Socialismo o Barbarie, periódico Nº 129, 19/06/08
 

 

 

 

 

 

Brutal giro derechista en la política exterior “bolivariana”

Chávez defenestra a las FARC

Por Marcelo Yunes

La noticia sacudió tanto a los amigos del régimen chavista como a sus críticos de derecha e izquierda: Hugo Chávez pidió públicamente a las FARC colombianas que abandonen la lucha, liberen a todos los rehenes “a cambio de nada” y se preparen para negociar un acuerdo de paz con Uribe, porque “la guerra de guerrillas pasó a la historia en América latina”. Más allá de la indignación moral de los ahora ex chavistas y la consternación de los desencantados, es necesario explicar las razones y el trasfondo de este escandaloso viraje de derecha.

Fueron muchos, en particular los chavistas oficiosos de América latina, los que no podían dar crédito a lo que leían o veían en los noticieros: el “camarada” Chávez, el mismo que a fines de 2007 había solicitado la condición de fuerza beligerante para las FARC, se dirigía a la guerrilla colombiana para decirle, en buen romance, que se acabó todo. Todo: el sentido de la lucha armada, la táctica de la guerra de guerrillas, la negociación por los rehenes y lo irreductible del conflicto con el gobierno de Uribe y el Estado. Sencillamente, les pidió, casi en esos términos, la rendición incondicional. Porque entregar los rehenes “a cambio de nada”, renunciar a toda lucha armada y disponerse, en esas condiciones, a un “proceso de paz”, es una rendición.

En efecto, ¿qué condiciones podrían reclamar las FARC en ese proceso de “paz”, si, de seguir los consejos de Chávez, no harían otra cosa que reconocer que toda su lucha no es más que un error, algo que está “fuera de orden”? ¿Cuántos de los miles de presos de la guerrilla serían liberados? ¿Quién asegura que ese “proceso de paz” no terminará como casi todos los otros en la historia colombiana: en masacres de los que entregan las armas? ¿Cuál sería el límite del fortalecimiento político del monstruo de Uribe, que podría anunciar, complacido, que hasta el propio Chávez le da la razón histórica en este punto?

Si Uribe ya estaba pergeñando un plan para su reelección, ahora debe estar descorchando champán. No hay ninguna exageración: las primeras reacciones públicas a las declaraciones de Chávez fueron del ministro de Defensa de Colombia, Juan Manuel Santos; del secretario general de la Conferencia Episcopal de Colombia, Fabián Marulanda (encima con ese apellido...), y del propísimo Uribe. Ni hace falta citar sus palabras; el contenido global podría resumirse como “felicitaciones, por fin entendiste cómo son las cosas”. Recién después llegaron los saludos de Correa, el presidente ecuatoriano, y la satisfacción general de todo el establishment internacional.

Por otra parte, los supuestos “garantes” del “proceso de paz” que propone Chávez son parte de una lista que empieza como obvia y termina metiendo miedo: “Argentina, el presidente de Brasil me llama a cada rato, el presidente de Nicaragua, el presidente de Ecuador, de Francia, Zapatero; estoy seguro que ayudarían, [con] el de Portugal, el mismo rey de España, a lo mejor el mismo Vaticano, comisiones de la OEA, a una paz que se respete (...) Ya basta de tanta guerra, llegó la hora de sentarse a hablar de paz, llamamos al mundo a buscar ese camino”. Quizá esta vez, que se muestra tan “estadista”, el bueno de Juan Carlos de Borbón no le pida que se calle y hasta lo aliente a seguir hablando...

Las FARC, de “fuerza beligerante” a “fuera de orden”

Enseguida veremos los argumentos de “alta política” que esgrime Chávez para pedir la rendición de las FARC. Pero no hay que dejar pasar un punto: el líder bolivariano no sólo cuestiona la guerrilla de las FARC sino cualquier “movimiento guerrillero armado”, una táctica que “pasó a la historia” en el continente.

Las fuerzas que venimos de la tradición trotskista, como el nuevo mas, en general hemos rechazado el camino de la guerrilla, que consideramos estratégicamente equivocado, porque entre otros problemas –y como demuestra el caso de las propias FARC–, conduce a establecerse una base social casi exclusivamente rural, disociada de los trabajadores, de las masas pobres urbanas y de las luchas de éstos.

Lo que siempre hemos hecho, en cambio, es –sin tomar ninguna responsabilidad política por decisiones y estrategias que no compartimos– defender incondicionalmente a los luchadores, guerrilleros o no, de cualquier ataque por parte del Estado capitalista y sus fuerzas represivas. El propio Chávez parece olvidar que surgió de un movimiento... armado, aunque no guerrillero, en febrero de 1992.

Esa defensa es particularmente urgente en el caso de las FARC, bajo asedio del gobierno más derechista y proimperialista del continente. A esa defensa apuntaba, en cierto modo, el pedido de Chávez de fines de 2007 de reconocer a las FARC como fuerza beligerante, contra la acusación de que se trata de meros “terroristas”. Y es esa defensa la que se ve irrevocablemente comprometida por el mismo Chávez, que ahora les dice con el dedo en alto que están “fuera de la historia”.

Lo grave es que aquí no se trata de una discusión entre revolucionarios sobre la táctica más adecuada, sino de, con la excusa de atacar a la guerrilla “fuera de orden”, cuestionar a los que hoy luchan contra Uribe. Como dijo, con toda razón, una desconsolada Celia Hart: “Chávez escogió el peor momento de la historia para criticar a las FARC (...) Sea o no atractiva la guerrilla para estos frívolos tiempos, nadie, absolutamente nadie tiene el derecho de cuestionar el derecho a la rebeldía (...) Además, puede haber cierta irresponsabilidad, pues pueden estar en peligro las vidas de muchos jóvenes guerrilleros que se entreguen en virtud de apoyar al líder bolivariano. Ya sucedió una vez hace décadas. Aunque quieran convencerme que el presidente de la Venezuela bolivariana pactó con el recién electo Cano [nuevo número 1 de las FARC], no es conveniente. Si la dirección de las FARC convino en esto… peor aún”.

Chávez fue todavía más lejos, ya que rozó la acusación a las FARC de “hacerle el juego al imperialismo”, en el más puro estilo de los ataques del estalinismo contra lo que éste consideraba “la ultra”. Con tono admonitorio, el presidente venezolano sostuvo: “Las FARC deben saber una cosa: ustedes se han convertido en una excusa del imperio para amenazarnos a todos nosotros, son la excusa perfecta (...) El día que se haga la paz en Colombia, se le acabó la excusa del terrorismo, como dicen ellos, al imperio. Van a montar una base militar en Colombia; ésa es una amenaza contra Venezuela”.

Esto es un escándalo. ¡Una nueva, ahora: si las FARC dejan la lucha, seguramente EE.UU., que se quedaría así “sin excusas”, levantaría el proyecto de la base militar en Colombia, haría volver la IV Flota que patrulla amenazante el Caribe y declararía, sin duda, que ya no tiene nada que hacer en América latina, que quedaría libre de decidir sus destinos! Parece mentira tener que andar aclarando que si hay algo que los yanquis no necesitan para intervenir en su “patio trasero” son excusas. Si no las tiene, las inventa. ¿Es necesario dar ejemplos históricos?

Razones públicas y de las otras

Uno de los sorprendentes argumentos de Chávez es que “la situación que vive América Latina, la misma que vive Estados Unidos, pareciera crear condiciones favorables a un proceso de paz”. ¿A qué viene esa referencia a EE.UU.?

Según otro chavista desencantado, Heinz Dieterich, “tanto Hugo Chávez como Barack Obama se encuentran ante difíciles situaciones electorales e internacionales que los inducen hacia una alianza de beneficio mutuo, sacrificándose en ese poker mundial a las fuerzas guerrilleras de Colombia” (“Chávez, las FARC y el probable fin del antiimperialismo bolivariano”, en Aporrea, 12-6). Es difícil saber qué grado de seriedad tiene la hipótesis de ese intento de “alianza”, que en todo caso es unilateral, es decir, sólo de parte de Chávez, porque Obama declaró hace poco que “Chávez es una amenaza, pero manejable”.

Pero lo que sí es probable es que Chávez esté muy preocupado por el curso de la “revolución bolivariana”, que muestra signos importantes de desgaste en el frente interno y también en el externo. Sobre este último punto, el citado Dieterich opina que “Chávez parece interpretar la correlación de fuerzas norteamericanas, latinoamericanas y europeas en su contra, como una situación de jaque mate, en la cual la única salida para su sobrevivencia presidencial a mediano plazo reside en una oferta de alianza estratégica con Barack Obama y los presidentes europeos (...). La oferta consiste en dejar el bolivarianismo como un New Deal latinoamericano (...) es decir, aceptar un papel subordinado dentro de un proyecto continental de good neighbor policy [política de buen vecino] al estilo de Franklin Delano Roosevelt, que es la esencia del proyecto imperial de Barack Obama” (ídem). No hace falta compartir el cuadro totalmente pesimista que, con razones justificatorias, pinta Dieterich para entender que el proyecto bolivariano ya no es lo que era...

La sospecha de que Chávez apuesta a un entendimiento con Obama –aunque no viceversa– crece cuando también Celia Hart advierte que “si existe un instante en que no pueden dormir los revolucionarios de la Gran Colombia es éste ¡sea quien sea el próximo presidente de Estados Unidos!”

Son entonces los propios ex admiradores incondicionales de Chávez los que deslizan que detrás de su giro “estadista” lo que puede haber es cierta desesperación ante las crecientes dificultades del régimen bolivariano, que se traduce en este violento giro a la derecha. Puede interpretarse como parte de esto el retiro del polémico proyecto de ley de inteligencia, que calcaba el modelo cubano.

Y en ese mismo sentido parece apuntar el reciente paquete de medidas anunciado por Chávez en cadena nacional frente a 500 industriales y empresarios con el objeto de frenar una inflación galopante (más del 12% en lo que va del año) y revitalizar el crecimiento económico, que da signos de agotamiento. Allí, el líder venezolano los convocó a poner en pie una “alianza estratégica” nacional y dejó este curioso concepto: “Nadie se deje meter miedo con el socialismo”. Frase que, teniendo en cuenta que estaba dirigido a un auditorio de empresarios, se parece demasiado a –dicho en criollo– “no tomen en serio toda esta cháchara del socialismo, que es para la gilada, y hagamos los negocios que nos convienen”.