Socialismo o Barbarie, periódico Nº 127, 22/05/08
 

 

 

 

 

 

La izquierda argentina y el lock out agrario

El MST y el paro agrario: ¿socialismo liberal?

Por José Luis Rojo

El PCR y el MST apoyaron incondicionalmente el lock out de la burguesía agraria. Sobre el PCR hemos publicado en nuestra edición anterior la primera parte de una extensa polémica. La segunda parte, por razones de espacio, se publicará en la próxima edición. La versión completa se puede consultar en www.mas.org.ar o www.socialismo-o-barbarie.org.

En cuanto al MST, la ubicación de clase en que ha quedado es sencillamente escandalosa para una organización que se considera a sí misma “trotskista”. Por eso, cuanto más se fueron enterrando en su subordinación a la Sociedad Rural, más fugaron hacia adelante. Para colmo, pretendieron enlodar a los que –como el nuevo MAS y otras organizaciones– no nos alineamos con este paro reaccionario.

Apelando a fantásticas representaciones de la realidad –al igual que sus socios maoístas del PCR–, señalan que “los 21 días que duró la lucha de los pequeños productores del campo [el primer paro agrario] provocaron una gran polarización en la sociedad. De un lado, se ubicaron los chacareros y pueblos del interior, los sectores medios de las ciudades y gran parte de los trabajadores y el pueblo. Del otro lado estuvieron el gobierno, sus socios y los sectores que influencian en el movimiento de masas. Lamentablemente, distintas organizaciones de izquierda militaron contra la justa lucha de los chacareros, colaborando directamente con el gobierno pro imperialista y patronal de los Kirchner, como hizo el PC, o haciéndole el juego, como el PO, el PTS y el MAS”.[1]

No se explica cómo organizaciones que nos mantuvimos independientes de los bandos patronales en pugna por la renta agraria le habríamos “hecho el juego al gobierno” por haber sostenido esta posición. Pero lo más escandaloso de esta pintura es que faltan los principales personajes de estos “21 días”:

¿Dónde están en este cuadro la Sociedad Rural Argentina, la CRA, CARBAP, Macri, López Murphy, Carrió, La Nación, Clarín, la mayoría de los canales de televisión nacionales y extranjeros (como la CNN, vocero oficioso de Washington) y un larguísimo etcétera? ¿Dónde se ubican Monsanto, Dupont y Nidera; Cargill, Bunge, Dreyfus y demás grandes actores del campo de la globalización neoliberal? ¿Dónde están los histéricos caceroleros de Barrio Norte, Recoleta, Callao y Santa Fe, y Olivos?

El MST pretende tapar el sol con las manos, cuando todo el mundo sabe que esos personajes y esas entidades nacionales y extranjeras fueron los actores principales del conflicto vivido en los últimos meses o le dieron incondicional apoyo al paro agrario patronal.

Lo del MST es como si alguien quisiera escribir la historia del fútbol latinoamericano, sin nombrar ni a Boca ni al Santos, ni a Maradona y a Pelé. Es así de ridículo... y de deshonesto, tanto intelectual como políticamente.

¿Reforma agraria de la mano de la Sociedad Rural?

Los artículos del MST dedicados a defender sus posiciones frente al conflicto agrario no han pasado la prueba de los hechos: desafían cualquier análisis objetivo del paro patronal. Lo que han venido argumentando no sólo ha sido absolutamente vulgar, sino hasta desopilante. Se trata del vaciamiento teórico y estratégico de un grupo que ha perdido toda brújula de clase.

La tesis central del MST es que estaríamos en presencia de un conflicto cuyo carácter social lo estarían dando los pequeños productores. En estas condiciones, de lo que se trataría es de “apoyarlos en su lucha”. En eso consistiría “tener una política hacia los pequeños productores”...

“Nuestra política –prosigue el MST– fue diferente a la de todos estos sectores [se refiere a las corrientes de la izquierda como el nuevo MAS]. En la lucha fuimos coincidiendo en varios puntos con otras organizaciones. Desplegamos una gran campaña entre los trabajadores y el pueblo en apoyo a los pequeños productores, levantando la necesidad de una política diferenciada para ellos. Desenmascarando al mismo tiempo al gobierno y su doble discurso. Exigiéndole que si quería enfrentar a la oligarquía impulsara una profunda reforma agraria y otras medidas transicionales para reventar a los grandes terratenientes y los pools de siembra”.[2]

Pero lo que no se entiende –y el MST no puede explicar– es cómo se puede exigir “una profunda reforma agraria y otras medidas transicionales para reventar a los grandes terratenientes y a los pools de siembra”, apoyando incondicionalmente un paro dirigido por los representantes de esos “grandes terratenientes y los pools de siembra”, como son la Sociedad Rural, la CRA, etc.

La naturaleza de clase del frente de organizaciones que dirige el paro excluye por definición medidas de este tipo... salvo que no sea más que una frase vacía, sin contenido real.

No se necesita ser marxista para darse cuenta de eso. Es como llamar a concurrir a una procesión católica, diciendo que así se impulsa la lucha por el derecho al aborto. O si mañana hay un movimiento “reivindicativo” de la UIA con algunas pymes, llamar a apoyarlo con el argumento de que así podríamos exigir la nacionalización de las grandes industrias.

Sin embargo, este disparate de la lucha por la reforma agraria... en unidad con la Sociedad Rural, tiene su lógica. Ésa y otras frases huecas le permiten al MST teñir de rojo el escándalo de apoyar un movimiento encabezado por esos señores.

Pero hay un hecho que termina de desnudar la tramoya del MST. Si hubiera sido coherente con esa posición, desde el principio le habría reclamado a la Federación Agraria que rompiese con la Sociedad Rural y la CRA. Pero jamás levantó esa exigencia en las largas semanas del paro reaccionario. El MST se limitó así a hacer seguidismo incondicional al paro agrario patronal tal cual fue: es decir, con la Sociedad Rural al frente... y con el programa de la Sociedad Rural.[3]

Su única preocupación fue disimular eso con frases rituales sobre la reforma agraria y, en las descripciones, como ya vimos, “olvidarse” de mencionar a los muchachos de Miguens.

Pero la posición del MST tiene, al menos, tres “pequeños” problemas:

1) Plantea el apoyo a los pequeños productores, haciendo total abstracción de que éstos se hallan en un estrechísimo y férreo frente único con la Sociedad Rural (y también la CRA, CARBAP, etc.), la organización histórica de los grandes propietarios y capitalistas agrarios de Argentina.

2) En ningún lado el MST se interroga seriamente sobre la verdadera naturaleza social de aquellos “productores”, que son los que realmente le están dando el tono “popular” a la pelea.[4]

3) El MST no sólo plantea un programa para el campo argentino que no tiene por eje la expropiación de la gran propiedad y su socialización. ¡Peor aún! Sus propuestas están incluso por detrás y a la derecha de los programas proteccionistas y de transferencia de la renta agraria, que son clásicos del nacionalismo burgués en las semicolonias. Estos programas clásicos del nacionalismo burgués en los países dependientes y semicoloniales, han tenido como uno de sus pilares los impuestos a las exportaciones, fundamentalmente sobre la renta agraria, minera, petrolera, etc.[5]

Por el contrario, las propuestas del MST no tienen que ver no ya, con los programas socialistas revolucionarios para el campo, sino siquiera con los del nacionalismo burgués “clásico”.

Tras las huellas de Juan B. Justo

Aunque el MST quizás no lo sepa, dado el analfabetismo teórico de sus dirigentes, sus propuestas sobre el “paro agrario” están más emparentadas con las corrientes socialistas “liberales”, al estilo del PS de Juan B. Justo en las primeras décadas del siglo XX. En efecto, en ausencia de posiciones independientes y con la supina ignorancia teórica, política e histórica que lo caracteriza, el MST ni sospecha la parentela política que ha ido ganando en los últimos tiempos.

Tampoco parece importarle que, perdiendo todo atributo internacionalista, sostenga de país en país posiciones totalmente incongruentes, a pesar de que hoy América Latina se encuentra en un ciclo político común, con similares coordenadas continentales, más allá de las situaciones específicas de cada país.

Así, el MST está incondicionalmente con el chavismo en Venezuela. Pero en Argentina no tiene pruritos en alinearse con la oposición burguesa social y política que ha irrumpido con el paro agrario, y que es una versión “light” de los “escuálidos” venezolanos y de los “autonomistas” de Bolivia, tanto por su programa liberal como por su naturaleza de clase.

Pero al MST le importan un comino esas contradicciones, si gracias a eso puede lograr unos segundos de cámara en la TV que apoya al paro y fantasear con algún votito más y hasta con alguna alianza electoral en el 2009.

Pero, en función de eso, sus posiciones en el paro agrario lo han llevado a boyar hasta aguas que no tienen nada que ver con el marxismo revolucionario, sino con el viejo PS de un siglo atrás. El Partido Socialista de Juan B. Justo, de comienzos de siglo XX, tuvo una deriva desastrosa, que lo marcaría para siempre. En vez de defender un programa obrero independiente, se caracterizó por oponerse a los sectores y gobiernos patronales proteccionistas que iban emergiendo, enarbolando el programa de otro sector capitalista que era aún dominante: el programa del libre cambio.

Juan B. Justo fue fanático del libre cambio y escribió bibliotecas enteras para demostrar cómo beneficiaba a los trabajadores. Esto fue una guía frente a las coaliciones políticas en las que se dividió la burguesía argentina en el siglo pasado. El PS siempre estuvo de la mano de la fracción liberal. Los casos de la “Unión Democrática” en el ’45 y de la “Revolución Libertadora” en el ’55 son ejemplos de esto, para no hablar de que dio embajadores e intendentes a la última dictadura.

El principio –digamos– “teórico” de Juan B. Justo se fundaba en una concepción mecánica y falsamente marxista del “progreso”, aportada por la Segunda Internacional. El PS consideraba que, en virtud del desarrollo de las fuerzas productivas, la apertura librecambista al mercado mundial –que implicaba además el dominio o dependencia del país en relación a algún imperialismo, en esos momentos el Imperio británico– hacia las veces de factor de “progreso”.

Pero lo sorprendente del caso es que, en pleno siglo XXI, haya en Argentina corrientes de izquierda como el MST que por ignorancia –realmente creemos que sin saberlo– retornen a esas posiciones “socialistas liberales” frente a medidas tímida y limitadamente “proteccionistas” burguesas del tipo de las retenciones. Así, el MST en vez de levantar una posición de intransigente independencia frente a ambos campos patronales (los librecambistas y los “proteccionistas”) se alinea con los primeros.

En efecto, el MST repite textualmente el mismo argumento de las entidades patronales agrarias: “El verdadero motor fueron los pequeños productores hartos de que les metan la mano en el bolsillo ante un tributo regresivo que a ellos los mandaba a la ruina y sólo significaba cosquillas para los grandes propietarios”.[6]

¡Este no es un argumento propio de socialistas revolucionarios! Las corrientes verdaderamente de izquierda no estamos dedicadas a la defensa del “bolsillo” de ningún patrón, grande o pequeño, ni del campo ni de la ciudad. Las corrientes verdaderamente de izquierda impulsamos no sólo la socialización de la renta agraria y el monopolio absoluto del comercio exterior (y no meras retenciones “regresivas” que le “meten la mano en el bolsillo a los productores”), sino la lisa y llana expropiación de la gran mayoría de los propietarios agrarios!

Claro que en el marco de ese programa, desde la clase obrera, es absolutamente obligatorio tenderle una mano a los pequeños productores familiares que no exploten mano de obra asalariada. Pero, en el conflicto actual, esto sólo se puede hacer a condición de que rompan su frente único con los capitalistas del campo. Un frente único reaccionario que afecta, en primer lugar, a la clase trabajadora urbana y rural, y también a ellos mismos.[7]

Por si no ha quedado claro, compañeros del MST: ¡Estamos a favor de “meterle la mano en el bolsillo” con tributos (“regresivos” o no) a todos los que sean propietarios burgueses grandes, medianos e incluso “pequeños” (como los rentistas–arrendatarios que abundan en el núcleo de la “Pampa húmeda”), si éstos emplean mano de obra asalariada.

¡Sí! ¡Hay que “meterles la mano en el bolsillo”, pero no para que la plata la administre un estado burgués, sino uno de la clase obrera!

Pero el MST es incapaz de sostener una ubicación de clase, ya sea en Venezuela (donde es “trotsko–chavista”) o en Argentina, donde se ha transformado en “trotsko–escuálido”.

Inútilmente se le pedirá que oponga una perspectiva obrera e independiente frente a ambos bandos patronales. Aquí lo suyo es sumarse –como alegre furgón de cola– a la burguesía opositora, una burguesía que ha venido esgrimiendo, más o menos abiertamente, renovados argumentos “ortodoxos” y neo–liberales. Porque el centro del programa real del paro agrario no ha sido otro que exigir libertad de comercio con el mercado mundial. Ése es el significado de “¡abajo las retenciones!” y de “¡no me metan la mano en el bolsillo!”

“¡Yo quiero comerciar «libremente» con el mundo, sin que me impongan «tributos regresivos»!”: ése es el contenido del grito de guerra del paro del campo. ¡Eso defiende el MST! ¡Ése es el significado de exigir la rebaja indiscriminada de las retenciones, sin que les importe las consecuencias que ya están teniendo para la clase obrera y los sectores populares: un aumento brutal de la carne, el pan, los lácteos y todos los alimentos! ¡A ver si el MST se decide a “defender los bolsillos” de la clase trabajadora!

Marx y los impuestos a las exportaciones agrarias

Para profundizar en lo que venimos argumentando, repitamos que la posición del marxismo clásico no es la de las retenciones burguesas –como las que aplican los Kirchner– sino la del monopolio del comercio exterior y la expropiación lisa y llana de los terratenientes y la burguesía agraria. Además, transicionalmente, el planteo impositivo siempre es diferencial; o sea, más alto para al gran capitalista que para el pequeño propietario.

El MST ha venido levantando, al calor del paro agrario, el planteo de “retenciones diferenciales”. Pero pierde de vista (u oculta) que esta reivindicación no figura en el programa de las cuatro entidades agrarias. Es lógico. Si, por ejemplo, la Federación Agraria la levantase, se rompería instantáneamente el frente único con la Sociedad Rural, la CRA y la CARBAP. Esta es una prueba de adicional de quién es el que marca el paso en ese frente.

Volviendo a la cuestión de la renta agraria y los impuestos que se le apliquen, Marx señalaba que “al considerar la renta diferencial, debe observarse que el valor de mercado se halla situado siempre por encima del precio global de producción. Esta determinación mediante el valor de mercado, tal como el mismo se impone sobre la base del modo de producción capitalista, por medio de la competencia (...) engendra un valor social falso. Esto surge de la ley del valor de mercado a la cual se someten los productos del suelo (...). Si se imagina abolida la forma capitalista de la sociedad, y la sociedad organizada como una asociación consciente y planificada (...) la sociedad no compraría ese producto del suelo por una cantidad de trabajo dos veces y medio mayor que el tiempo de trabajo real que se encierra en él: con ello desaparecería la base de una clase de terratenientes. Esto obraría exactamente igual que un abaratamiento del producto por igual monto en virtud de una importación extranjera. Y así como es correcto decir que –conservándose el modo de producción actual, pero suponiendo que la renta diferencial fuese a parar a manos del Estado– los precios de los productos del suelo permanecerían inalterados de permanecer constantes las demás circunstancias, es un error afirmar que el valor de los productos permanecería inalterado si se sustituyese a la producción capitalista por la asociación (...). Lo que la sociedad, considerada como consumidor, paga de más por los productos agrícolas, lo que constituye un déficit en la realización de su tiempo de trabajo en producción agraria, constituye ahora el superávit para una parte de la sociedad: los terratenientes” (El capital, tomo III, pp. 848-49).

Es evidente que en las retenciones hay algo de lo que dice Marx (“suponiendo que la renta diferencial fuese a parar a manos del Estado”, etc.). Esto, más en general, nos remite a la forma “bastarda” y deformadamente burguesa de distribuir el tiempo de trabajo de la sociedad. Eso es así independientemente de que las retenciones no las cobra un Estado de los trabajadores sino el gobierno K, para ponerlas al servicio de otros sectores capitalistas amigos. Pero, conceptualmente, la cosa no cambia. Por eso, lo que dice el MST respecto de su supuesto carácter “confiscatorio” tout court es, una vez más, pura ignorancia de las leyes que rigen la renta de la tierra bajo el capitalismo.

Defendiendo el libre mercado

En otras oportunidades señalamos que, con el paro agrario, se abre una fisura entre fracciones burguesas alrededor del “modelo K”. Una suerte de reedición “light” de la puja entre sectores patronales “librecambistas” y “proteccionistas” por el reparto (entre ellos) de la parte del león del trabajo no pagado generado por la clase obrera del campo y la ciudad. Claro que, en su supina ignorancia, el MST ni siquiera sospecha que el origen de la renta agraria es una parte del “trabajo excedente”, no pagado, de los trabajadores, NO de los “pequeños productores”.[8]

Veamos un ejemplo. Entre la serie de manifestaciones empresarias que se han cruzado en los últimos días tenemos la siguiente de CARBAP: “La entidad conducida por Pedro Apaolaza asegura que entre los problemas del sector agropecuario se destaca «la constante transferencia de recursos a sectores ineficientes», en obvia referencia a los industriales”.[9]

Prosigamos. Como ya hemos señalado varias veces, las organizaciones del campo: SRA, CRA, CONINAGRO, FAA y los “autoconvocados” han conformado una suerte de frente único que a pesar de discursos –en apariencia– tan “disímiles” como los de Miguens y Buzzi, se ha mostrado –por lo menos hasta ahora– a prueba de balas.

¿Cuál es el cemento de esta sólida unidad completamente indiferenciada de los distintos “productores” del campo? El mecanismo de unidad es muy simple. Más allá de los discursos para la tribuna y los matices entre el oligarca Miguens y el pseudo chacarero Buzzi, hay una completa uniformidad en lo que efectivamente exigen.[10] ¡No se les escuchan reclamos particulares! Es decir, las organizaciones del campo se han juramentado no levantar reclamos diferenciales o particulares que, eventualmente, podrían hacer saltar por los aires su unidad. El ejemplo principal es el más obvio: el reclamo de que las retenciones bajen de manera indiferenciada para todos los “productores”.

¡O sea, un programa que no establece ninguna diferencia entre grandes o chicos, entre “productores”, acopiadores, comercializadores e industriales!

Ya la tan publicitada palabra “productores” es engañosa: nunca se sabe de qué figura económico–social se trata, si de una unidad productiva familiar o de un propietario de decenas de miles de hectáreas. ¡Todos serían “productores agrarios”, hasta los que arriendan su campo y viven todo el año en Barrio Norte!

El punto nodal que unifica el reclamo de estos “productores” es la exigencia de la libre comercialización de los productos en el mercado mundial. Es decir, lisa y llanamente, el libre mercado neoliberal.

La verdad de la milanesa es que los señores “productores” no están de acuerdo con los precios de sus productos en el mercado interno, y además rechazan los impuestos que pretende cobrarles el Estado cuando se exportan. ¡Estos mismos señores, en otras ocasiones históricas, cuando los precios internacionales de las commodities bajaron, no tuvieron empacho en exigir “precios sostén” financiados por el Estado!

En estas condiciones, lo que pretenden es comerciar directamente con el mercado mundial, desentendiéndose de la suerte del mercado interno o vendiendo en éste a los siderales precios internacionales. ¡Quieren que paguemos la leche, la carne o el pan a precios internacionales! ¡Allí empieza y termina su programa! Y durante el paro, la lógica de libre mercado de estos “productores” no ha tenido empacho en poner en riesgo de desabastecimiento a los explotados del país.

Ésta es, en síntesis, la mecánica de los paros y reclamos agrarios reaccionarios como el que se está viviendo hoy en nuestro país, y que, para su vergüenza, el MST viene apoyando incondicionalmente. En este mecanismo, lamentablemente, los pequeños productores (de verdad) no son más que el mascarón de proa de los grandes pulpos agrarios. Buzzi se cuida, aquí y allá, de hacer alguna declaración altisonante contra ellos... sólo para seguir sonriendo al lado de Miguens, representante directo de aquéllos.

Desde ya, nada de esto hace mejor al otro bloque burgués en este enfrentamiento: el del gobierno K y los empresarios principalmente industriales. No sólo es un bloque tan patronal y reaccionario como el del agro, sino que lo más probable es que estemos a las puertas de un acuerdo entre ellos, que les permita cerrar filas para descargar todo el peso de la crisis sobre los trabajadores de la ciudad y del campo.

Lo que el MST no entiende es que en medio de una crisis de estas características –con atisbos de división burguesa en las alturas– una política revolucionaria sólo puede trabajar por la irrupción de un tercer campo independiente de los otros dos: el campo de las necesidades y las luchas de la clase obrera y los sectores realmente populares.

Por eso mismo, no ha sido casual que el MST no haya asomado las narices en las jornadas de lucha de cortes en la Panamericana, protagonizadas por los obreros de Fate, Terrabusi y otros establecimientos. Esas cosas no le interesan… sobre todo si no hay cámara para Vilma Ripoll.

Como idiotas útiles

Para finalizar, señalemos que otro caballito de batalla del MST ha sido su prédica alrededor del “cambio del modelo”. Dice que el modelo de los K “entró en crisis y hay que poner en pie otro”.

Desde ya que las corrientes auténticamente socialistas revolucionarias no estamos por un mero “cambio de modelo”, sino por acabar con el sistema capitalista, lo que es algo muy distinto. La adaptación del MST a la charlatanería mediática sobre el “cambio de modelo” vuelve a indicar la profundidad de su bancarrota teórica y política.

Lo anterior no quita que –efectivamente– el paro agrario exprese una incipiente pugna de “modelos”... pero entre sectores burgueses. Frente a eso, nada importa la “declaración de buenas intenciones” del MST, que quisiera un “modelo” más “progresivo”. Aquí no cuentan las intenciones subjetivas de estos compañeros. Lo que importan son las consecuencias objetivas de las acciones de los actores políticos y sociales con los que el MST se ha embarcado como furgón de cola.

El MST puede hacer mil discursos, pero lo que cuenta es el hecho de que apoya incondicionalmente a un movimiento que, efectivamente, comienza a plantear otro “modelo”. Vemos entonces, ¿hacia qué “modelo” apuntan sus amigos del “paro agrario”?

Tanto las medidas concretas que está reclamando el campo, que ya comentamos, como los discursos de reaccionarios al estilo de Mario Llambías –presidente de la CRA– sobre “la necesidad de otro modelo de país” van hacia una misma dirección: un ajuste de la economía en clave neoliberal. O sea, un ajuste brutal sobre los trabajadores.

Es que en términos capitalistas no hay otra manera de frenar la inflación, si de lo que se trata es de rebajar las retenciones agrarias en momentos en que el precio internacional de las commodities se va a las nubes. Los idiotas útiles, como el MST, que “pusieron el hombro” al paro agrario, empujaron en los hechos en ese sentido. Mientras tanto, pueden hacer todos los discursos que quieran sobre “cambiar el modelo”.

Un programa socialista revolucionario frente a la crisis del “modelo K” no tiene nada que ver con esa charlatanería. Debería partir de un estricto control obrero y popular de los precios y abastecimientos, así como la inmediata expropiación bajo control obrero de toda empresa que los aumente indiscriminadamente o acapare productos, amén del monopolio férreo del comercio exterior, entre otras medidas.

Pero al MST no se le ocurre nada de eso. Su prédica no es de clase. Sólo hace parte del coro de idiotas útiles que, con el paro agrario, se pusieron al servicio de las fuerzas que empujan hacia un ajuste ortodoxo de la desbocada economía K.


[1] Alternativa Socialista n°472.

[2] Alternativa Socialista, ídem.

[3] Es falaz que esto serviría para “ganar a los sectores medios para su unidad con los trabajadores”. Justamente, para levantar esa política de clase, habría que lograr la división de las organizaciones del campo. Es decir, que la FAA no vaya detrás de la Sociedad Rural, sino a una alianza con los trabajadores del campo y la ciudad (en la hipótesis de que esto sea probable).

[4] Al respecto, ver los artículos de nuestra polémica con el PCR “Una fábula que no resiste el menor análisis”, y sobre todo el subtitulo “¿Quiénes son los que cortan las rutas?”.

[5] Desde ya, el gobierno los K no es más que una representación fantasmagórica de algunas de las medidas tomadas por este tipo de gobiernos. Perón, por ejemplo, nacionalizó el comercio exterior a través del IAPI, lo que era mucha más duro que las tímidas retenciones. En verdad, los gobiernos K han sido, en lo esencial, la continuidad de un curso neoliberal que debió ser “aggiornado” al calor del Argentinazo y de los cambios en la situación mundial y latinoamericana.

[6] Alternativa Socialista, ídem.

[7] No se debe perder de vista que organizaciones de campesinos como el MOCASE y el MCC –entre otras– expresamente se declararon en contra del paro agrario, a la vez que afirman su independencia del gobierno K.

[8] En números concretos, esto tiene que ver con miles de millones de dólares. Tomando el año 2004 (claro que en 2008 la renta agraria aumentó aún más) el especialista Iñigo Carrera dice que la renta de la tierra consistió en 21.600 millones pesos (una vez hechas todas las deducciones, incluyendo los porcentajes por retenciones). Es decir, la friolera de 7.000 millones de dólares sólo en calidad de derechos de los propietarios. Por otra parte, tomando la tasa o porcentaje de ganancia sobre el capital invertido de los productores agrarios (propietarios y arrendatarios) para el mismo año 2004, el cálculo da nada menos que una ganancia del 48% del capital invertido: 4.000 millones de dólares. Es decir, la tasa de retorno más grande de cualquier sector de la economía que se quiera tomar (para el mismo año, la industria, en promedio, tuvo un 7,2% de ganancia sobre el capital adelantado). Estos dos índices sumados dan una ganancia normal y extraordinaria de los propietarios y productores agrarios de 11.000 millones de dólares limpios para el año 2004. Datos en “La formación económica de la sociedad argentina”, volumen I, Imago Mundi, Argentina, enero 2007.

[9] Página 12, 20-05.

[10] Buzzi llegó a plantear en un discurso –a todas luces de demagógico– su simpatía con el gobierno de Evo Morales en Bolivia. Si bien la “nacionalización” del gas del presidente boliviano no ha pasado de ser una renegociación con las empresas multinacionales del reparto de la renta de los hidrocarburos, el dirigente de la FAA anda de la mano con organizaciones que están en las antípodas de cualquier medida de este tipo, como son también las retenciones K. Por no hablar de lo que correspondería: la lisa y llana expropiación de los grandes propietarios y capitalistas agrarios.