Reunión
del G-8: desavenencias en la cumbre y protestas por abajo
100.000 en las calles contra
los amos
del mundo
Por
Claudio Testa
En
un rincón remoto y aislado de Alemania durante la primera
semana de junio, se reunieron los gobiernos de ese país,
Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia, Japón
y Rusia. La reunión del grupo de ocho países (G-8) es un
evento anual que la prensa –macaneando como de
costumbre– ha bautizado como “la reunión de los países
más poderosos de la tierra”. Dos rasgos interesantes
caracterizaron el encuentro del 2007. El primero fue la gigantesca movilización de repudio que la rodeó. El segundo
rasgo no es menos importante: los 8 no
pudieron ponerse de acuerdo en casi nada. Fue una reunión
de crisis.
Cien
mil manifestantes venidos de toda Europa chocaron durante
varios días con la policía que les impedía acercarse al
recóndito balneario de Heiligendamm –uno de los
preferidos de Adolf Hitler–, donde los 8 habían decidido
esconderse para deliberar.
Desde
las movilizaciones en Génova en 2001, donde la policía mató
al activista Carlo Giuliani, ésta ha sido la más grande
demostración de repudio a una cumbre del G-8. Las
manifestaciones en Escocia contra el G-8 del 2005 se vieron
frustradas por la provocación de los atentados en el metro
de Londres. Y ningún otro evento internacional en los últimos
años había presenciado un despliegue como el de Génova.
La
movilización en Alemania indica que los llamados
“movimientos anticapitalistas” están muy lejos de
desaparecer en Europa. Otra cuestión es cómo ese amplio
activismo se puede organizar políticamente para que su
presencia en las luchas sociales sea más sostenida.
Otro
elemento importante de este “retorno” de los movimientos
“antiglobalización” o “anticapitalistas” es que
parecieran tener un componente significativo de sectores de
la clase obrera organizada.
Posiblemente
el hecho de que la cumbre del G-8 se hiciera en Alemania ha
facilitado esto. Es que se ha dado en momentos en que
sectores importantes de la clase trabajadora alemana están
luchando contra la imposición de planes de ajuste. En
Alemania, como en Francia y otros países de Europa
continental, el gran capital, en nombre de la
“competitividad internacional”, está empeñado en
avanzar hacia la imposición de contrarreformas neoliberales
salvajes, que liquiden definitivamente las concesiones de
posguerra. Esto impulsó a franjas del activismo sindical a
dirigir también sus cañones contra el G-8, que aparece
como el símbolo mundial del neoliberalismo salvaje.
Así,
trabajadores de la Deutsche Telekom en conflicto contra
reestructuraciones y despidos, los portuarios de Hamburgo,
sindicatos de empleados públicos y otros sectores gremiales
participaron en las movilizaciones.
Fue
también otra gran movilización internacionalista. Después
de las represiones a los manifestantes, los tribunales
alemanes, con una rapidez insólita comenzaron a dictar
sentencias de prisión a los detenidos por la policía. En
la lista de condenados, junto a la mayoría de alemanes, hay
jóvenes de todos los países de Europa, desde España hasta
Ucrania.
La
semana de lucha se inició el sábado 2. A esa fecha unos
80.000 manifestantes ya estaban concentrados en la ciudad de
Rostock, cercana a Heiligendamm, y seguían llegando desde
toda Alemania. Mientras tanto, decenas de miles de policías
cercaron Heiligendamm para impedir que llegaran.
Se
sucedieron así varios días de manifestaciones, contestadas
por una dura represión. Una de esas movilizaciones, la del
lunes 4, tuvo como tema la defensa de los inmigrantes contra
el racismo cada vez más brutal de la Unión Europea.
El
cerco establecido por decenas de miles de policías, con kilómetros
de vallas, tanques y helicópteros, impidió a los
manifestantes entrar a Heiligendamm. Pero el
triunfo político estuvo de su lado. Los gobernantes de
“los países más poderosos de la tierra” deben
esconderse como ratas en una cueva lejana y rodearse de un
ejército para que a sus deliberaciones no llegue el repudio
de los trabajadores y los pueblos del mundo.
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