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XXIII Encuentro Nacional de Mujeres
Del consenso a la patota
Agrupación
Feminista Las Rojas
¿Qué pasó en el acto de apertura? Este acto es una de las actividades planificada por la Comisión
Organizadora de la provincia donde se realiza el Encuentro
cada año. En ellos, además de presentar números artísticos
y lectura de adhesiones, suele leerse un documento mediante
el cual el Encuentro se pronuncia acerca de los temas políticos,
sociales y referidos a los derechos de las mujeres que la
Comisión considere necesario tocar. Este documento,
respetando el famoso “espíritu del Encuentro”, debe ser
consensuado por
las integrantes de la comisión. ¿Qué quiere decir esto?
Que sólo se incluyen en él aquellos puntos y opiniones en
los que la totalidad de la comisión esté de acuerdo.
Las organizaciones de izquierda, entre ellas Las
Rojas, somos críticas de este “espíritu”.
Consideramos que el método adecuado para resolver la política
de un organismo es la votación. Pero a esto nos referiremos
más adelante, porque lo que causó el escándalo en este
acto de apertura no fue que la izquierda intentara imponer
la votación por sobre el consenso, sino que una parte de
la Comisión Organizadora impuso un documento
no consensuado por la Comisión, y lo hizo por medio
de una patota al mejor estilo de la burocracia sindical.
¿Qué corriente aportó la patota? El PCR. ¿Qué decía
el documento en cuestión? Apoyaba los reclamos de los
productores agrarios, bandera del PCR durante el conflicto
del campo.
Cuando llegamos al lugar donde se realizaba el acto, nos
encontramos con los portones cerrados. Lo único abierto era
una puerta tamaño casa, para que entraran 10.000 personas.
Esta vez no hubo grupos musicales, ni obras de teatro, ni se
leyeron adhesiones. Mientras las mujeres se apretujaban
intentando entrar, a toda velocidad se leyó el documento
trucho (es decir, la escritura de venta del Encuentro a la
patronal agraria) mientras las militantes del Plenario de
Trabajadoras (PO) y de Las
Rojas (MAS) intentábamos que por lo menos se leyera
también el documento alternativo que habíamos elaborado
(firmado también por Pan y Rosas-PTS, aunque no estuvieron
en el acto de apertura), opuesto al del PCR, en defensa de
los derechos de las mujeres y los trabajadores, en contra de
todos los sectores patronales y del gobierno.
Pero no pudimos leerlo, porque la patota del PCR rodeó el
escenario y sacaba a golpes a cualquiera que se acercara.
Empujones, tironeos, apretones a los pechos de las mujeres,
incluso golpes a una compañera embarazada, fueron los métodos
con que se impuso la entrega del Encuentro a la Sociedad
Rural. Finalmente, después del acto, leímos nuestro
documento en la calle, junto a la gran cantidad de mujeres
que no habían podido entrar al lugar.
¿Qué voces tendrían
que haberse escuchado?
No sólo estábamos presentes muchísimas mujeres que
repudiamos a la patronal agraria tanto como al gobierno, a
las que se nos obligó a “embanderarnos” con “el
campo” a fuerza de patadas y empujones. Estaban presentes
trabajadoras de Pirelli, que enfrentan un durísimo
conflicto por despidos, absolutamente silenciado por los
medios. También los familiares de una mujer que lleva ocho
meses en la cárcel por haberse hecho un aborto, denunciada
a la policía por una médica del Hospital Larcade de San
Miguel. Y la madre de Sandra, la joven peruana que apareció
asesinada en un edificio ministerial de La Plata. Todas
ellas, y cuántas más de las que ni nos enteramos, viajaron
1.800 kilómetros con la esperanza de difundir su lucha y
recibir el apoyo explícito y activo del Encuentro de
Mujeres. Pero en los actos del Encuentro nadie agarra el
micrófono si no está llevado por la Comisión Organizadora
de esa provincia. Si necesitás hacer conocer tu problema, sólo
te escuchan las 40 mujeres que están en tu taller (menos
que en tu barrio), o tenés que pasar hablando de taller en
taller, con lo que no podés participar de los debates.
¿Por qué no podían leerse los dos documentos? ¿Por qué
los familiares de la compañera presa no podían llamar a
todas las mujeres de San Miguel presentes a juntarse en su
ciudad para exigir su libertad y escrachar a la médica que la denunció, previniendo así, de paso, a otras mujeres
que pueden caer en el mismo hospital? ¿Por qué las obreras
de Zanón, aunque el documento leído se pronunció a favor
de que les entreguen la fábrica, tenían que sufrir la vergüenza
de verse embanderadas de prepo con la patronal a la que han
repudiado públicamente junto a sus compañeros de fábrica?
¿El Encuentro sólo reivindica su derecho a trabajar, pero
no su derecho a pensar? ¿Por qué las mujeres de Pirelli
fueron tan silenciadas en este Encuentro como lo son en los
medios de comunicación? ¿Dónde estaban las dirigentes
feministas “antipolítica”, las que no comparten
manifestaciones con la izquierda porque dicen que los
partidos quieren imponerles su programa, mientras el PCR
imponía a golpes el programa del “partido del campo”?
Muy distinta fue la reacción de las mujeres participantes
de los talleres. Donde tuvimos la oportunidad de explicar lo
que había pasado, mayoritariamente se pronunciaban en
repudio a la patoteada de las organizadoras. Hubo que
explicar mucho, porque la mayoría de las mujeres no había
podido entrar al acto de apertura, pero donde pudimos
hacerlo, esta situación se convirtió en el tema casi
excluyente del taller. Además, Las
Rojas propusimos unificar un plan de lucha por el aborto
y contra la trata, y que el próximo Encuentro sea en Buenos
Aires, para movilizarnos en masa ante el gobierno nacional
con estos reclamos. Era notoria la impotencia de las
coordinadoras para imponer esta vez el “espíritu del
Encuentro”, es decir, garantizar que nada se vote y, si es
posible, que ni siquiera se deje constancia de cuáles son
las posiciones de mayoría y de minoría: hacían silencio,
porque, ¿con qué cara iban a defender el “método
horizontal” después de semejante patoteada?
Claro que, tal como está diseñado el Encuentro, las
posiciones disidentes no tienen ninguna incidencia en el
resultado final, sean mayoría o minoría. El acto de
cierre, donde se supone que deben leerse las conclusiones de
los talleres, la
mayoría de las participantes en esos talleres no está.
Recordemos que el último día feriado la mayoría de la
gente, que viene de muy lejos, lo utiliza en volver a su
lugar de origen, porque al otro día hay que trabajar. ¿Quiénes
son la mayoría en el acto? Pues columnas traídas para
ese día por organizaciones de la provincia, en este
caso, el PCR y el MPN (el partido gobernante en Neuquén),
que constituyeron la mayoría de la Comisión Organizadora.
¿Cuál de los derechos de la mujer fue entonces levantado
en el acto final? Ninguno. El “grito de guerra” fue
“no queremos votar”. Si esa es la gran conclusión del
Encuentro Nacional de Mujeres, no nos extrañemos de que la
esclavitud sexual sea un argumento de novela televisiva,
mientras pasa como por un tubo la ley K que legaliza la
trata y avala la prostitución.
Despolitizar es
dominar, y no al revés
Repetimos: la burocracia del Encuentro tiró por la borda,
no el método asambleario que la izquierda propone, método
propio de las organizaciones de lucha que (como todas las
burocracias) ha rechazado siempre. Tiró por la borda su
propio disfraz de
“espíritu horizontal” e invocó abiertamente al espíritu
de Moyano y el “Pata” Medina para bendecir el XXIII
Encuentro.
Esto nos obliga a pensar no sólo en lo que pasó en Neuquén,
sino en el carácter de estos encuentros en general
Desde el Argentinazo, las mujeres de los movimientos
sociales “invadieron” los encuentros de mujeres, e
hicieron que éstos pasaran de unos cientos de activistas a
convocar miles, decenas de miles de trabajadoras y
luchadoras populares. Muchas de ellas organizadas con la
izquierda, otras no, pero todas imbuidas de un espíritu muy
distinto del de los conservadores grupos feministas
institucionales o académicos: el espíritu de la rebelión
que recorrió el continente, tirando gobiernos abajo y
desbaratando los planes de neoliberalismo salvaje. Este
“encuentro” entre el feminismo y las mujeres del
Argentinazo podría haber significado el lanzamiento de un
enorme y dinámico movimiento de lucha por los derechos de
la mujer. Las feministas tenían (o deberían tener) lo que
a las mujeres trabajadoras y pobres les faltaba en cuanto a
la lucha de género: formación, organización, estrategia,
y sobre todo la posibilidad de unificarse
en todo el país, mediante la extraordinaria herramienta
que podría ser ese Encuentro Nacional multitudinario,
elaborando un programa común de reivindicaciones.
Pero las feministas, que para ese entonces ya habían
dejado de ser independientes y trabajaban para el gobierno o
para ONGS europeas, lejos de jugar ese papel movilizador, se
dedicaron todos estos años a utilizar los encuentros para
bloquear la posibilidad de unidad de acción de las mujeres.
Su método fue sencillo: trasladaron los modos de
funcionamiento del viejo Encuentro al nuevo. No parece nada
malo, ¿verdad? Pero sucede que el Encuentro “pre
Argentinazo” estaba formulado para el debate teórico y el
intercambio de experiencias vivenciales, no para la lucha
contra el Estado. Recordemos que comenzó a funcionar en los
‘80, apenas después de la dictadura, a la que le
siguieron años de derrota y desmovilización mundiales del
movimiento obrero y popular, incluyendo la Argentina de
Menem. Este “nuevo” Encuentro pos Argentinazo, al
contrario, multiplicado no sólo en número sino en
posibilidades de, por fin, conseguir los derechos para las
mujeres al calor de la movilización popular, se perfilaba a
todas luces como otro tipo de organismo, lleno de mujeres que venían de enfrentarse
todos los días a pedradas y bombas con la policía y que
habían logrado sobrevivir gracias a autoorganizarse en los
movimientos sociales. Un organismo de unidad para la lucha.
Y pretender que un organismo de lucha se maneje con las
reglas de una academia o una reunión social, es
esterilizarlo y paralizarlo.
Basta de inclinarnos
ante sacerdotisas que escupen a sus propios dioses
En una charla debate organizada por las fundadoras del
Encuentro para decirnos a las militantes de izquierda lo
malas que somos, una de ellas declaró: “Siempre tuvimos
el temor de que el Encuentro que fundamos fuera copado por
los partidos políticos”. Pero cuando esto finalmente
sucede, cuando su Encuentro es copado, no por los partidos
de izquierda sino por los amigos de la Sociedad Rural, las
dirigentes feministas ni se mosquean. No nos pone contentas
esta situación. Esta burda vendida del Encuentro de Mujeres
a la patronal agraria es un salto cualitativo en el
vaciamiento de estos encuentros de todo contenido útil para
las mujeres. Y esto en el momento en que vivimos un
femicidio de la mano de la trata, la prostitución
promocionada por TV y el horror del aborto ilegal. Y también,
en el momento en que la población en general empieza a
tomar conciencia, a la luz de las denuncias de esclavitud
sexual, violaciones, violencia familiar, muertes por aborto,
desaparición misteriosa de los anticonceptivos en los
hospitales, de que algo
grave nos está pasando a las mujeres, sobre todo a las de
la clase trabajadora, y que el responsable es el Estado,
casualmente gobernado por una mujer. Ante la necesidad
de vida o muerte de organizar una gran lucha nacional, ante
la posibilidad cierta de que esa lucha obtenga resultados,
las organizadoras del Encuentro se han aliado a este sector
político llamado “el campo”, que está reuniendo a
cuanto enemigo declarado de los derechos de la mujer ande
por ahí, desde Duhalde hasta la Coalición Cívica.
Pero esta desgracia puede traer, como sucede a veces, un
beneficio secundario que tenemos que aprovechar: después de
Neuquén, a nadie puede quedarle ninguna duda de que el
supuesto “apoliticismo” de las feministas
institucionales es mero terror a la lucha popular, a la
izquierda revolucionaria y a la mujer trabajadora (tres
elementos que solemos venir en el mismo paquete). Y que
mantuvieron el Encuentro “virgen” de toda política
independiente para entregarlo al primer patrón que le
cayera simpático al PCR. Ya en el Encuentro de Córdoba,
muchas compañeras manifestaron su acuerdo con el plan de
lucha propuesto por la izquierda: retomémoslo con nuevas
fuerzas, llevando el balance de Neuquén a todo el mundo y
tratando fraternalmente de sacar conclusiones, y sobre todo
de sumar más compañeras y grupos de mujeres a las
movilizaciones. Redoblemos el esfuerzo por formar comisiones
de mujeres en barrios y lugares de trabajo, con el objetivo
de convocar a un plan de lucha de unidad. El 28 de
septiembre es el Día Latinoamericano por el Derecho al
Aborto, y el 25 de noviembre el Día de la No Violencia
hacia las Mujeres: organicemos una gran movilización en
estas fechas.
Y empecemos a unificar, también, una acción decidida
para que el próximo Encuentro se convierta en una
herramienta al servicio de la lucha por el aborto legal,
contra la trata y la violencia de género, y solidario con
la lucha de todos los explotados y oprimidos.
• Ni con Cristina, ni con la Rural: contra la trata y por el
aborto legal
• Por un movimiento feminista de lucha, independiente de los
patrones y el Estado, y solidario con las luchas obreras y
populares
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