IV
Congreso del nuevo MAS
Inminentes
“reformas” neoliberales de Lula
El movimiento obrero
brasileño
ante un enorme desafío
En
los debates sobre la situación internacional, la coyuntura
en Brasil fue un punto importante. Este país-continente ha
sido hasta ahora un factor de estabilidad en la situación
latinoamericana. La política “preventiva” aplicada allí
a fines de los 90 logró evitar una debacle económico-social
y una rebelión como las producidas en Argentina y otros países
sudamericanos. La crisis política del año pasado
–detonada por los escándalos de corrupción en el
gobierno y el parlamento– se desarrolló “en las
alturas”, sin que se produjese una irrupción del
movimiento obrero y social. Esto permitió al gobierno
sortear esa crisis y en diciembre de 2006 lograr la reelección
de Lula. Sin embargo, la segunda presidencia se inicia con
desafíos de enorme importancia, que pueden llevar a la
entrada de Brasil en un período de turbulencias políticas
y sociales. Los compañeros de Praxis –corriente marxista
revolucionaria del PSOL– plantearon su evaluación de las
perspectivas.
Continuidad
con diferencias
El segundo período de Lula presenta una
continuidad con el anterior, pero con diferencias que, sin
embargo, no significan que Lula vaya a moverse hacia la
izquierda, sino todo lo contrario. Los elementos de
continuidad se dan ante todo en la política económico-social.
Aquí no hay ruptura sino una profundización del curso
neoliberal del anterior presidente Fernando Henrique
Cardoso (FHC).
Muchas de las tareas del neoliberalismo ya
habían sido cumplidas por Fernando Henrique, por ejemplo,
las privatizaciones. Lula no sólo las mantuvo, sino que las
profundizó. No lo hizo “abiertamente” a través
de la privatización de empresas (quedan pocas), sino en
forma más“encubierta”. Por ejemplo, no privatiza
directamente Petrobrás, pero sí la explotación de
yacimientos. Lo mismo hace con otros recursos nacionales. De
esa forma, la continuidad de la política neoliberal
privatizadora es menos visible.
Pero el rasgo más importante de su política
–que tuvo una influencia decisiva en su reelección– es
que Lula fue produciendo una redistribución de la renta,
es decir, de los ingresos de las distintas clases sociales.
La burguesía siguió concentrado la mayor
parte de los ingresos e incluso los aumentó, especialmente
los sectores financieros. Por eso la banca apoyó
directamente a Lula y no a Alckmin. Por otro lado, hay una
brutal reducción del salario real de la clase obrera y los
trabajadores asalariados en general. Según las estadísticas,
la mal llamada “clase media” (que en verdad en su gran
mayoría está compuesta por trabajadores asalariados de
ingresos medios) perdió en los últimos 10 años el 46% de
su poder de compra.
Al mismo tiempo, ya bajo Lula, las capas más
pobres aumentaron un 7% su poder de compra, lo que no es
poco, ya que en Brasil el sector más miserable es muy
numeroso. Hay regiones del país, como el Nordeste, donde el
40 o el 50% de la población recibe subsidios.
La
situación de la clase trabajadora
Una particularidad de Brasil que lo
diferencia netamente de Argentina y otros países es que no
hay un proceso de recomposición de la clase
obrera, como tampoco hubo un proceso de destrucción
(como sucedió en Argentina en los años 90, con el cierre
masivo de fábricas y otras empresas). En Brasil, en cambio,
predominaron los elementos de preservación
estructural de la clase.
Asimismo,
en Brasil no se aplicaron las “reformas laborales”
neoliberales que se dieron en Argentina. Los derechos
laborales, aunque deteriorados, se mantienen en Brasil para
los núcleos más importantes de la clase trabajadora. En
las grandes concentraciones prácticamente no hay trabajo en
negro ni mucha tercerización. Sin embargo, el 40% de los
trabajadores con empleo no están allí, sino en pequeñas
empresas. En ellas no hay derechos laborales.
Otro dato relacionado con el hecho de que
la clase obrera no entró a la lucha es su composición
generacional. Por ejemplo, en la región metropolitana de
San Pablo, el 27% de las personas entre 18 y 25 años no
trabaja ni estudia, y la mayoría de ellos nunca
trabajó en su vida.
Este es un dato importante, porque indica
que no hay una renovación generacional de la clase
obrera. No fue categóricamente derrotada y semidestruida
como sucedió en Argentina en los 90, pero tampoco hubo una
renovación generacional. Esto tiene su importancia respecto
de las luchas, porque generalmente son los sectores los que
se movilizan.
El
ataque que prepara Lula
En este contexto, el gobierno está
preparando “reformas” neoliberales que significan un
ataque brutal a la clase trabajadora, como el que llevó a
cabo Menem en Argentina o Margaret
Thatcher en Gran Bretaña. Estas “reformas” ya
estaban en la agenda de Lula en su primera presidencia, pero
el estallido de la crisis de la corrupción y luego el
inicio de la campaña electoral obligaron a postergarlas.
Tras la reelección, el gran objetivo de Lula es aplicarlas.
En ese sentido, hay tres proyectos muy
importantes: 1) la “reforma laboral”, 2) la “reforma
sindical” y 3) la “reforma de la previdencia” (el
sistema de jubilación). A eso se agrega una “reforma
universitaria” no menos siniestra.
La “reforma laboral” implica la pérdida
de conquistas históricas de la clase obrera: vacaciones,
indemnizaciones por despidos, licencias de maternidad,
aguinaldos, estabilidad, etc.
La “reforma sindical” apunta a
transformar completamente a los sindicatos aparatos del
estado. Ya hoy los sindicatos han sido muy burocratizados y
ligados al estado. Sin embargo, aún conservan formas democráticas
cualitativamente mayores que, por ejemplo, los sindicatos
argentinos. La “reforma sindical” tiene como objetivo
destruir totalmente la democracia sindical.
La “reforma de la previdencia”
(jubilaciones) pretende culminar el proceso destructivo
iniciado por Fernando Henrique y continuado por Lula. Es un
reforma para que nadie pueda jubilarse. Entre otras medidas,
contempla elevar la edad de retiro de los 53 años para los
hombres y 50 para las mujeres a 65 y 60 respectivamente...
¡exigiendo 40 años de aportes!
La “reforma universitaria” apunta en
el sentido de la privatización de la enseñanza. Con el
pretexto de lograr el acceso de los sectores más pobres a
la universidad, Lula, en vez de ampliar la capacidad de las
universidades estatales aumentando su presupuesto, destina
fondos a subvencionar cupos en las universidades privadas
(la mayoría de las cuales tienen además un nivel bajísimo).
La
necesidad de derrotar este ataque y los problemas para
hacerlo
Hoy, entonces, la necesidad central del
movimiento obrero, estudiantil y social es enfrentar y
derrotar este ataque múltiple que prepara Lula, como eje de
su segunda presidencia.
La política del gobierno es la de
dividir, tratando que las protestas obreras y estudiantiles
choquen con los sectores sociales más pobres, menos
organizados y políticamente más atrasados. Contra eso,
creemos que el centro de la política debe ser la más
amplia unidad de la clase trabajadora y demás sectores
afectados para movilizarse contra las reformas y derrotarlas.
Esto nos lleva a los problemas del movimiento, especialmente
del movimiento obrero.
Si tenemos en cuenta exclusivamente
la magnitud y brutalidad del ataque, deberíamos
esperar que se produzca una respuesta acorde. Pero existen
diversos elementos contradictorios que juegan en un sentido
u otro.
El
primero es uno que ya apuntamos: la clase obrera no es joven
ni “vieja”, sino de edad intermedia. Este es un factor
que no ayuda a la movilización. Pero, contradictoriamente,
es una clase obrera con una amplia experiencia sindical de
lucha y que no fue derrotada en los 90, como sucedió en
Argentina. Por otro lado, hay que tener en cuenta que en sus
organizaciones sindicales hay mucha cooptación de los
aparatos y el estado. La relación de los activistas y las
bases obreras con la CUT y sus sindicatos no es la misma que
en Argentina, con la CGT. El movimiento obrero brasileño no
tiene mucha experiencia de luchar contra los aparatos
sindicales y actuar independiente de ellos. Y, por supuesto,
la CUT trabaja a favor de la aprobación de estas
“reformas”.
Un reflejo de esto se dio en las recientes
elecciones. El PT perdió gran parte de su base tradicional
entre los empleados públicos, que se enfrentaron a Lula con
la reforma de la previdencia al inicio de su primer mandato.
Sin embargo, conservó el voto de la mayoría de los obreros
industriales.
Ahora, es central el problema de la unidad
de todos los sectores que se opongan a las reformas
antiobreras que proyecta Lula. Un paso importante en ese
sentido ha sido la conformación de Conlutas (Coordinación
Nacional de Luchas). Sin embargo, las organizaciones
sindicales agrupadas en Conlutas sólo reúnen el 1% de las
bases de trabajadores, que aún siguen bajo control de la
CUT. Recientemente, se han agrupado además sectores
sindicales críticos a la política de Lula, pero que aún
siguen en la CUT. Esto plantea la necesidad de la unidad
entre Conlutas y esos sectores para enfrentar el ataque que
se viene sobre los trabajadores.
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