Socialismo o Barbarie, periódico, Nº 96, 08/02/07
 

 

 

 

 

La sed de ganancias del capitalismo esta destruyendo el equilibrio climático de la tierra

Socialismo o destrucción de la naturaleza

Recientemente se ha realizado una reunión en Europa donde especialistas del clima han dado su diagnostico y recomendaciones para grandes empresarios, formadores de opinión y gobiernos de los países imperialistas. Sin embargo, no hacía falta que estos “especialistas” se reunieran para que la percepción popular no haya tomado nota ya del desastre climático que se está viviendo.

Ahí están cosas “menores” como el evidente calentamiento del clima en Buenos Aires y el país todo; o mayores como la “canícula” de calor en Francia años atrás, el pavoroso tsunami en el sudeste asiático o el arrasamiento de Nueva Orleáns.

Por su parte, los diarios titularon la noticia señalando que el cambio climático se debe a la “mano del hombre”. Pero no se trata del “hombre” en general, sino de la barbarie generada día día por el capitalismo, un sistema social de explotación cuya medida no es la sana reproducción del hombre y la naturaleza, sino la búsqueda de máximas ganancias cueste lo que cueste.

Junto a las empresas, gobiernos y políticos que pretenden negar o ignorar el cambio climático hay un sector creciente que se presenta como “defensor del medio ambiente”. Entre estos capitalistas súbitamente preocupados por el medio ambiente figuran bicharracos tan poco creíbles como el primer ministro británico Tony Blair o la petrolera Shell. ¡Son para desconfiar...!

Como en otros órdenes, el papel de “el malo de la película” lo viene protagonizando el gobierno de EEUU, mientras que los europeos acostumbran a presentarse como fervientes ecologistas.

Hay que recordar que Bush, al asumir la presidencia, retiró la firma de EEUU al Protocolo de Kyoto, acordado en 1997 en esa ciudad de Japón. Este “Protocolo de la ONU sobre el cambio climático” establecía un ínfimo programa de reducción de los gases provocadores del calentamiento global, en primer lugar del dióxido de carbono (CO2). Además, ponía en marcha un escandaloso “mercado libre para contaminar”. Lo que alguien “ahorrase” de emisiones contaminantes, podía venderlo en ese mercado para que otros intoxicaran la atmósfera. En verdad, Kyoto no tomaba medidas de fondo. Sólo aplicaba paliativos para prolongar la agonía del planeta... y mientras tanto hacer buenos negocios.

Sin embargo, para Bush estas medidas insignificantes eran intolerables. Es que EEUU, con sólo el 5% de la población mundial, produce la cuarta parte de la contaminación. EEUU es el primer envenenador del planeta. Encarar este problema significaba poner en cuestión las ganancias de muchas corporaciones estadounidenses. Y en eso Bush dijo la verdad: se retiraba de Kyoto porque trababa el desarrollo de la economía de EEUU... es decir, de las ganancias corporativas...

Aspirinas para curar un cáncer

Pero, con el paso del tiempo, estamos viendo a más y más políticos capitalistas convertidos al ecologismo, incluso en EEUU. Un ejemplo de este “cambio de onda” es Al Gore, político del Partido Demócrata, candidato a la presidencia derrotado por Bush (mediante un fraude) en el 2000.

Al Gore ha dirigido una impactante película documentalAn Inconvenient Truth” (“Una verdad inconveniente”) sobre el calentamiento global. El film está siendo aclamado mundialmente. Pero, como sucede con todos los ecologistas burgueses (como, por ejemplo, Greenpeace y los partidos “verdes” europeos), su aplastante alegato acerca del peligro mortal que se cierne sobre la humanidad, contrasta con la insignificancia de sus propuestas.

Esto no es casual. Las soluciones “ecológicas” del capitalismo son la otra cara de la moneda de la contaminación capitalista: es decir, otra oportunidad para hacer ganancias. Primero, ganamos contaminando; luego, podemos seguir ganando con la limpieza de lo que contaminamos. ¡Esa es la lógica!

En los marcos del capitalismo, las soluciones “progres” a este gravísimo problema son sólo aspirinas para curar un cáncer. Este desastre mundial exige acabar con la anarquía de producción del capitalismo, con la producción para hacer ganancias a toda costa y no para satisfacer las necesidades humanas cuidando la naturaleza.

Reducir drásticamente y a escala mundial las emisiones de gases contaminantes necesitaría un cambio total de la economía, inconcebible en los marcos del capitalismo. Por ejemplo, el transporte público debería tener una prioridad absoluta sobre el automóvil privado, todas las industrias contaminantes deberían ser expropiadas para ser sometidas a un riguroso control, etc., etc.

¿Por qué esto es imposible en los marcos del capitalismo? Porque violar las regulaciones es fuente de mayores ganancias, que es la ley suprema del capitalismo.

Una prueba de esto son China e India. Toda la prensa burguesa las menciona como dos grandes éxitos de desarrollo capitalista. Pero pocas veces dicen que hoy son también, respectivamente, los envenenadores mundiales segundo y tercero; es decir, los mayores emisores de CO2 después de EEUU. Allí las corporaciones de EEUU, Europa y Japón, y los capitalistas nativos tienen “piedra libre” para producir no sólo superexplotando a los trabajadores sino también arrasando la naturaleza.

Pero no seamos injustos con China e India: lo mismo sucede en mayor o menor escala en el resto del planeta. Aquí cerca tenemos a Brasil, donde a Lula no se la ha ocurrido mejor idea que la de lotear y rematar la selva del Amazonas... dice que para preservarla de la depredación “incontrolada”...

En síntesis: en este orden de cosas, el antiguo y correcto lema de “socialismo o barbarie”, hoy podríamos reformularlo como “socialismo o destrucción de la naturaleza”.