Socialismo o Barbarie, periódico Nº 135, 11/09/08
 

 

 

 

 

 

La lucha del movimiento negro en EEUU en la década del 60

Integracionismo o revolución:
de Luther King a los Panteras Negras
(parte I)

Por Oscar Alba

Las próximas elecciones para la presidencia de los Estados Unidos plantean la posibilidad de que un hombre de color ocupe la máxima dirección de la mayor potencia imperialista. El senador y candidato del Partido Demócrata Barack Obama, hijo de un estudiante inmigrante de Kenia y de una mujer de Kansas, competirá con John McCain, el candidato republicano, en las elecciones nacionales de noviembre en medio de una crisis económica de envergadura en la potencia del Norte. El pasado 26 de agosto, a 45 años de que el reverendo Martin Luther King lanzara su histórico discurso “Yo tengo un sueño” proclamando los derechos civiles, Obama, frente a más de 70.000 personas, en la Convención Nacional del Partido Demócrata en Denver, estado de Colorado, aceptó en forma oficial la candidatura a la presidencia de su país.

Este hecho ha puesto nuevamente sobre el tapete la cuestión racial en los Estados Unidos, y diversos medios exaltan lo que consideran un gran paso de la democracia yanqui: el hecho de que un negro pueda llegar a conducir, en los próximos años, los rumbos de ese país. Ya el año pasado, en ocasión de lanzarse las elecciones primarias de los demócratas,  cuando Obama apareció como uno de los posibles candidatos, el escritor Mario Vargas Llosa expresó: “Aunque no gane la denominación demócrata, Barack Obama ha conseguido ya un logro impresionante: volatilizar aquel prejuicio según el cual pasarían muchas generaciones antes de que un negro pudiera ser elegido presidente de los Estados Unidos”.

El problema es que Obama no viene para “volatilizar” ningún prejuicio sino a reafirmar, ante todo, la dominación imperialista y la opresión y la explotación de las masas trabajadoras. En la actualidad, los negros siguen siendo oprimidos en los EEUU. Según el último censo, la pobreza entre la comunidad negra es tres veces la de los blancos, y los negros tienen 6 veces más chances de ser arrestados que los blancos. El ingreso medio de una familia de raza negra fue de US$ 33.916 en 2007, contra US$ 54.920 de los blancos. La figura mediática de Obama, exaltada por la circense propaganda electoral yanqui, no oculta sus definiciones políticas. El candidato demócrata ha sido claro con relación a sus referentes: “Tenemos que recuperar una visión de Roosevelt, Truman y Kennedy”. Tres fieles representantes del desarrollo imperialista de los Estados Unidos. H. Truman tuvo entre sus primeras decisiones ordenar el lanzamiento de bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki en Japón, y creó la funesta CIA. Kennedy fue el que ordenó la invasión a Cuba en 1961. Pero por si no quedara claro cuál es su pensamiento “democrático” en julio del año pasado afirmó: “Nuestro punto de partida debe ser siempre un claro y firme compromiso con la seguridad de Israel, nuestro aliado más fuerte en la región y su única democracia establecida”.

La historia de la lucha por los derechos que la comunidad negra estadounidense llevó adelante durante la década del 60 en el siglo pasado se opone por el vértice a la política imperialista de Obama. Por eso es importante conocer los principales hitos de esa pelea contra el racismo. Una pelea muy dura que se fue radicalizando y dio lugar al nacimiento de una corriente revolucionaria en el seno mismo de ese movimiento.

La segregación racial y la lucha por los derechos civiles

En 1954, bajo el gobierno del Partido Demócrata, la Corte Suprema de Estados Unidos de América dictó y promulgó una serie de leyes destinadas a terminar con la segregación racial. Por entonces, la población negra carecía de elementales derechos. La educación se dividía en escuelas para blancos y escuelas para alumnos de la comunidad negra. El racismo se expresaba hasta en los mínimos rincones de la actividad cotidiana. En los colectivos, los pasajeros de color debían ceder su asiento si subía un blanco, y en las calles no podían transitar por las veredas por donde caminaban los blancos. En este sentido, las leyes contra el racismo se encontraron limitadas, sobre todo en los tradicionales estados racistas como Mississippi, Alabama, Carolina del Sur y Georgia, entre otros. De esta manera, los destinatarios de los beneficios que emanaban de las leyes quedaron reducidos a una minoría, fundamentalmente estudiantil. Seis años después de sancionadas las leyes, sobre los cuatro millones de estudiantes negros en los estados sureños, sólo el 10% había sido admitido en establecimientos escolares por entonces circunscriptos a los blancos. La policía y los jueces reprimían permanentemente a los jóvenes de color: apaleados, encarcelados y condenados por robos y delitos que no habían cometido, los jóvenes eran empujados a la marginalidad y a un destino sin horizontes ni futuro. La violencia ejercida contra la población negra también provenía de grupos reaccionarios y retrógrados que se habían organizado, como el Partido Neonazi y el tristemente célebre Ku Klux Klan. “El 15 de septiembre de 1963, en una iglesia bautista de  Birmingham, explota una bomba. En el local había decenas de niños negros. Cuatro mueren inmediatamente. A la tarde el pueblo está sublevado”. (1)

A principios de la década del 50, algunas corrientes liberales comenzaron a plantear la cuestión de los derechos civiles. Y en 1960 surgió la Asociación de Estudiantes por una Sociedad Democrática. Pero será en 1955 que la lucha contra la segregación racial va a tomar fuerza. El 1º de diciembre de ese año, Rosa Parks, una humilde costurera y luchadora por los derechos de los negros, volvía de su trabajo. Subió a un colectivo en la avenida Cleveland. En los micros existían dos sectores: uno para los blancos y otro para los negros; cuando todos los asientos del sector blanco se ocupaban, los pasajeros negros tenían que cederles el asiento. A poco de andar, el sector blanco se completó y el chofer se acercó a Rosa y a otros tres negros para que cedieran sus asientos. Rosa Parks se negó, algo que hasta entonces ningún negro había hecho. El conductor entonces llamó a la policía. Rosa fue detenida y multada en catorce dólares. Parks entonces se reunió con Martin Luther King, pastor de una iglesia baptista que pregonaba la igualdad de derechos, y organizaron un boicot al transporte, demandando el fin de la segregación en los transportes públicos.  “Clandestinamente diseminaron un panfleto instando a la comunidad negra a abstenerse de usar el servicio a partir de la mañana del 5 de diciembre. Y el efecto fue fulminante. Puesto que dos tercios de los usuarios eran de color, los autobuses viajaban vacíos como fantasmas; la gente caminaba hasta sus lugares de trabajo, a veces recorriendo ocho o nueve kilómetros, o se organizaba colectivamente en taxis y autos particulares”. (2) El boicot duró 382 días y finalmente el gobierno se vio obligado a abolir la segregación en los transportes públicos del estado de Alabama el 13 de noviembre de 1956.

El integracionismo de Martín Luther King

El boicot colocó a King como líder en la lucha por los derechos de los negros. Martin Luther King había nacido en Atlanta en 1929, hijo de un ministro baptista, estudió Teología en la Universidad de México. En 1954, ya convertido en pastor, se instaló en una iglesia de Montgomery, Alabama, desde cuyo púlpito planteaba la igualdad de derechos. Su orientación en la lucha antirracial fue reformista, propugnando el “integracionismo” entre los blancos y negros. La concepción de sus ideas reformistas se alimentó de la figura de Mahatma Ghandi (3) y de la teoría de la desobediencia civil de Henry David Thoreau (4), y su movimiento comenzó a tener una influencia masiva en la comunidad negra.

El 28 de agosto de 1963, King lanza su histórico discurso “Yo tengo un sueño” en Washington DC, en un mitin junto al monumento de Abraham Lincoln. Allí traza el contenido central de su programa para la integración de negros y blancos. Luther King en su discurso va a denunciar, en primer lugar, la desigualdad social que sufrían los negros en la sociedad norteamericana, sobre todo en los estados del Sur. Pero su reclamo tendrá los límites del reformismo y la no violencia, mientras los negros eran cada vez más reprimidos.  En ese mismo discurso advertía: “Pero hay algo que debo decir a mi gente que aguarda en el cálido umbral que conduce al palacio de la justicia. Debemos evitar cometer actos injustos en el proceso de obtener el lugar que por derecho nos corresponde. No busquemos satisfacer nuestra sed de libertad bebiendo de la copa de la amargura y el odio. Debemos conducir para siempre nuestra lucha por el camino elevado de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra protesta creativa degenere en violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a las majestuosas alturas donde se encuentre la fuerza física con la fuerza del alma. La maravillosa nueva militancia que ha envuelto a la comunidad negra no debe conducirnos a la desconfianza de toda la gente blanca, porque muchos de nuestros hermanos blancos, como lo evidencia su presencia aquí hoy, han llegado a comprender que su destino está unido al nuestro y su libertad está inextricablemente ligada a la nuestra. No podemos caminar solos”. Pero la cuestión era que el segregacionismo imperialista era ante todo una opresión de clase. Porque no sólo el ataque físico golpeaba a la comunidad negra. La pobreza, la marginalidad y el desempleo se hacinaban en los sucios y humildes barrios negros. Esta realidad, por el contrario, era la que acercaba “la copa de la amargura y el odio” a los jóvenes negros y contradecía el proyecto del pastor de Alabama.

“Tengo un sueño: que un día sobre las colinas rojas de Georgia los hijos de quienes fueron esclavos y los hijos de quienes fueron propietarios de esclavos serán capaces de sentarse juntos en la mesa de la fraternidad”, dijo Luther King aquel agosto de 1963. Pero para una nueva generación de negros, en la mesa que les ofrecía el sistema, los blancos eran los únicos comensales y ellos el menú. De esta manera, un sector del movimiento negro va a ir radicalizándose y se opondrá al “integracionismo” criticando duramente al reverendo King: “Ha actuado como tapón, como un delator, un ilusionista que trata de persuadir de que no se debe tomar ninguna acción no sancionada por la intelligentsia blanca, por muy inocentemente que estas funciones se presenten ante su espíritu como  imperativos morales. Si se derrama sangre, que sea la nuestra, ha dicho repetidas veces a los negros, y su sinceridad en este punto no puede ser discutida. Está gritando al planeta con el megáfono de recientes agonías. Es el jefe elegido a dedo de los oprimidos, pero los únicos convencidos son los opresores”, (7)  sancionará el poeta y activista Le Roi Jones. (8) El 4 de abril de 1968 Martin Luther King es asesinado en Memphis, Tennesse. El establishment, que en gran parte había aplaudido el logro de Premio Nobel de la Paz en 1964, ahora ya no podía soportar ni siquiera el reformismo integracionista de King en el marco de una creciente y peligrosa agitación social para sus intereses. La Guerra de Vietnam y las movilizaciones del Mayo Francés, la Primavera de Praga y otras en distintas regiones del mundo van a consolidar la radicalización de una nueva generación negra, iniciando un nuevo capítulo en la lucha contra el racismo y por la liberación política y social.


Notas:

1. Clarín, 29-8-08.

2. La renovación del liderazgo en América. En Council Foreign Relations, julio/agosto 2007.

3. Mahatma Karanchad Ghandi fue el líder de la resistencia no violenta a la colonización británica en la India. Nació el 26 de agosto de 1864 en el distrito de Gugarat, India, y fue asesinado el 30 de enero de 1948 por un joven nacionalista.

4. Henry D. Toreau (1817-1862), escritor estadounidense y crítico social. Escribió el ensayo “Desobediencia Civil” en 1849.

5. Elida Sonzogni: “Angela Davis. La crisis del poder en Estados Unidos” (Historia de América Latina en el siglo XX, 1971)

6. Biografía de Rosa Parks (Portal Planeta Sedna)

7. LeRoi Jones, De vuelta a casa. Tiempo Contemporáneo, Bs. As., 1969.

8. LeRoi Jones: poeta, escritor y activista político nacido en 1934 en Newark, Nueva Jersey. En 1965 fundó el Teatro de Artes y Repertorio Negro en Harlem y en 1968 fundó la Comunidad de Desarrollo Negro y Organización de Defensa, un grupo musulmán comprometido con la afirmación de la cultura negra para ganar poder político para los negros.