Un movimiento nacional de masas
Nuestra posición frente a Hezbollah
Por Claudio Testa
La lucha heroica del pueblo libanés
encabezada militarmente por Hezbollah y las consecuencias mundiales
de su triunfo, exigen clarificar en la izquierda nuestras
posiciones frente a este movimiento.
Esto también tiene relevancia porque
en gran parte del mundo han sido las fuerzas de izquierda
las que impulsamos las movilizaciones de solidaridad con Líbano
y de repudio al Estado genocida de Israel.
Esto lo refleja el mismo Nasrallah,
cuando en una entrevista reconoce que debido a ese apoyo las
calles y casas de Líbano están llenas de posters de Chávez
y del Che Guevara... pero después advierte: “Lo que
nosotros decimos a nuestros amigos socialistas que quieren
pelear junto a nosotros por la fraternidad y la libertad es
que no se les ocurra venir si van a decir que la «religión
es un opio»” (“Entrevista a Nasrallah”,
www.socialismo-o-barbarie.org, edición del 27-8-06) En
verdad, el gran problema no es la religión, sino otras
cuestiones más terrenales...
En primer lugar, en la guerra entre
Israel-EEUU y Hezbollah defendemos total e
incondicionalmente a los luchadores libaneses. ¡Esto
hay que decirlo bien claro! No estamos “por la paz”
(como dicen confusamente algunos sectores de la izquierda
europea y latinoamericana). En la guerra de Líbano, estamos
por la derrota de USAIsrael y la victoria de
Hezbollah.
La brutalidad del ataque israelí ha
determinado que todas las corrientes realmente socialistas y
de izquierda se pronunciaran contra la agresión genocida.
Sin embargo, la sostenida campaña “islamofóbica” ha
hecho mella en algunos sectores de la izquierda
principalmente europea (por ejemplo, la LCR francesa), que
dice estar contra la agresión pero, al mismo tiempo, no
defiende a las milicias que le hacen frente y la derrotan.
Esto lo vemos como completamente equivocado. Si las
corrientes socialistas revolucionarias tuviéramos una
cierta fuerza en Líbano, sería un deber ineludible
combatir con Hezbollah, como se hizo, por ejemplo, en la
Guerra Civil de España.
Pero, al mismo tiempo, hay que decir
con toda claridad que, a nivel político, no podemos dar
la menor confianza ni apoyo a este movimiento y su dirección.
Aunque Hezbollah no sostiene ya el programa del estado islámico
al estilo de Irán, su proyecto no es anticapitalista ni
menos aún socialista, dado que no se trata de una
organización de los trabajadores.
Paradójicamente, al mismo tiempo que
combate heroicamente la agresión del sionismo y el
imperialismo, a nivel económico-social su programa no
pasa de un neoliberalismo atemperado por el asistencialismo.
Hezbollah forma parte con varios ministros del gobierno del
Líbano, presidido por el primer ministro Fuad Siniora, ex
ejecutivo del Citibank, que aplica un programa neoliberal a
ultranza.
Como todos los “movimientos
nacionales” (y más aún si se encuadran en las corrientes
islamistas), es enemigo de la organización independiente de
la clase trabajadora. Y esto es doblemente importante,
porque tanto antes como durante el ataque israelí, en Líbano
parecen desarrollarse elementos de organización y lucha
independiente de los trabajadores y sectores populares.
Poco antes de la invasión, hubo
movilizaciones masivas, de cientos de miles de libaneses, en
protesta contra las políticas económicas neoliberales del
gobierno de Siniora, en el que Hezbollah tiene ministros.
Iniciada la guerra, en Beirut no sólo se produjo una
radicalización general que borró relativamente las
divisiones religiosas y étnicas alrededor de las cuales se
organiza la “sociedad civil” libanesa. También, a
partir de allí, se desarrolló un amplio activismo juvenil
que, sin divisiones sectarias, impulsó movilizaciones
independientes, como las que se desarrollaron ante el
edificio de la ONU y en repudio a la proyectada visita de
Condolezza Rice, que finalmente no fue recibida por Siniora.
La actitud de Hezbollah frente todo eso parece haber sido la
de contener la cosa para que no se desbordara.
Pero el problema va más allá de las
fronteras de Líbano. Todo Medio Oriente está sacudido por
estos acontecimientos. Los gobiernos títeres de EEUU, como
el de Egipto y otros, sienten que el piso empieza a moverse
bajo sus pies. Y lo importante en este caso, es que en
varios de los países árabes más grandes hay una
importante clase obrera que se podría poner de pié. Es
entonces vital que, a nivel político, surjan alternativas
independientes de la clase trabajadora y los sectores
populares. Aunque aún sean esbozos, alentar estas
tendencias será decisivo para el curso futuro de las luchas
en la región.
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