Socialismo o Barbarie, periódico Nº 128, 05/06/08
 

 

 

 

 

 

Tras la muerte de “Tirofijo”

Las FARC en una encrucijada

Por Claudio Testa

La muerte de Tirofijo encuentra a las FARC en una crisis militar que, en el fondo, es el reflejo de una crisis político-social. Lo curioso de la situación es que el gran oponente de las FARC, el presidente Álvaro Uribe Vélez, y en general el régimen político colombiano, también enfrentan serios problemas.

En esa crisis del régimen no vamos a detenernos. Veamos sólo algunos de los aspectos que se combinan en la crisis de las FARC.

El punto de partida es que las FARC, aunque una y mil veces proclaman que luchan por el poder, en los hechos su estrategia no ha tenido cambios esenciales desde su nacimiento, cuando la preocupación central de esos campesinos en armas era la  conservación de sus zonas “independientes”.

Pero, desde 1948 (cuando el Bogotazo y la violencia de los conservadores lanzan a Marulanda y a cientos de miles de campesinos a la lucha) hasta hoy, Colombia ha sufrido cambios sociales radicales. En 1948, más del 70% de la población vivía en el campo. Hoy es exactamente al revés: más del 70% vive en las ciudades.

El “centro de gravedad” social y político del país se ha traslado del campo a la ciudad. Una estrategia real de lucha por el poder (o, incluso, por cualquier otro objetivo político global, como por ejemplo, lograr una “negociación de paz” en términos favorables) exigiría conquistar el apoyo o por lo menos la neutralidad benévola de las masas urbanas. Las FARC poco y nada hacen en ese sentido. Más bien sus acciones parecieran encaminadas a lograr su rechazo.

Un ejemplo, pero no el único, es el disparate de mantener prisioneros a políticos burgueses de quinto orden –como Ingrid Betancourt–, lo que ha permitido al aparato de propaganda del imperialismo armar un show a escala mundial acerca de “los monstruos de las FARC”.

Esto ha facilitado a Uribe y al imperialismo montar movilizaciones “populares” como las del 4 de febrero pasado en repudio a las FARC. Las FARC lograron el milagro de que Uribe y sus paramilitares pudiesen llevar de las narices a cientos de miles de colombianos, que jamás se hubieran movilizado directamente en su apoyo.

Sabemos que la preocupación de los “partidos-ejército” guerrilleros nunca ha sido la movilización independiente de la clase trabajadora de las ciudades, ni menos su autodeterminación y la democracia obrera. Pero las FARC llevan esto al extremo.

Posiblemente, en esto influye decisivamente que las FARC, como aparato político-militar, ha llegado a tener un grado de “autonomía” muy grande, incluso respecto de las bases sociales campesinas de las que nació y en las que aún trata de apoyarse y nutrirse.

Los medios “normales” de financiación, cobrando “impuestos” a las actividades agropecuarias de terratenientes, comerciantes y campesinos más acomodados, haciendo secuestros, etc., ya establecían un primer grado de relativa independencia en relación con el apoyo de las masas del campo y la ciudad. A eso hay que agregarle las transformaciones en sectores del campo colombiano, donde comenzó a cultivarse coca y adormidera, lo que obviamente disparó esos ingresos.

Es una mentira de la propaganda imperialista que las FARC se hayan transformado en un cártel de la droga. Pero el cobro en esta área de los “impuestos” revolucionarios (“vacuna”, “boleteo”, y en este caso el “gramaje”) debe haber subido las entradas notablemente... y con ellas se fue elevando la autonomía o independencia de las FARC como aparato militar respecto del conjunto de la sociedad, y en especial de las clases urbanas.

Esto entraña peligros fatales, que no quedan compensados por la situación más favorable que hoy existe en América Latina (y en el mundo, por la crisis de EEUU con Bush).

El problema para el movimiento obrero y de masas colombiano y latinoamericano es que los movimientos guerrilleros como las FARC, en estas situaciones, siempre se mueven entre dos opciones políticas perjudiciales: una, es la de buscar “negociaciones de paz” (con la perspectiva de integrarse y ser cooptados por el régimen). Esto es lo que sucedió con los guerrilleros centroamericanos, cuyos jefes terminaron como diputados, ministros, presidentes, etc. La otra opción es la de seguir con la “guerra de aparatos”, con todas las consecuencias desastrosas que eso implica para el movimiento obrero y de masas.