Socialismo o Barbarie, periódico Nº 134, 28/08/08
 

 

 

 

 

 

Murió Alberto Plá

Ejemplo de historiador marxista

Por Guillermo Pessoa

El pasado 10 de agosto en Rosario falleció el profesor Alberto Plá. En dicha ciudad santafesina se desempeñaba como Profesor Titular de la Facultad de Humanidades de la UNR en la cátedra Historia de América Latina, siendo además Profesor Consulto de la Universidad de Buenos Aires. Tenía 83 años. Seguramente para muchos jóvenes su nombre sea totalmente desconocido. Intentaremos en esta breve nota exponer algunos de los aspectos más importantes de su trayectoria, a modo de humilde aporte para el conocimiento de las nuevas generaciones no sólo de estudiantes sino de trabajadores en general.

Plá se forma historiográficamente junto a José Luis Romero y Sergio Bagú, reconocidos historiadores latinoamericanos. Vale la pena recordar que este último fue uno de los precursores en cuanto a caracterizar como capitalista –con sus propias especificidades­– al tipo de colonización que el continente americano había sufrido. Conceptualización que tendrá una fuerte impronta en su labor investigativa.  Une su tarea docente a la práctica política adhiriendo al Partido Socialista,  organización a la cual se hallaba cercano el primero de los dos historiadores mencionados. Hacia 1946, en medio de la efervescencia política que vivía el país –Perón acababa de derrotar electoralmente a la Unión Democrática en donde se encontraba el partido creado por Juan B. Justo– rompe con la juventud de dicha organización y se vincula al recientemente creado GOM (Grupo Obrero Marxista) bajo la influencia de Nahuel Moreno en La Plata. La capital bonaerense se convertiría en un verdadero “centro” de intelectuales con sólida formación marxista: el también joven Milcíades Peña viviría un derrotero similar.

Será allí donde incursione en las lecturas de Trotsky, destacando los agudos análisis que éste hacía no sólo del novedoso y complejo desarrollo que había sufrido el primer estado obrero de la historia, sino también de sus profundos estudios sobre el fascismo y la realidad europea de entreguerras. Esa visión histórico-política y las categorías conceptuales que el ex dirigente soviético sostenía  –por supuesto siempre sujetas a ajustes y correcciones, permeables a los cambios de la misma realidad– lo acompañarán a Plá en toda su obra. En uno de sus últimos reportajes, afirmaba: “No se puede entender la época actual si no se entiende en última instancia qué significó la lucha de Trotsky contra la burocracia y los grandes análisis de Trotsky respecto a la crisis y la decadencia del capitalismo. Y creo que esto es básico, es fundamental.” Si bien no tuvo una militancia partidaria sostenida en el tiempo –estuvo ligado durante un breve lapso al grupo de Posadas, otro exponente del trotskismo vernáculo– tomaba como una verdadera militancia  su labor docente, la cual era abordada con riguroso método y con total pasión. Tuve la suerte de asistir a varias de sus clases en Filosofía y Letras allá por el año 1985 y dicha actitud  quedaba claramente patentizada.

Sus primeros trabajos historiográficos que tratan sobre la revolución mexicana y el proceso revolucionario en Bolivia de 1952, presentan un marxismo para nada anquilosado ni rígido, algo que perdurará en sus obras posteriores. Aprehender la historia como producto de la acción del sujeto en un marco objetivo que lo condiciona, sienta una premisa metodológica que sostendrá con firmeza y que chocará  con gran parte de la historiografía –y la política– de corrientes de izquierda, cultoras la mayoría de un determinismo y mecanicismo absolutos. No llama la atención entonces que el estudio de la estructura socioeconómica de la Argentina y de América Latina toda, sean parte central de sus preocupaciones intelectuales. Pero como verdadero historiador marxista que era, dicho conocimiento debía servir fundamentalmente para desentrañar las posibilidades y tendencias que en ella anidan, con la perspectiva de construir una sociedad superior: el socialismo.

No fue ajeno tampoco a la disputa y la toma de posición ante la recurrente afirmación –propia del campo académico– de estar viviendo la “crisis del marxismo”, como así también de los diversos “ismos” (estructuralismo, althusserianismo, etc.) que iban despuntando comenzada la década del sesenta y continuados bajo diversos nombres años después. En relación a eso, llegó a decir: “Creo que una cosa es Marx y otra cosa son los marxistas, hubo marxistas muy capaces, hubo marxistas muy serios, y hubo marxistas que fueron unos chantas, y hay una desvirtuación de lo que fue Marx y el planteo original por parte de los ‘nuevos marxismos’ que han ido apareciendo. En donde en última instancia todos esos nuevos marxismos parten de una base que es totalmente falsa. Porque critican o relativizan los planteos de Marx no por lo que Marx dijo sino por la interpretación que hizo Stalin y el estalinismo. Pensando que el estalinismo fue el marxismo ortodoxo. Entonces lo primero que hay que hacer es leer a Marx.”

Hacia mediados de los setenta, dirige una voluminosa colección publicada por el CEAL sobre la Historia del Movimiento Obrero desde sus orígenes y que llega hasta ese mismo momento histórico. Colección que fue leída y trabajada tanto por alumnos de diversas carreras humanísticas como así también por un vasto público no universitario. Más que sugestivo es también su libro Ideología y Método en la Historiografía Argentina siendo dos de las conclusiones centrales del mismo, la recomendación en cuanto a que toda ideología debe ser puesta de manifiesto por el historiador: hacerla explícita, junto a la necesidad irremplazable de contar con un método para que aquélla no carezca del rigor que exige todo abordaje del proceso social. Para él, éste no era otro que el materialismo histórico.

En pleno gobierno peronista, las bandas de la Triple A lo obligan a tomar el duro camino del exilio. Primero en Venezuela –en donde no dejará pasar la ocasión de estudiar y publicar como resultado de ello: Clase Obrera, Sindicatos y Política en Venezuela– logrando reunir a un grupo importante de historiadores latinoamericanos como el argentino también proscripto Luis Vitale, y creando la Cátedra de Estudios del Movimiento Obrero de la Universidad Central de aquél país; y luego en México, en donde ejerció la docencia entre otros lugares, en la Universidad Autónoma de Puebla. Su regreso al país se produjo una vez finalizada la dictadura.

La persistencia en el estudio de la clase obrera y la ratificación de su existencia y posibilidades transformadoras, lo llevaron a protagonizar arduas disputas con diversos exponentes de teorías tales como “el fin del proletariado” o el “individualismo metodológico y la oclusión del concepto de clase en la investigación social”. En pleno auge del menemismo tuvo con Luis Alberto Romero –uno de los mayores exponentes de los otrora intelectuales alfonsinistas junto a aquéllos de raigambre socialdemócrata como los integrantes del Club Socialista– vibrantes y aleccionadoras disputas sobre éste y otros temas.

Sus últimos años en Rosario dejaron como herencia una gran cantidad de historiadores formados bajo su dirección, con equipos de trabajo cuyo eje temático sería precisamente el estudio de la clase trabajadora: su composición, los diversos cambios que ha sufrido, su marco cultural e ideológico, etc. Todo bajo el presupuesto de que en ella se encarna no el único, pero sí el principal actor y sujeto de la necesaria transformación social.

En la inauguración de unas Jornadas Interescuelas de Historia, realizadas en el año 2005, pronunciaba unas palabras con las cuales nos permitimos cerrar este artículo, ya que pensamos forman parte esencial de sus más férreas convicciones y por qué no, de su legado como historiador y pensador marxista. Allí señaló: “Ya hay demasiados posibilismos en la vida actual y defensores de un cambio de maquillaje para que nada cambie. El sistema es cada vez más un aparato de destrucción masiva de la sociedad, del ambiente y de la vida. Hago mi apuesta a una sociedad en transición al socialismo donde vayan desapareciendo la explotación, el hambre, la acumulación del capital y la destrucción ‘asesina’ de la vida misma en el planeta.”