Socialismo o Barbarie, periódico, Nº 82, 06/07/06
 

 

 

 

 

 

Análisis del conflicto

¿Por qué sucede esto?

En lo que está pasando en Palestina y en los motivos para actuar así del gobierno de Israel, se conjugan un variedad de factores, algunos permanentes –diríamos, “sistémicos”– y otros que tienen que ver con la actual situación política del conjunto de Medio Oriente. Veamos varios de estos factores.

Hoy Israel no es otra cosa que un enclave colonial de EEUU en Medio Oriente. Es casi el estado número 51 de Estados Unidos. Desde hace décadas, su suerte está estrechamente ligada al dominio del imperialismo yanqui en la región. Pero esta es una “calle de doble vía”: Israel depende del poderío mundial y regional del imperialismo norteamericano; pero, a su vez, EEUU “depende” también, en cierta medida, de su enclave colonial para mantener su dominio en la región. Medio Oriente, tanto por su ubicación geográfica y sus reservas de hidrocarburos, es vital para un imperialismo que pretende ser la “superpotencia” mundial... y al que le está yendo de mal en peor...

Todo esto explica tanto el alineamiento incondicional de EEUU con Israel –incluso cuando el gobierno sionista se “pasa de revoluciones” y contradice algún aspecto de la política norteamericana–, como también la desmedida influencia que el lobby israelí tiene en Washington en la determinación de las acciones de EEUU en Medio Oriente, como parece haber sido el caso de Irak.

Pero hoy el imperialismo yanqui sufre una “crisis de hegemonía”, cuyo epicentro está precisamente en esa región, pero que se percibe también en América Latina y el resto del mundo. Se trata de fracaso del proyecto neocolonial que se concretó en la invasión y ocupación de Afganistán y sobre todo de Irak. Como lo definió un ex asesor del gobierno norteamericano, “el plan de Bush para Irak, la idea era crear un país pro-estadounidense y pro-Israel era una fantasía increíble”. [1]

Este fracaso, combinado con otros procesos políticos y dificultades económicas han puesto en cuestión la hegemonía mundial estadounidense. En menos de diez años, el “superimperialismo” que se comía a los chicos crudos, enfrenta una “desobediencia” generalizada y desafíos por los cuatro costados. Hasta un pigmeo como Corea del Norte se permite desafiarlo... y en el terreno de los misiles y las armas atómicas.

En una situación de debilitamiento notorio del imperialismo yanqui, sobre todo en Medio Oriente, podría esperarse que Israel –el estado Nº 51 de EEUU– encarara este cambio en las relaciones mundiales de fuerza con políticas más “negociadoras” y “flexibles”.

Pero ésta es una conclusión mecánica que, en primer lugar, no tiene en cuenta la naturaleza del Estado sionista como un enclave colonial, y la dinámica fatal que esto ha implicado desde el día mismo de la constitución de Israel en 1948 como un estado basado en principios “raciales” (similares a los de la antigua Sudáfrica del apartheid).

En ese carácter, el principio inevitable y permanente de la política de todos los gobiernos israelíes (de derecha o de “izquierda”) ha sido la “limpieza étnica”. Es decir, el desplazamiento y expulsión de la población nativa, los palestinos, para hacer lugar a los colonizadores sionistas. Este principio de “limpieza étnica” se hace tanto más implacable y brutal, porque los colonizadores son en última instancia una minoría en la región, que sólo se sostiene por el poder militar que les facilita EEUU, la capitulación de las burguesías y gobiernos árabes, y las derrotas y limitaciones de los movimientos de masas.

El principio de “limpieza étnica” sobre el que se asienta el Estado de Israel, no es un terreno que permita fácilmente los “acuerdos” y “componendas”. Además, dentro del mismo territorio de la Palestina histórica (es decir, Israel + Cisjordania y Gaza), en relativamente pocos años la población israelí va a ser minoría. Y no hay esperanzas de que los judíos del resto del mundo decidan emigrar para compensar esto.

Esta “bomba de tiempo” demográfica es uno de los motivos para que Israel haya, en el fondo, desechado el proyecto de constituir un “miniestado” palestino en Cisjordania y Gaza, como una “concesión” para aplacar a los palestinos.

La “solución final”, decidida ya en tiempos de Sharon, es la de “guetizar” (poner en un gueto) a los palestinos. Encerrarlos en pequeños fragmentos de territorios, rodeados por un alto muro. Israel esperaba que los corruptos dirigentes de Fatah se prestaran a ser los administrados nativos de esos guetos.

Pero tanto el debilitamiento regional y global del “sponsor” estadounidense, como el rechazo que los palestinos expresaron con el voto por Hamas en las últimas elecciones, puso en cuestión esos planes. La atrocidad de encerrar a todo un pueblo en un puñado de “prisiones a cielo abierto” –como las definió un periodista occidental– sólo puede mantenerse por la fuerza y terror sobre los colonizados.


Nota:

1. Larry Diamond, profesor de la Universidad de Stanford y ex asesor del gobierno de EEUU en Irak. Entrevista en El País, Madrid, 3-7-06.