Paritarias
y aumento salarial
Romper
el techo “secreto” de K
Por
Rodolfo F. Torres
“Según
el punto de vista oficial, lo racional sería negociar
ajustes que no se alejen del 16% que se pactó secretamente
como techo”
(Clarín, 29/01/07).
Días atrás
Kirchner alardeó que en la Argentina “hay libertad de
negociación salarial” y que su gobierno “no marcaría
un techo salarial”. Pero como dice el dicho popular, lo
del techo salarial es como las brujas: se dice que no
existen, pero que las hay las hay. Esto mismo es lo que señalara
días atrás el diario Clarín, poniendo blanco sobre negro
que Moyano habría pactado “secretamente” con K en torno
a un promedio del 16%. Una miseria
La maniobra
es la siguiente: por un lado, dejarle un mayor margen de
negociación a las burocracias de los sindicatos en atención
a las disparidades salariales que hay, al mismo tiempo que
así se evitarían eventuales desbordes por las bases. Por
otra, intentar que gremio a gremio, unos más, otros menos,
en promedio, no superen el índice “secreto” ya señalado.
De esta manera, se aseguraría un tope para los aumentos,
pero apareciendo como “a favor de la recomposición
salarial” en un año electoral, dándole espacio al
gobierno para decir que busca un aumento en la participación
de los asalariados en la renta nacional.
La
verdad en el espejo del escándalo del INDEC
Pero si
fuera verdad que el gobierno “no busca poner un techo
salarial”, para qué semejante escándalo político
alrededor del índice de precios al consumidor como el que
se ha vivido en los últimos días. Porque este escandalete,
incluido nada menos que la remoción de la jefa del área,
ha puesto en evidencia los límites de estos alardes
gubernamentales. Porque es evidente que la manipulación de
los números de la inflación tiene el indisimulable propósito
de mantener los números artificialmente bajos, sobre todo
para condicionar los reclamos y aumentos en las paritarias
que oficialmente comenzarán en febrero.
En la UIA
(Unión Industrial Argentina) “bailan en una pata”:
argumentan que como la inflación de 2006 supuestamente habría
sido menor al 10%... este índice constituiría “un punto
de referencia ineludible a la hora de resolver la política
de ingresos del 2007”. Mientras tanto, el gobierno se
estira al 16%, con el ya señalado objetivo de aumentarle
los márgenes de maniobra a los dirigentes sindicales. Pero
en este “minué”, lo que queda oculto es que en el fondo
el gobierno de Kirchner tiene el objetivo de garantizarle a
la patronal los niveles récord de ganancias de los últimos
años, así como mantener la miseria salarial, la
superexplotación y la esclavitud laboral, pilares del
“boom económico” de los últimos años.
Cuando
el gobierno no quiere “tormentas” y la CGT habla de
“racionalidad”
En los próximos
meses se negociarán más de 150 convenios laborales, que
comprenden a cerca de un millón de trabajadores en blanco.
Los trabajadores deberán enfrentar el acuerdo entre la
patronal y el gobierno y al garante del mismo: la burocracia
sindical. Pero estas paritarias encuentran a los distintos
actores en una situación diferente al año pasado.
El gobierno
K viene acumulando una serie de problemas políticos desde
hace varios meses y entra de lleno en un año electoral,
donde no quiere desbordes, ni escándalos, ni aparecer
enfrentando y eventualmente reprimiendo luchas obreras y de
sectores populares que le puedan perjudicar la reelección
de “una pingüina o pingüino”. Con este propósito, está
intentado desactivar y o archivar problemas. El haber cedido
la expropiación del Francés es parte de está orientación:
desactivar frentes de tormenta tratando de no pagar fuertes
costos políticos.
Asimismo,
el principal aliado sindical del gobierno, Moyano, esta en
una posición más débil en la interna sindical: quedó
tremendamente cuestionado luego del escándalo del 17 de
octubre y no esta en las mismas condiciones para imponer un
techo directo y abierto de referencia a todo el movimiento
obrero. Esta es la razón que lo llevó a decir Moyano que
la CGT “no impone ni
techos, ni pisos”, sólo “racionalidad”. Justamente,
expresó no sólo su debilidad relativa sino la voz de orden
para el conjunto de la burocracia: racionalidad.
Porque
cuando se habla de “racionalidad” se debe precisar para
quién: si se trata de la miseria salarial y la super
explotación de los trabajadores, racional sería acotar las
superganancias de los capitalistas para mejorar la condición
de vida obrera. Ahora, si la racionalidad alude a la
cantinela conocida de “no pedir demasiado para no
alimentar la inflación”, ya podemos saber de qué
“racionalidad” se trata: la de mantener las
superganancias de los capitalistas y la superexplotación de
los obreros. Así las cosas, tanto la CGT como la CTA harán
una discusión con “racionalidad” porque, entre otras
cosas, ya se sabe que ellos no viven con el sueldo de un
obrero y su “racionalidad” es mantener las buenas
relaciones con las patronales y /o con el gobierno.
Romper
el techo de Kirchner,
Moyano y la CTA. Votar el pliego de reclamos y las medidas
de lucha en asamblea
No hay que
creer en todos estos versos. Por abajo, en los lugares de
trabajo, el ambiente se comienza a calentar. Por ejemplo, en
FATE, la más importante empresa del neumático, los compañeros,
realizando un trabajo pesadísimo, llegan a miserables
quincenas de no más de 600 o 700 pesos. Para ellos, el
aumento del 15% del que está hablando el dirigente del
sindicato Wasejko tiene todas las formas de una burla.
Entonces,
las cosas son concretas: los compañeros deberían lograr
votar en asamblea su reclamo y seguramente, de poder
expresarse democráticamente, en lo que hace al salario, no
quedarían lejos del 50%. Y ni hablar de las condiciones de
trabajo, del torturante método de “trabajo americano”
impuesto en los ´90, etc.
Claro está,
no se trata sólo del neumático ni tampoco de la maniobra
de que se discutan los salarios y convenios sólo de los
trabajadores en blanco, cuando prácticamente la mitad de la
fuerza de trabajo sigue en negro.
Por esto,
para poder abrir paso a los reales reclamos de la base
obrera, hay que arrancar no de la reunión por arriba de los
burócratas con los funcionarios, sino de asambleas de base
donde se voten los reclamos y las eventuales medidas de
lucha para
imponerlos. Porque es un hecho que la burocracia no
cuestionará los números oficiales, ni luchará por un básico
que cubra la canasta familiar y menos que menos por un real
mejoramiento de las condiciones de trabajo, salvo casos
puntuales (en algunos gremios se está impulsando la reducción
de la jornada laboral).
Esto no
quiere decir que aquí o allá no lance “amenazas” para
no ser eventualmente desbordados por la base. O, incluso,
“conflictos de bolsillo” al estilo moyanista. Por
ejemplo, ha estado en estos días el caso del nuevo
“combativo” Cavallieri, atornillado secretario general
de Comercio (el que siempre está “tostado” y pasa sus
vacaciones en las playas más selectas del mundo), que ha
venido lanzando medidas seccionales contra el trabajo
dominical.
Pero
lo fundamental es lo siguiente: en un sinnúmero de lugares
de trabajo está creciendo la bronca. Y no se puede
descartar que si los trabajadores logran hacer valer sus
verdaderos reclamos, los topes secretos salten por los aires
y se den circunstancias de importantes conflictos, como está
ocurriendo al cierre de esta edición con los choferes de la
línea 60 y de la 96. Para esto hay que prepararse.
|