Análisis
del conflicto
¿Por qué sucede esto?
En lo que está
pasando en Palestina y en los motivos para actuar así del gobierno de Israel, se
conjugan un variedad de factores, algunos permanentes –diríamos, “sistémicos”– y
otros que tienen que ver con la actual situación política del conjunto de Medio
Oriente. Veamos varios de estos factores.
Hoy Israel no es otra cosa que un
enclave colonial de EEUU en Medio Oriente. Es casi el estado número 51 de
Estados Unidos. Desde hace décadas, su suerte está estrechamente ligada al
dominio del imperialismo yanqui en la región. Pero esta es una “calle de doble
vía”: Israel depende del poderío mundial y regional del imperialismo
norteamericano; pero, a su vez, EEUU “depende” también, en cierta medida,
de su enclave colonial para mantener su dominio en la región. Medio Oriente,
tanto por su ubicación geográfica y sus reservas de hidrocarburos, es vital para
un imperialismo que pretende ser la “superpotencia” mundial... y al que le está
yendo de mal en peor...
Todo esto
explica tanto el alineamiento incondicional de EEUU con Israel –incluso
cuando el gobierno sionista se “pasa de revoluciones” y contradice algún aspecto
de la política norteamericana–, como también la desmedida influencia que el
lobby israelí tiene en Washington en la determinación de las acciones de
EEUU en Medio Oriente, como parece haber sido el caso de Irak.
Pero hoy el
imperialismo yanqui sufre una “crisis de hegemonía”, cuyo epicentro está
precisamente en esa región, pero que se percibe también en América Latina y el
resto del mundo. Se trata de fracaso del proyecto neocolonial que se concretó en
la invasión y ocupación de Afganistán y sobre todo de Irak. Como lo definió un
ex asesor del gobierno norteamericano, “el plan de Bush para Irak, la idea era
crear un país pro-estadounidense y pro-Israel era una fantasía increíble”. [1]
Este fracaso,
combinado con otros procesos políticos y dificultades económicas han puesto
en cuestión la hegemonía mundial estadounidense. En menos de diez años, el
“superimperialismo” que se comía a los chicos crudos, enfrenta una
“desobediencia” generalizada y desafíos por los cuatro costados. Hasta un pigmeo
como Corea del Norte se permite desafiarlo... y en el terreno de los misiles y
las armas atómicas.
En una
situación de debilitamiento notorio del imperialismo yanqui, sobre todo en Medio
Oriente, podría esperarse que Israel –el estado Nº 51 de EEUU– encarara este
cambio en las relaciones mundiales de fuerza con políticas más “negociadoras” y
“flexibles”.
Pero ésta es
una conclusión mecánica que, en primer lugar, no tiene en cuenta la naturaleza
del Estado sionista como un enclave colonial, y la dinámica fatal que
esto ha implicado desde el día mismo de la constitución de Israel en 1948 como
un estado basado en principios “raciales” (similares a los de la antigua
Sudáfrica del apartheid).
En ese
carácter, el principio inevitable y permanente de la política de todos
los gobiernos israelíes (de derecha o de “izquierda”) ha sido la “limpieza
étnica”. Es decir, el desplazamiento y expulsión de la población nativa, los
palestinos, para hacer lugar a los colonizadores sionistas. Este principio de
“limpieza étnica” se hace tanto más implacable y brutal, porque los
colonizadores son en última instancia una minoría en la región, que sólo se
sostiene por el poder militar que les facilita EEUU, la capitulación de las
burguesías y gobiernos árabes, y las derrotas y limitaciones de los movimientos
de masas.
El principio de
“limpieza étnica” sobre el que se asienta el Estado de Israel, no es un terreno
que permita fácilmente los “acuerdos” y “componendas”. Además, dentro del mismo
territorio de la Palestina histórica (es decir, Israel + Cisjordania y Gaza), en
relativamente pocos años la población israelí va a ser minoría. Y no hay
esperanzas de que los judíos del resto del mundo decidan emigrar para compensar
esto.
Esta “bomba de
tiempo” demográfica es uno de los motivos para que Israel haya, en el fondo,
desechado el proyecto de constituir un “miniestado” palestino en Cisjordania y
Gaza, como una “concesión” para aplacar a los palestinos.
La “solución
final”, decidida ya en tiempos de Sharon, es la de “guetizar” (poner en un
gueto) a los palestinos. Encerrarlos en pequeños fragmentos de territorios,
rodeados por un alto muro. Israel esperaba que los corruptos dirigentes de Fatah
se prestaran a ser los administrados nativos de esos guetos.
Pero tanto el
debilitamiento regional y global del “sponsor” estadounidense, como el rechazo
que los palestinos expresaron con el voto por Hamas en las últimas elecciones,
puso en cuestión esos planes. La atrocidad de encerrar a todo un pueblo en un
puñado de “prisiones a cielo abierto” –como las definió un periodista
occidental– sólo puede mantenerse por la fuerza y terror sobre los colonizados.
Nota:
1. Larry
Diamond, profesor de la Universidad de Stanford y ex asesor del gobierno de EEUU
en Irak. Entrevista en El País, Madrid, 3-7-06.
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