Gobierno
K, oposición patronal,
patronales de la industria, el campo y
multinacionales
Divididos
por el rumbo del país...
unidos
contra los trabajadores
Desde
la caída de la resolución 125, la coyuntura política
viene emitiendo señales “mixtas”. Por un lado,
el frente patronal se muestra en una férrea unidad
alrededor del ataque mancomunado que están llevando
adelante todas las fracciones capitalistas para que los
trabajadores paguemos la crisis económica que se ha
desatado en los últimos meses. Ataque que, sin dejar de
encontrar resistencia, esta teñido por el triunfo
reaccionario que obtuvieron las entidades patronales del
campo y que sonó como un toque de ofensiva contra la
clase obrera.
Pero,
al mismo tiempo, la coyuntura viene teniendo algo como de
imágen fotográfica. Es como si desde el fatídico “mi
voto no es positivo” de Cobos, hubiera una situación congelada
en el tiempo que no encuentra un desenlace.
Congelamiento no en el sentido de que la pelea entre
tiburones se haya saldado sino, por el contrario, de un impasse
que la ha dejado sin resolución.
Un debate que no termina
El
hecho es que entre los de arriba la situación no termina
de saldarse. Es decir, no termina de resolverse el fuerte
debate que se abrió a lo largo de la crisis del campo acerca
del rumbo de conjunto para el país.
¿Por
qué ocurre esto? Lo que sucede es que la crisis agraria
desnudó que por primera vez desde el 2001 se abrió una fisura
profunda entre los de arriba. Este desgarramiento tiene
que ver, básicamente, con la marcha económica del país.
Es
decir, ante el evidente deterioro del “modelo” K, se ha
abierto una pelea alrededor de cuáles podrían ser las mejores
medidas para enfrentar los síntomas de agotamiento que éste
evidencia.
En
esta discusión hay, en realidad, dos planos. El primero
(que editorializábamos en nuestra edición anterior) tiene
que ver con el tipo de ajuste económico a impulsar.
Es decir, cómo hacer para cargar a cuenta de los
trabajadores los costos de la crisis. Por ejemplo, que ante
el avance inflacionario, éstos se aguanten una nueva caída
de su salario como manera de que la economía recupere
“competitividad”. O que, ante el deterioro de las
cuentas fiscales, el ajuste se haga sobre sueldos
estatales y jubilaciones para que los números
“cierren”.
Complementario
con lo anterior, hay sectores que defienden que el peso se
siga “revaluando”, lo que sustituiría producción
nacional por importaciones generando altas tasas de
desempleo. Otros proponen volver a devaluar el peso, pero
reventando toda lucha obrera que se plantee la recuperación
salarial ante el deterioro del poder adquisitivo, o un
mejoramiento de los convenios.
A
la vez, hay un segundo plano de debate, íntimamente
encadenado al anterior. Tiene que ver con sí se va a fondo
en el desmonte de las tibias medidas “populistas” que
tomó en su momento el gobierno de Kirchner en lo que hace a
los (fracasados) “acuerdos de precios”; la “estatización”
(muy marginal, por cierto) de determinadas empresas públicas
privatizadas prácticamente quebradas (Aguas Argentinas, el
Correo Argentino y ahora Aerolíneas y Austral); las
retenciones a las exportaciones agrícolas, etc.
Es
decir, “modelo K” versus una vuelta lisa y llana a las
condiciones imperantes en la economía en los ’90, que no
son más que dos formas diversas de mantener las
condiciones de explotación de los trabajadores.
Que
Cristina haga el trabajo sucio hasta el final
Retomando
lo que venimos señalando, recordemos que cuando cayó la
125 se esbozó una discusión dentro del kirchnerismo.
Algunos planteaban que con un gobierno tan debilitado “no
valía la pena mantenerse en el poder”. Sin embargo,
prevaleció la posición de mantenerse en la presidencia.
A partir de ahí se abrió otra discusión: si tomar todas
las banderas de la oposición o hacer ajustes pero
intentando mantener el “modelo”.
Semanas
después de su más fuerte derrota política, el gobierno
parece haber optado por un camino intermedio:
impulsar duras medidas de ajuste económico pero sin
abrir del todo la mano en lo que hace a su política más
general.
Es
decir, mientras se mantiene el discurso de “distribución
de la riqueza”, se impulsa la “estatización” de Aerolíneas
Argentinas haciéndose cargo el Estado del pasivo sin
expropiarla como correspondería. Mientras se continúa
impulsando determinados juicios a los genocidas, se van
tomando medidas de ajuste económico en “cuotas”.
Ajuste
que ya se está aplicando mediante la puesta en pie de una
Santa Alianza entre gobierno, instituciones patronales y
dirigentes sindicales que tiene por objetivo “planchar”
los reclamos obreros y hacerles tragar –a la fuerza si es
necesario– una nueva caída en sus condiciones de vida.
Sin
embargo, a la oposición patronal y el imperialismo nada
parece no alcanzarles. Quieren que Cristina haga el trabajo
sucio del ajuste hasta el final. De ahí que día y
noche los medios estén en campaña quejándose de que
Cristina muestra “inmovilismo”, que “no se aviene a
relevar a Guillermo Moreno”, ni a “sincerar el INDEK”,
que Néstor Kirchner sigue “al frente de la economía”,
que se está a las puertas de un “nuevo default”, etc.
Toda una inmensa campaña de presión por derecha sobre el
gobierno K para que tire por la borda de una buena vez las falsas
y tramposas veleidades “progresistas” que aún le
quedan.
Unidos contra los de abajo
No
hay que confundirse: la discusión por el rumbo para el país
no les impide apelar a un mecanismo clásico de los
capitalistas. Mientras discuten entre ellos la mejor manera
de esquilmar a la clase obrera, no tienen empacho
en unirse para descargar sobre ella los costos de la crisis.
¿Por
qué ocurre esto? Muy simple: por una cuestión de
solidaridad de clase elemental que hace que sus disputas se
den en el marco de su unidad esencial. Se trata de una
pelea entre “hermanos”.
Es
que nunca se debe perder de vista que todas las
fracciones patronales –sean industriales, agrarias o
financieras–, así como todos los políticos del sistema
–sean kirchneristas, cobistas, Carrió o Macri– tienen
un esencial elemento común: viven de la común explotación
de los trabajadores. Y como buenos políticos
patronales, tienen el objetivo común de garantizar
la gobernabilidad de una Argentina que es capitalista y
dependiente. Sólo en este marco es que surgen,
entonces, las diferencias a la hora del modelo de país: siempre
en el marco de su solidaridad como explotadores enfrentados
a los explotados.
Esto
mismo –que podría parecer muy general– es lo que
explica lo que está ocurriendo ahora. La crisis por arriba no
se saldó, y seguramente tendrá nuevos desarrollos. Por
ejemplo, a mediano plazo, no se puede descartar un nuevo
paro de la patronal agraria. Pero al mismo tiempo, a la hora
de que los trabajadores paguemos los platos rotos de la
crisis, se muestran con una férrea unidad.
Hay
multitud de ejemplos de esto: a coro las patronales (de la
industria y el campo) dicen que “no se pueden reabrir las
paritarias”. Que no están dispuestas a pagar más
impuestos “confiscatorios”, mientras les importa un
bledo que se les robe los fondos de sus jubilaciones a los
trabajadores de Córdoba y Buenos Aires.
En
el caso del conflicto en el neumático, mientras Wasiejko
promueve la desconfianza y el enfrentamiento entre las bases
obreras de Firestone, Pirelli y Fate, las patronales están
actuando en un férreo frente único. Que llega hasta
los detalles más ínfimos cuando los telegramas que envían
a los trabajadores tienen todos el mismo texto, los
mismos puntos y las mismas comas.
Y
no se trata sólo de patronales y gobierno. Las burocracias
de la CGT y la CTA son una pieza clave en este
mecanismo. Son más que esto: estos dirigentes sindicales
vendidos y entregadores configuran, en los hechos, una de
las principales columnas de sustento del régimen político
patronal.
El
ejemplo de los últimos meses ha sido, nuevamente,
aleccionador. Mientras han atado de pies y manos al grueso
de la masa trabajadora detrás de aumentos en paritarias que
abiertamente están por detrás de la inflación, se
niegan ahora a reabrirlas, dándole vueltas y vueltas al
asunto.
Además, como se ha visto en la lucha de los compañeros
del Casino, en Mafissa y tantas otras de este año, no han
tenido empacho en actuar en conjunto con las patronales y el
Ministerio de Trabajo para, a partir de una y mil maniobras,
tratar de reventar a la nueva generación obrera que está
emergiendo en luchas históricas, como es ahora el caso del
neumático.
Peleas que muchas veces cuestionan la mismísima autoridad
empresaria dentro de las plantas como se quejan las
patronales en un informe publicado en La Voz del Interior:
“Los conflictos laborales comienzan a afectar el normal
funcionamiento de las compañías. Hay un antes y un
después que puede tener efectos negativos sobre la
gobernabilidad. Si hubo un corte de ruta, hubo pintadas
en la planta, hubo agresiones entre el sindicato y la
empresa, difícilmente todo vuelva a la normalidad”
(20-8-08).
Los obreros del neumático deben ganar
En
el contexto que venimos señalando, no les va a ser tan fácil
al gobierno y las patronales derrotar el proceso de
resistencia que emerge contra el ajuste. En el caso del neumático,
caso testigo de la actual coyuntura, es un hecho que el paro
del pasado lunes 25 demostró que la base del gremio está viva
y dispuesta a dar pelea, aun a pesar de las mil y una
traiciones de Pedro Wasiejko.
Pero
no se trata sólo de la lucha de Fate, Pirelli y Firestone.
En la provincia de Buenos Aires se realizan dos días de
paro de los docentes por reclamos salariales. Entre los
estatales provinciales también crece la bronca, más aún
cuando Scioli no tuvo mejor idea que salir a emular a
Schiaretti, poniendo en riesgo los fondos de las
jubilaciones. Y es un hecho que aumentan las presiones entre
distintos sectores de trabajadores alrededor de que los
aumentos ya han sido arrasados por la inflación y que hay
que imponer nuevas negociaciones paritarias, aun a
pesar de que tanto la CGT como la CTA pretenden mirar para
otro lado.
En
estas condiciones, de lo que se trata es de impulsar una
orientación que logre quebrar la Santa Alianza entre
el gobierno K, los dirigentes sindicales y los empresarios,
apostando al desarrollo y la maduración de la nueva
generación de trabajadores por la vía de su organización
independiente, de no depositar ninguna confianza en los
dirigentes vendidos y de elevar las peleas al plano del
enfrentamiento directo con el gobierno K.
Cuestión
que en la actual lucha del neumático, la lucha más
significativa de la actual coyuntura, implica reafirmar con
todo la necesidad de imponer el paro y la movilización a
partir del lunes 1º hasta lograr la reincorporación de
todos los despedidos y un aumento del 35%.
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