¿Hungría,
la punta del iceberg?
El
rápido final de la “nueva Europa”
Es un
hecho que los “globos inflados” por el imperialismo y el
capitalismo van teniendo una vida útil cada vez menor. ¿Vendrán
fallados de fábrica? La “guerra contra el terrorismo”
de Bush se ha ido desgastando a una velocidad asombrosa.
Ahora también se ha pinchado otro globo, el de la “nueva
Europa”. Lo de Hungría parece ser sólo la punta de un
iceberg de descontento que abarca toda esa región.
Con ese
nombre, EEUU y la burguesía “atlantista” de Europa
bautizaron a los ex “países comunistas” del Este
europeo, el Báltico y los Balcanes. Se quiso establecer un
contraste con la “vieja Europa” occidental, decadente,
cuyos trabajadores son vagabundos que pretenden seguir
aferrados al anacrónico “Estado de bienestar”, sudar
poco y ganar mucho, y que además se oponen a la cruzada
santa de Bush en Medio Oriente. El peor ejemplo de esta
vieja Europa serían los franceses, que vienen creando
problemas desde 1789.
En
contraste, se decía que los “nuevos europeos” adoran el
neoliberalismo, hacen sin protestar cualquier sacrificio
para ingresar a la Unión Europea, trabajan doble turno por
la mitad del salario y además se enrolan en masa en las
guerras de la civilización occidental contra la barbarie
islámica. Son felices de ir a morir por Cristo y Bush en
Iraq y Afganistán.
Por todos
esos motivos, se decía, la “nueva Europa” iba en camino
de alcanzar y dejar atrás a la “vieja”. Con tasas de
crecimiento del PBI superiores a las Europa occidental, esa
historia parecía tener algo de asidero.
Ahora
resulta que las cosas van mal. La revista inglesa The
Economist, órgano secular del ultra-liberalismo, pinta un
panorama desalentador. Las tasas de crecimiento más altas
se mantienen, pero sólo abonan un descontento social en
aumento que se refleja en crisis políticas de los gobiernos
neoliberales, aunque estas crisis sólo en Hungría han
derivado en estallidos político-sociales. En el resto, no
han llegado aún “a la calle”.
“Una teoría
conspirativa –dice The Economist el 25 de septiembre–
diría que este otoño ha traído algo extraño a las aguas
de Europa central. La República Checa está desde hace tres
meses sin un verdadero gobierno, el de Hungría está contra
las cuerdas y el de Lituania está vacilante. Y ahora es el
gobierno de Polonia el que también se viene abajo”.
Ya en julio
pasado, esta misma revista había alertado que las cosas no
venían bien: “Hubo tiempos –señalaba The Economist el
20 de julio– en que la «nueva Europa» se sentía
superior a la «vieja Europa». Algo del ímpetu de esa época
aún queda. Las nuevas economías continúan creciendo
fuertemente. Pero en muchos otros aspectos, la región está
estancada o en retroceso. Como sus contrapartes dentro de la
Unión Europea, ahora la regla parece ser la debilidad política.
La República Checa está sin gobierno (...) Estonia,
Letonia y Eslovenia establecen coaliciones inestables (...)
En Eslovaquia y Polonia, esas coaliciones añaden otro
ingrediente: partidos populistas extremistas de izquierda o
derecha (...) Lituania tiene un gobierno débil que ha
quedado en minoría (...) Sólo Hungría tiene un sólido
gobierno conformado por grandes partidos [!]”
Esto lo
escribía The Economist hace apenas dos meses. Hoy, el único
“sólido gobierno” de la “nueva Europa” está contra
las cuerdas.
El
eterno verso del “sacrificio”
Como decíamos,
esta generalización de crisis políticas y gobiernos “débiles”,
que se da especialmente en los países que ya están en la
UE, tiene sus raíces en el descreimiento y el descontento
social. Los resultados del ingreso a la Unión Europea no
tienen nada que ver con las ilusiones y las fantásticas
promesas que se hicieron a las masas en su momento.
A los
trabajadores y las masas populares se les hizo el cuento de
siempre. "hay que hacer algunas «reformas» dolorosas,
«nos» sacrificaremos por un tiempo; pero luego, cuando ya
estemos en la UE, vamos a ir cada vez mejor”. Por
supuesto, los que exhortaban al “sacrificio” no eran los
que sufrían las consecuencias, sino políticos burgueses,
burócratas o millonarios como el premier de Hungría, que
se llenaban más que nunca los bolsillos.
Y las
jactancias sobre el fabuloso “crecimiento” de la
“nueva Europa” se han vuelto cada vez más irritantes,
porque en los bolsillos de la mayoría no se derrama un euro
del gran aumento del PBI. A eso se añade que los habitantes
de los nuevos países miembros siguen siendo, de hecho y de
derecho, ciudadanos de segunda, dentro de la UE. Un polaco o
un húngaro, por ejemplo, no pueden libremente mudarse a
Francia o Alemania para trabajar.
Pero
incluso este crecimiento que no beneficia a la mayoría
ahora está en cuestión. Se necesitan más “reformas” y
más “sacrificios”, si se desea mantener lo logrado.
Esto lo explica bien The Economist (20/07/06), con el cínico
desparpajo que la caracteriza: “Los países centroeuropeos
necesitan reformas más profundas si es que van a mantenerse
a la cabeza mientras sus costos del trabajo ascienden. Tener
costos más baratos del trabajo les vino bien, pero ahora
hacen frente a la competencia de países en los que el
trabajo es aún más barato: países cercanos como Rumania y
Bulgaria, y más lejanos como India y China”.
O sea:
muchachos, a trabajar más barato que los indios y los
chinos. Pero Hungría, Polonia o la República Checa no son
China ni la India... ni tampoco, en la otra punta, son
Alemania. Hechas un “sándwich” entre ambos extremos del
capitalismo mundial, los países de la “nueva Europa”
enfrentan probablemente un futuro sombrío.
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