La
sed de ganancias del capitalismo esta destruyendo el
equilibrio climático de la tierra
Socialismo
o destrucción de la naturaleza
Recientemente
se ha realizado una reunión en Europa donde especialistas
del clima han dado su diagnostico y recomendaciones para
grandes empresarios, formadores de opinión y gobiernos de
los países imperialistas. Sin embargo, no hacía falta que
estos “especialistas” se reunieran para que la percepción
popular no haya tomado nota ya del desastre climático que
se está viviendo.
Ahí
están cosas “menores” como el evidente calentamiento
del clima en Buenos Aires y el país todo; o mayores como la
“canícula” de calor en Francia años atrás, el
pavoroso tsunami en el sudeste asiático o el arrasamiento
de Nueva Orleáns.
Por
su parte, los diarios titularon la noticia señalando que el
cambio climático se debe a la “mano del hombre”. Pero
no se trata del “hombre” en general, sino de la barbarie
generada día día por el capitalismo, un sistema social de
explotación cuya medida no es la sana reproducción del
hombre y la naturaleza, sino la búsqueda de máximas
ganancias cueste lo que cueste.
Junto
a las empresas, gobiernos y políticos que pretenden negar o
ignorar el cambio climático hay un sector creciente que se
presenta como “defensor del medio ambiente”. Entre estos
capitalistas súbitamente preocupados por el medio ambiente
figuran bicharracos tan poco creíbles como el primer
ministro británico Tony Blair o la petrolera Shell. ¡Son
para desconfiar...!
Como
en otros órdenes, el papel de “el malo de la película”
lo viene protagonizando el gobierno de EEUU, mientras que
los europeos acostumbran a presentarse como fervientes
ecologistas.
Hay
que recordar que Bush, al asumir la presidencia, retiró la
firma de EEUU al Protocolo de Kyoto, acordado en 1997 en esa
ciudad de Japón. Este “Protocolo de la ONU sobre el
cambio climático” establecía un ínfimo programa de
reducción de los gases provocadores del calentamiento
global, en primer lugar del dióxido de carbono (CO2).
Además, ponía en marcha un escandaloso “mercado libre
para contaminar”. Lo que alguien “ahorrase” de
emisiones contaminantes, podía venderlo en ese mercado para
que otros intoxicaran la atmósfera. En verdad, Kyoto no
tomaba medidas de fondo. Sólo aplicaba paliativos para
prolongar la agonía del planeta... y mientras tanto hacer
buenos negocios.
Sin
embargo, para Bush estas medidas insignificantes eran
intolerables. Es que EEUU, con sólo el 5% de la población
mundial, produce la cuarta parte de la contaminación. EEUU
es el primer envenenador del planeta. Encarar este
problema significaba poner en cuestión las ganancias de
muchas corporaciones estadounidenses. Y en eso Bush dijo la
verdad: se retiraba de Kyoto porque trababa el desarrollo de
la economía de EEUU... es decir, de las ganancias
corporativas...
Aspirinas
para curar un cáncer
Pero,
con el paso del tiempo, estamos viendo a más y más políticos
capitalistas convertidos al ecologismo, incluso en EEUU.
Un ejemplo de este “cambio de onda” es Al Gore, político
del Partido Demócrata, candidato a la presidencia derrotado
por Bush (mediante un fraude) en el 2000.
Al
Gore ha dirigido una impactante película documental
“An Inconvenient Truth” (“Una verdad
inconveniente”) sobre el calentamiento global. El film está
siendo aclamado mundialmente. Pero, como sucede con todos
los ecologistas burgueses (como, por ejemplo, Greenpeace y
los partidos “verdes” europeos), su aplastante alegato
acerca del peligro mortal que se cierne sobre la
humanidad, contrasta con la insignificancia de sus
propuestas.
Esto
no es casual. Las soluciones “ecológicas” del
capitalismo son la otra cara de la moneda de la contaminación
capitalista: es decir, otra oportunidad para hacer
ganancias. Primero, ganamos contaminando; luego, podemos
seguir ganando con la limpieza de lo que contaminamos. ¡Esa
es la lógica!
En
los marcos del capitalismo, las soluciones “progres” a
este gravísimo problema son sólo aspirinas para curar un cáncer.
Este desastre mundial exige acabar con la anarquía de
producción del capitalismo, con la producción para hacer
ganancias a toda costa y no para satisfacer las
necesidades humanas cuidando la naturaleza.
Reducir
drásticamente y a escala mundial las emisiones de gases
contaminantes necesitaría un cambio total de la economía,
inconcebible en los marcos del capitalismo. Por ejemplo, el
transporte público debería tener una prioridad absoluta
sobre el automóvil privado, todas las industrias
contaminantes deberían ser expropiadas para ser sometidas a
un riguroso control, etc., etc.
¿Por
qué esto es imposible en los marcos del capitalismo? Porque
violar las regulaciones es fuente de mayores ganancias,
que es la ley suprema del capitalismo.
Una
prueba de esto son China e India. Toda la prensa burguesa
las menciona como dos grandes éxitos de desarrollo
capitalista. Pero pocas veces dicen que hoy son también,
respectivamente, los envenenadores mundiales segundo y
tercero; es decir, los mayores emisores de CO2
después de EEUU. Allí las corporaciones de EEUU, Europa y
Japón, y los capitalistas nativos tienen “piedra libre”
para producir no sólo superexplotando a los trabajadores
sino también arrasando la naturaleza.
Pero
no seamos injustos con China e India: lo mismo sucede en
mayor o menor escala en el resto del planeta. Aquí cerca
tenemos a Brasil, donde a Lula no se la ha ocurrido mejor
idea que la de lotear y rematar la selva del Amazonas...
dice que para preservarla de la depredación
“incontrolada”...
En
síntesis: en este orden de cosas, el antiguo y correcto
lema de “socialismo o barbarie”, hoy podríamos
reformularlo como “socialismo o destrucción de la
naturaleza”.
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