Socialismo o Barbarie, periódico, Nº 93, 07/12/06
 

 

 

 

 

 

Acerca del libro Lecciones de batalla, de Gregorio Flores

Un debate político vigente

Por Oscar Alba

Desde hace varios años existe una producción de libros, folletos y diversas publicaciones que abarcan distintas experiencias y momentos del proceso de surgimiento y desarrollo de la vanguardia obrera de los años 70. Este hecho es muy importante ya que, aunque a veces parcialmente, nos permite ahondar en la riqueza política de esa etapa en nuestro país. En este sentido nos queremos referir al libro de Gregorio Flores, Lecciones de batalla, que consideramos un aporte importante para el conocimiento de las concepciones políticas y los métodos que dieron vida política a toda una generación de revolucionarios.

Su importancia adquiere mayor peso por el hecho de que el autor fue protagonista directo de aquellos años como dirigente obrero y militante político. Fue dirigente del SITRAC-SITRAM de Córdoba, un sindicato que formó parte de las organizaciones clasistas hasta que fuera intervenido por la dictadura militar en octubre de 1971 bajo la represión de la Gendarmería y la policía provincial, que ocupó la planta de FIAT y la sede sindical. Flores estuvo preso en el tristemente célebre penal de Rawson, y años después de salir en libertad, como tantos otros dirigentes obreros, fue amenazado y perseguido por la Triple A, por lo que tuvo que abandonar su provincia natal, Córdoba y recalar en Buenos Aires.

A diferencia de la mayoría de los autores que tratan la problemática política de la vanguardia obrera y estudiantil de los años 70, que miran con nostalgia aquellas experiencias para sacar la conclusión, desde la derrota, de que ya no es posible un cambio revolucionario de la sociedad, Gregorio Flores ubica su trabajo mirando la realidad con otra perspectiva. Así, en el capítulo final plantea: “Lo he dicho muchas veces y lo sostengo ahora: frente al enemigo, los torturados, los muertos y los desaparecidos vivirán en mi recuerdo hasta que muera. A la memoria de todos ellos dedico este pequeño trabajo con la esperanza de que nos ayude a entender lo que pasó. Este es mi pequeño aporte. Creo que las bases materiales de la clase obrera han empeorado sensiblemente. Pero también es cierto que las condiciones objetivas para llevar adelante aquellos sueños de las décadas de los 60 y 70 nos brindan posibilidades muchos mejores que en las décadas pasadas”.

Esta ubicación es, para nosotros, muy importante frente a la inmensa tarea que tienen por delante las nuevas generaciones de activistas y militantes que están surgiendo en la actualidad. Y también desde esta ubicación queremos marcar nuestras profundas diferencias con el planteo central de Lecciones de batalla.

Aunque con algunas críticas y dudas, Flores reivindica globalmente, en su libro la concepción guerrillerista que ganó a la mayor parte de la vanguardia de aquellos años. Al salir de la cárcel es cuando Flores se vuelca a fondo en la militancia en el PRT-ERP, realizando tareas en el frente sindical hasta unos meses después del golpe de 1976, cuando la represión terminó aniquilando a dicha organización.

Flores describe lo que para la dirección guerrillera era la base para una estrategia revolucionaria: “Santucho creía que para hacer la revolución se necesitaba el partido, que es la dirección política, el ejército y un frente, un frente popular, que era el FAS” [1] (p. 35).

Este esquema, más allá de que Santucho y su organización hablarán de construir el partido de vanguardia de la clase obrera, en la realidad terminó siendo el soporte de la actividad militar de la organización. Por eso, las llamadas “organizaciones de superficie” o los “frentes de masas” como el Movimiento Sindical de Base (MSB) y el propio FAS se pusieron en función de fortalecer, política y materialmente, el aparato guerrillero. Flores reconoce que “el trabajo en la recuperación de los sindicatos era parte de la estrategia, pero no era lo más importante. La dirección política, el ejército y el frente popular eran las tres ramas. Otra gente trabajaba por el Movimiento Sindical de Base, pero eso nunca se diferenciaba bien. Cuando se hace el primer congreso del MSB, llevaron más de 5000 personas, con una gran mayoría de obreros, pero lo que más se cantaba era “¡A la lata, al latero, los ranchos tucumanos son fortines guerrilleros!” (p.35).

Aunque, como dijimos anteriormente, Flores plantea algunas críticas a este accionar, como en el caso del asalto al batallón de Sanidad del Ejército por parte de un comando de combatientes, se define con claridad cuando dice: “Para mi modo de ver, dentro de mis limitaciones y dentro de la escasez de conocimientos que tengo, en la Argentina quien más lejos llegó en la lucha revolucionaria y en la lucha por el poder fue el PRT-ERP de Santucho. Porque atacó los fundamentos que sostienen el Estado burgués: el ejército, el Estado, la burguesía, todo” (p. 36).

Gregorio Flores sabe muy bien que su autoridad como dirigente obrero es innegable y sus palabras adquieren un peso mayor a la hora de las definiciones, más allá de sus “limitaciones” y su supuesta “escasez de conocimientos”. El PRT-ERP, efectivamente, atacó al ejército y a algunas instituciones del estado, pero en la conformación de su frente popular no vaciló, como el mismo Flores dice, en proponerles ser parte de este frente a políticos burgueses como Oscar Alende o el luego presidente Alfonsín.[2] Y aunque en alguna elección el PRT-ERP barajó la idea de que Agustín Tosco fuera candidato, no fue la independencia política de la clase obrera su estrategia central. Hacia el final de esta definición Flores escribe, refiriéndose a la organización de Santucho: “Crecieron sin ser peronistas, ganaron comisiones internas, delegados activistas, algo muy importante, pero reitero: la lucha armada no crea conciencia por sí sola”. Nosotros afirmamos que la lucha sindical, por sí sola, tampoco crea conciencia, pero la lucha armada que promovió el PRT-ERP no sólo no creó conciencia en los trabajadores sino que fue un obstáculo para el desarrollo de una conciencia obrera independiente y socialista. Porque no tuvo en cuenta el nivel del que partía la clase trabajadora, esencialmente peronista, y no tuvo en cuenta que las grandes luchas que se daban en esa etapa, las huelgas, las tomas de fábricas con rehenes, las coordinadoras, creaban un espacio para insertar un programa de autoorganización política y construcción de un partido obrero revolucionario.

Una valoración equivocada

Gregorio Flores dedica una parte de su libro a la exaltación de la figura de Mario Roberto Agustín Santucho, máximo dirigente del PRT-ERP, valoración a nuestro entender equivocada. En este sentido, el autor dice: “Aunque desde distintas corrientes de la izquierda se lo caracterizaba como foquista, Santucho sostuvo siempre que las acciones armadas tenían que estar ligadas al accionar de las masas”.

Pero si esto es así, ¿qué acción de las masas justificó en su momento el ataque al cuartel de Monte Chingolo, uno de los mayores desastres político-militares en la historia de nuestro país?[4] Y así podemos enumerar muchas acciones guerrilleras que nada tenían que ver con el accionar de las masas. La violencia que genera el capitalismo contra los trabajadores y los sectores populares engendra respuestas diversas. Pero es fundamental que los revolucionarios no nos arroguemos la representación del conjunto de los trabajadores para responder como lo hicieron las organizaciones guerrilleras.

“Para aplastar la resistencia de los burgueses y sus funcionarios, no hay otra forma que la lucha armada, es decir, el enfrentamiento clase contra clase” dice el autor. Pero este enfrentamiento entre las clases del que habla Flores adquiere distinta intensidad según las circunstancias políticas, económicas y sociales en cada etapa. No es lineal. La clase obrera avanza y retrocede; por eso hay que intervenir con los métodos y las acciones que se van dando los trabajadores. Y explicando también pacientemente a la vanguardia obrera la necesidad de una estrategia revolucionaria.

Con respecto a Santucho, el autor dice, a modo de cierto cuestionamiento, “a raíz de esta concepción, Santucho, a mi modo de entender, priorizó lo militar sobre lo político”. Y agrega que “formó muy buenos cuadros obreros militares, como el comandante Pedro, obrero de Fiat, en la vida real Juan Ledesma, que fue secuestrado y asesinado por el Ejército Argentino”.

Este ejemplo, lejos de resultarnos una virtud de Santucho, es una muestra cabal de la tragedia que significó la guerrilla para la vanguardia obrera de aquella etapa. Un dirigente obrero como Ledesma, de una capacidad organizativa y un heroísmo revolucionario extraordinario, es llevado a jugar un papel político lejos de su clase. Quitándole a la clase obrera, a su vez, un elemento valioso en la lucha para convertirlo en un engranaje más del aparato guerrillero.

Nuevas perspectivas

En el capítulo “Balance final”, Flores escribe: “Por último, creo que el 20 de diciembre no lo capitalizó el peronismo sino el Bloque Piquetero, que según yo creo es la continuidad de aquella gesta de mayo de 1969 y de la experiencia clasista de SITRAC-SITRAM”.

El Argentinazo ubicó al Bloque Piquetero, en aquel momento, como un sector de vanguardia que agrupaba a los desocupados más combativos. Pero la burguesía logró recomponer el régimen y reabsorber esa gran movilización que sacudió la estantería capitalista en la Argentina.

El gobierno de Kirchner es hoy el enemigo fundamental de los trabajadores y el pueblo, y las enseñanzas y las experiencias que nos dejan las luchas de los 60 y 70, como bien dice Flores, pueden enriquecer el arsenal programático y organizativo de la clase obrera. Coincidimos con el autor en se abren nuevas posibilidades para llevar adelante la lucha por una sociedad socialista, pero lo hacemos a partir de reconocer el surgimiento de una nueva generación de trabajadores que empiezan a hacer sus primeras armas en la arena de la lucha de clases. Son los nuevos contingentes de trabajadores ocupados que deben retomar entre otras cuestiones, la pelea por la centralidad de la clase obrera. Es decir, la pelea por ubicar nuevamente a los trabajadores como sujeto político y social para un cambio revolucionario.


Notas:

1. FAS: Frente Antiimperialista y por el Socialismo

2. “Como dije en mi segundo libro, el PRT tuvo una política «frentepopulista» (...) Santucho creía que era inevitable para llegar a la toma del poder la construcción de un frente popular con representantes políticos de la burguesía tipo Oscar Alende o Raúl Alfonsín, a quienes se le propuso incorporarse al FAS o a algún frente antipatriótico” (p. 88).

3. En diciembre de 1975 el ERP atacó el batallón de Arsenales Domingo Viejobueno, que se encontraba en la localidad de Monte Chingolo, al sur del Gran Buenos Aires. El ejército estaba alertado de esta acción y esperó el ataque. Allí fueron muertos más de 60 guerrilleros y otros fueron desaparecidos. Éste fue el mayor golpe que recibió el ERP. Santucho, que se encontraba en una casa en San Martín, a pesar de tener indicios de que el ejército podía estar en conocimientos del ataque, igualmente dio la orden de atacar el cuartel. Después de este duro revés el ERP ya no produjo acciones de envergadura.