Socialismo o Barbarie, periódico Nº 135, 11/09/08
 

 

 

 

 

 

Carta de lectores

Jueves negro

La espesa humareda que tiñó el cielo del oeste del conurbano bonaerense la mañana del 5 de setiembre, más que sorprendernos, nos obliga a reflexionar acerca de hasta dónde el Argentinazo es actualidad o es pasado. Es que estas manifestaciones de ira popular se deben entender en el marco de otras similares acontecidas recientemente, y en las nuevas condiciones de explotación instaladas en el presente. Es que a este modelo basado en la ecuación suerte y soja más la superexplotación potenciada de los trabajadores le entra a faltar el aire, y resulta cada vez más evidente que mientras unos pocos se enriquecen, los problemas del pueblo no sólo siguen irresueltos, sino que se proyectan dramáticamente. En medio del festival de las 4x4 y los delirios del tren bala, los trabajadores viajamos como ganado al matadero, y lo menos que podemos esperar es que esto genere bronca e indignación.

En la mañana del jueves negro, mientras caían las bolsas de todo el mundo, la estación Castelar ardió: lo que empezó con un chispazo en el sistema de frenos de un tren culminó en un dantesco incendio, en una descontrolada y caótica vorágine de hechos característicos de una manifestación espontánea de ira popular.

Pero como si lo sucedido no fuera lo suficientemente grave, el gobierno de lady K a través de su ministro Fernández salió a apagar el incendio con nafta. Haciendo gala de su simplismo fascista al führer no se le ocurrió mejor idea que responsabilizar de los hechos, en una espectacular macarteada mediática, a un plan orquestado por el Partido Obrero y dirigido personalmente por el compañero activista docente José María Escobar, de una reconocida trayectoria militante política y social.

Fenómenos sociales como éste o los saqueos tienen diversos elementos: legítima ira popular, vandalismo y hasta en algunos casos elementos de activismo social. En cuanto a los dos primeros, la ira es la lógica consecuencia de la constante agresión a la dignidad de los trabajadores; el vandalismo es el resultado de la decadencia cultural de una sociedad que se preocupa muy poco por educar a sus miembros, pero cuando ve los resultados de su desidia se pone histérica y moralista. Y el activismo –sí, señor Fernández, los socialistas viajamos en tren– y cuando las circunstancias nos sorprenden en situaciones como las acontecidas, es nuestra obligación intervenir para aportar a la organización y movilización de los trabajadores, no para destruir el producto de nuestro ingenio y sudor; del caos y de la destrucción los responsables son ustedes.

Pero estas declaraciones del patético señor ministro ni siquiera tienen el mérito de ser originales, como testimonia la carta póstuma de un mártir proletario: “La historia se repite. En todo tiempo los poderosos han creído que las ideas de progreso se abandonarían con la supresión de algunos agitadores; hoy, la burguesía cree detener el movimiento de las reivindicaciones proletarias por el sacrificio de algunos de sus defensores… En todas las épocas, cuando la situación del pueblo ha llegado a un punto tal que una gran parte se queja de las injusticias existentes, la clase poseedora responde que las censuras son infundadas, y atribuyen el descontento a la influencia deletérea de ambiciosos agitadores”.(*) No por eso son menos peligrosas para el movimiento de los trabajadores, y por lo tanto merecedoras de nuestro repudio.

Por eso, desde las organizaciones que se reclaman democráticas, defensoras de los derechos humanos, partidos de izquierda, desde la nueva vanguardia emergente en la clase obrera, debemos rechazar cualquier intento de procesamiento y  exigir el desagravio público del compañero Escobar, la libertad de los trabajadores presos en los incidentes de Castelar y la renuncia inmediata del ministro Fernández.

Fraternalmente, Pizu


(*) Extracto de la carta póstuma de Adolph Fischer, mártir de Chicago, 1° de noviembre de 1887.