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La
reforma previsional de Kirchner
Gatopardismo
electoral
Por
Marcelo
Yunes
El
término, tomado del escritor Tomaso de Lampedusa, designa
la intención de hacer cambios de menor entidad para que la
esencia permanezca. Es decir, “cambiar algo para que nada
cambie”. En el terreno de la configuración neoliberal
impuesta por Menem, se puede decir que el gatopardismo ha
sido un sello de la política económica del gobierno de
Kirchner. Así ocurrió con la legislación laboral –que
se mantuvo en todo lo fundamental–, o con las compañías
privatizadas, a las que el gobierno denuncia agitando la
mano izquierda mientras que con la derecha les pasa jugosos
subsidios. Con el anuncio del proyecto de ley de reforma
previsional, se abre un nuevo capítulo del gatopardismo K.
Empecemos
con una aclaración: el sistema jubilatorio perpetrado por
Menem-Cavallo en los ‘90 constituyó y constituye una
estafa monumental a trabajadores jubilados o en
actividad que casi no tiene paralelo en el mundo, con la
posible excepción de Chile. En efecto, casi en ningún otro
país hubo una política tan sistemática de privatización
del sistema previsional, que daba a los bancos y
aseguradoras (en su amplia mayoría extranjeras) garantías
totales de ganancias increíbles, a la vez que no daba ninguna
certeza a los millones de aportantes de que su futura
jubilación alcanzaría una cifra digna.
Pasada
la euforia privatista de los ‘90 –con amplia venta de
buzones que fueron comprados por muchos,
desgraciadamente–, todos saben lo que pasó: los “genios
inversores” de las AFJPs se dedicaron a prestarle plata al
Estado, que emitía bonos con desesperación. Llegado el
default, de la noche a la mañana los activos de los
aportantes pasaron a valer mucho menos, salvo los de
aquellos afiliados a las AFJPs administradas por bancos públicos.
Poco a poco, todo el mundo fue intuyendo que el único
verdadero garante de la futura jubilación seguía siendo el
Estado, como siempre. A eso se agrega la experiencia de
los pocos que se jubilaron en el sistema privado: sin el
aporte estatal obligatorio, sus haberes serían directamente
de indigencia, incluso inferiores al mínimo legal.
Este
sistema jamás hubiera podido implementarse si los sucesivos
gobiernos no le hubieran dado vía libre a este verdadero
negociado, no sólo con instrumentos legales sino avalando
la publicidad totalmente falaz de las AFJPs, a sabiendas de
que todo era una montaña de mentiras.
Negocio
capicúa para K: político - económico - político
El
gobierno sabe perfectamente del descrédito de las AFJPs,
que por otra parte era un área de la economía en la que
todavía no había desarrollado la “intervención política”
manifiesta en otras áreas (salarios, tarifas, impuestos,
etc.). La reforma, por otra parte, es bien moderada: la
medida principal consiste en eliminar la prohibición de
pasarse a la caja jubilatoria del Estado (uno de los tantos
costados escandalosos del sistema). Se trata de un período
de 180 días, cada cinco años, en los que se podrán hacer
traspasos que desde 1994 estaban vedados.
Otros
aspectos irritativos que se cambiarían son: a) las
comisiones de las AFJPs, que hoy son confiscatorias, deberán
bajar; b) la ANSES reconocería a los que se jubilan en el
estado un 1,5% del sueldo promedio de los últimos diez años
por cada año aportado (hoy es un 0,85%); c) los
“indecisos” (esto es, los que empiezan a aportar por
primera vez y no eligieron sistema) pasarán automáticamente
a la caja estatal, cuando hasta ahora pasaban a una AFJP.
Como
se ve, no se patea ningún tablero ni nada por el
estilo. De hecho, ni siquiera las AFJPs protestaron; mas
bien deben haber sentido alivio, porque después de
tanto curro durante una docena de años, el “castigo”
oficial podría haber sido mucho peor: saben que están en
una posición de debilidad. De todos modos, un cambio tan módico
y elemental como que a uno no le prohíban pasarse al Estado
fue suficiente para que todo el espectro de chupamedias de
la prensa y de la burocracia sindical hablaran de “día
histórico” (como exageró la CTA en un comunicado).
Por
supuesto, el anuncio de Yasky y Cía.de que se trata de
“un paso fundamental” para “terminar con la estafa de
muchos bancos y sus AFJPs” (Clarín, 25-1-06) no
tiene el menor fundamento y es pura campaña oficialista. La
realidad es que Kirchner hace todo esto, entre otras cosas,
para proteger “la estafa de muchos bancos y sus
AFJPs”, sólo que advirtiéndoles que no deben currar
demasiado porque se pueden quedar sin la gallina de los
huevos de oro.
Además,
este gobierno no da puntada sin hilo: parte del paquete de
la reforma sería obligar a las AFJPs a que un 20% de la
masa de aportes sea invertida en un fondo para obras públicas
(recordemos que hace tiempo que más de la mitad de los
fondos “administrados” por los buitres de las AFJPs se
siguen invirtiendo en bonos del Estado).
De
esta manera, el gobierno sale ganando a dos puntas: políticamente,
queda como el que les “para el carro” a las insaciables
AFJPs; en lo económico, le ahorra al fisco una erogación
importante. Y para remachar, se trata de obras públicas,
que es un vehículo muy apropiado para ganar votos en un año
de elecciones presidenciales. El círculo cierra perfecto. Y
todo sin tocar ninguno de los intereses fundamentales de los
dueños de las AFJPs, que, por el contrario, están
sumamente agradecidas de que la “reforma” sea tan
inofensiva.
En
resumen: una medida muy rendidora frente a la opinión pública
(le pega a un blanco odiado), económicamente conveniente y
sin pagar costos políticos ni pelearse con sectores
capitalistas o imperialistas. ¿Beneficios reales para los
jubilados actuales o futuros? Salvo la posibilidad de
escapar a la estafa del siglo de las AFJPs, eso está por
verse. Algunos especialistas ya observaron que el aumento
del 0,85 al 1,5% que reconocería el sistema estatal podría
quedar totalmente licuado por la inflación, porque el
“salario promedio de los últimos diez años” NO se va a
ajustar por el índice inflacionario. Pero claro, en el
fondo lo que importa no son las jubilaciones de un futuro
lejano, sino los votos del futuro cercano…
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