Socialismo o Barbarie, periódico Nº 120, 21/02/08
 

 

 

 

 

 

Cuba: La renuncia de Fidel Castro

¿“Transición”... hacia dónde?

Por Claudio Testa

La noticia internacional de la semana ha sido indudablemente, la carta abierta de Fidel Castro anunciando que “que no aspiraré ni aceptaré –repito– no aspiraré ni aceptaré, el cargo de Presidente del Consejo de Estado y Comandante en Jefe”.

En los próximos días, la recientemente electa Asamblea Nacional debía reunirse para tratar el nombramiento por un nuevo período del Presidente del Consejo de Estado, máxima instancia del Poder Ejecutivo, que siempre había sido ocupado por Fidel, y que desde agosto del 2006 ejerce interinamente Raúl Castro.

Ni restauración neoliberal,
ni capitalismo de estado

Hace falta una salida obrera
y socialista

La presente situación en Cuba deja planteada la necesidad de una salida obrera y popular independiente, verdaderamente revolucionaria y socialista.

De ello depende que el “post fidelismo” no signifique la transición a alguna forma de restauración capitalista, ya sea la neoliberal con recolonización yanqui y reinado de los gusanos de Miami, o la de un capitalismo de estado, con la burocracia en proceso de aburguesamiento estilo China.

Pero los “destellos” que comienzan a darse con estos debates, indican que hay otra posibilidad: que el sentido de la “transición” lo marquen los trabajadores.

Como decíamos en un artículo anterior sobre Cuba, “en últimas, esa es la clave: cómo va a responder la clase trabajadora cubana. Por nuestra parte, sostenemos que la única salida favorable a los trabajadores y las masas cubanas es un cambio revolucionario del régimen político, que tendría también consecuencias sociales para los privilegios de la burocracia. Es decir, un quiebre del estado burocrático, del poder de la burocracia, y el establecimiento de uno basado realmente en la democracia obrera y socialista (un semi-estado proletario), donde la clase trabajadora sea quien  realmente tenga el poder, y pueda decidir con total libertad los destinos de Cuba y la defensa de las conquistas que subsisten de la Revolución”.

A primera vista, la renuncia de Fidel Castro a postularse sólo vendría a ratificar la situación institucional abierta en el 2006, de alejamiento de Fidel de los máximos cargos del régimen cubano, los de Presidente y Comandante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

Sin embargo, en el fondo, este es un hecho de gran trascendencia por el papel tan peculiar que Fidel jugó en la Revolución Cubana de 1959, y luego al frente del país durante décadas. Más que un dirigente político “normal”, Fidel representó la máxima expresión del “caudillo”, en la tradición nacional-populista latinoamericana. Y la legitimidad política que la revolución de 1959 dio al régimen cubano, se encarnaba mucho más en la persona de Fidel Castro que en sus instituciones formales. Por eso, lógicamente, su salud se fue transformando en una “cuestión de estado”, más importante que esas mismas instituciones.

Sabiendo eso, todos los cuervos que revolotean alrededor de Cuba –desde Bush en EEUU hasta los “amigos de Cuba” en los gobiernos de Europa– han comenzado a hablar de “transición”. Y, en la misma isla, pocos niegan que se está en el prólogo de un gran cambio.

¿“Transición”? ¿Pero hacia dónde?

Efectivamente, la actual situación de Cuba hace difícil pensar que, sin Fidel Castro, todo pueda seguir tal cual.

Sin embargo, tras los discursos en abstracto acerca de “transiciones” y “cambios” no bien definidos, se mueven intereses sociales y proyectos económicos y políticos de naturaleza muy diferente e incluso antagónica, tanto al interior de Cuba, como a nivel continental y mundial. El rumbo que tome esto va tener consecuencias trascendentales para las masas trabajadoras de la isla, pero también para las de América Latina y todos los pueblos del mundo. Veamos entonces, las opciones en danza.

Al difundirse la noticia de la renuncia de Fidel, Bush fue el primero en salir al ruedo reclamando el reestablecimiento de la “libertad” y la “democracia” en la isla.

El contenido concreto de esta opción es la vuelta al poder en Cuba de la burguesía gusana exiliada en Miami y/o de sus descendientes, acompañada de la recuperación de sus bienes expropiados por la Revolución. Y, asimismo, el regreso de Cuba a la condición de virtual “protectorado” de EEUU. Difícilmente esto pueda ocurrir sin que medien graves enfrentamientos civiles en la isla, acompañados de acciones militares de EEUU.

Con buen criterio, la corresponsal en Washington de la BBC británica se burla de todo esto, diciendo que “no se trata de qué va a hacer [Bush], sino de qué puede hacer... La política que ha seguido EEUU durante todos estos años es contraproducente y obstaculiza cualquier intento por mediar una transición política en la isla... La verdad es que Washington no ha hecho mucho para prepararse para la salida de Fidel... estos planes son poco realistas”. (BBC, Lourdes Heredia, “Los planes de Washington”)

El carácter “poco realista” de los planes de Washington tiene que ver también con otro hecho que no se menciona allí: la crisis de dominación mundial del imperialismo yanqui, por los descalabros sufridos bajo la administración Bush. Difícilmente Bush o el presidente que lo suceda, estarán en situación de dictarle por la fuerza sus condiciones a los sucesores de Fidel Castro.

Del “gran garrote” a la zanahoria

Aunque sería un error subestimar el poderío del imperialismo yanqui (sobre todo si llegase a estallar una crisis política en la isla), hoy las presiones más peligrosas y eficaces del capitalismo y del imperialismo no vienen de esgrimir el “gran garrote”, al fracasado estilo Bush.

Por el contrario, un amplio sector del capitalismo mundial, menos ruidoso pero más eficaz, actúa desde hace mucho tejiendo las condiciones para que, en Cuba, la tan mentada “transición” reproduzca las vías de negociaciones y acuerdos con las burocracias, que jalonaron las restauraciones capitalistas en la mayoría de los ex “países socialistas”, desde Hungría hasta China.

Esta corriente es aún minoría en la burguesía y el personal político de EEUU, pero es ampliamente mayoritaria en Europa y América Latina. Sin embargo, incluso en los mismos EEUU hay un sector creciente de capitalistas y políticos, tanto demócratas como republicanos, que estiman que el bloqueo y la política general hacia el gobierno cubano es una "reliquia de la Guerra Fría" y que debe haber “un cambio de leyes para que los ciudadanos estadounidenses puedan viajar a Cuba y sobre todo permitir que las empresas puedan invertir en la isla”. (BBC, “Ansias de apertura económica”,  19/02/08)

¡Esas son las palabras mágicas: inversiones y negocios! Algo que los europeos vienen haciendo desde hace tiempo...

La burocracia cubana y su propia “transición”

Aquí lo de las inversiones y otros negocios no cumplen sólo un rol económico, sino también político-social. Son el puente del establecimiento de relaciones (e intereses comunes) cada vez mayores del capitalismo corporativo con la burocracia cubana, en especial con el sector de administradores y ejecutivos de las joint-ventures con las empresas extrajeras, que además son en su mayoría oficiales de las Fuerzas Armadas. ¡Tienen las llaves de la caja fuerte y, además, las armas para custodiarla!

Por supuesto, no criticamos los negocios, las concesiones y la recepción de inversiones que está obligada a hacer una pequeña isla, con una economía atrasada y sitiada por el imperialismo más poderoso. Pero advertimos que esos negocios –en manos de un aparato burocrático que los trabajadores no pueden controlar, dado el carácter antidemocrático del régimen y, por tanto, no obrero del estado mismo– son una vía muy eficaz de corrupción y asimilación al capitalismo mundial de esa burocracia. Y esto no es ninguna novedad. ¿Acaso no vimos ya esa película en los ex “países socialistas”?

En relación a la burocracia, el retiro definitivo de Fidel Castro también significa la apertura de una transición... en vistas de sus propios intereses...

El estado burocrático cubano, aunque asimiló las formas esenciales de las instituciones de la URSS y el Este de Europa, no ha sido una mera fotocopia de ellos. Además de la diferencia fundamental de originarse en una gran revolución (y no en una contrarrevolución como la stalinista), tuvo en la persona de Fidel Castro un caudillo [1] de inmensa raigambre popular, que desde el primer momento se situó por encima de todas las instituciones.

La relación entre las masas trabajadoras y populares, y este gigantesco caudillo que hoy se eclipsa, se resumió en la famosa consigna: “¡Comandante en Jefe: ordene!”

Esto, como norma política e institucional, es lo opuesto por el vértice al régimen de democracia obrera y socialista que, por ejemplo, la Revolución Rusa intentó erigir después de la Revolución de Octubre de 1917. Si ésta se asentaba inicialmente en la democracia desde abajo de los consejos obreros (soviets), la Revolución Cubana desde el primer momento funcionó desde arriba: mediante las órdenes del Comandante. El papel de las masas no era decidir a través de los organismos democráticos que ellas mismas habían creado, sino apoyar y obedecer esas órdenes, a través de organismos también dispuestos desde arriba para encuadrarlas, como los Comités de Defensa de la Revolución y finalmente el partido único, el PC cubano.

La imitación a mediados de los ‘60 de las formas institucionales de la ex URSS y el Este, se adecuaba a ese funcionamiento “desde arriba”. Pero, al mismo tiempo que así amparaba el dominio y los privilegios de los burócratas, Fidel –como caudillo de masas situado por encima de su propia burocracia– hacía un juego de “árbitro” entre el aparato y las masas, y de cuando en cuando fulminaba a algún sector de la propia burocracia.

Hoy este juego institucional no va más. Su pieza fundamental, el gran caudillo de la Revolución de 1959, ha pasado a retiro.

Llegó entonces, para la burocracia, la hora de definir el rumbo de su “transición”.

Como se denuncia en las discusiones que empiezan a abrirse en la isla, y que veremos más adelante, la burocracia como de costumbre está debatiendo todo a puertas cerradas.

Sin embargo, por las medidas concretas que viene tomando y las alabanzas que dedica al “modelo chino de socialismo”, todo apunta hacia un “capitalismo de estado”, donde la burocracia conserve el control de las empresas y sectores más importantes (la mayoría como joint-ventures con el capital extranjero), al mismo tiempo que se desarrolle un sector privado en sectores menores del campo, los servicios, etc.

Comienzan a oírse otras voces: las de los trabajadores y los jóvenes

Pero la gran novedad del momento es que comienzan a oírse otras voces: las de jóvenes estudiantes y trabajadores, que empiezan a plantear cosas muy distintas que los burócratas.

Pocos días antes de anunciarse el retiro de Fidel, la BBC y luego otros medios daban a conocer videos de discusiones entre los delegados de la Universidad Central de Informática con Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional.

Simultáneamente, comenzaban a trascender otros acontecimientos, como una asamblea de trabajadores cubanos de empresas extranjeras, citada en el Teatro Nacional, para informarles que se les aplicaría un nuevo impuesto, y que terminó en un escándalo donde la mesa directiva perdió por completo el control.

Políticamente más significativo fue, sin embargo, el debate en la UCI, difundido en videos. La prensa imperialista trató de presentarlo como una actividad de “disidentes” estilo Miami. Por el contrario, el debate llevado adelante por los delegados estudiantiles se hizo desde posiciones explícitamente socialistas y antiimperialistas, y de defensa de los intereses de los trabajadores frente a los privilegios de la burocracia.

El corresponsal del diario La Jornada de México, un órgano de izquierda que siempre simpatizó con el castrismo, hace la siguiente pintura de este hecho:

Hace menos de medio año Raúl Castro pidió a los cubanos hablar «con valentía» de sus problemas inmediatos, en reuniones destinadas a nutrir la agenda de una reforma anunciada por él. La población expuso entonces crudamente inconformidades y aspiraciones.

“A la vuelta de unos meses persiste el ambiente de discusión y está escalando en el ánimo social. Un video de cerca de una hora, que circula profusamente de mano en mano en La Habana, está reabriendo ahora asuntos como las críticas al sistema electoral y de representación política, la enorme diferencia entre los salarios y los precios en moneda dura, las prohibiciones de que los cubanos se hospeden en hoteles en la isla, la obligación de que pidan permiso si quieren salir al extranjero y los impedimentos que hay dentro del limitado uso del Internet.” (La Jornada, 09/02/08)

Alejandro Hernández, representante estudiantil, entre otras cosas, opina así de las recientes elecciones de lista única: “Yo miraba los otros días entrando al comedor, las fotos de todos los delegados y diputados y me decía: «¿Quiénes son? Yo no sé quiénes son”... Simplemente estoy leyendo las autobiografías, los posibles méritos que tiene este ciudadano, pero que nunca lo he visto, nunca ha visitado la UCI... Yo no sé quién es... ¿De dónde salió? ¿Y voy a ir a votar por algunos de ellos, si no sé quiénes son?...”

Otro estudiante, Eliécer Dávila, también representante estudiantil: “Todo tiene que ver...  ¿Por qué el comercio en todo el país ha migrado al peso convertible, cuando nuestros obreros, nuestros trabajadores, nuestros campesinos cobran sus salarios en moneda nacional, que tiene 25 veces menos poder adquisitivo? O sea que uno tiene que trabajar dos, tres jornadas laborales para comprarse un cepillo de dientes... Por ejemplo, el aseo personal, todos los recursos, la ropa...”.

Todo esto, por supuesto, son aún destellos en la oscuridad. Pero, hasta hace poco, las únicas voces de crítica venían desde la derecha, desde posiciones restauracionistas del capitalismo y capituladoras al imperialismo yanqui.

Hoy comienzan a escucharse otras desde el ángulo opuesto, desde el campo de los trabajadores y estudiantes. Ellos también comienzan a plantear, aunque todavía de manera muy embrionaria, su “transición”, que comienza cuestionando los privilegios de la burocracia.


Notas:

1.- Como varios historiadores marxistas de la Revolución Cubana, usamos la palabra “caudillo”, como expresión latinoamericana, con rasgos propios, populistas o nacional-populistas, de lo que el marxismo europeo denominó “bonapartismo”: figuras y gobiernos que se erigen aparentemente “por encima” de la sociedad y arbitran entre los diferentes intereses sociales.