Canje
de deuda: Cristina sigue rompiendo el chanchito
Los
muertos que matan los K gozan de buena salud
Por
Marcelo Yunes
Continúa
el show oficialista de borrar con el codo lo que escribieron
hace un rato. No terminaba el jefe de gabinete Massa de
desmentir negociaciones con el Club de París que se anunció
el pago total. Otro ministro “nuevo”, el de Interior,
Florencio Randazzo, había reiterado hace poco que los
bonistas que habían quedado afuera del canje “se
olvidaran” de ver un dólar. Lo mismo había dicho Néstor
Kirchner en su momento. Pero en dos sucesivos “giros de
180 grados” (como los bautizó el Financial
Times), quedó claro que la necesidad tiene cara de
hereje. Y que la orientación de este gobierno apunta
decididamente a la ortodoxia neoliberal, la misma que
denunció Cristina en la Asamblea de la ONU: más atención
a los mercados, menos presencia del Estado, más ajuste para
pagar la bola de nieve de la deuda.
El
ritmo que les tocó ahora a los “setentistas” es la música
de los 90, y lo que buscan es que seamos todos los que
bailemos por una pesadilla. Pero los jurados de esta
historia son mucho más duros que Lafauci: se trata de los
intangibles “mercados financieros”, a los cuales
Cristina ya no sabe qué mohín hacerle para ganarse sus
favores. Tal como adelantamos, el anuncio del pago al Club
de París siguió de largo con la más soberana indiferencia
de “los mercados”, que tenían angustias más urgentes.
En consecuencia, se redobla la apuesta ofreciéndole
plata a gente que, según el gobierno, ni siquiera eran
acreedores: los llamados “holdouts”, o bonistas que
no entraron en el canje de 2005. ¿Qué pasó?
Cuando
se hizo ese “mega canje” de bonos de la deuda en
default, el coro oficialista era insoportable: la quita más
grande de la historia, nos sacamos de encima el muerto de la
deuda, somos soberanos, negociamos con dignidad... En su
oportunidad denunciamos la sarta de mentiras y
exageraciones que había detrás de eso. De hecho, la
reducción de deuda fue de unos 145.000 millones de dólares
a 125.000 millones. ¿En cuánto quedaría la deuda total si
esta “reapertura del canje” es “exitosa”? En unos
157.000 millones de dólares. Vaya con el negocio...
Si
vamos al caso, los mega pagos (todo es “mega”, todo es
en escala gigantesca en este asunto) al FMI y ahora al Club
de París “reducen” la deuda casi en ese monto. Pero si
algo no dejaron de cacarear los K es que los buitres,
banqueros especuladores y estafadores de ahorristas que no
entraron en el canje no volverían a ver un centavo. El
discurso oficial era “el que no canjeó ahora, se jodió.
Que haga juicio y le cobre a Cadorna”. Kirchner lo dijo
casi en esos términos.
Pues
bien, hicieron juicio. Y no cobraron... todavía. Pero sí
lograron que la “comunidad financiera internacional”,
solidaria con sus congéneres caídos en desgracia, no diera
por terminado el capítulo canje de deuda y continuara
considerando a la Argentina como país en situación de
default. El ataque de los holdouts, que tienen bonos por
“sólo” 20.000 millones de dólares, no alcanzó para
embargar las reservas del Banco Central –aunque obliga al
gobierno a una serie de vericuetos legales–, pero sí para
cortarle el crédito al país.
Mientras
el Fisco nadaba en la abundancia y el servicio de deuda era
manejable, los K ni se mosquearon por el tema. Pero poco a
poco –como también hemos venido señalando– los
recursos del Estado fueron haciéndose insuficientes para
cubrir pagos de la deuda, que empezaban a crecer en
espiral. Al principio se solucionaba todo pidiéndole
prestado a Venezuela o a las AFJPs y bancos. Pero ha
llegado el punto en que ya no alcanza con el superávit,
los préstamos (bien caros) del amigo Chávez y exprimir al
sistema financiero local.
Pruebas
al canto: el superávit fiscal previsto en el
Presupuesto 2009 es de 36.500 millones de pesos. Las necesidades
de financiamiento suman en 2009 12.000 millones de dólares.
Sí, la misma cifra: el pago de deuda se come el
superávit fiscal entero. Pero eso no se puede hacer:
están los subsidios, las cajas negras y grises, la obra pública,
los “gastos” electorales. ¿Cómo se sale de este
laberinto?
Arriando
banderas y dando “giros de 180 grados”: hay que
volver al mercado financiero internacional “oficial” a
cualquier precio. Y si eso significa hacerle una oferta
a los holdouts casi igual a la de 2005, tragándose los
discursos y las bravatas, que así sea. Porque por la plata
baila el mono.
Los
K pelean por subirse al Titanic
Es
irónico que la presidenta se regodee en público con el
fracaso de la ideología pro mercado y que se burle de que
los yanquis redescubran las bondades de la intervención
estatal. Porque los pasos anunciados van en esa dirección
tan denostada: honrar deudas de origen y legitimidad dudosa,
ajustar a la población para engordar a los banqueros,
reducir la intervención del Estado (en este caso, vía la
reducción de subsidios) para darle más juego al
“mercado”.
La
“comunidad financiera” no sabe ni dónde está parada;
está en duda si el mega (y bien mega) salvataje de 700.000
millones de dólares va a ser aprobado en el Congreso
yanqui; si se aprueba, nadie sabe si va a alcanzar o va a
ser apagar el incendio con un dedal de agua; los propios
bancos desconfían uno de otro y no se prestan un centavo;
todas las instituciones financieras dudan hasta de su sombra
y no saben si sobrevivirán al día siguiente; en ese marco,
los Kirchner deciden que es el momento para volver a ganarse
la confianza y la respetabilidad de “los mercados”. Hay
que decirlo: han perdido el sentido del “timing”...
Pasa
que no tienen más remedio, porque llegó el fin de la
fiesta. Según una celebrada expresión, el “éxito
del modelo K” fue una combinación de “soja y suerte”.
Pues bien, la suerte se acabó y la soja bajó de 600 dólares
la tonelada en pleno “conflicto agrario” a los 420 de
hoy. Reiterémoslo: el centro del “modelo K” es el superávit
fiscal, y el núcleo de ese superávit son los ingresos por
derechos de exportación, de la soja en primer lugar. Para
colmo, el superávit comercial ya no es lo que era.
Los volúmenes de exportación crecen muy poco (granos) o
decrecen (combustibles); en tanto, las importaciones suben y
suben, impulsadas por un tipo de cambio del dólar que a
esta altura es casi barato. El saldo favorable se mantiene sólo
gracias a los precios todavía altos de los productos
exportados, pero apostar a eso en el actual terremoto
internacional es demasiado riesgoso. Mejor –razonan los
K– asegurarse el acceso al verdadero mercado financiero
internacional.
De
más está decir que todos los gusanos neoliberales y gurúes
de todas las latitudes que destilaban pus anti K se
apresuraron a felicitar al gobierno por su
“seriedad”, su “racionalidad” y su “gesto hacia
los inversores”. Las críticas de Cristina a los mercados
quedan para los discursos, que son gratis, y para la campaña
2009, que aunque parezca raro ya empezó (¿qué otro
sentido tienen reuniones como las de Cobos con Macri y
Buzzi?).
Esa
vieja música del ajuste
El
Presupuesto 2009 se da en un marco distinto a todos los
presupuestos votados desde 2003, aunque repita características
de éstos. Por ejemplo, estima un 4% de crecimiento, como
los anteriores... pero esta vez nadie se atreve a decir que
ese cálculo sea irrealmente bajo, y alguno lo ve incluso
optimista. También fue necesario hacerle un “agregado”
de 36.000 millones de pesos vía un Decreto de Necesidad y
Urgencia (esos que Cristina no pensaba firmar). Y en esta
era post “voto no positivo”, difícilmente la aprobación
del Presupuesto sea el trámite parlamentario habitual de
otros años. En contrapartida, la inflación del 8% que prevé
está tan deliberadamente fuera de foco como antes.
El
sentido general del Presupuesto ya no es, como en otros años,
administrar políticamente la holgura de las cuentas
fiscales, sino más bien lo opuesto: ajustar el cinturón
(“raspar la olla”, lo llamó gráficamente el periodista
Ismael Bermúdez) al máximo para recuperar parte de ese
margen financiero perdido, comprometiendo lo menos posible
el capital político.
Por
ejemplo, hay una voluntad de reducir los subsidios, que serán
reemplazados por generosos aumentos de tarifas a pagar
por la población. Quienes vivan en el GBA y hayan
consumido más de 140 m³ de gas en el último bimestre
entenderán perfectamente el tema cuando reciban la factura.
El gasto a bajar en este caso es el subsidio a las
generadoras de energía eléctrica (que funcionan a gas).
La
famosa “movilidad de los haberes jubilatorios” tiene
“una hipótesis implícita del 16%” y “no se contempla
un incremento de los sueldos públicos” (IEco, 21-9). Se
revise o no esto luego, la “señal” está muy clara: la
prioridad son los pagos del servicio financiero público. A
tal punto, que el Presupuesto propone una serie de reformas
de las cartas orgánicas del Banco Central y del Banco Nación.
Sin
entrar en mucho tecnicismo, el sentido es, en el primer
caso, permitir que el BCRA financie al Tesoro nacional, a
tasa bien baja, todos los pagos al exterior necesarios,
sin exponerse legalmente a que los bonistas consideren que
se trata de la misma caja y la embarguen. Esos pagos serán
no ya a organismos internacionales como el FMI o el BM (los
únicos autorizados hasta ahora), sino al Club de París, a
los bonistas holdouts y también a los bancos tenedores de
Préstamos Garantizados (un regalito de Cavallo de 2001 que
también se renegociará ahora). Y en el caso del Nación,
lo que se busca es liberar un mecanismo de préstamo al
Estado (nacional, provincial o municipal) sin necesidad
de garantías especiales, siempre y cuando el destino de
los fondos sea cancelar deuda pública.
En
una palabra: se echa mano de cuanta caja estatal,
semiestatal o paraestatal exista y se la pone al
servicio de un único objetivo: saldar pagos de deuda. Una música
que ya hemos bailado tanto en los 80 con Alfonsín como en
los 90 con Menem y De la Rúa.
Las
barbas en remojo
Como
señalamos en la edición anterior y desarrollamos en nota
aparte en ésta, el contexto ha cambiado drásticamente para
la economía argentina y para los K. Habrá, sin duda, una
retracción del crédito y de la inversión global, caída
de la demanda, menos crecimiento y recesión, bruscas
oscilaciones de precios (ya lo vemos en el petróleo),
dificultades para el gran vecino Brasil (que concentra una
porción importante de las exportaciones) e incertidumbre.
El crecimiento de la Argentina se verá afectado –habrá
que ver hasta dónde, pero convendría olvidarse de las
“tasas chinas”– y ya hay voces no necesariamente
agoreras que alertan sobre la estanflación (inflación sin
crecimiento).
En
estas condiciones externas más difíciles, es seguro que asistiremos
a un mayor deterioro de las condiciones de vida, laborales y
de ingreso de la mayoría de la población. Descartando
las risibles estadísticas del INDEK, estimaciones más
serias ponen un piso del 30-35% para la pobreza y del 10-12%
para la indigencia. La caída salarial es difícil de
ponderar hasta fin de año, pero fogonea conflictos y lo
seguirá haciendo. El gasto público social quedará
reducido a lo mínimo indispensable: toda la prioridad está
en honrar los pagos de deuda.
Irónicamente,
la oposición burguesa, que anticipaba la debacle política
y electoral del gobierno, suma a su tradicional falta de
organicidad el hecho de que este giro hacia “hacer los
deberes” los deja sin muchas banderas políticas y
electorales. Salvo que se considere tal la letanía
masturbatoria sobre la “vigencia de las
instituciones”...
Así,
esta orientación más “ortodoxa”, y quizá más
cercana a la que Cristina tenía prevista hasta antes del
conflicto con los ruralistas, unida al nuevo marco
externo, nos ponen frente a algo más que un mero golpe de
timón del oficialismo. Es una nueva fase de la economía
mundial. Es el fin del ciclo expansivo (económico
y político) del “modelo K”. Es un nuevo
escenario de aquí al fin del mandato K que combinará,
seguramente, dos elementos: de un lado, el intento de
recomponer el funcionamiento del capitalismo argentino y su
lugar en la división internacional del trabajo vía redoblar
la disciplina fiscal y la disciplina laboral; del otro,
la inevitable respuesta de los trabajadores. Para eso
hay que prepararse.
|