Socialismo o Barbarie, periódico Nº 135, 11/09/08
 

 

 

 

 

 

Una coyuntura nacional con rasgos reaccionarios

De ataques y resistencias

En los últimos días se han sucedido una serie de hechos que requieren una explicación. La explosión popular en el ferrocarril Sarmiento por la barbarie del servicio, cuya responsabilidad fue atribuida por el gobierno a la izquierda; la detención de 8 trabajadores de Luz y Fuerza de Córdoba por el “delito” de haber salido a luchar y movilizarse contra la escandalosa reducción de las jubilaciones que está aplicando el gobierno provincial sojero de Schiaretti; la amenaza –con la entera anuencia del gobierno K– de la burocracia de la UTA de sancionar y echar del gremio a todo el cuerpo de delegados del subte, cuerpo de delegados que muchas veces no puede reunirse por el temor de ser atacado por la patota del gremio; la suma de los despidos masivos en el neumático más la detención a lo largo de todo el miércoles 8 de cinco delegados y compañeros de la Marrón de FATE también por el “delito” de intentar montar una carpa del aguante de los despedidos de esa planta; y las crecientes amenazas que se ciernen sobre Zanón. Indiscutiblemente, todos estos ataques están marcados por un común patrón reaccionario.

Sin embargo, estos mismos hechos ocurren en momentos que recrudecen las acciones de resistencia, paros y movilizaciones de importante sectores. Por ejemplo, está en curso una verdadera rebelión educativa contra el ajuste salarial y presupuestario que abarca a los docentes de la provincia de Buenos Aires, a los estudiantes secundarios y universitarios de la Capital Federal, también a los docentes de este distrito y otros del interior del país. A la vez, sigue abierto todavía el conflicto del neumático (caso testigo en la industria), el que a pesar de todos los pesares, aún no está del todo cerrado.

En síntesis, lo que se está viviendo es una coyuntura marcada por una suma de elementos reaccionarios, pero que a la vez, y dialécticamente, no deja de estar atravesada por un proceso de dura resistencia de importantes sectores de trabajadores.

Un giro conservador

Para entender lo específico de la coyuntura que se está viviendo, hace falta elevar un poco la mirada. El hecho es que desde el 2001 a esta parte se han vivido tres momentos políticos generales distintos. Como en un movimiento pendular, un primer momento estuvo marcado por la rebelión popular del 19 y 20 de diciembre y sus consecuencias. La impronta la dio una acción independiente del movimiento de masas que, con su actividad, tiró abajo el gobierno de De la Rúa y tiñó el conjunto de la realidad del país a lo largo de todo un período.

Como es sabido, el gobierno de Néstor Kirchner con su gatopardismo (cambiar algo para que todo siga igual), vino a hacer el trabajo de reabsorber las iras populares. No casualmente su discurso fue una “Argentina país [capitalista] normal”. Y digamos que, durante su presidencia, tuvo bastante éxito; esto aún a pesar de que, lo que no logró, fue terminar de cambiar globalmente las relaciones de fuerzas establecidas por la misma rebelión.

Pasado el primer momento de rebelión, y asentada la gestión gubernamental en una coyuntura económica nacional e internacional favorable, se instaló como un segundo momento general. En su oportunidad lo llamamos de “mediación” dado que se logró el desplazamiento de los reclamos de las calles al terreno electoral.

Aprovechándose del siempre tramposo mecanismo del voto universal, la burguesía avanzó muchísimo en la reabsorción de la rebelión popular cerrando el proceso de cuestionamiento a la dominación política de la clase patronal que se había esbozado con el “que se vayan todos” aunque no así la etapa más de conjunto abierta en el país (y Latinoamérica como un todo). Así, se abrió un período de cierta estabilización general.

Sin embargo, y pasado el tiempo, este segundo momento también se cerró. El péndulo se terminó ladeando hacia el otro lado. Es que con el triunfo reaccionario de la patronal del campo meses atrás, la cancha se inclinó –digamos– más hacia la derecha.

Sí en el 2001 el cuestionamiento había venido por la izquierda, ahora estamos viviendo cómo una contraofensiva conservadora que pretende restaurar condiciones de explotación y estabilidad lo más próximas posibles a la década de los ’90.

Un ajuste cada vez más ortodoxo

El movimiento que venimos describiendo no es propio solamente de la Argentina. En la región latinoamericana como un todo se está dando el mismo proceso general. Con desigualdades, el hecho es que gobiernos capitalistas “progresistas” del estilo Chávez, Morales, Correa y Cristina K (aún con las inmensas diferencias entre ellos) están siendo cuestionados mayormente no por un desborde que provenga desde la izquierda (aunque no deja de haber, por momentos, elementos que podrían ir en ese sentido), sino desde sectores patronales conservadores que se niegan a compartir así no sean más que migajas de las rentas petrolíferas, gasíferas o agrarias.

Estas presiones desde la derecha se ven multiplicadas en momentos en que la crisis económica mundial produce otro movimiento simultáneo en las alturas: estrechar filas entre los de arriba para que la cuenta de la crisis la paguen los trabajadores.

Esto es, precisamente, lo que está pasando en el país. Más allá del debate subsistente entre sectores de la patronal, el imperialismo y el gobierno K alrededor del “modelo” de país, el hecho es que el gobierno de Cristina Kirchner está llevando adelante un ajuste económico que está adquiriendo, indiscutiblemente, ribetes cada vez más ortodoxos.

Si inicialmente llegó incluso a insinuar que podría “renunciar” si la obligaban a adoptar un “rumbo antipopular”... sus veleidades parecen que le duraron poco. Cada día que pasa el hecho es que está adoptando un curso crecientemente conservador que se expresa en el retorno –más o menos disimulado– de los clásicos ajustes ortodoxos de la economía. Y el hecho es que la receta del ajuste –ahora aplicada por los esposos K– está siendo acompañada de una andanada de ataques reaccionarios contra todos aquellos que osan salir a resistir la misma.

Si para muestra basta un botón, está el reciente anuncio de que se le pagará (con dólares contantes y sonantes de las reservas del Banco Central) la deuda externa que tiene el país con el Club de París (ver artículo en esta misma edición). Se trata, ni más ni menos, que de la friolera de 7.000 millones de dólares que evidentemente se restarán a las posibilidades no solo de mejorar en algo el nivel de vida de las masas, sino siquiera para la propia acumulación de capitales dentro de las fronteras nacionales. Y esto por no hablar del aumento que se viene en el gas, en el transporte y un largo etcétera.

En este contexto, las medidas de maquillaje K del estilo de la falsa “movilidad” jubilatoria o el más que simbólico aumento del salario mínimo (o las asignaciones familiares) no pueden –de ninguna manera– compensar esto.

Porque si las patronales del campo lograron evitar el aumento de las retenciones, si la recaudación impositiva sigue cayendo, si también se está verificando una caída en las reservas internacionales, pues bien, ¡alguien debe pagar la cuenta de una crisis económica que es creciente!

En síntesis: el gobierno de Cristina K, como por una “ley de la naturaleza”, se está inclinando –de manera cada vez más abierta– a un ajuste económico en regla que en todos los frentes significa un ataque a las condiciones de salario, laborales y de vida de los trabajadores y sectores populares.

Acción, reacción y rebelión educativa

Todo lo anterior ocurre al tiempo que gobierno, empresarios y burocracia sindical se sientan sobre las paritarias haciendo lo posible (y lo imposible) para que las mismas no se reabran hasta el 2009.

Y como no podría ser de otra manera, el ataque económico viene acompañado de lo propio en el terreno político. Esto hacia aquellos que osen cuestionar y/o desafiar estos ataques. El caso del subte es emblemático en este sentido, más allá que en lo inmediato se haya logrado que la UTA “suspenda” la brutal maniobra que pretendía descargar.

Porque avasallando toda soberanía que le viene al Cuerpo de Delegados desde las bases y que se funda en bien adquiridas conquistas logradas en los últimos años como la jornada laboral de seis horas y un sueldo envidiable para la inmensa mayoría de los trabajadores, la maniobra no puede ser más reaccionaria y artera: se trata de echarlos del gremio para forzar –de la mano de la patronal– una situación de intervención gremial y/o elección de delegados sin que los compañeros más representativos se puedan presentar. Claro que, a la vez, de ahí al despido liso y llano de los compañeros habría solo un paso...

Pero a toda acción le sigue una reacción. Cómo si se tratara de un caso de “física política”, el hecho es que se está viviendo una coyuntura donde los ataques gubernamentales están obteniendo una respuesta obrera y popular que tampoco parece quedarse atrás. Se ha configurado así, una coyuntura de durísimas luchas obreras y populares, la más de las veces extendidas en el tiempo.

Además, nunca hay que perder de vista que este tipo de situaciones políticas de tipo “reaccionarias”, siempre se han caracterizado por una enorme inestabilidad política. Porque implican durísimas peleas cuyo resultado no está (nunca puede estarlo) resuelto de antemano y de cuyo desenlace depende la evolución en un sentido u otro de la situación política como un todo.

Precisamente, varias de las peleas que se están viviendo en estos momentos son de magnitud. Por ejemplo, el conflicto del neumático, a pesar de todos los pesares, aún no se ha cerrado. Y se está viviendo una verdadera “rebelión educativa” cruzada por ocupaciones de facultades y colegios en la Capital Federal, e importantes paros docentes en la provincia de Buenos Aires, la Capital Federal y el resto del país. A esto se le debe sumar la larga serie de conflictos y movilizaciones en el interior del país.

Cómo se puede apreciar entonces, la coyuntura dista de ser de “tranquilidad” y se explica como respuesta de la vanguardia obrera, de trabajadores y estudiantil ante el ajuste que está aplicando el gobierno de la mano de su rearmada Santa Alianza con las patronales y todas las fracciones de la burocracia sindical.

Encuentro Nacional y movilización

En síntesis, si no se está viviendo una “primavera de luchas” como editorializó algún periódico de la izquierda, sí es absolutamente verdad que están en curso un conjunto de luchas de enorme importancia en las que hay que hacer todo lo que haya que hacer para que triunfen.

Sin embargo, este proceso de resistencia se presenta todavía demasiado fragmentariamente. Cada uno está peleando y resistiendo los ataques por su lado. Por esto, de lo que se trata, es de ayudar a que la actual coyuntura de las luchas se eleve a dar una respuesta de conjunto. En este sentido, la marcha del próximo jueves 18 a dos años de la desaparición de Jorge Julio López (a las 17 horas, de Congreso a Plaza de Mayo), podría ser una primera oportunidad para ir construyendo una respuesta.

Pero hay que ir más lejos. Hay que construir una instancia de coordinación de conjunto entre los compañeros del Cuerpo de Delegados del subte, la Marrón y los despedidos de Pirelli y Fate del SUTNA, las seccionales opositoras del SUTEBA, Zanón, los movimientos de desocupados independientes, las corrientes de izquierda, etc., que logre pararle la mano a los ataques preparando un gran Encuentro Nacional en apoyo a las luchas y contra la represión a los luchadores obreros y una movilización masiva que se proponga preparar una contraofensiva obrera y popular.