de Cobija [ciudad capital de Pando],
ganaderos y políticos de la alianza derechista Podemos.
‘Veníamos como siempre, acompañados de mujeres y niños,
pero desgraciadamente nos encontramos con una emboscada en
la población El Porvenir’, recuerda Rodrigo Medina,
dirigentes campesino. La
Prefectura utilizó todos sus vehículos en el operativo,
incluyendo tractores; en cada volqueta había más de
treinta personas armadas con fusiles, rifles, metralletas y
revólveres”.
Esta monstruosa masacre (que incluyó el rematar a sangre
fría a muchos heridos) fue el punto
más alto del levantamiento secesionista de la burguesía
cívica. Lo que la paró fue la ola de profundo odio,
estupor y repudio popular todo a lo largo y ancho del país
entre todas las capas de los explotados y oprimidos, justa
ira popular que dejó a Bolivia al borde de la guerra civil.
Porque fue precisamente en la circunstancia en que el
movimiento de masas amenazaba
con desbordar al gobierno masista con un proceso de
crecientes pronunciamientos, llamados a la movilización,
iniciativas para marchar hacia Santa Cruz, evidencia de armamento
entre sectores populares y exigencias de linchamiento
del carnicero prefecto pandino,
que las “instituciones” de la región se comenzaron a
mover desesperadamente para parar
la escalada en curso.
Así, los gobiernos “progresistas” de la región,
encabezados por Lula (en su creciente rol de nuevo bombero
regional), se apresuraron a rodear al gobierno pero con la
condición política de que éste llamara y concretara
urgentemente el “diálogo
nacional”. Diálogo convocado para apaciguar unas
aguas cortando en seco lo que pudiera haber ocurrido si la
crisis seguía unos días más: el
estallido de una verdadera revolución en respuesta a la
provocación sediciosa!
Porque la absoluta verdad es que se quedó muy cerca de
eso: al borde de una
guerra civil; proceso ahora mediatizado por el enésimo
intento de diálogo. Pero esto en una circunstancia
donde da toda la impresión que las cosas han ido demasiado
lejos. Por lo tanto, lo más factible es que a pesar de
todo el “show” del establecimiento de la mesa de diálogo
nacional, seguramente presenciaremos nuevos capítulos del
enfrentamiento en curso luego de esta nueva “tregua”.
¿Tras los pasos de
Salvador Allende?
Después de la masacre de El Porvenir, y ante una ola de
indignación nacional –cada vez más activa– que se
comenzaba a expresar, los cívicos quedaron
a la defensiva y perdían aire. El odio y estupor
nacional podría haber detonado una movilización
nacional de masas que barriera, armas
en mano, a los sediciosos.
Pero en vez de hacer esto, el gobierno de Morales y Linera
se limitó a buscar el respaldo de los gobiernos regionales,
decretar un inicialmente muy tímido estado de sitio en la
misma Pando, y detener (forzado por las circunstancias) a
Leopoldo Fernández, todo coronado con el llamado al “diálogo
nacional” con los mismos que hasta un instante antes
estaban embarcados –con armas y bagajes– en un
movimiento secesionista.
Porque vergonzosamente, lo que no hizo Evo Morales en ningún
momento todo a lo largo de veinte días de crisis, fue
apelar a la que podría haber sido la herramienta más
decisiva para quebrarle el espinazo a los golpistas: la
movilización de las masas. Un movimiento de masas que
estaba dispuesto a salir (de hecho, lo comenzaba a hacer)
ante el primer llamado de conjunto que se hubiera hecho a
tal efecto (había que ver a los dirigentes masistas de La
Paz llamando a los movimientos sociales a “no
movilizarse”…).
Pero no: Morales y Linera volvieron a elegir –en estas
extremas circunstancias– el llamado al enésimo
“diálogo nacional” con unos prefectos que tienen
todos (no solo él de Pando) las manos
manchadas de sangre y racismo!
Para colmo de colmos, este llamado se ha hecho con un acta
firmada donde lo que predominan son también los enésimos reclamos-concesiones a los cívicos en la perspectiva de
“un gran Acuerdo Nacional” con estos fascistas.
Esto, bajo la “mediación” de “confiables” e
“imparciales” instituciones como la Iglesia Católica,
la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), la Organización
de Estados Americanos (OEA) y la Unión Europea, comenzando
el pasado jueves 18/09 sus sesiones en Cochabamba.
Así, el propio texto del acta acuerdo (material que es de
público conocimiento) tiene compromisos del gobierno
nacional como “reconocer el derecho de los departamentos
al IDH”; “el respeto a la actual distribución de regalías
a los departamentos productores”; “reestablecer
plenamente la convivencia pacífica”; y la frutillita del
postre: “suspender la consideración (en el Congreso
Nacional) de la convocatoria a referéndum constitucional
hasta que concluya el diálogo”.
Una verdadera vergüenza: no hay otra manera de calificar
esta acta. Porque se le terminan haciendo concesiones increíbles
a los que cargan sobre sus espaldas con la muerte y
desaparición de casi 100 campesinos, cuando
se les podría haber partido el espinazo.
Más grave aun: se trata de un tipo de política suicida
que de seguir así sólo podrá servir para desmoralizar
al movimiento de masas; porque si los fascistas no escarmientan más temprano que tarde van a volver a levantar cabeza.
Y este no es un juicio “sectario” de gente “ajena al
proceso de cambio” como suelen decir tantos ex
izquierdistas renegados a la búsqueda de cuanto rinconcito
esté “iluminado por el sol”.
Se trata de la mismísima experiencia histórica mundial y
regional que ha estado tan atravesada por circunstancias
semejantes. Sin ir más lejos, se trata del caso de Salvador
Allende, de cuyo derrocamiento se cumplieron 35 años
precisamente el pasado lunes 11, donde en Santiago de Chile,
los presidentes del UNASUR hacían de solícitos bomberos de la situación boliviana y regional…
Porque Allende fue asesinado luego de que predicara a los
cuatro vientos su “confianza” en el respeto por la
“institucionalidad de las “Fuerzas Armadas”, al tiempo
que se esforzaba por desarmar el atisbo de acción independiente y autodefensa de las
masas obreras y campesinas que comenzaba a esbozarse.
La lección repetida una y mil veces: el que desmoviliza y
desarma al movimiento de masas en defensa de las vías
“institucionales” frente al levantar de la cabeza de una
reacción que no cree verdaderamente en ninguna
“institucionalidad” y sí solo en la fuerza de los
hechos y las armas, prepara
derrotas históricas.
El rol de las Fuerzas
Armadas
Como veníamos señalando, uno de los “enigmas” de la
actual situación política en Bolivia es cual será la
evolución de las Fuerzas Armadas. Unas Fuerzas Armadas que
están atravesadas por la contradicción de que aun están
integradas por conscriptos mayoritariamente de origen
originario, pero que no por esto dejan de tener una tradición
histórica brutalmente antiobrera
y antipopular.
Porque con la limitada “excepción” de las experiencias
de rasgos nacionalistas de un Busch, Toro, Ovando y Torres,
la memoria popular boliviana –muy justamente– asocia a
los gendarmes con la represión al servicio de los
explotadores. Esto está expresado en una tradición de
brutales masacres
contra obreros mineros y campesinos, masacres que jalonaron
la historia del país prácticamente todo a lo largo del
siglo pasado y que también muchas veces se apoyaron en una
gran capacidad política para enfrentar a campesinos con obreros mineros (caso del dictador
Barrientos en la década del ‘60).
Y este siglo XXI debutó con el antecedente de los muertos
en las jornadas de febrero y octubre del 2003, junio del
2005, por no hablar de la vida de dos mineros que se acaban
de cobrar (esto, por órdenes del propio gobierno
nacional…) sólo
meses atrás.
Esto no quita que haya contradicciones reales que son las que explican el –hasta ahora– cierto
alineamiento “con el gobierno constitucional” que las
mismas están mostrando. Es que no está claro cuál podría
ser el “negocio” para las Fuerzas Armadas (institución
nacional y centralizada por excelencia) con la partición
del país. Además, pesa todavía (como en todo el resto de
la región; por lo menos hasta ahora) la salida ignominiosa
de la experiencia de las dictaduras militares.
Por si lo anterior no alcanzara, el hecho es que el
gobierno de Morales y Linera no está siquiera rozando las
bases del capitalismo boliviano y expresó una clara mayoría
electoral recientemente…
Sin embargo, aquí hay otro típico rasgo suicida
de la política del gobierno masista: confiarse
en el apego a la “institucionalidad” de las Fuerzas
Armadas.
En este sentido, en una entrevista realizada a Evo Morales
meses atrás y ante la pregunta sobre el rol de las Fuerzas
Armadas en el proceso político del país respondía lo
siguiente: “[Las Fuerzas Armadas] hasta ahora están muy
identificadas. Yo me he impresionado pese a que todos los
altos mandos son mis mayores (…). Yo, Evo, como ex
soldado, respeto y me hago respetar. Los
militares respetan entonces la institucionalidad”.
Sin embargo, y como por elevación para mostrar su
“independencia”, una señal de alerta
la dio días atrás el comandante en jefe Raúl Trigo
cuando hizo su advertencia “contra la injerencia de Chávez
en los asuntos internos del país”.
Pero además, hay un problema de fondo: las Fuerzas Armadas
son la institución
por antonomasia del Estado burgués y en cualquier giro
de los acontecimientos podrían llegar a la conclusión de
que los cívicos pueden ser más garantes del sistema que el gobierno de Morales y darse
vuelta entonces.
En este sentido, ya meses atrás el sociólogo Eduardo Paz
Rada de la Universidad Mayor de San Andrés alertaba sobre
el grave riesgo que podría venir de las fuerzas de
seguridad del Estado cuando señalaba que: “Las instancias
que tienen la posibilidad de evitar cualquier exceso de
separatismo son las Fuerzas Armadas y la policía. Y tengo
la impresión que, dentro de ellas, están empezando a
surgir tendencias divisionistas, que pueden llevar a una
situación mucho más caótica e inestable en Bolivia”.
En todo caso, a nadie se le puede escapar la reticencia
que expresaron a intervenir en la reciente crisis y la lentitud
con que lo hicieron cuando finalmente se decretó el estado
de sitio en Pando; a la par que se corrieron rumores de que
Evo Morales estaba “enojado” por el vergonzoso
comportamiento de los militares en oportunidad de la ocupación
de los edificios del Estado nacional en Santa Cruz.
En síntesis: en cualquier momento, en cualquier nuevo giro
de la crisis, las Fuerzas Armadas podrían darse
vuelta y, entonces, la prédica de Morales, de llamar a
confiar en ellas, se revelará en todo su carácter suicida.
Es esta misma realidad la que debe poner al orden del día
la organización de la autodefensa obrera, campesina,
estudiantil y popular para pararle la mano a los grupos de
choque fascistas estilo UJC, al tiempo que se debería hacer
un trabajo político
entre los conscriptos en el sentido de que se nieguen a
disparar contra los explotados y oprimidos.
Cerco armado a Santa
Cruz
En este marco, en estos días de “diálogo nacional”,
ocurrió un hecho realmente revolucionario:
es que desbordando (hasta cierto punto) las propias
directivas del oficialismo masista, cada día que pasaba
crecía más y más el cerco armado campesino sobre los fascistas en Santa Cruz. Cerco que
expresa (en gran medida) hasta qué punto
se ha dado vuelta la situación desde el comienzo de la
sedición golpista. Y
cómo se les podría dar a los fascistas el golpe demoledor
que el gobierno se
niega –de plano– a darles.
Porque este cerco sobre Santa Cruz expresa la presión y la
respuesta de grandes sectores de las masas campesinas
(sobre todo del Oriente) en respuesta a la masacre de Pando
y de las acciones y vejámenes constantes de los cívicos
sobre la población originaria y explotada.
En estas condiciones, la ola nacional de movilización a
Santa Cruz alcanzó su punto máximo el lunes 21: los
ampliados de los más diversos sectores explotados y
oprimidos emitían resoluciones planteando que se “sumarían
al cerco”. El periodismo voló en masa a la capital cruceña
consciente que de seguir en curso estos desarrollos un
choque social sería casi inevitable.
Por esto mismo, no fue casual que el secretario general de
la OEA, Miguel Insulza, apenas llegado a Cochabamba para
participar como veedor del diálogo nacional, haya planteado
que “no hay que someter esta instancia a ninguna presión”…
en el evidente sentido de conminar al gobierno a desarmar en inmediato el cerco.
En estas condiciones, el miércoles 23, el gobierno dio la
estricta orden de “dar marcha atrás” haciendo volver a
la mayoría de los contingentes campesinos nuevamente a sus
regiones, aunque la situación del cerco no
está resuelta del todo…
El valor de estos hechos creemos que habla por sí solo
cuando los sectores más de vanguardia se han mostrado armados con fusiles Máuser señalando que lo hacen porque “nunca
más van a permitir que les pase como a sus hermanos en El
Progreso”.
Revolución o
contrarrevolución
¿Cuál es la dinámica política en la que ha quedado
inmerso el país? Es una buena pregunta que encierra una contradicción. Porque dado lo lejos
que han llegado los acontecimientos, es poco realista pensar
que, a pesar de todo, se vaya a terminar imponiendo la
perspectiva reformista que defiende el MAS boliviano.
¿Cuál es la contradicción? Que los reclamos y el
programa de los dirigentes cívicos han llegado ya demasiado
lejos: no sólo se han deslizando en un “simple” sentido
reaccionario: su curso ya roza una dinámica abiertamente contrarrevolucionaria.
Claro, éste tiene todavía sus mediaciones. La mayoría de los gobiernos latinoamericanos para nada
están a favor –hoy por hoy– de una salida secesionista;
no hay que olvidar que muchos de ellos son de origen
“posneoliberal”.
Además, hay que ver todavía cómo evoluciona la propia situación
internacional (y las elecciones yanquis dentro de ella),
donde no hay diferencias de sustancia entre un Obama o un
McCain, pero sí podría haber matices de importancia.
Sin embargo, insistimos: opinamos que las cosas han llegado
demasiado lejos.
No todos los días se convoca a una casi abierta secesión
golpista y se da rienda suelta a operativos que apuntan
a una creciente
limpieza étnica. Cuando esto ocurre, no
hay marcha atrás que valga por más “diálogo” al que
se convoque.
Es la dinámica de los propios hechos la que coloca en la
palestra política una perspectiva de revolución
o contrarrevolución. En este sentido, un agudo analista
señalaba días atrás lo siguiente: “Bolivia está al
borde de la guerra civil. Aunque el gobierno y los líderes
de la oposición acordaron sentarse a negociar, las
rebeliones son muy difíciles de controlar una vez que se
desatan, y su propia inercia las lleva a radicalizarse. No hay salida política posible cuando se desconoce la ley, las
autoridades legítimamente elegidas y las reglas de juego de
la democracia. Cuando las disputas se dirimen a través del
uso de la fuerza, ganan
los que tienen más fierros”.
Es por esto mismo que la estrategia de Morales y Linera (un
capitalismo de Estado andino-amazónico por la vía pactada)
luce, a estas alturas, no
sólo suicida, sino completamente irreal. Porque no es
nada “realista” seguir alentando expectativas en una
salida pactada.
En este terreno, su política muestra todas sus
“credenciales”: ¿Cómo, creíblemente, se puede parar
con “dialogismo” e “institucionalidad” el curso cada
vez más abiertamente contrarrevolucionario y racista de la
burguesía del Oriente?
No hay cómo: hay que apostarlo todo a las tendencias en
curso a la revolución social o será la contrarrevolución
secesionista la que marcará las coordenadas principales de
los acontecimientos en el heroico país del Altiplano.
Estrillo
cantado en todas las movilizaciones populares en Bolivia en las últimas
semanas.
Morales fue ratificado con el 80% en La Paz, Oruro y
Potosí y con alrededor del 70% en Cochabamba. El voto
campesino fue casi unánime y ya se habla de la
‘chaparización’ del campo boliviano. El mandatario
indígena perforó también a la ‘media luna’
autonomista: conquistó Pando con el 53% y empató
virtualmente en Tarija con un 49.83%. En Beni contaba
con el 43.7% y tiene un piso no despreciable de casi el 40% en Santa Cruz, su plaza más
hostil”. Informe de Pablo Stefanoni, “Un futuro
de escaramuzas”, 15-08-08, en www.brecha.com.uy.
El documento de convocatoria decía lo siguiente:
“Masificar el bloqueo de carreteras a partir de la
fecha, en los cinco departamentos del oriente y sur del
país en adhesión a las medidas de presión relizadas
en el Chaco boliviano para la recuperación del IDH y la
defensa de las regalías que constituyen los derechos
históricos de nuestros pueblos y la base material para implementar las autonomías departamentales”.
En nota aparte (ver “Referéndum constitucional,
propiedad privada y reparto de la tierra”) explicamos
que el proyecto constitucional masista, a pesar de lo
limitado que es, despierta un profundo rechazo en las
burguesías y oligarquías del Oriente porque, de alguna
manera introduce cuestionamientos a aspectos esenciales
para estas capas sociales privilegiadas como son el
problema de la propiedad de la tierra y el manejo de las
rentas hidrocarburiferas.
El currículo del autor intelectual de la masacre de
Pando es el siguiente: mantuvo un control férreo de la
región de la masacre entre los años 1979 y 2005; fue
empleado de las dictaduras de Luís García Mesa
(1980-1981), Celso Torrelio y Guido Vildoso (1981-2);
parlamentario, prefecto y ministro de gobierno de Hugo
Banzer Suarez-Jorge Quiroga (1997-2002).
Reporte de Sergio Aghemo,
Sergio_a86@hotmail.com
El terror a las
masas de este canalla fascista se puede ver en las
declaraciones a la prensa de su propio hermano: “Su
abogado nos comentó que está delicado de salud, ¿usted
sabe algo de eso?’ [pregunta el periodista]. No, lo
que pasó es que él estaba nervioso
cuando llegó a La Paz. Temía que al quedarse en un
cuartel en El Alto, los militares sean rebasados
por los masistas con ganas de lincharlo.
Por eso se tomaron precauciones”. La Razón, 18 de
septiembre del 2008.
Ahora mismo parece seguir
habiendo movimientos campesinos que se están
movilizando con el objetivo de establecer un
“cerco” a la ciudad capital de Santa Cruz, lo
mismo que siguen en curso una miríada de movilizaciones
en el orden nacional.
Masacre minera en Catavi, en la madrugada del 20 de
diciembre de 1943; masacre minera del día de San Juan,
en Siglo XX, madrugada del 24 de julio de 1967; masacre
campesina (que rompió el pacto campesino-militar) del
dictador Hugo Banzer Suárez en Tolata y Episana, valles
de Cochabamba, enero
1974; entre algunas de las más importantes que
nos acordamos en estos momentos.
Entrevista con Evo
Morales de Néstor Kohan Argenpress, 07-03-08.
Testimonio tomado de un
informe Igor Ojeda, ALAI, 06-03-08.
Daba “lástima” ver a los conscriptos huyendo
desarmados y casi desnudos de los lugares que
supuestamente debían “defender”.
Ver al respecto “El
resquebrajamiento de la estabilidad regional”.
Santiago O’ Donnell,
diario Página 12 de la Argentina, 14-09-08.
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