Venezuela:
el voto del PRS es un apoyo político a Chávez
Una
grave capitulación
Por
Rodolfo F. Torres
Lamentablemente,
en el último período, el PRS venezolano ha venido teniendo
una seria involución. Toda la campaña electoral no es más
que un evidente apoyo político a Chávez y un ejemplo de
renuncia a todo atisbo de independencia de clase. El MES de
Brasil y el MST Unite, con su política abiertamente
derechista, y el MST El Socialista, con su seguidismo al
atraso político de la vanguardia, tienen una enorme
responsabilidad en esta evolución.
En su último
periódico –Opción Socialista N° 8, de septiembre– los
compañeros del PRS llaman votar a Chávez en las elecciones
del 3 de diciembre con la boleta electoral que encabeza Lina
Ron, máxima dirigente de la Unión Popular de Venezuela (UPV)
que cerró un acuerdo con la C-CURA. Ya hemos escrito, en más
de una oportunidad, que el voto es una cuestión táctica; lo
que es de principios es la política de una organización.
También hemos defendido la independencia de la UNT ante los
intentos de cooptación por parte del Estado y del gobierno
de Chávez, y alertamos sobre los peligros que conlleva
posicionarse sobre cuestiones tácticas tan alejados de la
realidad concreta.
Ahora bien,
los que nos reclamamos socialistas revolucionarios peleamos
por la independencia política de la clase trabajadora y por
que el poder se ha ejercido por los trabajadores con
sus organizaciones democráticas de lucha y esto se debe
expresar claramente en todas las tácticas, por diversas que
sean.
¿Se
viene la agresión imperialista?
En los
materiales del PRS se presenta la situación como si el eje
de la coyuntura política pasara hoy por el enfrentamiento
con el imperialismo y la mayor amenaza al proceso vendría
de parte de “el candidato Manuel Rosales, la nueva versión
de la agresión imperialista y la oposición golpista y, por
lo tanto, el peligro más inminente que tiene la
revolución bolivariana”.[1] Citas de este tipo se pueden
encontrar infinidad de veces en los materiales de PRS, y es,
efectivamente, la versión de la realidad que quiere
vender Chávez. Queremos ser categóricos: esta no es la
situación; se trata de una falsa pintura de la realidad.
Ni Rosales,
ni el imperialismo en sus distintas variantes están
pensando dar un golpe o agredir a Venezuela hoy. El
imperialismo yanqui está atravesando una grave crisis de
hegemonía por el empantanamiento en Iraq y en
Afganistán. Es evidente el fracaso del proyecto
neoconservador que lidera Bush. Además, se suma la negativa
pública del sector demócrata a embarcarse en nuevas
aventuras militares, y mucho menos contra Venezuela: “Chávez
no representa una amenaza para la seguridad de Estados
Unidos… Puede haber algunos problemas por algunas de sus
posiciones, pero no, él no representa una amenaza a nuestra
seguridad”, declaró Durbin, número dos del jefe demócrata
del senado Harry Reid, descartando cualquier ataque
preventivo.[2] Pero además, qué mejor ejemplo de esta
debilidad actual de Bush que el discurso del mismo Chávez
en Nueva York, donde hizo del presidente yanqui el hazmerreír
del mundo.
Los
peligros del proceso
También es
falso que el peligro más inminente contra el proceso
revolucionario –que está atravesando un momento de
mediación, reabsorción, reacción democrática o como se
lo quiera llamar–, sea Rosales o los burócratas corruptos
de la V República. El peligro más inminente contra el
proceso revolucionario que se abrió en Venezuela es el
propio Chávez, que viene intentando re-institucionalizar
el país, sacar a los trabajadores de las calles y cerrar el
proceso de autodeterminación. Es que a partir del Referéndum
del 2004 (acordado con el imperialismo y los sectores
golpistas), el gobierno quiere enterrar el proceso
revolucionario. Para lograrlo, está buscando convertir
las conquistas conseguidas desde abajo en concesiones desde
arriba. Es decir, en poderosas herramientas para la
cooptación y la corrupción, vía las distintas Misiones y
el Mercal.[3] La represión contra los campesinos no se
ha detenido. El gobierno no ha tomado ninguna medida contra
los latifundistas: más bien, ha negociado favoreciéndolos.
En el elemental terreno democrático, Chávez ha establecido
la impunidad más completa para los golpistas y
saboteadores que causaron decenas de muertos. Sus arengas
por el “socialismo del siglo XXI” no buscan más que
erigir una suerte de capitalismo de Estado, embaucando a los
trabajadores.
Descontento
y abstención
“Para
junio, el presidente tenía un 55% de intención de voto, y
casi dos meses después baja 7 puntos y se coloca en
48%(…). Significa que hay un creciente descontento, desánimo,
desesperanza en los sectores que tradicionalmente han
respaldado la labor y el discurso del presidente Chávez.
[Un] especialista ubicó la cantidad de abstencionistas
actualmente entre 30 y 35%, con posibilidades de
incrementarse si ninguna de las opciones de liderazgo logra
cautivar el interés y las expectativas de la gente. Ninguna
otra alternativa está capitalizando el desánimo, la
desesperanza, la desilusión y la impaciencia por la falta
de resultados. Por el contrario, los sectores que están
abandonando el chavismo se están refugiando en la abstención
como una manera de manifestar sus críticas y su descontento
frente a la labor presidencial”.[4]
Este
descontento tiene una sólida base material: a lo largo de
los 7 años de mandato chavista, no han variado
sustancialmente las condiciones de vida de millones de
trabajadores. Por el contrario, la inflación cercana al 25%
en 2005 (se estima similar para este año) está devorado
los salarios. Tampoco las condiciones laborales han sido
modificadas en lo esencial. Chávez se ha negado siquiera a
tomar medidas antiimperialistas elementales como, por
ejemplo, dejar de pagar la deuda o nacionalizar el 100%
de las multinacionales; ni qué hablar de tomar medidas
anticapitalistas. Su programa de “socialismo del siglo
XXI” no es más que un capitalismo de Estado y asociación
con las multinacionales para hacer empresas de capital mixto
altamente rentables. A eso hay que agregarle los planes
asistenciales, las cooperativas y los microemprendimientos.
A eso se reduce el socialismo à la Chávez. Esa es
la base material del descontento.[5]
La
independencia de clase es concreta
Los compañeros
del PRS llaman a votar a Chávez “desde la perspectiva de
clase de los trabajadores y con un programa socialista
revolucionario”. Agregan que “estamos conscientes de que
aún no hemos alcanzando un auténtico gobierno directo de
los trabajadores y el pueblo, sin explotadores, sin
opresores, ni burócratas, ni corruptos y que sólo será
posible avanzar hacia el socialismo si rompemos con el
imperialismo y eliminamos el modelo capitalista basado en la
propiedad privada sobre las empresas, los bancos, las
tierras, los recursos naturales y la explotación del
trabajo asalariado”. Y aclaran que el voto a Chávez lo
hacen “promoviendo un programa que compagine con las
demandas y expectativas que tienen decenas de miles de
trabajadores afiliados a la UNT, de los campesinos que
exigen reforma agraria, de los millones de desempleados que
quieren trabajo genuino, de los activistas populares
que reclaman protagonismo social, de los trabajadores que
ocupan y ponen en funcionamiento empresas, en fin, de todos
aquellos que quieren profundizar la revolución y que sólo
encuentran a su paso a oportunistas, burócratas y corruptos
que se oponen a que se cumplan sus reclamos” [6].
Muy bien.
En todo el texto se pueden encontrar este tipo de citas.
Pero lo dramático de su posición es que en ningún momento
se les explica pacientemente a los trabajadores que
para obtener estos objetivos es necesario un gobierno de
los trabajadores. Que con Chávez en la presidencia
obtener estos objetivos no es realmente posible.
Es decir,
no se sostiene la más elemental actitud de independencia de
clase, que es el llamado a no confiar en un gobierno
burgués, así sea “anormal”. Porque es evidente que
la única manera de conseguir la satisfacción de las
necesidades de los trabajadores sería tomar un camino anticapitalista,
cosa que Chávez nunca va a hacer, por más que le prendamos
un millón de velas.
Para ir en
un camino de ruptura hay que preparar una auténtica
revolución social que ponga a la clase obrera en el poder.
Pero el mayor obstáculo hoy para esto es, precisamente, la
confianza que los trabajadores tienen en el propio Chávez.
Lamentablemente,
los ejes de campaña del PRS son funcionales a la
capitulación a Chávez: se ubican –a todos los
efectos prácticos– en un frente único con él.
Los compañeros hasta han estado desesperados por entrar
en el comando electoral del propio chavismo.
En estas
condiciones, la consigna: “Por una Venezuela Socialista,
sin patronos, terratenientes, burócratas, ni corruptos.
Reelijamos al presidente Chávez” se transforma en una insípida
generalidad que no marca la tarea política número uno
del momento: que los trabajadores no confíen en Chávez.
Al contrario, parecería dar a entender que esto se puede
lograr con Chávez. Pero, justamente, la única manera de
crear las condiciones para que haya una “Venezuela
socialista” es que los trabajadores no depositen un gramo
de confianza en Chávez. Toda política que no parta de
esta elemental posición de independencia de clase y no
ayude a sacar esa conclusión no constituye más que una
capitulación al gobierno de Chávez.
En este
marco, se leen en los materiales de los compañeros cosas escandalosas
como ésta: “La candidatura del actual Presidente de la
República y Líder de la Revolución Bolivariana, Hugo
Rafael Chávez Frías, representa la esperanza de un pueblo
que lucha por una transformación social radical que permita
alcanzar un nuevo modelo económico de justicia social y lo
considera su principal instrumento en la batalla contra el
imperialismo y la oposición golpista”.[7] Precisamente
contra esta idea es que corresponde explicar y alertar, no
adaptarse y fomentarla.
Pero lo
peor de la capitulación del PRS, por más que se la
“vista de rojo”, es que ya empezó el proceso de
experiencia política con Chávez. Y si desde las
corrientes de izquierda no se da una respuesta correcta, más
temprano que tarde, ese descontento lo va a capitalizar
la derecha. No sólo por omisión, como es la probable
alta abstención que se registre en diciembre, sino
directamente con muchos votos.
Para que el
proceso de descontento no vaya a una frustración y hacia la
derecha, es imprescindible que desde los que se
consideran de la izquierda revolucionaria avancen en una auténtica
independencia de clase. No sumándose al comando electoral
del chavismo, sino apuntando a presentar candidaturas
obreras independientes, entre otras cosas. Pero esto es lo
opuesto del curso actual del PRS, que parece ir cada vez
más en el camino incorrecto.
Se acercan
momentos cruciales para el PRS. Chávez ha lanzado la idea
que después de las elecciones formará un “partido único”.
El PRS estará ante el dilema de ser o no ser: capitular
definitivamente, disolviéndose, o darse un verdadero curso
de independencia de clase. La propuesta de Chávez lo pondrá
ante una opción de hierro: o capitula también
organizativamente o va hacia una política consecuente de
independencia de clase.
Notas:
1.
Opción Socialista N° 8, “Protocolo de unidad
electoral” en www.revolucionysocialismo.org/publicaciones
2.
Clarín 6-9-06: “Demócratas
de EE.UU.: Chávez no es "amenaza"”
3.
Las Misiones son los distintos planes asistenciales, de
salud, educación, muchos de ellos incluyen pago en dinero
para los beneficiarios, etc. El Mercal es un plan del
gobierno que consiste en crear mercados con precios más
baratos, abastecidos centralmente por los grandes grupos.
“El
próximo 3 de diciembre, nuevamente los trabajadores y el
pueblo venezolano mediremos fuerzas con los factores
internos y externos que quieren impedir el paso
revolucionario y victorioso de un pueblo”.
4.
Clarín 3/09/06 “Cae la intención de voto a Chávez”.
Los destacados son nuestros.
5.
Ver en SoB 86, Flor Beltran “Cierta tristeza y
preocupación”.
6.
Opción Socialista N° 8, Nelson Gámez “El PRS y las
elecciones presidenciales”.
7.
Opción Socialista N° 8, Protocolo de unidad, UPV-
C-CURA.
|