Turbulencias en los “mercados
financieros”
¿Bailando sobre el Titanic?
Por Claudio Testa
Como si hubieran querido darle la razón a los supersticiosos, el pasado martes
13 fue un verdadero “martes 13” para las bolsas del mundo.
Ese
día fue la culminación de un mes de desplome de los mercados de valores en todos
los países. En poco tiempo, los índices de Wall Street llegaron a perder todo lo
que habían subido este año. Aunque no es significativa a nivel mundial, lo mismo
sucedió con la Bolsa de Buenos Aires, que, además, en un día tuvo la mayor caída
desde noviembre del 2004.
Un cuadro parecido hubo en las bolsas más importantes del mundo. En Tokio, se
registró la mayor baja desde el día del atentado a las Torres, el 11 de
septiembre del 2001. La cosa no anduvo mejor en Londres y otros mercados
europeos. Y dentro de este panorama, se produjo también la acostumbrada fuga de
inversores desde las bolsas de los llamados “mercados emergentes” (Brasil,
Rusia, India, China, etc.).
Luego de este negro “martes 13” –definido como “un día de pánico vendedor en
los mercados financieros mundiales” [1]– las cosas parecieron calmarse y las
cotizaciones volvieron a subir, aunque no a su nivel anterior.
¿Por qué tanta angustia?
Uno de los innumerables “expertos en finanzas” de la prensa especializada –en
este caso de Londres–, se pregunta perplejo: “La economía está en buena forma,
entonces ¿por qué tanta angustia?... Cuando la gente se inquieta sobre la
economía, me pregunto a veces de qué se quejan. Los restaurantes están repletos,
los supermercados estallan repletos de productos y comidas exóticas, y millones
están pasando en el exterior sus vacaciones de verano...” [2]
Claro que estos “millones” que llenan los restaurantes de las grandes ciudades,
compran “comidas exóticas” y veranean en el extranjero son apenas el 15% de
la población mundial. El resto está dedicado a actividades menos agradables,
como sobrevivir sin tener trabajo o con salarios de hambre. Sin embargo, la
“salud” de la economía capitalista no se mide por el bienestar de la mayoría de
la gente, de los trabajadores y los pobres, sino por el monto de las
ganancias que hacen la minoría de capitalistas, sobre todo las grandes
corporaciones, encabezadas por las de Estados Unidos.
Y en eso, aparentemente, la mayoría (de los capitalistas) no tendría de qué
lamentarse. Las “turbulencias” financieras han tenido por epicentro a Estados
Unidos. Sin embargo, el monto de las ganancias de las corporaciones
estadounidenses desde la superada recesión del 2001 se ha duplicado,
gracias a las políticas de Bush, como las de reducir los impuestos a los más
ricos, subir los gastos de guerra (“keynesianismo militar”), etc. Asimismo, las
economía estadounidense y mundial crecerían este año, según pronosticó el Banco
Mundial en mayo, entre un 3,5 y un 4%, la de Asia-Pacífico, un 8,3% y la de
América Latina, un 4,6. ¿Entonces, de qué se quejan? ¿Por qué tanta “angustia” y
pánico?
Estamos bien, pero vamos mal...
Por supuesto, no se trata de problemas psicológicos de los operadores
financieros de Wall Street, Londres y Tokio. Sus temores tienen sólidas
razones.
Años atrás, en Argentina se acuñó una frase-consuelo, para que la gente
aguantara las privaciones de los ajustes y (contra)reformas neoliberales. Se
decía: “Estamos mal, pero vamos bien”. Gracias a algunos “sacrificios
momentáneos” e “inevitables”, estábamos mejorando el conjunto de la economía.
Ahora, los capitalistas que se “angustian” en Wall Street (y hacen bajar las
bolsas) podrían decir lo contrario: “Estamos bien, pero vamos mal...”
En efecto, la economía mundial, centrada en EEUU, presenta desequilibrios,
“desbalances” cada vez mayores y más preocupantes. Y nadie sabe cómo se
podrá solucionar esto sin atravesar por una crisis, que algunos predicen
catastrófica. Apelando a una figura manoseada pero correcta, podríamos decir que
estos capitalistas sienten que están bailando en la cubierta del Titanic.
En efecto, mientras arriba sigue la fiesta, por abajo hay “agujeros” cada vez
más serios.
Los “fundamentals”: EEUU, cero en conducta
Estos desequilibrios están en el centro de la economía capitalista mundial,
que desde el fin de la Segunda Guerra son los Estados Unidos. Pero este papel
central en la economía mundial jugado por EEUU era muy diferente en esa época
que ahora. Lo que está en el fondo de este proceso y los problemas es el
deterioro de Estados Unidos como potencia económica mundial. Hagamos una
breve comparación.
* EEUU no sólo producía la mitad del producto bruto mundial, sino que
estaba en todas las ramas muy por delante de la productividad y la tecnología
del resto del planeta. Hoy, su PBI es mayor que el de Japón y los países
europeos, pero no a una distancia sideral. Sin embargo, mucho más importante
es que (salvo en la esfera militar) EEUU no lleva ninguna ventaja
significativa en productividad y tecnología. Por el contrario viene siendo
derrotado en ramas como la del automóvil, que fueron el símbolo del capitalismo
yanqui. Hablando en términos marxistas, su ventaja en el “desarrollo de las
fuerzas productivas del trabajo social” era abrumadora hace 60 años. Hoy ya no
lo es.
* EEUU era el acreedor del mundo. Hoy es el mayor deudor del planeta.
La deuda sumada del estado, las corporaciones norteamericanas y los particulares
llega hoy al 350% del PBI. Es decir que, si fueran a pagarla de inmediato, EEUU
debería estar tres años y medio produciendo sin consumir nada. Y con Bush, el
endeudamiento crece a ritmo enloquecido.
* EEUU exhibía hace 60 años números impecables en sus “fundamentals”; es decir,
en sus cuentas nacionales y demás parámetros importantes de su economía y
finanzas. Hoy pasa lo contrario. Tiene, en primer lugar, un déficit colosal
de Cuenta Corriente que llega al 6,4% del PBI, –un rojo de casi 800.000
millones de dólares – complementado por déficits no menos importantes del
presupuesto federal, de los estados y los municipios. A través del FMI, EEUU
pretende dar lecciones de “disciplina financiera” a todo el mundo, pero él es el
primero en gastar mucho más de lo que le ingresa. Esto se cubre en buena medida
mediante un endeudamiento galopante. EEUU necesita que le entren más de 2.000
millones de dólares diarios para que no se venga abajo la estantería.
* Las ganancias de las corporaciones yanquis, a pesar de haberse recuperado
desde fines de los 80 y ahora con Bush al superar la recesión del 2001, no
llegan sin embargo a las tasas de posguerra. Sin embargo, quizás lo más
importante es que la reciente recuperación que ha tenido origen en mecanismos
“peligrosos”: como la rebaja de impuestos (que ha aumentado aceleradamente el
déficit federal) o la “burbuja” especulativa en la propiedad inmobiliaria. No es
porque EEUU y sus corporaciones hayan reconquistado el lugar mundial que
ocupaban en la inmediata posguerra.
* Acompañando este desmadre (y también en contraste con 60 años atrás), en
Estados Unidos el ahorro privado es prácticamente cero. Todo el mundo gasta
más de lo que gana, y la diferencia la cubre endeudándose.
* EEUU sigue siendo el emisor de la “moneda mundial”, el dólar. Pero hace 60
años el dólar tenía respaldo oro (regulado en los Acuerdos de Bretton Woods, al
finalizar la Segunda Guerra). Hoy, el dólar es, en principio, papel impreso.
Hasta ahora, todo el mundo lo acepta por bueno, pero cada vez se plantean más
“dudas”.
No hagan olas...
Si cualquier otro país del mundo presentara las mismas cuentas de EEUU (como por
ejemplo el 6,4% de déficit de cuenta corriente o el endeudamiento del 350% del
PBI entre el estado, las empresas y los privados), hace tiempo que hubiese
estallado una crisis financiera, comenzando por una crisis cambiaria; es decir,
una corrida contra la moneda, como la de Argentina en el 2001. Entonces, las
“angustias” en Wall Street, Londres y Tokio están más que justificadas.
¿Pero por qué –hasta ahora– no pasa lo mismo con EEUU? Ello se debe a
varios factores. A nivel financiero, el más importante es que EEUU sigue
siendo emisor de la moneda mundial, el dólar. Este es un elemento decisivo.
EEUU se endeuda en dólares y paga con dólares... que él mismo emite.
El rojo de la cuenta corriente es tapado, por ahora, mediante préstamos. ¿Quién
presta a EEUU? En el fondo, directa o indirectamente, todo el mundo, pero
principalmente China y Japón. Buena parte del superávit de su comercio exterior
con EEUU se “esteriliza” en bonos de deuda pública u otros valores. Y ni China
ni Japón quieren “hacer olas”, porque una crisis financiera de EEUU
automáticamente los arrastraría también a ellos al abismo, no sólo porque
sus arcas están repletas de dólares y valores estadounidenses, sino porque eso
implicaría una recesión (o algo peor) de su principal comprador. Por supuesto,
algo así tendría también repercusiones en todos los países del mundo.
¿Qué va a pasar?
Pero, al mismo tiempo que todos tratan de “no hacer olas”, tampoco el
capitalismo estadounidense encara medidas correctivas de estos problemas, que
vienen siendo señalados con alarma por muchos economistas, y no sólo los
marxistas. La solución para el gobierno de Bush ha sido más bien “patear la
pelota hacia adelante”, con medidas como las que comentamos. Es que la cosa se
presenta difícil. Tratar de empezar a restaurar una “disciplina financiera”
precipitaría seguramente una recesión. En cuanto al problema del dólar como
moneda mundial, no hay reemplazante a la vista que se imponga de hecho (por
diversos motivos, el euro no da la talla). Otra posible “solución” –que las
grandes economías se pongan de acuerdo en una reforma del sistema monetario y
financiero mundial– es “a priori” vetada por EEUU, que lógicamente no quiere
perder las ventajas de emisor nacional de la moneda mundial.
En esta situación, es muy lógico que, si estamos viviendo en una casa agrietada,
cualquier crujido nos alarme en exceso. Esto fue lo que pasó en las últimas
semanas. Los “crujidos” fueron en verdad insignificantes... si los tomamos
aisladamente y por fuera del contexto descrito.
El crujido fue en EEUU un aumento de la inflación acompañado de una
leve desaceleración de la actividad económica. Eso bastó que cundiera el
pánico y algunos comenzaran a hablar de “estanflación”; es decir, una
combinación de aumentos de precios y economía estancada, que caracterizó a EEUU
en los años 70.
Las cifras que motivaron este pánico son ridículamente pequeñas –apenas
un 0,4% de aumento de precios al consumidor en mayo– en comparación con las
altas tasas de los 70. Pero bastaron para impulsar la fenomenal caída de las
bolsas mundial que culminó el “martes 13”.
¿Qué perspectivas se presentan? Pensamos que es un curso inevitable de la
economía estadounidense y mundial iniciar un ciclo recesivo, más tarde o
más temprano. Pero hay otras dos preguntas importantes que es difícil o
imposible contestar seriamente: ¿Cuándo? ¿Qué profundidad va a tener?
Las recesiones en EEUU desde la Segunda Guerra Mundial han oscilado en períodos
de entre cinco y diez años. Lo que sí es indudable es que una recesión
norteamericana significará igualmente una recesión mundial. ¿Pero de qué
profundidad? Eso es también imposible de prever con exactitud.
Muy a grosso modo, pueden concebirse dos escenarios, ambos
directamente dependientes del epicentro de la crisis en EEUU. El primer
escenario es que en EEUU logren un ajuste relativamente ordenado, extendido
en el tiempo y de repercusiones no muy graves. Otro escenario posible es el
de una crisis breve pero fulminante, al estilo de las crisis financieras
que fueron frecuentes en el Tercer Mundo, como la de Argentina, en las dos
últimas décadas, o la debacle del 29-30 en EEUU.
Sobre estos pronósticos hay hoy una extensa discusión entre los economistas,
principalmente los marxistas y los neokeynesianos. Pero desde ya, lo que nadie
discute es que, en ambos escenarios hipotéticos, habría consecuencias semejantes
en el resto del mundo.
Notas:
1. Elliot & McCurry, “US inflation and rate rise worries
cause worldwide shares sell-off”, The Guardian, 14-6-06.
2. Richard Wachman, “The economy in fine shape, so why all
the angst?”, The Observer, 18-6-06.
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