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Murió Alberto Plá
Ejemplo de
historiador marxista
Por Guillermo Pessoa
El pasado 10 de
agosto en Rosario falleció el profesor Alberto Plá. En
dicha ciudad santafesina se desempeñaba como Profesor
Titular de la Facultad de Humanidades de la UNR en la cátedra
Historia de América Latina, siendo además Profesor
Consulto de la Universidad de Buenos Aires. Tenía 83 años.
Seguramente para muchos jóvenes su nombre sea totalmente
desconocido. Intentaremos en esta breve nota exponer algunos
de los aspectos más importantes de su trayectoria, a modo
de humilde aporte para el conocimiento de las nuevas
generaciones no sólo de estudiantes sino de trabajadores en
general.
Plá
se forma historiográficamente junto a José Luis Romero y
Sergio Bagú, reconocidos historiadores latinoamericanos.
Vale la pena recordar que este último fue uno de los
precursores en cuanto a caracterizar como capitalista –con
sus propias especificidades– al tipo de colonización
que el continente americano había sufrido. Conceptualización
que tendrá una fuerte impronta en su labor investigativa.
Une su tarea docente a la práctica política
adhiriendo al Partido Socialista,
organización a la cual se hallaba cercano el primero
de los dos historiadores mencionados. Hacia 1946, en medio
de la efervescencia política que vivía el país –Perón
acababa de derrotar electoralmente a la Unión Democrática
en donde se encontraba el partido creado por Juan B.
Justo– rompe con la juventud de dicha organización y se
vincula al recientemente creado GOM (Grupo Obrero Marxista)
bajo la influencia de Nahuel Moreno en La Plata. La capital
bonaerense se convertiría en un verdadero “centro” de
intelectuales con sólida formación marxista: el también
joven Milcíades Peña viviría un derrotero similar.
Será
allí donde incursione en las lecturas de Trotsky,
destacando los agudos análisis que éste hacía no sólo
del novedoso y complejo desarrollo que había sufrido el
primer estado obrero de la historia, sino también de sus
profundos estudios sobre el fascismo y la realidad europea
de entreguerras. Esa visión histórico-política y las
categorías conceptuales que el ex dirigente soviético
sostenía –por
supuesto siempre sujetas a ajustes y correcciones,
permeables a los cambios de la misma realidad– lo acompañarán
a Plá en toda su obra. En uno de sus últimos reportajes,
afirmaba: “No se
puede entender la época actual si no se entiende en última
instancia qué significó la lucha de Trotsky contra la
burocracia y los grandes análisis de Trotsky respecto a la
crisis y la decadencia del capitalismo. Y creo que esto es básico,
es fundamental.” Si bien no tuvo una militancia
partidaria sostenida en el tiempo –estuvo ligado durante
un breve lapso al grupo de Posadas, otro exponente del
trotskismo vernáculo– tomaba como una verdadera
militancia su labor docente, la cual era abordada con riguroso método y
con total pasión. Tuve la suerte de asistir a varias de sus
clases en Filosofía y Letras allá por el año 1985 y dicha
actitud quedaba
claramente patentizada.
Sus
primeros trabajos historiográficos que tratan sobre la
revolución mexicana y el proceso revolucionario en Bolivia
de 1952, presentan un marxismo para nada anquilosado ni rígido,
algo que perdurará en sus obras posteriores. Aprehender la
historia como producto de la acción
del sujeto en un marco objetivo que lo condiciona,
sienta una premisa metodológica que sostendrá con firmeza
y que chocará con
gran parte de la historiografía –y la política– de
corrientes de izquierda, cultoras la mayoría de un
determinismo y mecanicismo absolutos. No llama la atención
entonces que el estudio de la estructura socioeconómica de
la Argentina y de América Latina toda, sean parte central
de sus preocupaciones intelectuales. Pero como verdadero
historiador marxista que era, dicho conocimiento debía
servir fundamentalmente para desentrañar las posibilidades
y tendencias que en ella anidan, con la perspectiva de
construir una sociedad superior: el socialismo.
No
fue ajeno tampoco a la disputa y la toma de posición ante
la recurrente afirmación –propia del campo académico–
de estar viviendo la “crisis del marxismo”, como así
también de los diversos “ismos” (estructuralismo,
althusserianismo, etc.) que iban despuntando comenzada la década
del sesenta y continuados bajo diversos nombres años después.
En relación a eso, llegó a decir:
“Creo que una cosa es Marx y otra cosa son los marxistas,
hubo marxistas muy capaces, hubo marxistas muy serios, y
hubo marxistas que fueron unos chantas, y hay una
desvirtuación de lo que fue Marx y el planteo original por
parte de los ‘nuevos marxismos’ que han ido apareciendo.
En donde en última instancia todos esos nuevos marxismos
parten de una base que es totalmente falsa. Porque critican
o relativizan los planteos de Marx no por lo que Marx dijo
sino por la interpretación que hizo Stalin y el
estalinismo. Pensando que el estalinismo fue el marxismo
ortodoxo. Entonces lo primero que hay que hacer es leer a
Marx.”
Hacia
mediados de los setenta, dirige una voluminosa colección
publicada por el CEAL sobre la Historia
del Movimiento Obrero desde sus orígenes y que llega
hasta ese mismo momento histórico. Colección que fue leída
y trabajada tanto por alumnos de diversas carreras humanísticas
como así también por un vasto público no universitario. Más
que sugestivo es también su libro Ideología
y Método en la Historiografía Argentina siendo dos de
las conclusiones centrales del mismo, la recomendación en
cuanto a que toda ideología debe ser puesta de manifiesto
por el historiador: hacerla explícita, junto a la necesidad
irremplazable de contar con un método para que aquélla no
carezca del rigor que exige todo abordaje del proceso
social. Para él, éste no era otro que el materialismo histórico.
En
pleno gobierno peronista, las bandas de la Triple A lo
obligan a tomar el duro camino del exilio. Primero en
Venezuela –en donde no dejará pasar la ocasión de
estudiar y publicar como resultado de ello: Clase
Obrera, Sindicatos y Política en Venezuela– logrando
reunir a un grupo importante de historiadores
latinoamericanos como el argentino también proscripto Luis
Vitale, y creando la Cátedra de Estudios del Movimiento
Obrero de la Universidad Central de aquél país; y luego en
México, en donde ejerció la docencia entre otros lugares,
en la Universidad Autónoma de Puebla. Su regreso al país
se produjo una vez finalizada la dictadura.
La
persistencia en el estudio de la clase obrera y la
ratificación de su existencia y posibilidades
transformadoras, lo llevaron a protagonizar arduas disputas
con diversos exponentes de teorías tales como “el fin del
proletariado” o el “individualismo metodológico y la
oclusión del concepto de clase en la investigación
social”. En pleno auge del menemismo tuvo con Luis Alberto
Romero –uno de los mayores exponentes de los otrora
intelectuales alfonsinistas junto a aquéllos de raigambre
socialdemócrata como los integrantes del Club Socialista–
vibrantes y aleccionadoras disputas sobre éste y otros
temas.
Sus
últimos años en Rosario dejaron como herencia una gran
cantidad de historiadores formados bajo su dirección, con
equipos de trabajo cuyo eje temático sería precisamente el
estudio de la clase trabajadora: su composición, los
diversos cambios que ha sufrido, su marco cultural e ideológico,
etc. Todo bajo el presupuesto de que en ella se encarna no
el único, pero sí el principal actor y sujeto de la
necesaria transformación social.
En
la inauguración de unas Jornadas Interescuelas de Historia,
realizadas en el año 2005, pronunciaba unas palabras con
las cuales nos permitimos cerrar este artículo, ya que
pensamos forman parte esencial de sus más férreas
convicciones y por qué no, de su legado como historiador y
pensador marxista. Allí señaló: “Ya hay demasiados posibilismos en la vida actual y defensores de un
cambio de maquillaje para que nada cambie. El sistema es
cada vez más un aparato de destrucción masiva de la
sociedad, del ambiente y de la vida. Hago mi apuesta a una
sociedad en transición al socialismo donde vayan
desapareciendo la explotación, el hambre, la acumulación
del capital y la destrucción ‘asesina’ de la vida misma
en el planeta.”
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