Gobierno K y ruralistas buscan
canalizar su disputa sin ceder posiciones
Todo
al parlamento
La interminable crisis “campo”-gobierno K cumplió cien días. Con
el levantamiento de los cortes de ruta ahora parece abrirse
un nuevo capitulo: el parlamentario. La detención
por unas horas del “federado conservador” (como
correctamente caracteriza el oligárquico diario La Nación
a Alfredo de Angeli) derivó en el cacerolazo masivo de las
clases medias enriquecidas el pasado lunes 16/06. El
gobierno K contragolpeó enviando el famoso decreto
125 (retenciones móviles) al Congreso y con el acto en
Plaza de Mayo el miércoles 18.
Si los cacerolazos parecieron inclinar la balanza para el lado de las
patronales ruralistas (rozando la apertura de una crisis
institucional), el acto en la Plaza y la maniobra de llevar
todo al Congreso (donde, apriori, el oficialismo tiene mayoría
propia en ambas cámaras), parecen haber vuelto a
equilibrar las cosas, forzando la apertura del capítulo
“institucional” de la crisis y el levantamiento de
los cortes.
La apelación a este desvio ha venido justo cuando la pugna en las
alturas empezaba a abrir paso a un factor que podría ser
“revolucionario”: el creciente y justificado hartazgo
de una población trabajadora que nada tiene que ganar
con esta disputa de los de arriba y sí mucho que perder.
De la calle al palacio
Con el envío de la resolución 125 al Congreso, el gobierno K tiene
dos objetivos: forzar el levantamiento de los cortes y
lograr la ratificación parlamentaria del decreto que
estableció las retenciones móviles. Si lo primero ya está
ocurriendo, las entidades agrarias no se han quedado atrás
en denunciar que “no están dispuestas a irse a su casa a
cambio de nada”.
Por esto mismo, no ha sido casual que hayan anunciado que a partir del
fin de semana, comenzarán a recorrer uno a uno los
domicilios de diputados y senadores del interior para
interiorizarse si están por aceptar o rechazar el proyecto
del oficialismo.
Sin embargo, lo que parece estar claro a estas horas es que entre
ambos contendientes patronales, se ha pasado a un acuerdo tácito
evitando que la situación política se termine
“desmadrando”. Es decir, ensayar una canalización del
conflicto al ámbito parlamentario en el que cada cual querrá
hacer valer su peso político para lograr un saldo en su
propio beneficio.
¿Cómo se explica este desvío parlamentario? ¿Acaso a alguien se le
puede escapar que –a priori– el oficialismo tiene mayoría
en ambas cámaras? Insistimos: en los últimos días la
crisis política y los elementos de polarización y
crispación social se agravaron de tal forma que
encendieron concretas señales de alerta rojo llegándose
al acuerdo implícito de ensayar la vía
parlamentaria.
Es que una honda preocupación comenzó a recorrer todos los rincones
de los que mandan: el creciente “descontrol”, la
emergencia de una incipiente crisis institucional y la
aparición de ciertos relatos de “lucha de clases”
preanunciaban que se estaba –ciertamente– frente a un
abismo que podría poner en riesgo todas las ganancias de
la estabilización desde el 2001.
Esto mismo se conecta con el hecho cierto que, en definitiva, los
actores que están pugnando en las alturas son contendientes
burgueses hechos y derechos que todo el tiempo han
venido “relojeando” que la crisis no se salga de
determinados carriles abriéndose una caja de Pandora por la
cual se terminen colando luchas y reclamos verdaderamente
populares.
Este mismo ha venido siendo uno de los argumentos de más peso
de los esposos K de cara a las clases dominantes: una
cerrada defensa de los tramposos mecanismos institucionales
de la democracia patronal como medio de excelencia para
dirimir los conflictos. Ni lerdos ni perezosos los K han
venido insistiendo con su discurso acerca de que, según la
Constitución Nacional, el pueblo no debe deliberar ni
gobernar sino “por medio de sus representantes”
cuestionando la representatividad de las entidades
patronales del campo.
Es por esto mismo que Cristina Kirchner los viene azuzando a que si
“quieren cambiar el modelo” formen un partido político
propio y se presenten en las próximas elecciones. Es decir,
los venía conminando a que dejen de lado los métodos de
acción directa como los cortes, los “escarches” a
funcionarios, las asambleas de “productores” a la vera
de las rutas, etc. Los propios ruralistas ya comenzaban a
encaminarse en este sentido al introducir las oraciones
inter religiosas en sus convocatorias y caracterizar a un
Congreso donde se quedaron todos como “la casa del
pueblo”...
Otra vez los cacerolazos
La actual canalización del conflicto no quiere decir que se deje de
analizar y sacar enseñanzas acerca de lo vivido en los últimos
días.
Recién nomás, el pasado lunes 16, volvieron los cacerolazos en los
barrios más privilegiados de la Capital Federal, Rosario y
Córdoba, así como –más masivamente– en diversas
localidades de provincias como Entre Ríos y otras.
Nuevamente, en ellos se pudo ver a determinados sectores de la
izquierda sumándose a la gente “bien” bajo el argumento
de que “todo lo que se moviliza es progresivo”... Pero
en estos esquemas y análisis mecánicos acerca de los
procesos políticos y sociales lo que falta son elementales puntos
de referencia de clase.
Del 2001 a esta parte han pasado muchas cosas, una de ellas es el giro
a la derecha de una importante franja –no toda– de las
clases medias. Claro, dentro de esta categoría entran
muchas cosas. Hay “clases medias” consideradas como
tales más por criterios “culturales” pero que viven de
un salario: son parte de la clase trabajadora. Las hay
aquellas que son pequeñoburguesía en la medida que son
pequeños propietarios. Y también las clases medias altas,
las cuales se asimilan por nivel de ingresos y culturalmente
lisa y llanamente a la burguesía.
Esto que decimos tiene que ver con intentar comprender la reiteración
de cacerolazos en los barrios pudientes del país (también
en el interior agrícola-ganadero de la zona núcleo) de los
últimos días.
Por nivel de ingresos o por su calidad de propietarios, las capas
medias tienen como una “doble naturaleza”: todo un fenómeno
de “esquizofrenia social”: en determinadas
circunstancias de deterioro en sus condiciones de vida, las
capas medias se tienden a identificar en tanto que capas
empobrecidas con los demás explotados y oprimidos: es el
caso de los cacerolazos del 2001.
Pero en otras circunstancias, en unas de bonanza económica como la
actual, lo que pesa es su nivel de ingresos y/o su identificación
como propietarios con el resto de los propietarios: es
lo que esta pasando hoy con los pequeños y medianos
“productores” rentistas de la pampa húmeda y con sus
homólogos (familiares, identificación social, etc) de las
ciudades. Porque claro: una cosa era un “ahorrista” o
“productor” expropiado o arruinado por la crisis
golpeando dia y noche con su martillo las puertas del City
Bank y otra muy distinta es la actual, cuando con sólo
alquilar 400 o 500 hectáreas se pueden embolsar la friolera
de 250.000 dólares al año. ¡Esto es lo que
defiende cuando se reclama que “no se les
meta la mano en el bolsillo”!
Y precisamente, en nada cambia el contenido social del
movimiento que están expresando estos sectores el que se
apele a métodos de movilización directa. Lo propio lleva a
cabo –por ejemplo– la oligarquía racista del
Oriente boliviano la que convoca asiduamente a verdaderas
“asambleas populares” de cientos de miles de personas, a
las cuales arrastran, a no dudarlo, incluso a muchos pobres
de toda pobreza.
Porque es elemental: para poder definir un movimiento social, el
problema no es sólo de métodos de lucha, sino el carácter
social de quienes dan el tono al movimiento que se trate
y bajo que programa y direcciones llevan a cabo sus
acciones.
Y está claro que el contenido reaccionario y burgués de los
cacerolazos de hoy –de ahí su mayoritaria localización
en los barrios pudientes de las ciudades– tienen
que ver con la defensa de estos privilegios. Es
decir, con la defensa del supuesto “derecho” a
embolsarse una renta agraria extraordinaria que nada tiene
que ver con su “esfuerzo” y/o “trabajo” sino con la
prodigalidad histórica de un campo argentino. Campo que, en
su mayoría y en tanto recurso natural de la nación, debería
ser ipso-facto estatizado y puesto bajo producción
colectiva de los peones rurales.
La “burguesía nacional” ausente sin aviso
Como venimos señalando esta crisis ha sido muy importante para
observar el comportamiento de todas las clases sociales. Y
expresa otro dato de importancia: la ausencia de todo
posicionamiento concreto de la “burguesía
nacional” tan cara a los relatos de los esposos K.
Hay que partir de dejar sentados –a este respecto– dos
elementos de análisis general: si en determinados momentos
históricos la burguesía “nativa” tenía una
importancia real en la conformación de la clase dominante
del país (con una participación más o menos considerable
en el PBI), en los ’90, con el salto en la extranjerización
de la economía (cuestión que bajo los K, a todos los
efectos prácticos, se sigue alentando) este componente
de la patronal ha devenido cada vez más “espectral”.
En todo caso, en los relatos “nacionales y populares”, estaba
también el supuesto político de una burguesía que por ser
“nacional”, defendiera de una u otra manera una
perspectiva “independiente” para el país... Nada de
esto se ha podido observar a lo largo de esta crisis, crisis
en la que incluso se ha abierto un debate real acerca del
“modelo” económico.
Es que si es un hecho cierto que el “modelo” K le ha servido
sobremanera a la casi totalidad de la patronal industrial
(pero también al agro y otros sectores) para embolsarse
super ganancias en los últimos años. Y si también es
verdad que los reclamos del paro agrario tienden a aumentar
–de manera sideral– los bienes de consumo masivo
y por tanto a meter presiones salariales, su posicionamiento
no ha pasado de ser –al menos hasta ahora– un muy
moderado y circunspecto llamado al “dialogo” aún a
pesar del hecho cierto que el lock out agrario no parece
demasiado de su agrado.
No ha sido casual que, por ejemplo, en el reciente acto en la Plaza,
el gobierno K haya podido exhibir sólo raquíticos
exponentes de la susodicha “burguesía nacional”
casi sin peso económico real.
Moraleja: la crisis actual es una muestra, más que nunca como en el
mundo capitalista mundializado y neoliberal de hoy, el
relato acerca de la burguesía “nacional” es una construcción
ideológica interesada de este tipo de gobiernos
“progresistas”. Una construcción ideológica sin
sustento material ni político alguno como no sea un más
que estrecho posicionamiento alrededor de beneficios
obtenibles con el “modelo K” pero donde siempre está,
en primer lugar, la preocupación por la
“estabilidad” del país y el cerrar filas frente a las
clases explotadas y oprimidas.
Los limites de clase de los esposos K
Otro elemento más debe quedar claro: la pelea por las retenciones (a
favor y en contra) es una disputa alrededor de una medida
enteramente burguesa. Efectivamente, tiende a “proteger”
los precios nacionales de los internacionales (los
“desengancha”) y sirve como mecanismo
“redistribuidor” de renta. Pero de una redistribución
que el gobierno K utiliza al solo efecto de transferir
trabajo no pagado de la clase obrera rural y urbana, y renta
extraordinaria por los altos precios de las commodities en
el mercado mundial, de un sector patronal a otro.
Sin embargo, en la medida que Cristina K se ha venido llenando la boca
de palabras como la “redistribución de la riqueza” hay
que señalar qué medidas realmente podrían servir a la
misma desnudando los estrictos límites de clase
capitalista del gobierno K.
Estas medidas –que nunca podrían tomar los esposos K–
serían dos: una, un férreo monopolio del comercio exterior
que se ejerza bajo control de los trabajadores y no la que
ha venido siendo la hipócrita política agraria K en la que el agente de retención del impuesto a las exportaciones
no es otro que las grandes acopiadoras de granos como el
caso de Bunge y Born, Dreyfus y otras de igual porte.
Dos: se debería considerar a la tierra como un recurso inalienable
del estado nacional no sujeto a propiedad privada (salvo
en el caso de auténticos pequeños productores y unidades
familiares, sobre todo extra zona núcleo de la pampa húmeda).
En estas condiciones, a partir de una determinada tenencia
en propiedad, se debería proceder a la lisa y llana expropiación
de la tierra para su puesta en producción bajo métodos de
socialización del trabajo.
Pero claro, medidas revolucionarias como estas de verdadera
“redistribución de la riqueza” jamás podrían ser
tomadas por un gobierno confesamente capitalista como
el de los esposos K, por más “gobierno popular” que se
lo quiera presentar.
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