Socialismo o Barbarie, periódico Nº 134, 28/08/08
 

 

 

 

 

 

XXIII Encuentro Nacional de Mujeres

Del consenso a la patota

Agrupación Feminista Las Rojas

¿Qué pasó en el acto de apertura? Este acto es una de las actividades planificada por la Comisión Organizadora de la provincia donde se realiza el Encuentro cada año. En ellos, además de presentar números artísticos y lectura de adhesiones, suele leerse un documento mediante el cual el Encuentro se pronuncia acerca de los temas políticos, sociales y referidos a los derechos de las mujeres que la Comisión considere necesario tocar. Este documento, respetando el famoso “espíritu del Encuentro”, debe ser consensuado por las integrantes de la comisión. ¿Qué quiere decir esto? Que sólo se incluyen en él aquellos puntos y opiniones en los que la totalidad de la comisión esté de acuerdo.

Las organizaciones de izquierda, entre ellas Las Rojas, somos críticas de este “espíritu”. Consideramos que el método adecuado para resolver la política de un organismo es la votación. Pero a esto nos referiremos más adelante, porque lo que causó el escándalo en este acto de apertura no fue que la izquierda intentara imponer la votación por sobre el consenso, sino que una parte de la Comisión Organizadora impuso un documento no consensuado por la Comisión, y lo hizo por medio de una patota al mejor estilo de la burocracia sindical.

¿Qué corriente aportó la patota? El PCR. ¿Qué decía el documento en cuestión? Apoyaba los reclamos de los productores agrarios, bandera del PCR durante el conflicto del campo.

Cuando llegamos al lugar donde se realizaba el acto, nos encontramos con los portones cerrados. Lo único abierto era una puerta tamaño casa, para que entraran 10.000 personas. Esta vez no hubo grupos musicales, ni obras de teatro, ni se leyeron adhesiones. Mientras las mujeres se apretujaban intentando entrar, a toda velocidad se leyó el documento trucho (es decir, la escritura de venta del Encuentro a la patronal agraria) mientras las militantes del Plenario de Trabajadoras (PO) y de Las Rojas (MAS) intentábamos que por lo menos se leyera también el documento alternativo que habíamos elaborado (firmado también por Pan y Rosas-PTS, aunque no estuvieron en el acto de apertura), opuesto al del PCR, en defensa de los derechos de las mujeres y los trabajadores, en contra de todos los sectores patronales y del gobierno.

Pero no pudimos leerlo, porque la patota del PCR rodeó el escenario y sacaba a golpes a cualquiera que se acercara. Empujones, tironeos, apretones a los pechos de las mujeres, incluso golpes a una compañera embarazada, fueron los métodos con que se impuso la entrega del Encuentro a la Sociedad Rural. Finalmente, después del acto, leímos nuestro documento en la calle, junto a la gran cantidad de mujeres que no habían podido entrar al lugar.

¿Qué voces tendrían que haberse escuchado?

No sólo estábamos presentes muchísimas mujeres que repudiamos a la patronal agraria tanto como al gobierno, a las que se nos obligó a “embanderarnos” con “el campo” a fuerza de patadas y empujones. Estaban presentes trabajadoras de Pirelli, que enfrentan un durísimo conflicto por despidos, absolutamente silenciado por los medios. También los familiares de una mujer que lleva ocho meses en la cárcel por haberse hecho un aborto, denunciada a la policía por una médica del Hospital Larcade de San Miguel. Y la madre de Sandra, la joven peruana que apareció asesinada en un edificio ministerial de La Plata. Todas ellas, y cuántas más de las que ni nos enteramos, viajaron 1.800 kilómetros con la esperanza de difundir su lucha y recibir el apoyo explícito y activo del Encuentro de Mujeres. Pero en los actos del Encuentro nadie agarra el micrófono si no está llevado por la Comisión Organizadora de esa provincia. Si necesitás hacer conocer tu problema, sólo te escuchan las 40 mujeres que están en tu taller (menos que en tu barrio), o tenés que pasar hablando de taller en taller, con lo que no podés participar de los debates.

¿Por qué no podían leerse los dos documentos? ¿Por qué los familiares de la compañera presa no podían llamar a todas las mujeres de San Miguel presentes a juntarse en su ciudad para exigir su libertad y escrachar a la médica que la denunció, previniendo así, de paso, a otras mujeres que pueden caer en el mismo hospital? ¿Por qué las obreras de Zanón, aunque el documento leído se pronunció a favor de que les entreguen la fábrica, tenían que sufrir la vergüenza de verse embanderadas de prepo con la patronal a la que han repudiado públicamente junto a sus compañeros de fábrica? ¿El Encuentro sólo reivindica su derecho a trabajar, pero no su derecho a pensar? ¿Por qué las mujeres de Pirelli fueron tan silenciadas en este Encuentro como lo son en los medios de comunicación? ¿Dónde estaban las dirigentes feministas “antipolítica”, las que no comparten manifestaciones con la izquierda porque dicen que los partidos quieren imponerles su programa, mientras el PCR imponía a golpes el programa del “partido del campo”?

Muy distinta fue la reacción de las mujeres participantes de los talleres. Donde tuvimos la oportunidad de explicar lo que había pasado, mayoritariamente se pronunciaban en repudio a la patoteada de las organizadoras. Hubo que explicar mucho, porque la mayoría de las mujeres no había podido entrar al acto de apertura, pero donde pudimos hacerlo, esta situación se convirtió en el tema casi excluyente del taller. Además, Las Rojas propusimos unificar un plan de lucha por el aborto y contra la trata, y que el próximo Encuentro sea en Buenos Aires, para movilizarnos en masa ante el gobierno nacional con estos reclamos. Era notoria la impotencia de las coordinadoras para imponer esta vez el “espíritu del Encuentro”, es decir, garantizar que nada se vote y, si es posible, que ni siquiera se deje constancia de cuáles son las posiciones de mayoría y de minoría: hacían silencio, porque, ¿con qué cara iban a defender el “método horizontal” después de semejante patoteada?

Claro que, tal como está diseñado el Encuentro, las posiciones disidentes no tienen ninguna incidencia en el resultado final, sean mayoría o minoría. El acto de cierre, donde se supone que deben leerse las conclusiones de los talleres, la mayoría de las participantes en esos talleres no está. Recordemos que el último día feriado la mayoría de la gente, que viene de muy lejos, lo utiliza en volver a su lugar de origen, porque al otro día hay que trabajar. ¿Quiénes son la mayoría en el acto? Pues columnas traídas para ese día por organizaciones de la provincia, en este caso, el PCR y el MPN (el partido gobernante en Neuquén), que constituyeron la mayoría de la Comisión Organizadora.

¿Cuál de los derechos de la mujer fue entonces levantado en el acto final? Ninguno. El “grito de guerra” fue “no queremos votar”. Si esa es la gran conclusión del Encuentro Nacional de Mujeres, no nos extrañemos de que la esclavitud sexual sea un argumento de novela televisiva, mientras pasa como por un tubo la ley K que legaliza la trata y avala la prostitución.

Despolitizar es dominar, y no al revés

Repetimos: la burocracia del Encuentro tiró por la borda, no el método asambleario que la izquierda propone, método propio de las organizaciones de lucha que (como todas las burocracias) ha rechazado siempre. Tiró por la borda su propio disfraz de “espíritu horizontal” e invocó abiertamente al espíritu de Moyano y el “Pata” Medina para bendecir el XXIII Encuentro.

Esto nos obliga a pensar no sólo en lo que pasó en Neuquén, sino en el carácter de estos encuentros en general

Desde el Argentinazo, las mujeres de los movimientos sociales “invadieron” los encuentros de mujeres, e hicieron que éstos pasaran de unos cientos de activistas a convocar miles, decenas de miles de trabajadoras y luchadoras populares. Muchas de ellas organizadas con la izquierda, otras no, pero todas imbuidas de un espíritu muy distinto del de los conservadores grupos feministas institucionales o académicos: el espíritu de la rebelión que recorrió el continente, tirando gobiernos abajo y desbaratando los planes de neoliberalismo salvaje. Este “encuentro” entre el feminismo y las mujeres del Argentinazo podría haber significado el lanzamiento de un enorme y dinámico movimiento de lucha por los derechos de la mujer. Las feministas tenían (o deberían tener) lo que a las mujeres trabajadoras y pobres les faltaba en cuanto a la lucha de género: formación, organización, estrategia, y sobre todo la posibilidad de unificarse en todo el país, mediante la extraordinaria herramienta que podría ser ese Encuentro Nacional multitudinario, elaborando un programa común de reivindicaciones.

Pero las feministas, que para ese entonces ya habían dejado de ser independientes y trabajaban para el gobierno o para ONGS europeas, lejos de jugar ese papel movilizador, se dedicaron todos estos años a utilizar los encuentros para bloquear la posibilidad de unidad de acción de las mujeres. Su método fue sencillo: trasladaron los modos de funcionamiento del viejo Encuentro al nuevo. No parece nada malo, ¿verdad? Pero sucede que el Encuentro “pre Argentinazo” estaba formulado para el debate teórico y el intercambio de experiencias vivenciales, no para la lucha contra el Estado. Recordemos que comenzó a funcionar en los ‘80, apenas después de la dictadura, a la que le siguieron años de derrota y desmovilización mundiales del movimiento obrero y popular, incluyendo la Argentina de Menem. Este “nuevo” Encuentro pos Argentinazo, al contrario, multiplicado no sólo en número sino en posibilidades de, por fin, conseguir los derechos para las mujeres al calor de la movilización popular, se perfilaba a todas luces como otro tipo de organismo, lleno de mujeres que venían de enfrentarse todos los días a pedradas y bombas con la policía y que habían logrado sobrevivir gracias a autoorganizarse en los movimientos sociales. Un organismo de unidad para la lucha. Y pretender que un organismo de lucha se maneje con las reglas de una academia o una reunión social, es esterilizarlo y paralizarlo.

Basta de inclinarnos ante sacerdotisas que escupen a sus propios dioses

En una charla debate organizada por las fundadoras del Encuentro para decirnos a las militantes de izquierda lo malas que somos, una de ellas declaró: “Siempre tuvimos el temor de que el Encuentro que fundamos fuera copado por los partidos políticos”. Pero cuando esto finalmente sucede, cuando su Encuentro es copado, no por los partidos de izquierda sino por los amigos de la Sociedad Rural, las dirigentes feministas ni se mosquean. No nos pone contentas esta situación. Esta burda vendida del Encuentro de Mujeres a la patronal agraria es un salto cualitativo en el vaciamiento de estos encuentros de todo contenido útil para las mujeres. Y esto en el momento en que vivimos un femicidio de la mano de la trata, la prostitución promocionada por TV y el horror del aborto ilegal. Y también, en el momento en que la población en general empieza a tomar conciencia, a la luz de las denuncias de esclavitud sexual, violaciones, violencia familiar, muertes por aborto, desaparición misteriosa de los anticonceptivos en los hospitales, de que algo grave nos está pasando a las mujeres, sobre todo a las de la clase trabajadora, y que el responsable es el Estado, casualmente gobernado por una mujer. Ante la necesidad de vida o muerte de organizar una gran lucha nacional, ante la posibilidad cierta de que esa lucha obtenga resultados, las organizadoras del Encuentro se han aliado a este sector político llamado “el campo”, que está reuniendo a cuanto enemigo declarado de los derechos de la mujer ande por ahí, desde Duhalde hasta la Coalición Cívica.

Pero esta desgracia puede traer, como sucede a veces, un beneficio secundario que tenemos que aprovechar: después de Neuquén, a nadie puede quedarle ninguna duda de que el supuesto “apoliticismo” de las feministas institucionales es mero terror a la lucha popular, a la izquierda revolucionaria y a la mujer trabajadora (tres elementos que solemos venir en el mismo paquete). Y que mantuvieron el Encuentro “virgen” de toda política independiente para entregarlo al primer patrón que le cayera simpático al PCR. Ya en el Encuentro de Córdoba, muchas compañeras manifestaron su acuerdo con el plan de lucha propuesto por la izquierda: retomémoslo con nuevas fuerzas, llevando el balance de Neuquén a todo el mundo y tratando fraternalmente de sacar conclusiones, y sobre todo de sumar más compañeras y grupos de mujeres a las movilizaciones. Redoblemos el esfuerzo por formar comisiones de mujeres en barrios y lugares de trabajo, con el objetivo de convocar a un plan de lucha de unidad. El 28 de septiembre es el Día Latinoamericano por el Derecho al Aborto, y el 25 de noviembre el Día de la No Violencia hacia las Mujeres: organicemos una gran movilización en estas fechas.

Y empecemos a unificar, también, una acción decidida para que el próximo Encuentro se convierta en una herramienta al servicio de la lucha por el aborto legal, contra la trata y la violencia de género, y solidario con la lucha de todos los explotados y oprimidos.

• Ni con Cristina, ni con la Rural: contra la trata y por el aborto legal

• Por un movimiento feminista de lucha, independiente de los patrones y el Estado, y solidario con las luchas obreras y populares