Socialismo o Barbarie, periódico Nº 129, 19/06/08
 

 

 

 

 

 

Gobierno K y ruralistas buscan canalizar su disputa sin ceder posiciones

Todo al parlamento

La interminable crisis “campo”-gobierno K cumplió cien días. Con el levantamiento de los cortes de ruta ahora parece abrirse un nuevo capitulo: el parlamentario. La detención por unas horas del “federado conservador” (como correctamente caracteriza el oligárquico diario La Nación a Alfredo de Angeli) derivó en el cacerolazo masivo de las clases medias enriquecidas el pasado lunes 16/06. El gobierno K contragolpeó enviando el famoso decreto 125 (retenciones móviles) al Congreso y con el acto en Plaza de Mayo el miércoles 18.

Si los cacerolazos parecieron inclinar la balanza para el lado de las patronales ruralistas (rozando la apertura de una crisis institucional), el acto en la Plaza y la maniobra de llevar todo al Congreso (donde, apriori, el oficialismo tiene mayoría propia en ambas cámaras), parecen haber vuelto a equilibrar las cosas, forzando la apertura del capítulo “institucional” de la crisis y el levantamiento de los cortes.

La apelación a este desvio ha venido justo cuando la pugna en las alturas empezaba a abrir paso a un factor que podría ser “revolucionario”: el creciente y justificado hartazgo de una población trabajadora que nada tiene que ganar con esta disputa de los de arriba y sí mucho que perder.

De la calle al palacio

Con el envío de la resolución 125 al Congreso, el gobierno K tiene dos objetivos: forzar el levantamiento de los cortes y lograr la ratificación parlamentaria del decreto que estableció las retenciones móviles. Si lo primero ya está ocurriendo, las entidades agrarias no se han quedado atrás en denunciar que “no están dispuestas a irse a su casa a cambio de nada”.

Por esto mismo, no ha sido casual que hayan anunciado que a partir del fin de semana, comenzarán a recorrer uno a uno los domicilios de diputados y senadores del interior para interiorizarse si están por aceptar o rechazar el proyecto del oficialismo.

Sin embargo, lo que parece estar claro a estas horas es que entre ambos contendientes patronales, se ha pasado a un acuerdo tácito evitando que la situación política se termine “desmadrando”. Es decir, ensayar una canalización del conflicto al ámbito parlamentario en el que cada cual querrá hacer valer su peso político para lograr un saldo en su propio beneficio.

¿Cómo se explica este desvío parlamentario? ¿Acaso a alguien se le puede escapar que –a priori– el oficialismo tiene mayoría en ambas cámaras? Insistimos: en los últimos días la crisis política y los elementos de polarización y crispación social se agravaron de tal forma que encendieron concretas señales de alerta rojo llegándose al acuerdo implícito de ensayar la vía parlamentaria.

Es que una honda preocupación comenzó a recorrer todos los rincones de los que mandan: el creciente “descontrol”, la emergencia de una incipiente crisis institucional y la aparición de ciertos relatos de “lucha de clases” preanunciaban que se estaba –ciertamente– frente a un abismo que podría poner en riesgo todas las ganancias de la estabilización desde el 2001.

Esto mismo se conecta con el hecho cierto que, en definitiva, los actores que están pugnando en las alturas son contendientes burgueses hechos y derechos que todo el tiempo han venido “relojeando” que la crisis no se salga de determinados carriles abriéndose una caja de Pandora por la cual se terminen colando luchas y reclamos verdaderamente populares.

Este mismo ha venido siendo uno de los argumentos de más peso de los esposos K de cara a las clases dominantes: una cerrada defensa de los tramposos mecanismos institucionales de la democracia patronal como medio de excelencia para dirimir los conflictos. Ni lerdos ni perezosos los K han venido insistiendo con su discurso acerca de que, según la Constitución Nacional, el pueblo no debe deliberar ni gobernar sino “por medio de sus representantes” cuestionando la representatividad de las entidades patronales del campo.

Es por esto mismo que Cristina Kirchner los viene azuzando a que si “quieren cambiar el modelo” formen un partido político propio y se presenten en las próximas elecciones. Es decir, los venía conminando a que dejen de lado los métodos de acción directa como los cortes, los “escarches” a funcionarios, las asambleas de “productores” a la vera de las rutas, etc. Los propios ruralistas ya comenzaban a encaminarse en este sentido al introducir las oraciones inter religiosas en sus convocatorias y caracterizar a un Congreso donde se quedaron todos como “la casa del pueblo”...

Otra vez los cacerolazos

La actual canalización del conflicto no quiere decir que se deje de analizar y sacar enseñanzas acerca de lo vivido en los últimos días.

Recién nomás, el pasado lunes 16, volvieron los cacerolazos en los barrios más privilegiados de la Capital Federal, Rosario y Córdoba, así como –más masivamente– en diversas localidades de provincias como Entre Ríos y otras.

Nuevamente, en ellos se pudo ver a determinados sectores de la izquierda sumándose a la gente “bien” bajo el argumento de que “todo lo que se moviliza es progresivo”... Pero en estos esquemas y análisis mecánicos acerca de los procesos políticos y sociales lo que falta son elementales puntos de referencia de clase.

Del 2001 a esta parte han pasado muchas cosas, una de ellas es el giro a la derecha de una importante franja –no toda– de las clases medias. Claro, dentro de esta categoría entran muchas cosas. Hay “clases medias” consideradas como tales más por criterios “culturales” pero que viven de un salario: son parte de la clase trabajadora. Las hay aquellas que son pequeñoburguesía en la medida que son pequeños propietarios. Y también las clases medias altas, las cuales se asimilan por nivel de ingresos y culturalmente lisa y llanamente a la burguesía.

Esto que decimos tiene que ver con intentar comprender la reiteración de cacerolazos en los barrios pudientes del país (también en el interior agrícola-ganadero de la zona núcleo) de los últimos días.

Por nivel de ingresos o por su calidad de propietarios, las capas medias tienen como una “doble naturaleza”: todo un fenómeno de “esquizofrenia social”: en determinadas circunstancias de deterioro en sus condiciones de vida, las capas medias se tienden a identificar en tanto que capas empobrecidas con los demás explotados y oprimidos: es el caso de los cacerolazos del 2001.

Pero en otras circunstancias, en unas de bonanza económica como la actual, lo que pesa es su nivel de ingresos y/o su identificación como propietarios con el resto de los propietarios: es lo que esta pasando hoy con los pequeños y medianos “productores” rentistas de la pampa húmeda y con sus homólogos (familiares, identificación social, etc) de las ciudades. Porque claro: una cosa era un “ahorrista” o “productor” expropiado o arruinado por la crisis golpeando dia y noche con su martillo las puertas del City Bank y otra muy distinta es la actual, cuando con sólo alquilar 400 o 500 hectáreas se pueden embolsar la friolera de 250.000 dólares al año. ¡Esto es lo que defiende cuando se reclama que “no se les  meta la mano en el bolsillo”!

Y precisamente, en nada cambia el contenido social del movimiento que están expresando estos sectores el que se apele a métodos de movilización directa. Lo propio lleva a cabo –por ejemplo la oligarquía racista del Oriente boliviano la que convoca asiduamente a verdaderas “asambleas populares” de cientos de miles de personas, a las cuales arrastran, a no dudarlo, incluso a muchos pobres de toda pobreza.

Porque es elemental: para poder definir un movimiento social, el problema no es sólo de métodos de lucha, sino el carácter social de quienes dan el tono al movimiento que se trate y bajo que programa y direcciones llevan a cabo sus acciones.

Y está claro que el contenido reaccionario y burgués de los cacerolazos de hoy –de ahí su mayoritaria localización en los barrios pudientes de las ciudades tienen que ver con la defensa de estos privilegios. Es decir, con la defensa del supuesto “derecho” a embolsarse una renta agraria extraordinaria que nada tiene que ver con su “esfuerzo” y/o “trabajo” sino con la prodigalidad histórica de un campo argentino. Campo que, en su mayoría y en tanto recurso natural de la nación, debería ser ipso-facto estatizado y puesto bajo producción colectiva de los peones rurales.

La “burguesía nacional” ausente sin aviso

Como venimos señalando esta crisis ha sido muy importante para observar el comportamiento de todas las clases sociales. Y expresa otro dato de importancia: la ausencia de todo posicionamiento concreto de la “burguesía nacional” tan cara a los relatos de los esposos K.

Hay que partir de dejar sentados –a este respecto dos elementos de análisis general: si en determinados momentos históricos la burguesía “nativa” tenía una importancia real en la conformación de la clase dominante del país (con una participación más o menos considerable en el PBI), en los ’90, con el salto en la extranjerización de la economía (cuestión que bajo los K, a todos los efectos prácticos, se sigue alentando) este componente de la patronal ha devenido cada vez más “espectral”.

En todo caso, en los relatos “nacionales y populares”, estaba también el supuesto político de una burguesía que por ser “nacional”, defendiera de una u otra manera una perspectiva “independiente” para el país... Nada de esto se ha podido observar a lo largo de esta crisis, crisis en la que incluso se ha abierto un debate real acerca del “modelo” económico.

Es que si es un hecho cierto que el “modelo” K le ha servido sobremanera a la casi totalidad de la patronal industrial (pero también al agro y otros sectores) para embolsarse super ganancias en los últimos años. Y si también es verdad que los reclamos del paro agrario tienden a aumentar –de manera sideral los bienes de consumo masivo y por tanto a meter presiones salariales, su posicionamiento no ha pasado de ser –al menos hasta ahora un muy moderado y circunspecto llamado al “dialogo” aún a pesar del hecho cierto que el lock out agrario no parece demasiado de su agrado.

No ha sido casual que, por ejemplo, en el reciente acto en la Plaza, el gobierno K haya podido exhibir sólo raquíticos exponentes de la susodicha “burguesía nacional” casi sin peso económico real.

Moraleja: la crisis actual es una muestra, más que nunca como en el mundo capitalista mundializado y neoliberal de hoy, el relato acerca de la burguesía “nacional” es una construcción ideológica interesada de este tipo de gobiernos “progresistas”. Una construcción ideológica sin sustento material ni político alguno como no sea un más que estrecho posicionamiento alrededor de beneficios obtenibles con el “modelo K” pero donde siempre está, en primer lugar, la preocupación por la “estabilidad” del país y el cerrar filas frente a las clases explotadas y oprimidas.

Los limites de clase de los esposos K

Otro elemento más debe quedar claro: la pelea por las retenciones (a favor y en contra) es una disputa alrededor de una medida enteramente burguesa. Efectivamente, tiende a “proteger” los precios nacionales de los internacionales (los “desengancha”) y sirve como mecanismo “redistribuidor” de renta. Pero de una redistribución que el gobierno K utiliza al solo efecto de transferir trabajo no pagado de la clase obrera rural y urbana, y renta extraordinaria por los altos precios de las commodities en el mercado mundial, de un sector patronal a otro.

Sin embargo, en la medida que Cristina K se ha venido llenando la boca de palabras como la “redistribución de la riqueza” hay que señalar qué medidas realmente podrían servir a la misma desnudando los estrictos límites de clase capitalista del gobierno K.

Estas medidas –que nunca podrían tomar los esposos K serían dos: una, un férreo monopolio del comercio exterior que se ejerza bajo control de los trabajadores y no la que ha venido siendo la hipócrita política agraria K en la que el agente de retención del impuesto a las exportaciones no es otro que las grandes acopiadoras de granos como el caso de Bunge y Born, Dreyfus y otras de igual porte.

Dos: se debería considerar a la tierra como un recurso inalienable del estado nacional no sujeto a propiedad privada (salvo en el caso de auténticos pequeños productores y unidades familiares, sobre todo extra zona núcleo de la pampa húmeda). En estas condiciones, a partir de una determinada tenencia en propiedad, se debería proceder a la lisa y llana expropiación de la tierra para su puesta en producción bajo métodos de socialización del trabajo.

Pero claro, medidas revolucionarias como estas de verdadera “redistribución de la riqueza” jamás podrían ser tomadas por un gobierno confesamente capitalista como el de los esposos K, por más “gobierno popular” que se lo quiera presentar.