Socialismo o Barbarie, periódico, Nº 82, 06/07/06
 

 

 

 

 

 

Elecciones presidenciales en México

¿Otro fraude escandaloso?

Por Claudio Testa

Los comicios del domingo pasado parecen repetir la historia de las elecciones de 1988, cuando un escandaloso fraude dio la presidencia al oficialista Carlos Salinas de Gortari, cuando en verdad había ganado el líder opositor Cuauhtémoc Cárdenas. Pero hoy las consecuencias de repetir esta jugarreta pueden ser muy distintas.

Se “perdieron” tres millones de votos

Según denuncia el diario La Jornada (4-7-06) de México, el fraude se realizó con el método de “robo hormiga”, facilitado porque no había una distancia sideral entre los votos del candidato de “centro-izquierda”, López Obrador, del PRD (Partido de la Revolución Democrática), y el oficialista Calderón Hinojosa (del PAN, Partido de Acción Nacional).

El procedimiento fue sencillo. Cuando en el IFE (Instituto Federal Electoral, organismo que organiza y controla las elecciones) se pasaron a la computadora los datos de cada mesa electoral (que en México se llaman “casillas”), se le fueron restando algunos votos a López Obrador. El PRD y la prensa tienen actas de los resultados de las casillas y no concuerdan con los resultados que dice el IFE. Por ejemplo, en la mesa (casilla) 1091 del estado de México, según el acta, Calderón sacó 62 votos y López Obrador, 188 votos; pero el IFE solo le anotó 88 en la computadora. (La Jornada, cit.)

El procedimiento de “robo hormiga” a gran escala explica otro misterio advertido por dos matemáticos de la Universidad Nacional Autónoma que examinaron las planillas del IFE: la “evaporación” de más de 3 millones de votos. En efecto, según el IFE, sobre un padrón de 71 millones de personas, votaron el  58,9 por ciento (casi 42 millones). Pero después el IFE dice que se contaron los votos de 38 millones 700 mil electores, es decir, una diferencia de más de 3 millones, indudablemente producida por ese “robo hormiga” de votos a López Obrador. “La realidad es que el IFE está escondiendo 3 millones de votos”, denuncian estos analistas (La Jornada, cit.).

Estos votos “evaporados” son presumiblemente de López Obrador. Pero como la ventaja que el IFE asigna a Calderón es de apenas 500.000 votos, hacerlos “aparecer” produciría un vuelco de los resultados.

¿Se abre una crisis política y de legitimidad?

Por supuesto, la mayoría de la burguesía mexicana, el Departamento de Estado, la OEA y los gobiernos serviles de América Latina se han apresurado a dar por buenos los resultados oficiales... y han entonado los acostumbrados himnos a la democracia. ¿Por qué esa actitud?

Andrés Manuel López Obrador no es precisamente un gran desafío a sus intereses. Dentro de la ola “progresista” que está barriendo América Latina, más bien hay que ubicarlo en la onda de Tabaré Vázquez o a lo sumo de Lula. El programa de la campaña electoral no planteaba ningún cambio de fondo, ni en el sometimiento colonial a EEUU vía el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN-NAFTA) ni en la brutal explotación y concentración de la riqueza, que son el resultado de veinte años de neoliberalismo salvaje en México.

Sin embargo, a Bush y a sus amigos del Consejo Coordinador Empresarial de México les resulta desagradable que, dentro de ese marco, apareciera un gobierno que comenzara a “regatear” algunas migajas, como por ejemplo tratar de renegociar ciertos términos del TLCAN que arruinaron el campo mexicano, hacer “asistencialismo” en mayor escala, frenar las privatizaciones pendientes, etc. Asimismo, un gobierno de López Obrador sería más difícil que se sumara a la cruzada contra Chávez y Cuba auspiciada por Washington, mientras que Calderón se presenta como un perro faldero de Bush, exactamente igual a Fox.

Pero, al mismo tiempo, apelar al fraude puede tener consecuencias muy peligrosas. La historia política de México ha sido en alguna medida la historia del fraude electoral institucionalizado y de regímenes donde el “dedazo” del gobierno indicaba al sucesor, más allá de lo que opinara la mayoría de los ciudadanos. Sin embargo, México ha sido también el país de las revoluciones contra los regímenes que trataban de seguir en el poder a contrapelo de la opinión popular...

En 1988, el fraude pasó sin mayor respuesta, en primer lugar porque Cuauhtémoc Cárdenas –el candidato de “centroizquierda” perjudicado– se calló la boca e hizo todo lo posible para calmar las aguas.

López Obrador no es, por supuesto, garantía de más “combatividad”. Pero este fraude ocurre en un momento histórico muy distinto, en América Latina y en el mundo. En 1988 –en vísperas de la caída del Muro de Berlín–, se daba la marcha triunfal del capital imperialista, que en América Latina iba a imponer la década de los años 90 de neoliberalismo salvaje. Ahora soplan otros vientos en el continente.

En México –primera víctima latinoamericana de un Tratado de Libre Comercio– se ha producido en estos veinte años una catástrofe social, una de cuyas consecuencias son las decenas de millones que han debido emigrar ilegalmente a EEUU para trabajar en condiciones atroces de esclavitud laboral.

En los meses que precedieron las elecciones se han producido duros enfrentamientos sociales: la huelga de los mineros de Michoacán, los violentos choques en San Salvador Atento, la batalla campal de los maestros de Oaxaca contra la policía del estado. Aunque López Obrador haga como Cárdenas y se calle la boca, la protesta social y al hartazgo de veinte años de neoliberalismo se van a desarrollar frente un gobierno de dudosa legitimidad.

Se tratará de un gobierno que todos saben que perdió las elecciones y que además, considerando la abstención de más del 40% del padrón, sólo fue votado por uno de cada cinco electores empadronados.